Por Indhira Suero Acosta, miembro de la Comunidad Periodística de CONNECTAS.

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Siempre fui fiel creyente de que a República Dominicana la persigue el fukú, descrito a la perfección por Junot Díaz, en su libro La Maravillosa Vida de Oscar Wao:

“Dicen que primero vino de África, en los gritos de los esclavos; que fue la perdición de los taínos, apenas un susurro mientras un mundo se extinguía y otro despuntaba; que fue un demonio que irrumpió en la Creación a través del portal de pesadillas que se abrió en las Antillas. Fukú americanus, mejor conocido como fukú —en términos generales, una maldición o condena de algún tipo: en particular, la Maldición y Condena del Nuevo Mundo. También denominado el fukú del Almirante, porque El Almirante fue su partero principal y una de sus principales víctimas europeas”.

No solo nos afectó la pandemia del coronavirus, en la cual todavía estamos. Luego de una guerra de promoción electoral que duró más de un año, tuvimos dos suspensiones de elecciones y dos comicios celebrados. También el incendio del principal vertedero a cielo abierto, que fue quemado por “manos criminales” cinco días después de juramentarse las nuevas autoridades municipales, y que llenó de humo negro los pulmones de los habitantes de Santo Domingo. Unas semanas después, desde África, nos llegó el polvo del Sahara, una nube que llega todos los años a América, pero que hace 50 no era tan densa como la de este 2020.  Además, registramos récords de infecciones de dengue y malaria durante estos meses.

Una desgracia detrás de otra. Un vaivén del cual pensamos que nunca saldríamos y que siempre estuvo marcado por la elección de un nuevo presidente y una constante campaña que se volvió más asfixiante que todo lo anterior. Estamos tan acostumbrados a que lo peor ocurra que, por un momento, pensamos que las elecciones no se celebrarían y que habría un caos en el territorio. Pero el Diablo no es tan sucio.

En esta ocasión la población pudo votar y eligió como presidente a Luis Abinader, quien contrajo y se recuperó de la covid-19. Un economista de 53 años que propuso disminuir la impunidad y mejorar el índice de percepción de la corrupción. Su partido, el Revolucionario Moderno, solo tiene seis años de fundación y se compone de antiguos dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano, entre ellos el ex mandatario Hipólito Mejía (2000-2004).

Promoción del presidente electo, Luis Abinader.

Votamos el cinco de julio con mascarilla y alcohol en gel, un día después de alcanzar un nuevo récord de casos confirmados por covid-19 con 1.036 en 24 horas. Las elecciones presidenciales y legislativas estaban previstas para el 17 de mayo, pero fueron pospuestas debido a la pandemia.

Al menos se espera que ahora el Gobierno pueda concentrarse en la salud de la población. Hasta el nueve de julio, de acuerdo con el Ministerio de Salud Pública, los casos confirmados de la enfermedad aumentaron a 40.790, con el registro de 1.202 nuevos positivos. Los fallecidos subieron a 843, con 13 nuevas muertes en un día. Con una tasa de letalidad del 2.9 por ciento, según cifras oficiales, y una tasa de positividad del 24.71 por ciento en las últimas cuatro semanas.

La capacidad en clínicas y hospitales está llegando a su límite, con una ocupación general de 76 por ciento en camas de hospitalización y 63.5 por ciento en Unidades de Cuidados Intensivos, de acuerdo con cifras del nueve de julio. En la provincia de Santiago, la tercera de importancia en el país, la ocupación alcanza el 100 por ciento.

Abajo el reinado

 

El triunfo de Abinader le pone fin al reinado del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que ha gobernado el país durante dos décadas no consecutivas, incluyendo los últimos 16 años (2004-2020), bajo el mandato de Leonel Fernández (quien también se postulaba en estas elecciones) y Danilo Medina. El PLD también perdió el control total del Congreso, y ya le había ocurrido lo mismo con el poder municipal el pasado 15 de marzo. 

Para el candidato oficialista, el exministro de Obras Públicas, Gonzalo Castillo, no fue suficiente encabezar la “lista de acciones” durante el estado de emergencia del país –el envío de aviones a China para comprar elementos de bioseguridad, la repatriación de ciudadanos varados en varios países y la reconstrucción de casas para adultos mayores–, pues solo obtuvo un 37.39 por ciento de los votos, frente al 52.5 de Abinader. 

