La escuela de Tencua es un ejemplo de metodología de aprendizaje intercultural bilingüe. Los docentes hablan y escriben tanto en yekuana como en español y la planificación de las materias se hace a partir de la educación propia. Tienen como base la Guía Pedagógica Yekuana para la Educación Intercultural Bilingüe elaborada por docentes de este pueblo indígena y publicada por el Ministerio de Educación y Unicef en 2002. Los niños y niñas sánemas, la otra etnia que asiste al colegio, deben aprender el yekuana. Los estudiantes de la Licenciatura Intercultural Bilingüe de Upel también aportan al elaborar material didáctico propio para todas las áreas hasta sexto grado, un único contenido que sirve de referencia para la planificación de las clases. Organizados en parejas, producen los contenidos de etnomatemática, geografía yekuana y ciencias naturales, que quieren publicar en un libro, al tiempo que están trabajando en la gramática yekuana.
En esta comunidad, la electricidad la provee un generador, pero casi nunca hay gasoil. Algunos compran un inversor y panel solar para ver las noticias a través de un servicio de televisión por cable (Directv) que adquieren en Colombia. Así que no pudieron ver los programas de educación a distancia por televisión, una de las estrategias educativas que implementó el Estado venezolano: “La gente lo cuestionaba, los docentes se reían, ¿cómo quieren hacer eso aquí?, aquí tiene que ser presencial, no había motivo para prohibir las clases. Los niños no estudiaron”, se lamenta la religiosa.
Carencias parecidas se dan en México, donde vive el profesor Alfredo. Al comenzar la pandemia los docentes de su colegio tomaron Talleres Estatales de Educación y discutieron sobre alternativas de aprendizaje como usar plataformas multimedia y Whatsapp, pero apenas comenzaron las clases virtuales notaron las deficiencias en conectividad y acceso a la tecnología de la comunidad escolar. Según el coordinador académico del plantel, Humberto Jorge Jiménez, a una tercera parte del alumnado le faltan herramientas tecnológicas para tomar las clases.
Lo mismo sucede con estudiantes de otros planteles, sobre todo de comunidades nativas donde el acceso a internet y la luz eléctrica no llega al 45 por ciento de los 900.000 alumnos, según el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (Ieepo). Justamente esa brecha digital tan marcada llevó a la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) a rechazar el modelo de educación a distancia promovido por el Gobierno.
Esa conciencia sobre la brecha digital impulsó al maestro Alfredo a implementar las visitas domiciliarias. Sabe que no suplen la totalidad de las necesidades de conocimiento de sus estudiantes, pero al menos puede avanzar en los contenidos temáticos y contener la deserción escolar: “Tuve que adoptar esta forma de trabajo para que mis alumnos sigan aprendiendo sobre la materia; no es nada fácil, pero me gusta lo que hago, me apasiona, y con mi bicicleta puedo llegar a todos los rincones, no hay nada de imposibles”.
“Todos los niños y adolescentes tienen derecho a tener su propia vida cultural, a profesar y practicar su propia religión o creencias y a emplear su propio idioma, especialmente aquéllos pertenecientes a minorías étnicas, religiosas, lingüísticas o indígenas. Artículo 36.- Derechos culturales de las minorías. Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente (Caracas, Venezuela, 1998)
La dedicación no pasa inadvertida. Janeth del Carmen, madre de familia, cree que sin la “disposición” del docente, su hijo difícilmente podría retomar las riendas de la educación, pues ellos no tienen la capacidad económica de pagar por el acceso a internet ni a un celular inteligente con aplicaciones. Desde que comenzó la pandemia, ella, artesana, y su esposo, carpintero, han visto cómo les cancelan los pedidos o ni siquiera les llegan y debieron ocuparse en actividades informales que apenas les dan para comprar alimentos.
Las visitas domiciliarias han puesto al profesor Alfredo frente a una realidad que solo conocía “por voces y testimonios”. Ahora ya sabe en qué condiciones viven sus estudiantes y puede entenderlos mejor. “Me gustaría que todos mis compañeros hicieran lo mismo, porque lo que menos deseamos es que deserten de la escuela; algunos nos han dicho que prefieren perder el ciclo escolar porque no tienen un celular o internet”.
Para cumplir su propósito y mientras dure la emergencia sanitaria, seguirá pedaleando en su desgastada bicicleta, anotando en su lista los progresos de los alumnos y luchando por su meta de que los estudiantes de primer año se aprendan el Himno Nacional Mexicano en zapoteco y el resto de los grupos conozcan los bailes tradicionales de Oaxaca.