Guaidó, ¿un presidente derrotado?

El líder de la Asamblea Nacional de Venezuela no ha logrado muchos de los objetivos que se propuso al autoproclamarse mandatario encargado del país. Se ha convertido en un presidente de puertas afuera; a pesar de recientes triunfos como bloquear a Maduro el control del oro depositado en el Banco de Inglaterra, la guerra en Venezuela la sigue perdiendo.

Guaidó
Juan Guaidó, autoproclamado presidente de Venezuela, lleva ya más de un año tratando de sustituir el régimen chavista, pero le ha sido imposible apartar a Nicolás Maduro del poder.

El régimen de Nicolás Maduro no deja de recibir golpes de la comunidad internacional. El sistema judicial de Inglaterra le asestó uno muy fuerte al reconocer “inequívocamente” al líder opositor Juan Guaidó como presidente del país sudamericano, bloqueando al chavismo el control de las reservas de oro almacenadas en la institución financiera y valoradas por más de 1.000 millones de dólares, que equivalen a una quinta parte del presupuesto del Gobierno venezolano para 2020. 

Lo anterior, sin embargo, no implica un resurgimiento de Guaidó en lo político, al menos no en su país natal. “Ese es un tema que en el común de la gente no se entiende. Ven eso como una sanción más, no como un éxito importante de Guaidó que implique la salida del Gobierno”, dijo a CONNECTAS Benigno Alarcón Deza, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, en Venezuela.

La concesión de uso de estos recursos trae a la memoria uno de los primeros y más graves traspiés de Guaidó, el Venezuela Aid Live. Este concierto hecho en febrero de 2019 en la frontera con Cúcuta, Colombia, tenía como objetivo recaudar cien millones de dólares para ayuda humanitaria. Solo se recogieron poco más de dos millones, pero el dinero nunca se usó para su objetivo original y aún está en las cuentas de la compañía disquera Virgin, propiedad de Richard Branson, principal impulsor del evento. “No hubo un manejo responsable de los recursos por un tema de tiempo […]. Ha sido mucho proceso burocrático para entregar el dinero”, dijo en su momento Lester Toledo, nombrado por Juan Guaidó como coordinador internacional para la Ayuda Humanitaria.

De hecho, el líder opositor ha sido salpicado por varios escándalos. Uno de los más fuertes fue su presunta implicación en la ‘Operación Gedeón’, un intento fallido de desembarco de grupos armados en Venezuela el 3 de mayo de 2020 que dejó 8 muertos y al menos medio centenar de detenidos, según cifras del régimen chavista; aún se desconoce la identidad de la mayoría de los fallecidos.

El escándalo salpicó a Guaidó luego de que Jordan Goudreau, exmilitar estadounidense que aseguró estar al mando de la incursión, mostró un contrato supuestamente firmado por el presidente encargado. Este negó rápidamente cualquier vínculo con la actividad, pero no aclaró si la firma era suya. Dos días después, aceptó la renuncia de dos de sus asesores implicados en conversaciones con Goudreau. El estratega político J.J. Rendón habló al respecto en una entrevista con CNN.

Estos dos eventos han desgastado el liderazgo de Guaidó. De alguna manera, pareciera repetirse la historia de Henrique Capriles y Leopoldo López, quienes en un principio fueron las promesas para remover al chavismo del poder, pero una serie de errores por parte de Capriles, y el encarcelamiento de López, impidieron ese desenlace e hicieron que se diluyera dicha esperanza. Y en el caso de Guaidó resulta más grave, al ser el opositor que mayor poder político ha tenido hasta ahora.

El chavismo siempre ha sabido esperar y realizar maniobras que le den oxígeno. Una jugada clave, muy criticada por la comunidad internacional y que, a pesar de ello, no le restó poder al régimen, fue la elección de la directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE), hecha por el Tribunal Supremo de Justicia, aunque por ley esto le corresponde a la Asamblea Nacional.

Frente a esta directiva, el presidente encargado decidió apartarse de los comicios asegurando que “los venezolanos no reconocemos una farsa”, refiriéndose a las nulas garantías que da el órgano electoral dominado por el chavismo, como no permitir el acompañamiento internacional.

“Nadie se va a prestar para una farsa. Nadie va a convalidar o a ratificar una dictadura cuando no hay elementos de convicción de un mecanismo real para disputarse el poder”, sentenció.

A pesar de ser una medida reprochada por el Grupo de Lima, constituido por países de la región para impulsar una solución política de la crisis en Venezuela, Maduro avanza entonces hacia las elecciones parlamentarias, fijadas en diciembre, sin Guaidó y por extensión, sin oposición. 

