Nómadas digitales: beneficios para unos, problemas para otros

Trabajan desde cualquier lugar y han sido bienvenidos y hasta atraídos por ciudades que ven en ellos una forma de impulsar sus economías. Pero sus impactos amenazan a los lugareños económica y culturalmente ante la indiferencia de las autoridades. ¿Qué hacer con estos trabajadores remotos?

Nómadas digitales

Por Cristian Ascencio

Aunque la sede de su trabajo está en Ciudad de México, Abril reside desde hace dos años en Cancún, frente al Caribe. Ahí puede nadar en la playa cuando quiera, movilizarse sin carro y tener tiempo hasta para cocinar en su propio departamento. Paradójicamente trabajar desde la Riviera Maya, uno de los destinos turísticos más populares de Latinoamérica, le ha significado más ahorros que gastos. Eso además de una mejora en su calidad de vida. “Cuando estaba en la oficina, era un estrés constante, tenía muy poco tiempo para ocuparme de mí. Acá se vive mucho más calmado, no sufro con el tráfico y llevo una vida más saludable”, dice.

Cancún, Medellín, Cuenca, Buenos Aires, o la propia Ciudad de México se han vuelto destinos recurrentes de los nómadas digitales. Personas que trabajan por Internet desde un destino generalmente turístico, aprovechando los mejores precios y las múltiples ventajas de esos lugares.

Según Esteban Terán, del coworking Impaqto, que tiene oficinas en Cuenca y en Quito, Ecuador, los nómadas digitales permanecen en promedio tres meses en un lugar y luego se mueven a otro destino. Cargan sus pertenencias en una maleta y una mochila, no tienen problemas para gastar su dinero en turismo y diversión, pero sí aprovechan para ahorrar en comida. Por lo mismo, para Terán no tienen en las economías locales el mismo impacto del sector turismo. “Es un estilo de vida que no lo puede llevar cualquiera. Ellos se instruyen mucho antes de llegar a un destino. En edad, tienen entre 30 y 40 años, es decir que ya tienen experiencia laboral, y generalmente trabajan en el área informática, financiera o en diseño”.

En el caso de Ecuador, ese país creó este año, para atraer nómadas digitales, una visa especial que entrega una residencia legal por hasta dos años. Y no es el único país que lo ha hecho: Costa Rica adoptó en 2022 una visa que otorga la residencia a trabajadores remotos que demuestren tener contratos con empleadores extranjeros. Las personas con esta visa pueden entrar y salir de Costa Rica las veces que lo deseen. Y en materia tributaria, están exentas de pagar impuestos si ya lo hicieron en el país del empleador. Eso sí, quienes quieran acceder a este sistema deben tener un ingreso mínimo de 3 mil dólares mensuales.

Ciudad de México y Medellín, Colombia, también están recibiendo grandes cantidades de estos profesionales de altos ingresos. En la primera, por ejemplo, la municipalidad firmó un convenio durante 2022 con la plataforma Airbnb para ayudar al turismo en zonas más marginadas. Pero el arribo de los nómadas también está trayendo tensiones, sobre todo por el aumento del costo de vida en los barrios tradicionales. 

Justamente en Ciudad de México, organizaciones vecinales acusaron a la administración de la alcaldesa Claudia Sheinbaum de haber entregado la ciudad a las plataformas de arriendo de inmuebles, lo que está disparando el ya existente fenómeno de la gentrificación, por el cual nuevos habitantes de mayores recursos invaden zonas históricas y tradicionales y desplazan a los habitantes locales debido al aumento de los costos, incluidos los arriendos y los alimentos. 

Sheinbaum decidió, después de las críticas, estudiar qué hicieron otras ciudades del mundo para mitigar esos impactos, aunque voceros de su administración sostienen que las denuncias en redes sociales son más bien anecdóticas y no están respaldadas  por cifras concretas. Mientras tanto están revisando, entre otros, el caso de Barcelona, donde para limitar el fenómeno, los anfitriones de Airbnb deben obtener un permiso especial para arrendar, so pena de pagar multas. 

