Por Diario de Cuba en alianza editorial con CONNECTAS

L as redes sociales fueron por un buen tiempo la única arma del cubano Lidier Hernández. Tras venir de vacaciones a la Isla desde Uruguay, país donde reside desde 2016, el opositor acabó regulado el 15 de febrero de 2020, o lo que es lo mismo, con prohibición de salir de Cuba. Preso entre las fronteras cubanas, está rumbo a cumplir seis meses lejos de su esposa, en Montevideo. Como una gigantesca flor carnívora, la policía política del régimen llamada Órganos de la Seguridad del Estado (OSE) dejó que Lidier entrara al país, para luego encerrarlo usando una de las direcciones del Ministerio del Interior (Minint) que controlan: Inmigración y Extranjería. La policía política no solo reprime a quienes disientan desde el interior de la Isla, sino también a cubanos que lo hagan, aun estando o residiendo por fuera.

Las consecuencias para Lidier son abismales. “Recibí la noticia de que perdí mi empleo en Uruguay”, me dijo a inicios de mayo. Dos meses atrás debió incorporarse a su trabajo, pero ya estaba retenido. 

Oficiales de los OSE le confirmaron en sucesivos interrogatorios que la participación en manifestaciones pacíficas frente a la embajada cubana en Montevideo molestaron al régimen. La protesta pública es legal en Uruguay, donde Lidier vive; la protesta pública está restringida en Cuba, donde Lidier ya no vive. Sin embargo, La Habana lo castiga por lo que hace allende fronteras, como si el cordón umbilical de hierro entre el castrismo y él no lo hubiera roto el tajazo de la emigración. En las protestas exigía, junto a un grupo de cubanos residentes en esa capital sudamericana, libertades civiles y democracia para la Isla. 

La policía política regula a los cubanos incómodos. Casi 250 comunicadores, abogados, líderes cristianos permanecen encerrados entre las fronteras del país. Una investigación publicada en mayo de este año por Diario de Cuba y CONNECTAS confirmó que la mayoría eran hombres y activistas políticos, categorías en las que Lidier encaja. Pero, en su caso hay un detalle distintivo: vive fuera de Cuba. 

El joven optó, primero, por agotar las vías establecidas para hacer su denuncia. Redactó desde Cienfuegos, provincia donde nació, cartas para la Embajada cubana en Uruguay, la Dirección de Atención de la Ciudadanía del Minint, y la Dirección Nacional de Inmigración y Extranjería, requiriendo se le restituyera la libertad de movimiento.

Lidier sabe que los artículos 53 y el 54 de la Constitución demandan respeto a la libertad de expresión y pensamiento. Sabe también que la policía política suele operar por encima de la ley. “Hay un silencio administrativo desde las instituciones cubanas”, señaló cuando su demanda ante el Tribunal Popular Provincial de Cienfuegos cumplió los dos meses hábiles para ofrecer alguna respuesta.

El pasado 13 de junio Lidier recibió otro golpe. En el Aeropuerto Internacional José Martí pretendía abordar un vuelo humanitario fletado por el gobierno de Lacalle Pou para ciudadanos y residentes uruguayos varados en la Isla durante la pandemia del Covid-19.

Un agente de frontera le pidió esperar después de revisar su pasaporte. Lo llevaron a la oficina de un oficial que se identificó como Mayor Ángel, quien le recalcó que la limitación para viajar se mantenía. Nuevamente, el avión de Copa Airlines tomó velocidad y se alzó sin él a bordo.

Inmediatamente, el excanciller Ernesto Talvi (dejó el cargo el pasado 1 de julio) tuiteó que su gobierno “ha manifestado su preocupación a las autoridades cubanas y trabaja intensamente para posibilitar su regreso”. 

Con las cartas al más alto nivel puestas sobre la mesa, aún está por verse si las palabras del excanciller uruguayo tendrán eco en las autoridades cubanas o llegaron a oídos sordos.

El periodista Manuel Vázquez Portal, quien ha escrito durante años sobre los métodos autoritarios del gobierno cubano, menciona el escarmiento como vector para propagar el miedo y el estatismo. “Es, y ha sido, una tradición del aparato represivo de la dictadura cubana desde los fusilamientos y largas penas de cárcel con que fundó el terror en sus primeros años -comenta. Fenómeno que se repite no solo en el interior de la Isla sino que ha alcanzado una fecunda extraterritorialidad”.

Vázquez Portal, autor del libro sobre prisión política, “Escrito sin permiso”, afirma que el régimen usa embajadas, engranajes mediáticos y grupos afines al socialismo para conformar “un entramado aterrador en el extranjero” contra cubanos que viajen temporal o huyan definitivamente.

“Exportaron los mítines de repudio a que fue sometida la reportera Yoanis Sánchez en su primer viaje a Brasil -relata. Aún resuenan en mis oídos las agresivas interrupciones que padeció Ariel Ruiz Urquiola en su comparecencia ante Naciones Unidas hace apenas unas semanas. Aún late en toda la diáspora la prohibición de retorno a Cuba, o al país donde resida tras la partida, para todo aquel que no acate como bueno y legítimo el sistema impuesto en la Isla”.

