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    EL EVENTO

    La situación de seguridad en Haití está tan descontrolada que los secuestros y delitos ya no se contabilizan en Puerto Príncipe, la capital del país. De acuerdo con los expertos en materia de seguridad ciudadana y derechos humanos, lo más preocupante de la situación son los vínculos que presuntamente existen entre determinadas bandas y las autoridades estatales, lo cual se manifiesta a través de la impunidad de la que gozan los miembros de las pandillas.

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    Como resultado de estos vínculos han aumentado en los últimos dos años los ataques en barrios obreros por parte de bandas armadas. Los distritos de Saline y Bel-Air en particular son los lugares habituales de estas masacres que denuncian constantemente las organizaciones de derechos humanos. Mientras tanto, los ciudadanos se ven doblemente victimizados: porque viven en territorios donde no tienen derechos, y porque quedan automáticamente etiquetados como bandidos.

    Para analizar la situación tan compleja en materia de seguridad, justicia y derechos humanos, CONNECTAS realizó con el apoyo del International Center for Journalists (ICFJ)  el Diálogo ‘Inseguridad en Haití: ¿cómo vivir con el miedo a las pandillas?’. Allí, los expertos discutieron sobre la relación de las fuerzas políticas en la inseguridad del país, la relación entre líderes de las pandillas y la policía y el rol que tienen las élites económicas en las dinámicas de violencia e inseguridad. Además analizaron cómo vive la gente bajo la dictadura de las pandillas en los barrios de clase trabajadora, y qué vínculos se ven obligados a desarrollar con los bandidos para poder sobrevivir.

    Mira el evento completo aquí: 

    Los panelistas invitados fueron Emanuella Douyon, Presidenta del laboratorio de ideas (Think Tank) Policité, Kettly Julien, Directora ejecutiva del Instituto Móbil de Educación Democrática (IMED), organización que impulsa los valores democráticos en Haití a través de la educación y Roberson Edouard, Doctor en Sociología e investigador en temas relacionados con la desigualdad, la pobreza, las políticas públicas y la violencia.

    Razones estructurales

    La inseguridad en Haití tiene razones históricas que responden, por ejemplo, al rol del Estado frente a la sociedad, a la desigualdad política o social y a la pauperización de la sociedad. Se puede afirmar que desde la década de los ochentas, la seguridad ha empeorado y la muestra de esto está en el aumento de las pandillas armadas y la incompetencia del Estado frente a estas, así lo explicó Kettly Julien, quien ha sido lideresa social  y abanderada de temas de género en el país.

    Por otro lado, la inseguridad se puede explicar por la “ineptitud sistemática del Estado que genera una fractura social en la que se vuelven evidentes las diferencias sociales entre élites y población”, contó Roberson Edouard, que trabaja en temas de seguridad y justicia. A esto hay que agregarle el hecho de que en la actualidad la violencia ejercida ya no es soportada por los ciudadanos, pues se pasó un umbral en donde existe impunidad, hay un sistema judicial manipulado y el mismo sistema es corrupto, “sálvese quien pueda, es la norma que rige en la actualidad”, dijo Edouard.

    Entonces, vale la pena preguntarse ¿por qué las pandillas se volvieron tan fuertes? Primeramente, es importante ver el contexto del país y la forma en la que vive la sociedad. Por ejemplo, en los barrios pobres no existen escuelas, centros de salud, servicios básicos para atender a la gente, es decir que hay ausencia del estado. Además, hay una falta de oportunidades económicas y aquellos jóvenes que no se van del país, tienen la posibilidad de terminar en una de estas pandillas.

    Según Edouard, la dimensión criminal es apenas la punta del iceberg de las pandillas en Haití, pues detrás de estas existen élites que se han apropiado del mercado de hierro y cemento e instrumentalizan a las pandillas para continuar siendo los dueños del mercado. Es decir que funcionan como el actor intelectual detrás de la violencia que se está viviendo en el territorio y son quienes entregan armas a los jóvenes para que empiecen a ser parte de estas dinámicas.

    Para Emanuella Douyon, existen personas que solo pueden ingresar a los sistemas económicos si es a través de la violencia. En ese sentido, los jóvenes tienen oportunidades mínimas y eso hace que las pandillas los atraigan fácilmente, porque aunque es un oficio arriesgado “estar armado te hace estar más protegido que el resto de la población”, explicó Douyon, que es experta en seguridad.

