La vida en el ojo del huracán

UNIVISIÓN visitó los lugares del Caribe y Florida golpeados por los huracanes Irma y María con la mirada puesta en el futuro. Esto es lo que vieron y aprendieron. Publicamos la primera entrega en Connectas gracias a un acuerdo de redifusión de contenidos

Muy pocos días después de que dejara de soplar el viento y amainaran las lluvias de Irma y cuando María barría el Caribe, tomamos una decisión: volveríamos sobre los pasos de esos huracanes para entender más sobre estos fenómenos con la mirada puesta en el futuro.

Entre septiembre y diciembre, un equipo de tres periodistas de Univision Noticias visitamos ocho islas del Caribe y tres zonas de Florida afectadas por esas tormentas. Volamos casi 10,000 millas en 15 aviones y dos helicópteros y recorrimos cientos de millas más en carros, barcos y hasta en kayaks. El objetivo: ver cómo se plantean el porvenir en esos lugares ante un potencial incremento de la intensidad de estas tormentas por el cambio climático.

Este reportaje es parte del especial La vida en el ojo del huracán, realizado por Lorena Arroyo y Elaine Díaz Rodríguez para Univisión y publicado en CONNECTAS gracias a un acuerdo de redifusión de contenidos

  1. DOMINICA
  2. ANTIGUA Y BARBUDA
  3. SAN MARTÍN
  4. ISLAS VÍRGENES
  5. PUERTO RICO
  6. TURKS & CAICOS
  7. CUBA
  8. FLORIDA

Dejamos Miami después de que Florida recibiera el golpe de Irma. El mismo día que llegamos a Antigua y Barbuda, unas islas transformadas por ese huracán de categoría 5, otro potente ciclón, María, arrasaba Puerto Rico. País tras país, seguimos la senda de la destrucción. Esto es lo que vimos, lo que nos contaron y lo que aprendimos en nuestra travesía sobre cómo ven el futuro en los lugares acostumbrados a vivir en el ojo del huracán:

Lo que vimos y lo que nos contaron:

Quienes sufrieron Irma y María los describen como monstruos o demonios, como huracanes que superaron la idea de la destrucción que había previamente en sus mentes. El turquesa del mar se volvió ocre, el verde de la vegetación se convirtió en marrón y la multitud de colores de las islas dio paso al gris de las pilas de escombros.

Pese a que en estas zonas del Caribe y Florida están acostumbradas a convivir con las temporadas de huracanes, a los afectados se le agotaban los superlativos para relatar lo que vieron. Desde Dominica hasta los Cayos de Florida, la gente nos contaba cómo un día se acostaron en una realidad y, tras el paso de la tormenta, se despertaron en otra bien distinta en la que tenían que sobrevivir.

Algunos lo definían también como si, de repente, el invierno hubiera llegado al Caribe. Urica Joseph, una joven de 30 años de Barbuda a la que conocimos en el estadio de críquet de Antigua, a donde evacuaron a toda la población de su isla tras el paso de Irma, recuerda el momento en el que salió de su casa durante el ojo del huracán como la primera vez que vio la niebla en su vida. “Todo estaba completamente blanco. Apenas podías ver la casa del vecino y había árboles, postes y escombros caídos en el camino. Fui corriendo a la casa de mis vecinos porque su techo había volado. Y ahí estaban ellos tratando de volverlo a colocar. Después vi casas de cemento derrumbadas. Así de fuerte fue la tormenta. Fue mala, muy, muy mala”.

Kezia Challenger, de 8 años, rescata algunos de sus libros de la escuela donde estudiaba en Dominica que fundaron sus abuelos y que el huracán María destrozó LORENA ARROYO / UNIVISION

Esas escenas se repiten en los relatos de muchos con los que hablamos. También se repite el sufrimiento de los días siguientes a la tormenta en los que, con tiendas y gasolineras cerradas, sin agua ni luz, hay que buscar cómo sobrevivir. En esos momentos, muchos coinciden que se diluyen las clases sociales. El huracán golpea a todos por igual y, sin acceso a un cajero automático, las dificultades en los primeros días son compartidas por ricos y pobres. Además, se comparte la desesperación por no poder levantar un teléfono para contactar con los seres queridos que viven en otros lugares y decirles que han sobrevivido.

La Real Academia Española describe la resilienciacomo la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Esa palabra en su máxima expresión la vimos en cada una de las islas del Caribe sobre la que Irma y María dejaron su furia.

