Manifestación frente a la Secretaría de Gobernación de México, 25 de enero de 2022. Foto: Alejandro Melendez

Por Alejandro Castro, Miembro de #CONNECTASHub en México

L a reunión estaba citada para las 17:00 horas del 9 de mayo, al pie del Monumento del Ángel de la Independencia en la Ciudad de México, para exigir justicia por la muerte de Luis Enrique Ramírez, periodista asesinado días antes en Culiacán, Sinaloa, al noreste de México. Pero a pocos minutos de iniciar la protesta, una noticia sacudió de nuevo al gremio en el país: las comunicadoras Yesenia Mollinedo y Johana García acababan de morir asesinadas en el municipio de Cosoleacaque, Veracruz (Costa Este). El doble homicidio se sumó a la lista de 9 periodistas asesinados en lo que va de 2022, el periodo más oscuro en la historia del país.

No es un asunto nuevo. México arrastra desde hace dos décadas un clima de violencia extrema contra la prensa, con un acumulado de por lo menos 156 ataques mortales. 

Se trata del país más peligroso del mundo para ejercer este oficio. De acuerdo con la organización Reporteros sin Fronteras, en México han muerto más periodistas por el ejercicio de su labor que en países en guerra como Ucrania, Siria, Yemen o Palestina. 

“En México los periodistas enfrentan una variedad de cuestiones que los pone en peligro. De entrada, está la corrupción entre la autoridad y la delincuencia organizada, principalmente a nivel local. Tanto la delincuencia organizada, como funcionarios públicos y otros sectores, están dispuestos a usar medidas mucho más violentas con el fin de callar a periodistas que afectan directamente a sus intereses”, comentó Jan Albert Hootsen, representante en México del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés). 

El rosario de crímenes ha elevado la exigencia de justicia para las víctimas y sus familias. El 15 de mayo se cumplieron 5 años del asesinato del periodista y escritor Javier Valdez Cárdenas, a quien le arrebataron la vida con 12 disparos, también en Culiacán, Sinaloa. “Su asesinato dolerá el resto de nuestras vidas y es precisamente esto lo que nos orilla a pedir que su crimen no quede impune”, sostuvo Griselda Triana, viuda de Javier, durante el evento por su aniversario, que reunió a una veintena de activistas y reporteros. 

El caso de Javier Valdez es un ejemplo de las luchas que emprenden decenas de familias por esclarecer los crímenes. Sobre sus hombros, en muchas ocasiones, recae la responsabilidad de investigar, aportar pruebas y señalar posibles responsables, en un país donde más del 95 por ciento de los homicidios permanecen impunes.

Evento en honor a Javier Valdez, el 15 de mayo de 2022. Foto: Alejandro Melendez

Marcela Turati, jueza del Tribunal Permanente de los Pueblos sobre el Asesinato de Periodistas, una iniciativa no gubernamental, ve un panorama adverso en el país. Los asesinatos son la expresión más extrema de violencia, pero también hay una constante de amenazas, agresiones, espionaje y desplazamiento forzado. 

“A pesar de que llevamos tantos años sumidos en esta noche negra para la prensa, la impunidad sigue intacta, los crímenes no se investigan. Y el mensaje para quienes quieren silenciar periodistas es que pueden hacerlo, que lo tienen permitido, que es muy fácil y barato, que no habrá costo que pagar”, dijo a CONNECTAS. 

El presidente y la prensa

La llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la Presidencia de México en 2018 significó un cambio abrupto en la relación prensa-poder en el país. 

Lo primero que hizo fue reducir en dos tercios los recursos destinados a publicidad oficial, una decisión incómoda para la mayor parte de los medios de comunicación que habían hecho de los recursos públicos su único modelo de negocio. 

También implementó la conferencia matutina, conocida como ‘La Mañanera’, que transmiten las redes oficiales y los canales públicos, y tiene eco en prácticamente todos los medios de comunicación nacionales. La Mañanera se convirtió rápidamente en un hito comunicacional que permitió al presidente acaparar gran parte de la agenda mediática desde tempranas horas.  Pero al mismo tiempo AMLO también lo usa para abrir disputas contra lo que considera ‘prensa opositora’, a la que con frecuencia tilda de “mercenaria”, “conservadora”, “vendida” y “fifí”. 

Andrés Manuel López Obrador alega que se trata de un ejercicio de libertad de expresión, como parte de su derecho a responder a noticias falsas y lo que él denomina “campañas de difamación”.  “Muerden la mano de quien les quitó el bozal”, dijo el 3 de julio de 2019, en referencia a periodistas y escritores. 

