La crisis total del Amazonas

La rápida expansión del coronavirus deja en evidencia el colapso del sistema de salud de las comunidades indígenas que habitan la selva en ocho países de América Latina, y la histórica desidia con la que las autoridades han respondido a las diferentes crisis de la región.

Hospital de Campanha Municipal recibe más pacientes indígenas. Crédito: Alcaldía de Manaos enTwitter @PrefManaus

Las redes sociales de Arthur Virgilio Neto, alcalde de Manaos, Brasil, en el corazón del Amazonas, parecen un rosario de plegarias: “Necesitamos ayuda, hay que salvar las vidas de los protectores de los bosques, salvarlos del coronavirus. Estamos ante un desastre, una barbarie”, dijo hace pocos días tratando de despertar la solidaridad de Greta Thunberg, la activista medioambiental sueca. El Alcalde ha tenido que recurrir a ella y a otros líderes mundiales porque sabe que en su país, sus plegarias no son atendidas.

Luego de tres meses de reportar el primer caso por coronavirus, Brasil es hoy el epicentro de la pandemia en la región y el segundo en el mundo con 438.238 personas infectadas y casi 27.000 muertos. El primer sistema de salud que colapsó fue justamente el de Manaos, la puerta de entrada a la selva: “Ya no estamos en estado de emergencia -dijo El Alcalde- sino en absoluta calamidad”. Para el cierre de este artículo, casi 2.000 personas habían fallecido por Covid-19 en la ciudad. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, sin embargo, sigue desatendiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.

Durante una rueda de prensa la semana pasada, Carissa Etienne, directora de la OPS, manifestó su preocupación por el impacto de la pandemia en los grupos indígenas de la cuenca del Amazonas que actualmente habitan más de 2.400 territorios en 8 países. 

La mayor alerta está en la porosa triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú, pues es a través de las grandes ciudades de la zona (Manaos, Iquitos y Leticia) que comenzó a propagarse el virus por todo el Río con una velocidad insospechada, que está dejando en evidencia la crítica situación de los sistemas de salud, la escasez de medios y las limitadas capacidades de las autoridades sanitarias.

“En Leticia normalmente muere un paciente por semana y en el último mes se nos han muerto 80 personas por asfixia. No tenemos oxígeno” dijo a CONNECTAS, Mauricio Díaz, médico en Leticia, capital del Amazonas. Hasta el 27 de mayo, de los 571 indígenas con coronavirus en Colombia, 390 estabanen esa zona.

Es tan crítica la situación en Leticia que debido al aumento de casos de personas fallecidas por Covid-19, se está estudiando la posibilidad de construir un horno crematorio. En el Amazonas colombiano la tasa de incidencia del virus es 38 veces mayor a la del resto del país, lo que significa que el impacto de la enfermedad es radicalmente más fuerte; sin embargo, la capacidad del sistema de salud es una de las más bajas. Un dato que evidencia esta crisis: el Instituto Nacional de Salud realizó tamizaje en las poblaciones de riesgo de la ciudad y en todas encontró casos positivos, en la población carcelaria, por ejemplo, el resultado fue dramático: el 90 por ciento dio positivo para Covid-19.

Los expertos en salud dicen que el brote que primero estalló en las ciudades capitales se está extendiendo a zonas aisladas donde la población no tiene acceso a la atención médica. “El río es el eje del Amazonas que conecta a la gente de Perú, Brasil y Colombia. Y aunque en el mapa se ve como algo muy disperso, todo se conecta a través de su cauce y sus afluentes”, dijo a la BBC Mundo, Pablo Martínez, médico con más de 20 años de experiencia en la región. 

Solo en El Amazonas peruano, por ejemplo, el número de comunidades nativas expuestas al peligro de contagio pasó de 400 a 1.080. La penetración de la pandemia hacia el interior de los territorios selváticos es innegable.

Hay regiones donde hay un solo médico para atender a11.000 de 39 comunidades nativas contagiadas con Covid-19. “No hay medicamentos, ni Paracetamol, los niños lloran, la gente está desesperada”, dijo el apu Emerson Macushua de la comunidad Achuar de Pucacuro, donde se calcula que el 90 por ciento de las personas estaría infectada. El principal establecimiento de salud está cerrado por ser un foco de infección.

Hasta la semana pasada, en todo Perú más de 20 profesionales de medicina habían fallecido tras exponerse al nuevo coronavirus. 14 de ellos estaban en la región amazónica: “Tenemos 193 médicos contagiados. Nueve están con ventilador mecánico. Rogamos que no sigan cayendo más”, dijo a France 24, Carlos Calampa, director regional de salud de Loreto.

A juzgar por las denuncias de los líderes indígenas y de salud, la respuesta de las autoridades ante la pandemia está dejando en evidencia no solo la desidia con la que tradicionalmente se han manejado los asuntos que tienen que ver con los territorios amazónicos sino la corrupción política. En este mismo país, luego de que se revelara el presunto sobrecosto en la construcción de la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital de apoyo en Amazonas, el gobernador regional, Oscar Altamirano, fue citado al Congreso en los próximos días para que explique el supuesto acto de corrupción.

En Brasil, el gobernador de Amazonas, Wilson Lima, admitió la semana pasada que el Estado no pudo ayudar a los indígenas afectados por Covid-19, pues no estaban siendo clasificados por su origen étnico en los centros de salud.

En esa misma línea, las contradicciones en las respuestas frente a la pandemia entre políticos de un mismo país a veces llegan a niveles surrealistas. “Por la mañana el Alcalde de Tabatinga (localidad brasilera fronteriza con Colombia) renta un carro con altoparlantes para advertirle a la gente sobre la necesidad de resguardarse en casa, y por la tarde, esas mismas personas, ven a Bolsonaro en las pantallas de su televisor diciéndoles que pueden continuar normalmente con sus vidas”, dijo el médico, Mauricio Díaz.


Por otro lado, defensores del medio ambiente tanto de Brasil como de Colombia no solo ven con preocupación la rápida expansión del virus por los resguardos sino el aprovechamiento político de la pandemia para impulsar nuevas reglas que debiliten la protección contra la invasión a territorios sagrados y la deforestación de la Amazonía.

La biodiversidad está desapareciendo sin freno. Con la atención enfocada en el coronavirus, Bolsonaro está impulsando nuevas leyes para atraer labores mineras y agrícolas a los bosques. Datos satelitales del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE) muestran que, solo el año pasado, la deforestación en la región amazónica creció 85 por ciento hasta completar casi 10 mil kilómetros cuadrados, un área similar a la del Líbano. Este año -en medio de la pandemia- se erradicaron otros 1.200 kilómetros cuadrados.

En Colombia, la semana pasada, La Cámara de Representantes tumbó dos propuestas del partido de Gobierno relacionadas con la exploración y explotación de recursos naturales en la Amazonía. El director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, Rodrigo Botero, manifestó en sus redes sociales que lo sucedido en Colombia, devela una discusión de fondo sobre lo que otros están pensando para el futuro de la Amazonía.

La nueva crisis del ecosistema más importante del planeta deja en evidencia un tema que para los habitantes de sus comunidades ya es un lugar común: durante siglos, los gobiernos solo los han visto como una mina para extraer recursos. Temas como la salud o la educación han sido accesorios insignificantes o inexistentes para la mayoría de sus habitantes. “Esta pandemia va a cambiar el mundo para siempre, dijo el médico colombiano, Mauricio Díaz, y uno esperaría que además de la reflexión frente a lo que esto ha significado, se de una rendición de cuentas por parte de los responsables”.