Cuando llegamos a Dominica, por ejemplo, vimos una isla completamente arrasada menos de una semana después del golpe del huracán María: parecía que ni un solo árbol había quedado en pie. Una tras otra, había cientos de casas por los suelos. La tormenta ni siquiera respetó la vivienda del primer ministro, Roosevelt Skerrit, quien relató a través de redes sociales cómo se le voló el techo y tuvo que ser rescatado. Pero en medio de ese panorama apocalíptico, había también cientos de personas volviendo a levantar sus casas como podían, saliendo a buscar agua y comida al campo, limpiando las carreteras de árboles, postes y escombros y tratando de ayudar a sus vecinos.

En el Caribe y en el sur de Florida, la gente está tan acostumbrada a convivir con los huracanes como en México o en Chile con los terremotos. Se estudian en el colegio, sus nombres forman parte del folclore popular, se aprende a prepararse para la llegada de uno y, lo más importante, a convivir con ellos y a levantarse después del golpe de uno.

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Plena después de María: música puertorriqueña para olvidar los estragos del huracán

Los huracanes ponen a la gente ante la disyuntiva de resistirse y reconstruir o huir. En los aeropuertos de muchas de las islas nos encontramos con cientos de personas con rostros sombríos, cargando lo que lograron salvar de sus pertenencias para empezar sus vidas en otros lugares o volver cuando la situación mejore.

Allí también vivimos de primera mano las dificultades para moverse entre islas después del huracán y la odisea de la gente que quiere hacer llegar ayuda a los damnificados. La sensación de que los gobiernos no hacen lo suficiente o no hacen llegar la asistencia con la rapidez que requiere la situación lleva a sospechas de corrupción y malos manejos por parte de la población.

En los lugares afectados por Irma y María vimos un juego extraño de algunos gobiernos caribeños que necesitan la ayuda exterior para la reconstrucción, pero no quieren mostrar al mundo la imagen de los destrozos. No quieren que el huracán se lleve también una de sus principales fuentes de ingresos y empleos: el turismo.

Las tormentas también dejan cosas buenas. Muchos afectados nos dijeron que Irma y María les ofrecieron una oportunidad para acercarse más a sus vecinos. También nos contaron que, ante la caída de las comunicaciones, dejaron de mirar tanto a sus celulares para mirarse más a los ojos. En algunos lugares como en las Islas Vírgenes, la sensación de abandono por parte de Estados Unidos dio lugar a iniciativas comunitarias para desde ofrecer wifi gratis a la población hasta evacuar de la isla a quien lo necesitara.

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Lo que aprendimos:

Que el Caribe es una gran nación hecha de naciones. Pese a que cada isla tiene una historia de colonización diferente y algunas siguen siendo territorios de países europeos o de Estados Unidos, hay una gran movilidad y hermandad entre ellas. Por ejemplo, Antigua, que en esta temporada de huracanes salió prácticamente ilesa de las tormentas, abrió sus puertas a los evacuados de Barbuda y Dominica. Ese último país, por su parte, envió cuatro contenedores de ayuda a San Martín, Anguilla y las Islas Vírgenes antes de que ellos mismos fueran golpeados por María.

Y después de que St Thomas y St John, en las Islas Vírgenes estadounidenses, fueran arrasadas por Irma, la tercera isla de ese territorio, St Croix, y Puerto Rico mandaron flotillas de barcos con asistencia y ayudaron a evacuar a cientos de personas hasta que a las dos últimas les golpeó María.

Que un huracán puede cambiar la faz de una nación: Lo vimos principalmente en Barbuda, después de que el gobierno ordenara la evacuación obligatoria de la isla que se quedó desierta durante tres semanas. Ahora solo un pequeño porcentaje de la población ha vuelto a sus casas, ya que la mayoría están en ruinas y algunos temen que el gobierno de Antigua y Barbuda aproveche la reconstrucción para comercializar las tierras comunales que hasta ahora sus habitantes se han pasado de generación en generación.

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Tras las cámaras: Esto es lo que aprendimos en un viaje periodístico tras los pasos de Irma y María

Que los huracanes ponen el foco sobre las crisis: Ese fue el caso con la crisis de deuda, de la salud y de la falta de manutención en las infraestructuras de Puerto Rico. La isla se convirtió en un caos tras el embate del huracán María que, según algunas investigaciones independientes, ya ha dejado entre 500 y más de mil muertos.