Para Jan Albert Hootsen, del CPJ, el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene una estrategia de ataque selectivo a los periodistas y medios, aquellos que ejercen periodismo crítico. “El presidente usa el discurso de libertad de expresión para maquillar lo que en realidad es un presidente visceral ante las críticas, que no responde preguntas, que no da suficiente información como para satisfacer la necesidad de la sociedad. Él no está asumiendo la responsabilidad que tiene como máximo servidor de la nación”, afirmó. 

Hootsen opinó que no considera que el gobierno federal sea responsable directo de las agresiones a periodistas, sino que lo problemático es el encono que genera en la sociedad contra la prensa. 

López Obrador presenta a la prensa crítica como enemiga y eso tiene impacto en la percepción de la sociedad, coincidió Marcela Turati.  “Se le olvida que es un líder de Estado y que no puede usar de esa forma el poder, pues está usando sus medios para desacreditar a la prensa, para estigmatizar, muchas veces con calumnias”, manifestó.

Estado mexicano, omiso

Llegar al nivel de violencia contra periodistas que hay actualmente no es una casualidad, sino una consecuencia de no haber atendido la problemática desde hace más de una década, cuando ya había un factor de preocupación. Así lo sostiene Lucía Lagunes, consejera del Mecanismo Federal de Protección a Periodistas y Defensores de Derechos Humanos. 

De acuerdo con la activista, esta violencia se desató como consecuencia de la Guerra contra las Drogas, la estrategia de seguridad insignia del gobierno de Felipe Calderón. Con los años, las violaciones a derechos humanos se han mantenido. 

Lucía Lagunes sostuvo que una primera omisión del Estado mexicano es no respetar el ejercicio periodístico, hacia el cual suele tener un discurso estigmatizante. La transparencia y el fortalecimiento de la libertad de expresión también es otro punto donde el Gobierno no ha sentado bases. 

Agregó que si bien la actual administración disminuyó notablemente los montos de publicidad oficial, el dinero público se entrega a determinados medios de forma discrecional, como un método para coaccionar a los medios no afines, pero también para premiar a los que resaltan las virtudes del Gobierno.  Por otra parte, Lagunes expuso que lejos  de fortalecer  las políticas públicas de protección a periodistas, hay un desmantelamiento institucional, que impide operar en casos de emergencia. 

Manifestación de periodistas, 14 de febrero de 2022. Foto: Alejandro Melendez

Jan Albert Hootsen enfatizó que México no está en situación de guerra y que además cuenta con instituciones fuertes, pero se está permitiendo que haya violencia contra periodistas. De ese modo, “solo podemos llegar a la conclusión de que el Estado mexicano está fallando. Desde los sexenios anteriores y el actual, es un Estado que nunca ha reconocido que la labor periodística es algo que se tiene que proteger”, anotó Hootsen. 

Marcela Turati fue más tajante: “Ciertamente la vida de los periodistas no le importa al Estado mexicano, no hay prevención, no hay protección y luego no hay justicia”, concluyó.

Aunado a las malas condiciones de seguridad para hacer periodismo en México, la precariedad laboral es otra forma de opresión, más silenciosa, planteó Laura Quintero, de la Asamblea de Trabajadoras y Trabajadores de los Medios contra la Precariedad Laboral “Tenemos Que Hablar”.

“Como trabajadores de los medios estamos sometidos a condiciones de explotación precaria, en las que se obliga a los periodistas a realizar su trabajo sin ningún tipo de seguridad y este es uno de los principales factores de riesgo”, expuso. 

Para la también reportera, la precariedad es una violencia estructural que aqueja al gremio entero.  “Consideramos que, si bien hay una violencia mucho más explícita que se materializa a través de amenazas y asesinatos, quienes trabajamos en los medios sufrimos una violencia silenciosa que se expresa a través de la falta de seguridad social, de bajos salarios que nos vulnera en todos los sentidos”, alegó. 

El salario mínimo de un periodista en México es de 387.7 pesos diarios, de acuerdo con lo establecido por el Consejo de Representantes de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos para 2022.  Sin embargo, es común que en México medios de comunicación haya nóminas que no superan los 150 pesos diarios, menos de la mitad de lo que por Ley corresponde. 

La Asamblea Tenemos Que Hablar tiene como objetivo conformar un sindicato de gremio en México.  “Debemos organizarnos para que se nos garanticen las condiciones mínimas de seguridad para que podamos desempeñar nuestra labor”, cerró Laura Quintero. 