“Creo que es inevitable, a menos que suceda algo imprevisto, que se den esas elecciones. Las instituciones del Estado que el Gobierno controla que son todas, a excepción de la Asamblea, van a reconocer esa elección como válida, y eso implica que [el chavismo] va a retomar la Asamblea”, dijo a CONNECTAS Alarcón Deza. Agregó además que tanto la sociedad venezolana como la comunidad internacional estarán divididas entre quienes reconocen los comicios y quienes no.

Señaló que hay varios escenarios posibles. Uno de ellos es que la actual Asamblea Nacional continúe su funcionamiento “porque no ha habido elecciones válidas de una nueva”. Pero considera que esto es poco factible, ya que el Gobierno perseguirá a los diputados que decidan mantenerse en sus cargos. “Otra posibilidad es que una buena parte de estos diputados decidan irse al exterior y colocar una Asamblea en el exilio, lo cual políticamente sería un error garrafal, porque los gobiernos en el exilio no sirven”, añadió.

Así entonces, encontrar las justificaciones jurídicas para mantener el reconocimiento a la Asamblea Nacional saliente y a la presidencia interina sería una tarea difícil, ya que si bien la comunidad internacional puede seguir con el apoyo a Guaidó, este se puede debilitar. A esto se suma que la oposición ha perdido aún más espacio en Venezuela, especialmente desde la llegada del coronavirus, que permitió a Maduro tomar de nuevo el control del país y prohibir las manifestaciones.

“De marzo para acá el desgaste de la oposición ha sido brutal porque se quedó aislada, y la arremetida ha sido total. Estamos hablando de persecución y encarcelamiento contra políticos y periodistas, represión brutal contra cualquier protesta así no tuvieran nada que ver con lo político, como reclamos de gas o de agua”.

No queda claro entonces si los recientes golpes al régimen redundan en beneficios para una desgastada oposición o un giro político importante en Venezuela. Además de la decisión del juzgado británico, esta semana también se registró una sanción de la Unión Europea a ocho funcionarios chavistas y tres diputados “colaboracionistas” del régimen, entre ellos Luis Parra, quien se impuso en enero de 2020 como falso jefe de la Asamblea Nacional en un intento por arrebatar la presidencia a Guaidó. Maduro respondió expulsando del país a la embajadora de la Unión Europea, Isabel Brilhante, aunque días después la medida fue revocada tras una llamada telefónica entre el canciller venezolano, Jorge Arreaza, y el alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, quienes coincidieron en que “la cooperación puede facilitar los caminos del diálogo político”.

Sin embrago, el régimen sigue apelando a su clásica estrategia del enemigo externo, y parece tener la intención de seguir escalando el conflicto diplomático como estrategia para distraer a la opinión pública de asuntos delicados que pueden afectarlo internamente, como la complicada situación de la pandemia, cuyos casos siguen creciendo, o la posible extradición a Estados Unidos de Alex Saab, ficha clave en el esquema financiero de Maduro y de quien ya hablamos en un pasado análisis. Por ejemplo, esta semana Diosdado Cabello, el segundo del chavismo, acusó al embajador español en Venezuela, Jesús Silva, de usar la embajada para conspirar contra el gobierno.

En este contexto, Guaidó enfrenta un escenario adverso en el que se suman otras variables: no pudo mantener las movilizaciones, no logró reinstaurar la autonomía de los poderes en Venezuela y tampoco ha conseguido remover a Maduro del poder a través de elecciones como quiso en un primer momento.

Su ciclo como presidente de la Asamblea Nacional parecía ser la crónica de una muerte anunciada, especialmente por las maniobras ya conocidas del chavismo, que ayudó a sepultar figuras como Henrique Capriles o Leopoldo López. Si bien durante meses trabajó duro por la causa democrática en el país, cometió errores junto a la oposición que le han funcionado a la estrategia del chavismo de desgastarlo y endurecer la represión.

“Para la oposición hay un desafío inmenso porque está en peligro su propia existencia. Posiblemente, para el año que viene vamos a tener una reconfiguración de ella, con el Gobierno creando una “oposición a la medida” y unos partidos que hasta ahora fueron mayoría pasarán a ser una oposición casi inexistente”, vaticinó Alarcón Daza.

La decisión en el tribunal inglés podría ser una victoria de poco sabor para el presidente interino y es así como continúa una inusual paradoja: un régimen que sigue perdiendo por fuera pero gana por dentro, gracias a las pobres decisiones de una oposición que gana la guerra externa, pero pierde la interna.