El huracán Irma, por su parte, puso el foco sobre diversas crisis inmobiliarias en Florida.En los Cayos, la tormenta está expulsando a los trabajadores que perdieron sus casas y ya no se pueden permitir vivir allí, mientras que en la costa oeste de la península, en Immokalee, los más afectados fueron los campesinos migrantes que vivían en tráilers en muy malas condiciones. Muchas de esas viviendas no sobrevivieron a la tormenta.

En Miami, aunque la ciudad se libró de lo peor, Irma nos llevó a mirar el problema de la “gentrificación climática”, un fenómeno que algunos están viendo surgir en la ciudad. Ligado al aumento del nivel de las aguas que afectará primero a los barrios costeros, en los que vive población de mayor poder adquisitivo, los expertos advierten del desplazamiento de los residentes de los barrios más pobres, a mayor altura sobre el nivel del mar y hoy en día más protegidos.

En el caso de Cuba, Irma también puso en evidencia una crisis de vivienda: al menos el 40% de las casas están en estado regular o malo. Los huracanes tumban allí edificios que, si la gente tuviera acceso a los materiales de construcción, podrían haberse restaurado antes.

Más aprendizajes: que los huracanes ponen nuevos límites para la construcción. Cada huracán potente que ha pasado por el Caribe y por Florida ha reconfigurado los códigos de construcción. Con sus vientos sostenidos de más de 180 millas por hora, Irma se convirtió en el huracán más potente registrado en la historia del Atlántico y sentará las bases de cómo se deben construir las viviendas a partir de ahora: estructuras y tejados de concreto, como nos contó una pareja de arquitectos venezolanos en San Martín.

Que para minimizar los daños de próximos huracanes, los gobiernos deben mirar desde ya al futuro y adoptar medidas de prevención. Deben preparar infraestructuras y redes de electricidad, agua y comunicaciones que soporten huracanes y asegurarse que todas las comunidades están listas al respecto.

“Lo que estamos viviendo ahora es un fenómeno que va a ir acompañado de procesos de mayor intensidad de huracanes donde se hace muy necesaria una integración de la reducción de riesgos de desastre en los criterios de la inversión pública y privada”, opina el responsable de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción de Riesgo de Desastres (UNISDR), Raúl Salazar.

Además, los gobiernos deben preparar el terreno para que, ante el eventual golpe de un próximo huracán, se facilite la llegada de ayuda a todos sin politizarla.

Que si no respetas a la naturaleza, ella recuperará su lugar.

Los científicos no tienen suficientes elementos para atribuir el aumento del número y la potencia de los huracanes al calentamiento global. Sin embargo, expertos de la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de EEUU (NOAA) y de la NASA, consideran que la subida de la temperatura del agua es un factor que podría incidir de manera importante en la formación de los huracanes, dado que éstos se alimentan fundamentalmente por el calor del océano.

Desde que NOAA comenzó a hacer seguimiento de las tormentas tropicales en 1891, ha habido 33 huracanes de categoría 5 y 11 de ellos (el 33%) se han producido sólo en los 17 años de este siglo XXI.

Además, con el golpe de Harvey, Irma, María y Nate, la temporada de huracanes 2017 ha sido la que más daños económicos ha provocado en la historia de Estados Unidos, según informes preliminares que sitúan el costo para el país en al menos 200,000 millones de dólares.

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Así ven el cambio climático los afectados por Irma y María

En todas las islas y en Florida preguntamos a los afectados por los huracanes sobre el cambio climático (puedes ver algunas respuestas en el video adjunto). En el Caribe, la gente es muy consciente de su existencia porque lo ve reflejado en su día a día, mientras que en Estados Unidos no todos los consultados tenían claro de qué se trata.

Eso también se refleja las políticas públicas al respecto. Después de María, el presidente Skerrit de Dominica fue a la sede de Naciones Unidas a hablar desde la “primera línea del cambio climático” y a pedir acciones para mitigarlo, en un concepto que comparten la mayoría de mandatarios de las naciones caribeñas. En el caso de Florida, ni su gobernador, Rick Scott, ni el presidente, Donald Trump, creen que exista un vínculo entre las acciones del hombre y los cambios en el clima y, por lo tanto, no implementan políticas públicas al respecto.

Pero independientemente del trasfondo político, en este viaje comprobamos el rol tan importante que tiene la naturaleza para proteger a la población de la fuerza de los huracanes. Eso lo vimos reflejado especialmente en Turks & Caicos, donde una barrera de coral bien conservada a un lado de las islas y otra de manglares al otro supusieron un freno para los vientos y el aumento de la marea ciclónica.



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