Marcha de integrantes de la Asamblea Tenemos Que Hablar, 1 de mayo de 2022. Foto: Alejandro Melendez

Trabajar con miedo

Frente a un escenario violento, entre los periodistas en activo el miedo es una constante.   Estrella Pedroza, reportera en el estado de Morelos, contó que su cobertura sobre temas de feminicidios y derechos humanos la hace sentir en riesgo constante.  “Por el simple hecho de dar seguimiento a estos temas siento que me pongo en riesgo, soy atacada en redes sociales o, incluso, por los propios compañeros”, detalló. 

Karina Cancino, reportera en Nayarit, señaló que, según su experiencia, explorar un tema a profundidad da pie casi de facto a agresiones, que van “de menos a más”.  “En muchos casos son alentadas por las autoridades o por gente que hace propaganda y están alineados a ellas”, agregó. 

Las periodistas en México enfrentan retos mayores, pues además de la violencia generalizada, constantemente padecen situaciones de intimidación, hostigamiento y acoso sexual, refirió Lucía Lagunes, también directora de la organización Comunicación e Información de la Mujer (Cimac). 

Los niveles de riesgo en México varían dependiendo de los temas que se abordan, pero un factor muy relevante es la zona geográfica desde donde se trabaja, si son sitios de constante conflicto y presencia del crimen organizado, apuntó Oscar Rosales, reportero en Chihuahua y miembro de la Red Latinoamericana de Periodistas Jóvenes (RedLatam).  “De repente hay ciertos focos rojos que te indican que ya no debes realizar ciertas acciones”, refirió. 

En su estado, Chihuahua, han asesinado a 13 periodistas del 2000 a la fecha, según la documentación de la organización Artículo 19. Pero hay otras entidades con cifras aún más alarmantes: en Veracruz, 33; Guerrero y Oaxaca, 15 en cada uno; en Tamaulipas, 14. 

Carlos Zurdo, reportero en el Estado de México, detalló que en su región hay zonas controladas por cárteles de la delincuencia organizada. La cobertura periodística en estos terrenos supone un riesgo mayor.  Octavio Martínez trabaja en Quintana Roo y detalló que la sensación de peligro es prácticamente permanente. 

En un contexto tan hostil, la idea de abandonar la profesión ha pasado por la mente de estos periodistas, en diferentes circunstancias de sus vidas. Los mantiene activos la posibilidad de generar cambios desde esta trinchera.  “No hay Estado de Derecho, y no hay respaldo social, o reacción que realmente pueda ayudar a esclarecer los asesinatos, mucho menos para la reparación de daño o prevención de la violencia contra el gremio. Entonces de repente me da por pensar que expongo mi vida por nada. Pero si no usamos el poder que tenemos en los medios, nada va a cambiar”, expuso Karina Cancino.  

Cuando asesinan a un periodista en México, la rabia e impotencia atraviesa al gremio, coincidieron los cinco reporteros consultados.  “Cuando no crees que las cosas pueden estar peor, en cuanto a agresiones y ejecuciones de periodistas, llega otro caso que te demuestra que sí se podía estar peor”, dijo Oscar Rosales. 

“Aunque no los conozca, es una sensación de importancia, de mucho coraje, de mucho miedo”, añadió Estrella Pedroza. “No se mata la verdad, matando periodistas”, se ha convertido en la consigna más popular de las protestas de trabajadores de los medios. 

Los casos de Yesenia Mollinedo y Johana García son la expresión de terror más reciente. Pero no hay certeza de que serán los últimos.

Autor

Periodista radicado en la Ciudad de México. Es reportero de la Unidad de Periodismo de Causa Natura AC. Miembro de #CONNECTASHub e integrante de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas. Fue corresponsal de en Quintana Roo de Aristegui Noticias, El Heraldo de México y stringer de la Agence France Presse (AFP). Premio Nacional de Periodismo México 2020. Su cobertura se enfoca principalmente en temas relacionados con medio ambiente, territorio y derechos humanos. Ha sido becario de Earth Journalism Network (EJN) y CONNECTAS para la producción de historias de largo aliento.

Autor

Periodista radicado en la Ciudad de México. Es reportero de la Unidad de Periodismo de Causa Natura AC. Miembro de #CONNECTASHub e integrante de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas. Fue corresponsal de en Quintana Roo de Aristegui Noticias, El Heraldo de México y stringer de la Agence France Presse (AFP). Premio Nacional de Periodismo México 2020. Su cobertura se enfoca principalmente en temas relacionados con medio ambiente, territorio y derechos humanos. Ha sido becario de Earth Journalism Network (EJN) y CONNECTAS para la producción de historias de largo aliento.