Enrique Soto, académico de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, explica que, por el lado positivo, atraer al 5% del potencial de nómadas digitales en el mercado americano traería consigo 3.720 millones de dólares. Pero aclara que se debe avanzar en regulaciones específicas para que los habitantes originarios no resulten desplazados. “Se debe impulsar políticas públicas que capten parte de estos ingresos por la mayor plusvalía de las propiedades, para ser reinvertidos en mejoras de infraestructura urbana”, sostiene.

En Medellín también están pasando del optimismo por la gran llegada de turistas y nómadas con alto poder adquisitivo, a la preocupación por el impacto en los precios. 

Sandra Arboleda arrienda su departamento a través de Airbnb en la “ciudad de la eterna primavera”. Según sus cálculos, el 30% de quienes recibe son nómadas digitales, principalmente de Europa, aunque también ha recibido colombianos que buscan el clima y la diversión de Medellín para trabajar desde allá por un tiempo. “En general la ciudad les da buenas oportunidades”, explica Arboleda. De hecho, en las páginas en las que los nómadas buscan datos e intercambian experiencias, se destaca Medellín. “Si quieres un costo de vida bajo, chicas bonitas, buen clima y fiesta barata, Medellín es el lugar”, escribió en inglés un nómada en la página Nomad List. En esa web hay un ranking de las mejores ciudades latinoamericanas para ellos: en primera lugar está Ciudad de México, en segundo Buenos Aires y en tercer puesto Medellín, a la que le quitan puntos en el ranking la deficiente calidad de su internet y los problemas de inseguridad.

Según dijo a la Radio W María Bibiana Botero, la presidenta ejecutiva del think tank Proantioquia, “si Medellín fuera un país, sería el primero del mundo en porcentaje de nómadas digitales  (frente a su población)”. Las cifras de Nomad List respaldan esa idea. Según esta web, Medellín tiene 6.400 nómadas mensuales, muy cerca de la megapoblada Ciudad de México (7.400 mensuales) y Barcelona (6.950 mensuales).

Pero el optimismo de Proantioquia contrasta con la preocupación de organizaciones y activistas civiles. Incluso el alcalde de esa ciudad, Daniel Quintero, apuntó al fenómeno por medio de su cuenta de Twitter: “La vivienda está más cara en Medellín por: la reducción del desempleo: llegó a un dígito, más jóvenes buscan independencia. El turismo y nómadas digitales: Medellín es la tercera mejor ciudad para visitar en el mundo”.

En barrios tradicionales como El Poblado, históricamente de clase media o media alta, han comenzado a aparecer carteles de protesta contra la gentrificación. Ana María Valle, una activista contra el fenómeno, sostiene en un video en Twitter que “Airbnb se está tragando los precios del arrendamiento. El tejido social de comunas como El Centro, El Poblado, Laureles y Belén está desapareciendo porque ya no hay vecinos con los que construir un futuro”.

Ana María Valle explica que los lugareños no pueden competir contra salarios en dólares. “Progresivamente perdemos espacios: acceso a restaurantes, espacios públicos, canasta básica, entre otros”. Para la activista, es urgente tomar medidas, y menciona el ejemplo de países como Portugal, donde se eliminó un tipo de visa que permitía residencia a extranjeros que adquirieran vivenda.

¿Pero qué tipo de medidas pueden tomar los gobiernos nacionales o locales? Se trata de una pregunta compleja de responder, por el difícil balance entre los beneficios, cifrados sobre todo en la entrada de divisas, y los problemas, como el desplazamiento de los habitantes tradicionales y la pérdida consiguiente de identidad, algo muy difícil de recuperar. 

Los expertos sostienen que una de las soluciones va de la mano de invertir buena parte de los recursos que están llegando por cuenta de los nómadas, en soluciones habitacionales de impacto social. Para Enrique Soto esto traería mayor justicia urbana, tomando en cuenta que muchos de los barrios que ahora tienen alta plusvalía la han ganado gracias a la inversión pública. En todo caso las soluciones no dan espera, pues el auge del trabajo remoto, tanto nacional como internacional, no parece tener un final a la vista.