Joe Biden y la tarea de desmontar “el muro” con América Latina

La victoria del demócrata frente a Donald Trump en las elecciones de los Estados Unidos crea expectativas frente a una nueva era de relaciones con los países latinos. Aunque la prioridad de su administración estará en reparar las heridas en casa, se espera que la agenda diplomática de un giro en la región.

“Dentro de los primeros cien días, voy a enviar al Congreso de Estados Unidos un camino a la ciudadanía para los más de 11 millones de inmigrantes indocumentados”,  dijo Biden en su último debate presidencial con Donald Trump. Aunque la promesa marca una sustancial diferencia con su contrincante frente al manejo de la política migratoria, no se trató de ninguna novedad. Barack Obama, cuando fue candidato en 2008, también lo prometió y, una vez llegó a la Casa Blanca, incumplió.

A pesar de ello, la victoria de los demócratas ha sido recibida en Latinoamérica con gran expectativa. Contrario a Trump, Joe Biden es un amplio conocedor de la región: “Hay un indicador relevante y que marca el contraste: solo como vicepresidente, Biden viajó en 16 oportunidades a América Latina para acompañar procesos importantes de la región”, dijo a CONNECTAS Luis Fernando Vargas-Alzate, PhD y coordinador del Área Académica de Relaciones Internacionales de la Universidad EAFIT.

Buena parte de los analistas en asuntos internacionales, tanto de los Estados Unidos como de América Latina, coinciden en que la prioridad de Joe Biden estará en recomponer su propia casa, pues la realidad doméstica difícilmente podría ser peor. Según la revista especializada Foreign Policy, para el día de la posesión en enero es probable que la pandemia de la covid-19 haya cobrado la vida de 300 mil personas; además, el desempleo estará entre un 6 y 7 por ciento y millones de estadounidenses no tendrán dinero para pagar asuntos básicos como los alquileres o las hipotecas.

Al próximo presidente de los Estados Unidos también le tocará liderar un país profundamente dividido -Trump obtuvo más de 70 millones de votos- y buena parte de esas personas estarán convencidas de que el nuevo presidente es ilegítimo por haber robado las elecciones. Así las cosas, el tiempo y la energía de Joe Biden y su gabinete estarán dedicadas casi en su totalidad a los asuntos internos.


Sin embargo, Vargas-Alzate también manifestó: “Con Biden el acercamiento será una realidad y sanará heridas con países como México que, en mi opinión, fue muy maltratado por Trump”. Aunque en términos migratorios el presidente electo ha prometido reformas que podrían beneficiar a los mexicanos, en lo económico nada asegura que no seguirá con políticas proteccionistas que desincentivan la inversión en otros países.

Justamente, el presidente de México, Manuel López Obrador, hasta el cierre de este artículo, se había negado a felicitar a Biden, lo que no deja de ser una ironía teniendo en cuenta de que no solo en la campaña de 2016 sino durante su mandato, los mexicanos fueron el chivo expiatorio internacional por excelencia de Donald Trump.

Las políticas de Trump han tenido un efecto profundo en la inmigración: de 2016 a 2019 se redujo a casi la mitad el total de inmigrantes aceptados en Estados Unidos, a unos 600 mil por año. Crédito: Twitter de @CristobalJAlex

Sin embargo, Raúl Gallegos, director de la consultora Control Risks, le dijo a CONNECTAS que a pesar de que América Latina no sea prioritaria en la agenda del nuevo gobierno, hay países en la región con los que tocará restablecer un diálogo que vaya más allá de los réditos electorales: “Biden intentará reiniciar relaciones con Cuba y Venezuela utilizando la vía diplomática. De fondo, creo que las sanciones hacia esos dos países se mantendrán por un tiempo, pero es muy posible que le de más flexibilidad a restricciones de viajes a Cuba y a transferencia de remesas. En el caso de Venezuela, eventualmente hará más flexibles las sanciones que le dificultan a empresas petroleras estadounidenses o internacionales trabajar allí, pero las sanciones personales o contra instituciones del gobierno chavista se mantendrán”.

 En el caso de los países del Triángulo Norte (Honduras, Guatemala, El Salvador) – directamente relacionados con el problema migratorio-, Biden manifestó en campaña que su plan es invertir 4.000 millones de dólares para crear empleos en esta región. Dicha promesa es coherente con su gestión como vicepresidente de Barack Obama. Durante esa época se reunió frecuentemente con mandatarios centroamericanos para trazar las líneas de la Alianza para la Prosperidad, un plan que les otorgaba ayudas a cambio de reformas internas.

Dicho apoyo, sin embargo, no puede ser entendido como un premio, tal como lo manifestó el propio Biden en la revista Americas Quarterly: “Nuestro apoyo es una manera mediante la cual los Estados Unidos puede ayudar a que los países del Triángulo Norte atiendan la problemática de violencia y pobreza que impulsa a familias desesperadas hacia el norte (…) Pediré que los gobiernos hagan compromisos concretos para combatir la corrupción, inviertan sus propios recursos y demuestren voluntad política para llevar a cabo reformas importantes”.

Con los países del Triángulo, la relación también ha estado mediada por las sanciones impuestas por los Estados Unidos a las naciones señaladas como productoras de cocaína en el mundo y donde se presenta más tráfico de drogas. La lista la engrosan otros países de la región como Panamá, Perú, Venezuela, Bolivia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Haití y Belice.

Colombia, por ser el mayor productor de cocaína del mundo, también ha hecho parte de la “lista negra”, pero en septiembre pasado fue certificado (retirado de la lista) por su lucha contra las drogas. El país andino tal vez sea el único caso en la región en el que los vínculos diplomáticos permanecerán iguales. “Podríamos ver apoyo al proceso de paz, un apoyo mucho más abierto a los líderes sociales, pero también un apoyo fuerte al ejército colombiano. Van a seguir las erradicaciones (de cultivos ilícitos), así como la presión para que haya menos coca”, le dijo al periódico El Espectador, Adam Isacson, de la ONG WOLA (Washington Office of Latin America).


Está demostrado el conocimiento y la preocupación que tiene el presidente electo de los Estados Unidos frente a la región, y eso, de entrada, marca una diferencia grande frente a los últimos cuatro años. Sin embargo, una cosa es su postura, deseos y promesas de campaña, y otra lo que la realidad institucional le permitirá hacer.

 No solo tendrá como tarea urgente recomponer los asuntos domésticos sino lidiar con el legislativo que, al igual que la población, está dividido. “Él no tendrá poder de ejecución si el legislativo no avala su manejo de política hacia América Latina”, señaló Vargas-Alzate. “La única ventaja real de Biden es que él ha sido senador y fue presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado (…) eso amplía sus posibilidades de interactuar y negociar sus propuestas”. En últimas, de eso dependerá que las nuevas intenciones de la Casa Blanca con la región prosperen y logren beneficios para ambas partes.



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