ESPERAR A QUE LAS HERIDAS SANEN


Los migrantes en ruta  escapan de la delincuencia, apenas alcanzan a distinguir una puerta cuando llegan al albergue. Una vez adentro, aliviados, y al ver a sus habitantes amputados,  preguntan: ¿Quiénes son? Ellos, desde las sillas de ruedas, responden: somos migrantes, nos caímos del tren, perdimos las piernas o brazos por el tren. Los que huían  se reconocen, también son migrantes que escapan de sus agresores. Al ver a aquellos, con discapacidad, muchos prefieren regresar a El Salvador, Guatemala o Honduras.

 

La escena la narra Olga Sánchez Martínez, fundadora del albergue “Jesús, el Buen Pastor” el único dedicado a la atención de migrantes mutilados por el tren. Doña Olga estuvo en el Hospital  Regional de Tapachula, ahí vio como decenas de hombres con sus cuerpos amputados por La Bestia después de que los daban de alta en el Hospital no había nadie que les ayudara. Desde 1990 ella les promete: “voy a estar contigo” y así lo hace.

 

Cuando inicié había muchos maras entonces a veces les ponían una trampa, los encerraban en un vagón y ahí los macheteaban, les quitaban un brazo, una nariz, una oreja y así llegaban amputados de varias partes de su cuerpo”, dice Doña Olga, quien fue la primera en atender a los migrantes mutilados. A eso se le sumaron los amputados porque cayeron a las vías del tren porque “ya los querían robar arriba y corrían y se caían, otros que querían subir y no se alcanzaban agarrar bien y caían. Otros que se dormían, otros que se mareaban y diferentes casos, esas son algunas de las razones por las que algunos se quedaban sin piernas, sin brazos, otros desechos”.

 

El primer migrante herido albergado fue un guatemalteco. Lo recibió en su casa, pero después eran tantos que ya no cabían. Le prestaron una casa hasta que en el 2005 logró construir el Albergue en el entronque a Raymundo Enríquez en el que anualmente atiende a un promedio de 1,200 y 1400 personas, de las cuales el 55 % son personas migrantes.

 

Pidiendo limosna en las calles, buscando donativos, visitando hospitales o salas de urgencias, Doña Olga vela por los migrantes amputados. Cabello negro y siempre ropa blanca distinguen a esta activista que por su trabajo en el 2004, el entonces Presidente Vicente Fox, le entregó el Premio Nacional de Derechos Humanos. También en el 2009 el Dalai Lama la distinguió con el premio “Héroes de la Compasión” junto a otras  48 personas solidarias.

 

Cuando un migrante resulta lesionado por el tren lo más común es que sea trasladado  al Albergue  de Doña Olga “Jesús, el Buen Pastor”, donde lo atenderán e iniciará el proceso para que use su prótesis.

 

¿En qué estado llegan la personas? – Doña Olga en su rostro anticipa el dolor de los migrantes que atienden. “Muchos llegan traumados, con mucho miedo, piensan que van a llegar a un lugar donde también van a ser agredidos y es cuando se dan cuenta que es un albergue de enfermos donde se les atiende, ya agarran mucha confianza y no quieren irse”.

 

Yo tengo un amigo en mi país que dice que él nunca va usar prótesis. Yo le digo “ qué error, qué error el que tú estás cometiendo”, dice William. Aunque hay algunos migrantes que no desean usar la prótesis otros más lo hacen con gusto.   En la recepción del Albergue una pared está cubierta por las fotos de migrantes que han recibido alguna de las prótesis. Un collage de piernas y brazos, en su mayoría jóvenes y varones, son las primeras prótesis que consiguió Doña Olga porque un día llegó a Orthimex, centro ortopédico de Tapachula para decirle al ortopedista Jorge Luis Antonio Álvarez que ella cuidaba y atendía migrantes, pero que sin sus piernas su camino, literalmente,  quedaba inconcluso.

 

Me gusta ayudar a la gente, por eso llevé esta carrera para habilitar a muchas personas, mi corazón me dijo: ayudala”, dice Jorge Luis y  recuerda porqué dijo que sí ante la propuesta de Doña Olga. Desde ese momento comenzó  a dar prótesis de bajo costo al albergue hasta que el programa de asistencia a Migrantes del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) se integró en 2011.

 

La coordinadora regional de migración del CICR, Marie Astrid Blondiaux, cuenta que una forma de conocer de casos es cuando les llaman para decirles: “hubo un accidente, una persona se accidentó, está en coma en el hospital. Es una familia muy pobre, nosotros no tenemos los recursos para apoyarla”. Así las contactan para ver si pueden evaluar el caso e intervenir. Los casos que recibe el CICR son por distintas vías, la principal a través de los consulados, el Instituto Nacional de Migración y como la mayoría de los casos de personas mutiladas son de origen hondureño, la cancillería de este país, quien refiere casos frecuentemente.

 

Más allá de la prótesis tenemos otro tipo de servicios que ofrecemos a los migrantes. Por ejemplo: una persona migrante que acaba de caerse del tren y está en el hospital vamos a ver si ya ha restablecido el contacto con su familia y si no podemos ofrecer el servicio, buscar a la familia, si es un bebé o una persona más vulnerable podemos ver si necesita la presencia de un familiar como su mamá a su lado, podemos traerla con apoyo de las autoridades”, explica Marie Astrid al referirse al restablecimiento de los contactos familiares que también apoya el CICR.

 

El programa inicia desde la sanación de las heridas, la elaboración de la prótesis y las terapias que reciben en el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia  de Tapachula, Chiapas.  Entre las organizaciones que participan está la Cruz Roja Mexicana. René es un paramédico voluntario en esta institución que conduce una ambulancia por la  carretera vieja al aeropuerto de Tapachula. En la parte de atrás viajan  Raúl, Cristhian, Marlon migrantes que recibirán su rehabilitación. “Yo sí confío en ellos”, dice René tanto que muchos de ellos ya son sus amigos como Byron, un migrante de origen guatemalteco que después de perder sus piernas por el tren decidió no volver a su país y hoy, como otros migrantes amputados, vive en Tapachula.

 

La asistencia del CICR, si bien articula con distintas organizaciones e instituciones,  este organismo internacional absorbe los gastos de las entrega de silla de ruedas, muletas, bastones, traslados a los hospitales o terapias, llamadas telefónicas con familiares y estudios especializados como tomografías o radiografías cuando la persona lesionada lo necesita.  

 

A veces me he preguntado ¿seguiré así? , ¿cómo voy a seguir?, mi edad también está avanzada pero lo voy a seguir haciendo hasta que Dios me preste la vida porque aún no ha llegado el apoyo que yo quiero”, asegura Doña Olga ya que, a pesar de los premios y reconocimientos, el albergue sobrevive con escasez de  recursos.

 
 
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