El candidato presidencial Gonzalo Castillo durante su campaña electoral. Crédito: Facebook.

“La democracia salió fortalecida, eso es lo importante, no quién lo hizo. Me siento bien, la historia se escribirá, pero la escribirán otros, no yo, no puedo darme bombos yo mismo, simplemente tengo que esperar el juicio de la historia”, expresó Julio Cesar Castaños, presidente de la Junta Central Electoral, al momento de ofrecer declaraciones sobre los comicios del 5 de julio.

En efecto, se ejerció el derecho al voto, pero no queda claro qué tanto se fortaleció la democracia. La abstención electoral fue la más alta desde la muerte del dictador Trujillo (44.71 por ciento), y se pagó un precio demasiado alto. Según reportes de prensa, desde el 17 de marzo hasta el 15 de junio “los tres principales partidos gastaron RD$1,113,999,790 en la campaña política”. Un gasto electoral excesivo, al que debemos agregar otros como el de los casi 19 millones de dólares en kits de voto automatizado que no funcionaron en los comicios de febrero. 

Mucho dinero para un país en el que, a menudo, se dejan de lado problemas esenciales. 

La pandemia nos atrapó con una inversión en salud de un 1.8 por ciento del Producto Interno Bruto. Somos uno de los países de la región que menos invierte en salud y todo eso salió a flote con la covid-19. Una investigación de CONNECTAS demostró que a pesar de que el presidente Danilo Medina emitió un decreto en 2013, con carácter de urgencia, para rehabilitar 56 hospitales de distintas provincias, varias de esas obras siguen sin concluir. 

Esperanza 

 

No puedo ser tan pesimista. Hay que admitir que el día de las elecciones pasó sorprendentemente bien, a pesar de incidentes como una balacera con un muerto y tres heridos, el robo de una valija de materiales electorales en Barahona y boletas pre-marcadas en la provincia Duarte. El entonces candidato, Luis Abinader, también denunció haber sido objeto de un ataque cibernético en la madrugada del domingo.

Ciudadano votando por su candidato favorito durante las elecciones. Crédito: Acento.

Ahora la prensa dice que la ciudadanía dominicana votó para castigar la corrupción. Que decidió arriesgar su salud frente a las urnas porque, por ejemplo, el Índice Global de Impunidad 2017 nos posiciona en la lista de los países con mayor impunidad, con 67.24 puntos sobre 100 entre 69 naciones evaluadas.

Tal vez votamos porque ninguno de los casos de corrupción en los últimos años fue sancionado en los tribunales. Ni siquiera se ha juzgado a nadie por los escándalos de sobornos pagados por la compañía brasileña Odebrecht. De hecho, uno de los supuestos implicados, el senador del PLD, Tommy Galán, fue derrotado en la pasada contienda. Buscaba la reelección en su cargo (fukú).

Creo también que ese asco a la impunidad fue lo que llevó a que cientos de jóvenes, que protestaron debido a la suspensión de las elecciones municipales en febrero, decidieran convertirse en observadores electorales. Defendiendo su voto y su voz (anti-fukú). 

“Vencimos el temor con la esperanza y la duda con la determinación, esta noche salvamos el futuro porque ejercimos el cargo más importante en una democracia, el cargo de ir a votar”, dijo Abinader, en un discurso.

Yo no sé si Abinader salvó nuestro futuro. Es muy temprano para saberlo, aunque por el bien de República Dominicana espero que lo haga. Solo creo que debe cuidarse. El fukú todavía no se ha ido.

Autor

Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS. Sus investigaciones sobresalen por basarse en solicitudes de acceso a información. Becaria Fulbright con énfasis en medios afroamericanos y nuevas tecnologías. Docente universitaria. Reconocida por su trabajo en la promoción de la cultura popular dominicana y el periodismo en el Caribe.

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Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS. Sus investigaciones sobresalen por basarse en solicitudes de acceso a información. Becaria Fulbright con énfasis en medios afroamericanos y nuevas tecnologías. Docente universitaria. Reconocida por su trabajo en la promoción de la cultura popular dominicana y el periodismo en el Caribe.