La activista cubana Ileana Hernández ha sido retenida en Cuba aún siendo residente española, recuerda Vázquez Portal. Y, a la inversa, cita los casos del portavoz en España del Movimiento Cristiano Liberación, Regis Iglesia, los excarcelados de Grupo de los 75, y Claudia Márquez Linares, cofundadora de Las Damas de Blanco, impedidos de reingresar a su país de origen.

El periodista también cree que existen métodos específicos dirigidos a dividir, crear una imagen desfavorable y sabotear a la comunidad exiliada. Y enumera: “Asesinato de reputación de opositores sobresalientes, diseminación de rumores de inmoralidades como la supuesta pertenencia a la policía política, exportación de delincuentes entrenados para defraudar programas sociales como el Medicare, creación de empresas con fondos gubernamentales, penetración de verdaderos agentes en organizaciones anticastristas y prensa influyentes”.

El escritor cubano, Amir Valle, lleva 14 años por fuera de La Isla. Crédito: redes sociales del escritor.

El de Lidier Hernández es solo el último ejemplo de varios que demuestran cómo el largo brazo de los OSE sigue a los “descarriados” aún estando o residiendo en el exterior.

También está el caso del escritor, Amir Valle, quien en 2006 sufrió el destierro. El autor de “Santuario de sombras” viajó a Europa para presentar dicha novela y, de regreso, las autoridades de frontera le prohibieron entrar a su país. Un cúmulo de enojos a causa de los libros críticos de Amir con la realidad cubana habría llevado al desenlace. Hace 14 años vive por fuera.

Otra vida alcanzada por el grillete de las autoridades cubanas es la de Pedro Luis Careaga, refugiado político en los Estados Unidos desde 2014, y quien en julio de 2019, tras una visita a La Isla, los oficiales aeroportuarios prohibieron su salida. En las oficinas de la Dirección Nacional de Inmigración y Extranjería a Careaga le informaron que estaba bajo un proceso investigativo que podía demorar un año. Solo prometieron llamarlo cuando finalizara la investigación. Lo acusaron de contrabando. Careaga, sin embargo, nunca ha visto el expediente. Aún permanece en La Isla acusado de un delito que desconoce.

La cárcel y la tortura

Laureano Couso se creía libre de los OSE por residir en España. No imaginó que pasaría más de seis meses, hasta marzo de 2010, encarcelado en Villa Marista, el centro operativo de la policía política en el barrio Sevillano, de La Habana.

A inicios de 2009, cuando entró a Cuba de visita, empezó su odisea. Desde Madrid escribía sobre la crítica situación económica y de derechos humanos en la Isla. Pasó unos días con su familia, recorrió las calles llenas de baches y recuerdos. Pero cuando quiso regresar a Europa agentes del Minint le informaron en el aeropuerto de La Habana que “tenía una regulación de salida del país”. 

El hombre indagó sobre su restricción de salida durante siete meses. En ese período era ya un habitual en las oficinas de Migración de calle 22 y Avenida Tercera, Miramar. No recibía respuestas, solo curvas, como si estuviera en un viaducto que no deja ver más allá del metro inmediato de asfalto.

Laureano Couso perdió 60 libras tras estar dos meses en Villa Marista. Crédito: cortesía Laureano Couso.

El 29 de septiembre resolvió plantarse a vivir en el portal de la Dirección de Inmigración y Extranjería. Pasó poco tiempo allí. Un auto de los OSE decidió darle alojamiento en Villa Marista, que es el equivalente tropical de la Lubianka, sede de la antigua KGB, la policía secreta soviética. En Villa Marista se multiplican los relatos de las extremas temperaturas en las oficinas de los interrogatorios. Torturas blancas. No dejan marca.

En un auto Lada, a toda velocidad por La Habana, con la cabeza tapada, llegó a El Lobo, el centro neurálgico de Villa Marista. Le retiraron sus pertenencias y le entregaron un uniforme gris o azul. “Ni tu propia madre sería capaz de reconocerte”, dice Laureano. Cuando la suya lo vio, dos meses después del encierro, cayó de rodillas. En semanas su hijo había perdido más de 60 libras.

La tortura de eliminar el descanso, de quebrar la mente, el hacinamiento con propósitos de tormento y los cambios bruscos de temperatura, son comunes en Cuba. Laureano los vivió en Villa Marista. Antes de salir en libertad, el sufrimiento provocó en su madre un shock insulínico y murió.

Al mes de estar preso, su abogado pudo reunirse con él. Supo entonces de qué le acusaban. Intentaron vincularlo en un delito de presunta corrupción en una empresa estatal, con la que no tenía vínculo alguno. Laureano nunca trabajó para el Estado. “¡Si quieres que tu madre te vea, confiesa!”, le decían en los interrogatorios. Pero no había nada qué confesar.

Aun así, una jueza lo condenó. Y el hombre purgó dos años en la cárcel de Valle Grande. Una vez cumplió su sentencia, compró un boleto a España. Allá, el tiempo ha hecho un cayo de las malas memorias. Pero a Laureano le es imposible descansar. “Mientras exista esa dictadura cualquiera puede ser el próximo en Villa Marista”.


Cada uno de estos casos demuestra cómo la espada de la arbitrariedad no solo penderá sobre los cubanos en Cuba, sino también sobre los que han puesto mar entre sus vidas y la Isla. Las acciones continúan expedientándose en infinitos archivos de la policía política. Y es cuestión de oportunidad que cobren la afrenta.

Vea esta historia también en Diario de Cuba.

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