    Los estragos de la impunidad

    Ahora bien, en Haití existe una corrupción sistemática y una complicidad de las autoridades con las estructuras generales. En pocas palabras, el sistema de justicia no funciona de la manera adecuada. Para Edouard, esto ocurre porque las leyes no reflejan los valores de la población ni la situación real de la sociedad. Por ejemplo, hay actores que no pueden vivir con el salario que les paga el Estado, que además es un tema que poco se discute en el país. Esto hace que las personas opten por tener ingresos adicionales a través de la corrupción para poder tener unas condiciones de vida dignas. Con respecto a esto, el experto explicó que es difícil aplicar la ley si aquellos que lo promulgan no siguen las leyes.

    Esta impunidad también ha hecho que las pandillas tengan cada vez más poder sobre el territorio y este a su misma vez se fragmente por las disputas en las fronteras invisibles. Cada pandilla tiene una zona y esto hace evidente la desaparición del Estado y de las infraestructuras estatales, que incluyen desde centros culturales hasta empleos. En pocas palabras, el Estado no gestiona seguridad en estas zonas. De hecho, es tan evidente que “se le puede pedir a cualquier joven que haga una cartografía de los territorios de las pandillas de memoria”, contó Douyon.

    Cohabitar el territorio

    Lo más preocupante de esta situación es que el gobierno parece no interesarse en esta situación y es evidente cómo las personas se han acostumbrado a cohabitar con las pandillas y a vivir a merced de ellas, porque de una manera están llenando el vacío del Estado en estas zonas. Igualmente, las pandillas volvieron a hacer la cartografía del país entero, pues en la actualidad no solo operan en las zonas urbanas, sino que han pasado a controlar incluso las rutas nacionales.

    En esa línea, Edouard explica que las pandillas empezaron en los comités de los barrios como una forma de seguridad interna hacia los ciudadanos, por tanto fueron legitimadas por la sociedad y esto les dio impulso para prolongarse en el tiempo y territorio. Más adelante, estas estructuras se empiezan a volver grupos criminales que se escondían bajo el argumento de ser protectores de la comunidad. Finalmente, se crea una relación de necesidad con la ciudadanía, pues son las pandillas las que terminan defendiendo a los habitantes de su zona de otras pandillas y ofrecen sus “servicios”.

    Además, cohabitar el territorio también implica informar sobre lo que está sucediendo, por eso los periodistas del país le han dado vocería a las pandillas y un rol protagónico en la explicación de la violencia. Aunque este interés se dé de manera profesional, Douyon cuenta que no hay apoyo al periodismo en el país y los riesgos a estos son evidentes, entonces no hay posibilidad de denuncia o de darle eco a las intimidaciones que tienen las pandillas sobre la población.

    El Estado y las pandillas

    Por otro lado, es importante dejar claro el vínculo que hay entre la política y los grupos criminales, pues acceder al poder electoral en el país implica estar de cerca a estos. “Los actores políticos acceden a los espacios donde hay grupos electorales importantes a través de pandillas o incluso, hacen guerra de pandillas”, contó Edouard. A su misma vez, esto le da inmunidad a las personas metidas en política, entonces la sociedad ni siquiera puede tener una rendición de cuentas transparente y clara.

    Ahora bien, a pesar de que existan actores corruptos en el sistema político del Estado, este igual debe ayudar a asumir las dificultades que tiene la población actualmente. Esto se puede lograr, por ejemplo, entendiendo las necesidades de los ciudadanos, superponiendo la identidad de pueblo a las identidades individuales, teniendo un control más grande del territorio y presencia en los lugares alejados. Además, según Edouard, el país debe tener un proyecto de soberanía y puede que para lograrlo, se necesite financiamiento internacional, esto a su vez haría que las personas se integraran nacionalmente.

    Por otro lado, Douyon recomendó que la ciudadanía hiciera presión a las autoridades de manera comunitaria, con el simple argumento de que las pandillas actúan contra la población misma. En pocas palabras, se debe obligar al Estado a tomar responsabilidad sobre la población, especialmente aquella que está empobrecida, aterrorizada y bloqueada frente a la situación de pandillas. 

