Maduro echa raíces en Venezuela

Crece la expectativa acerca de quién representará a la oposición. ¿Podría la inhabilitada María Corina Machado endosar sus votos a un candidato viable? ¿Maduro dejará fuera de carrera a cualquiera que lo amenace electoralmente? ¿Permanecerá unida la oposición?

Elecciones - Venezuela - Maduro

Por Cristian Ascencio

A Nicolás Maduro no le gusta competir. Cuando ve una amenaza electoral, como el niño dueño de la pelota que se la lleva cuando algo no le gusta, impone sanciones o nuevas reglas a los adversarios. No suelta el balón del poder. Incluso parece que preferiría pincharlo antes que arriesgarse a perder el partido.

Frente a este escenario, hay una oposición que históricamente ha tenido problemas para unirse y hacerle frente a este niño de bigote y un metro 90. Pero el año pasado pareció llegar un punto de inflexión. Maria Corina Machado,  dirigente conservadora y una de las más radicales antichavistas, obtuvo el 92% de los votos en las primarias de la Plataforma Unitaria de Venezuela, que agrupa a los partidos de oposición.  

La esperanza duró poco, ante la reacción de dos entes controlados, como todos los poderes del Estado, por el chavismo. No solo el Consejo Nacional Electoral desconoció los resultados, sino que el Tribunal Supremo confirmó la inhabilitación de Machado para aspirar a cargos públicos durante 15 años, acusada de apoyar sanciones contra Venezuela y —supuestamente— haber formado parte de la ‘presidencia interina’ de Juan Guaidó.

Esto dejó claro que al régimen de Maduro no le importó echar por la borda los avances que había hecho con Estados Unidos mediante los acuerdos de Barbados. En ellos, Estados Unidos exigía, entre otras cosas, garantías para elecciones libres. 

Ahora el plazo para inscribir candidatos está a la vuelta de la esquina: 25 de marzo. Y la oposición debe ponerse de acuerdo sobre cómo actuar. Mientras tanto, el oficialismo se aferra al poder, impone un calendario electoral apretadísimo para dejar menos margen de acción a sus opositores y entorpece la actuación de organismos internacionales. Por ejemplo, hace un mes expulsó de Venezuela a la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

La explicación es clara: como dice Eugenio Martínez, periodista venezolano experto en elecciones y director de Votoscopio.com,  “el costo de una salida del poder para Maduro es altísimo, mientras que el costo de permanecer es muy bajo… siendo muy pragmáticos, el Gobierno venezolano aprendió a vivir con las sanciones internacionales. Fue el ciudadano de a pie el que resultó más afectado por esa dinámica”.

Pero para los opositores ese 92% de votación obtenida por Machado, es una oportunidad irrepetible. Solo que, ante la inhabilitación ratificada, esa clara señal de unidad en torno a una candidata única se está convirtiendo en una camisa de fuerza. En efecto, detrás de Machado no se avizora otra personalidad fuerte que pueda reemplazarla. Todas las que lo fueron, ya han sido inhabilitadas antes. Por eso, analistas como Javier Corrales,  profesor de Ciencias Políticas, sugieren que la misma Machado nombre a su reemplazante. “Una candidata con tal ventaja en las encuestas lo tendría difícil para hacerse a un lado, y algunos de sus seguidores podrían encontrar decepcionante ir con algo distinto a su primera opción”, escribe Corrales en la revista Americas Quaterly.

El académico menciona un ejemplo histórico en Latinoamérica. En 1973 la Junta Militar argentina estaba dispuesta a permitir elecciones democráticas, pero con la condición de que no pudiera postularse Juan Domingo Perón. Entonces el general resolvió apoyar a Héctor Cámpora y de hecho, el lema de esa campaña fue “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.

Y efectivamente ganaron y el reemplazante estuvo solo dos meses en la presidencia. Llamó a nuevas elecciones, donde esta vez sí pudo presentarse Perón, quien por supuesto las triunfó.

¿Y qué ha dicho María Corina Machado? La noche del domingo 17 de marzo sostuvo en redes sociales que el régimen al inhabilitarla quiere, como ya lo ha hecho, competir contra falsos candidatos opositores. “Esta reacción es una señal de debilidad… Perdieron su base social y sus mecanismos de chantaje ya no le funcionan”, recalcó. “A nosotros no nos van a sacar de esta ruta electoral… mano ganada no se transa”, dijo casi al final del video, lo que ha sido interpretado como la posibilidad de nombrar a un candidato reemplazante.

Esta hipótesis ronda mucho en las conversaciones de los venezolanos, sobre todo tomando en cuenta que Maduro ya ha demostrado que, al sentirse amenazado electoralmente, puede usar la institucionalidad para sacar de competencia al sucesor de Machado. Por eso sería más inteligente tapar ese nombre hasta el último momento. 

En Venezuela hay más de 1.400 personas inhabilitadas, entre ellas Freddy Superlano, suspendido cuando aún se realizaba el conteo de votos en el estado Barinas, donde se proyectaba para ganar las elecciones al cargo de gobernador. Y Henrique Capriles, quien obtuvo el 49% de los votos en la elección presidencial de 2013. En 2017, un año antes de la nueva presidencial, fue inhabilitado por 15 años para ejercer cargos públicos, tal como María Corina Machado.

Según Luis Salamanca, doctor en Ciencias Políticas, las encuestas aseguran que el 80% del electorado quiere un cambio de régimen. “Entonces, para no perder esa oportunidad, la oposición debe pensar en algo. Maduro no es un buen candidato, es derrotable, por todo el peso muerto de estos años terribles de crisis sociales, económicas y humanitarias”.

Salamanca no cree en la tesis de que la oposición y la ciudadanía no se unirían en torno a una figura diferente a Machado. “Hay una oportunidad real de victoria de un candidato opositor, hay una candidata ideal para arrasar en las elecciones, pero no la dejan inscribirse… cualquier candidato que ella apoye ganaría con un alto porcentaje”.

El peligro es que ese candidato tampoco logre inscribirse. El chavismo tiene ya una larga historia de manipulación electoral. En 2015 la Mesa de Unidad Democrática obtuvo la mayoría en el Parlamento. Pero el régimen le puso toda clase de trabas y finalmente el Tribunal Supremo lo declaró  inconstitucional en 2019. Ese mismo año la oposición dio ese gran paso en falso que fue la proclamación de Juan Guaidó como presidente interino.

Por otro lado, muchos opositores no dejan de lamentar la decisión de no participar en las últimas elecciones que ganó Nicolás Maduro en 2018, con un 67,8% de los votos según el Consejo Nacional Electoral. Esa vez más de 60 países no reconocieron las votaciones como válidas. Poco importó.

Con un chavismo acostumbrado a las condenas internacionales y a las sanciones, la pregunta es qué factores podrían forzarlo a entregar el poder, tal como lo hicieron otras dictaduras en Latinoamérica en el siglo pasado. Posiblemente el presidente y sus cercanos buscarían garantizar algún grado de inmunidad para aceptar ese escenario. Y hay más contrastes: Maduro, a diferencia de los militares del siglo XX, se siente respaldado por potencias extracontinentales como Rusia y China, que se han caracterizado por apoyar regímenes autoritarios alrededor del mundo.

Esto último complica aún más el panorama, porque, como dice el periodista y analista electoral Eugenio Martínez, las cosas solo cambiarán en Venezuela si las acciones nacionales e internacionales generan un quiebre en la coalición gobernante, que derive en un proceso de negociación en que “el costo (para el chavismo) de salir del poder disminuya significativamente, mientras que el costo de permanecer en el mismo aumente”.