    Es necesario tener en cuenta, también, que las lógicas económicas en el país han cambiado, pues ahora los productos no compiten con precios, sino desviando cargamentos o las bodegas de productos, lo que se aleja de la lógica económica tradicional y utiliza un argumento de violencia para mover la economía. La realidad es que existe mucho dinero circulando en las calles, pero no sé tiene claro por qué canales se inyecta ese dinero, lo que llevaría a entender que hay un vínculo estrecho entre el crimen organizado y las industria, como contó Edouard.

    Terremoto y pandillas

    Vale la pena preguntarse si existe un vínculo entre las pandillas y el terremoto del 2010 que devastó al país. Según Douyon, después del terremoto la población vulnerable aumentó y esto hizo que muchas ayudas externas llegaran al país. Este dinero que empezó a circular no fue controlado de una manera correcta, pues hubo territorios a los que no llegó y hubo personas que se aprovecharon de este dinero para utilizarlo para intereses propios.

    En este mismo sentido, la presencia de actores no gubernamentales como las Naciones Unidas ha sido cuestionado. Edouard explica que existen reportes que observan la implementación de algunas iniciativas por parte de la ONU, pero está claro que la violencia no se redujo a pesar de los esfuerzos. Cuenta, también, que “nunca hubo tanto grupo armados como ahora y los miembros de las pandillas se han insertado cada vez más en la criminalidad, ahora tenemos un país más inestable”.

    A esto hay que agregarle las fallidas campañas de desarme y reinserción, pues los muertos y las víctimas siguen aumentado cada día. Por eso, para Douyon la única forma de atacar el problema es evitando que los jóvenes entren a estas estructuras a través de una sensibilización de los estragos que causan a nivel nacional, para esto, claro, se necesita la voluntad política de diferentes actores y el Estado en general. Aunque se han intentado hacer negociaciones con las pandillas, estas han sido un fracaso, pues no se han abordado de la manera apropiada y con un mínimo de acción por parte del Estado.

    Igualmente, para Edouard la primera acción que el Estado debe controlar es la llegada de armas y el contrabando de armas. Además, es necesario empezar a entender quiénes son los grupos armados y cuáles verdaderamente son pandillas. En pocas palabras, hay que distinguir los tipos de organizaciones presentes en todo el territorio. Aquellas organizaciones que estén implicadas en crímenes de sangre, son aquellas a las que la ley debe actuar inmediatamente. Esto debe ir acompañado de programas de desarme y reinserción, a la vez que se proponen oportunidades laborales de calidad para todas las personas. 

    De acuerdo con los expertos en materia de seguridad ciudadana y derechos humanos, lo más preocupante de la situación son los vínculos que presuntamente existen entre determinadas bandas y las autoridades estatales, lo cual se manifiesta a través de la impunidad de la que gozan los miembros de las pandillas. 

    Como resultado de estos vínculos, en apenas dos años se han perpetrado varios ataques contra barrios obreros por parte de bandas armadas. Los distritos de Saline y Bel-Air en particular son los lugares habituales de estas masacres que denuncian constantemente las organizaciones de derechos humanos. Mientras tanto, los ciudadanos se ven doblemente victimizados: porque viven en territorios donde no tienen derechos, y porque quedan automáticamente etiquetados como bandidos.

    Además de los temas anteriores, los expertos analizarán en el panel cómo vive la gente bajo la dictadura de las pandillas en los barrios de clase trabajadora, y qué vínculos se ven obligados a desarrollar con los bandidos para poder sobrevivir.

     

    Panelistas

     

    Emanuella Douyon

    Presidenta del laboratorio de ideas (Think Tank) Policité. Douyon es Master en economía del desarrollo y especializada en política y proyectos de desarrollo de la Universidad París 1 – Sorbona, y Master en economía aplicada a urbanismo de la Universidad Nacional de Tsing Hua de Taiwán.

     

    Kettly Julien

    Directora ejecutiva del Instituto Móbil de Educación Democrática (IMED), organización que impulsa los valores democráticos en Haití a través de la educación. Julien ha sido lideresa social por varios años y abanderada de temas de género, la justicia y los derechos fundamentales.

     

    Roberson Edouard

    Es Doctor en Sociología e investigador en temas relacionados con la desigualdad, la pobreza, las políticas públicas y la violencia, sobre los cuales ha realizado varias publicaciones. Es investigador asociado del CIERA y cofundador del centro de investigación CRESEJ, que trabaja temas de seguridad y justicia en Haití.

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