Venezuela,
crimen sin frontera
Un equipo periodístico de El País recorrió durante dos semanas las trochas, ríos y desiertos de la frontera colombo-venezolana para documentar cómo funciona la más grande operación de contrabando que se registra hoy en Latinoamérica. Y en ese recorrido obtuvo las primeras pruebas documentales que se conozcan sobre la empresa criminal que las guerrillas y las bandas criminales colombianas han montado en coordinación con la Guardia Nacional Bolivariana de Venezuela. Esta es la historia de un viaje a la frontera de todos y de nadie.
En el
corazón
del contrabando
Las únicas veces que advertimos la presencia del Estado es cuando los miembros de la Guardia Nacional Bolivariana aparecen para extorsionarnos. Por lo demás, son los diferentes grupos armados ilegales colombianos los que ejercen control no solo en la frontera, sino en amplias zonas del territorio venezolano.
Por eso este viaje de dos semanas, un recorrido de 1.790 kilómetros desde el estado Táchira y atravesando el Zulia hasta la alta Guajira venezolana, fue interrumpido, primero, por hombres del ELN, que tras el desarme de las Farc se convirtió en la guerrilla más antigua de Latinoamérica, fuertemente armados controlando un río al sur del Lago Maracaibo, en el estado Zulia.
Vino luego la extorsión de hombres señalados de pertenecer a bandas criminales colombianas y que actúan escoltados por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, obligados a pagar ‘peaje’ para andar por las trochas o pasos ilegales que dominan disidentes de la guerrilla del EPL y ‘vacunados’ casi en cada retén de la Guardia Nacional.
Imágenes exclusivas que revelarán a lo largo de este especial cómo actúan los grupos ilegales colombianos en asocio con militares venezolanos en un territorio donde la soberanía la ejercen las organizaciones dedicadas a la extorsión, el contrabando y el narcotráfico.
El recorrido se inicia en el municipio de Puerto Santander, 64 kilómetros al norte de Cúcuta. Llevamos solo unas horas sobre la línea fronteriza y de repente estamos parados frente a lo que parece ser una mudanza gigantezca. Familias enteras, ante la crisis política, social y económica, cruzan con sus maletas y enseres hacia Colombia esperando quedarse, mientras los contrabandistas entran por ríos y trochas con todo cuanto pueden sacar de Venezuela.
En los últimos seis años, 350.000 venezolanos han cruzado hacia Colombia para quedarse
Una actividad que ha generado en las últimas semanas episodios de tensión fronteriza ante las incursiones de militares venezolanos lanzando gases lacrimógenos, disparando y despojando a varias personas de sus pertenencias; o la incursión de un helicóptero en Paraguachón, a lo que el Gobierno en Caracas ha dicho que es solo una estrategia de provocación desde Colombia.
Desde este municipio de Norte de Santander, la sensación que queda es que frontera adentro están desmantelando un país; porque no solo entran víveres y combustible, también rieles de tren, chatarra, instalaciones eléctricas, cobre, material de señalización vial, animales en pie, avisos publicitarios, partes de autos, maquinaria pesada y antigüedades, entre muchos otros, según el listado de productos decomisados por las autoridades colombianas.
Las cifras son elocuentes. En los últimos seis años la División de Impuestos y Aduanas Nacionales de Colombia (Dian) ha incautado en la frontera con Venezuela elementos por un valor superior a los $291.340 millones de pesos, alrededor de cien millones de dólares.
Resumen de aprehensiones totales 2011-2017
Ver gráficoNo obstante Vladimir, un venezolano curtido por el sol y con más de 10 años contrabandeando combustible y carne hacia Cúcuta, asegura que “lo que incautan las autoridades colombianas no es ni el 2% de lo que sale de Venezuela”.
Un contrabando que se intensificó en los últimos años a raíz del control de precios que fijó el Gobierno venezolano a los productos de la canasta básica y cuyos valores irrisorios, como el de la gasolina, incentivaron masivamente el paso de alimentos y medicina hacia Colombia, y son recibidos por mafias que burlan los controles aduaneros locales y cobran entre 10 y 15 veces más.
Autoridades colombianas estiman que diariamente los contrabandistas pasan de manera ilegal 16 toneladas de alimentos y cerca de tres millones de dólares en combustible, por lo que guerrilleros y bandas criminales encontraron en la frontera un negocio tanto o más lucrativo que el narcotráfico.
Es decir, 1.125.000 galones a través de las 192 trochas que se estiman existen en esta frontera. Es como si todos los días ingresaran desde Venezuela 112 carrotanques de los que tiene Pdvsa con capacidad para 10.000 galones de gasolina.
Un carrotanque con 10.000 litros de gasolina, 2650 galones, cuesta en Venezuela 10.000 bolívares, menos de dos dólares
Con el caer de la tarde las carreteras de Táchira y Zulia se convierten en el escenario de un danzar inusitado de luces. El espectáculo luminoso es producido por centenares de motocicletas conocidas como las ‘moscas’, que son las encargadas de guiar los camiones cisterna de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y los demás camiones que ingresan por las trochas para vender ilegalmente gasolina y productos básicos que tienen precio controlado.
Mientras en Caracas, y en nombre de la soberanía, la Guardia Nacional reprimía con exceso de fuerza, al punto de ser señalada de varios homicidios, a estudiantes y jóvenes que protestaban contra el gobierno de Nicolás Maduro, en los estados fronterizos funcionarios de esa misma institución militar actúan como un grupo criminal más, según pudo constatar El País, extorsionando y en estrecha relación con guerrilleros y bandas criminales, como Los Rastrojos, Los Pelusos y El Clan del Golfo, quienes sostienen entre ellos una guerra por el control territorial en los estados Táchira, Apure y Zulia, y por copar los espacios dejados por la guerrilla de las Farc tras su desmovilización.
Así fue el viaje que realizó El País, en alianza con la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS y con el apoyo del International Center For Journalists - ICFJ, a las entrañas de un territorio donde impera la ilegalidad.
La ‘soberanía’ del ELN
No han mentido del todo los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro cuando le aseguraron a su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, que el ELN no se oculta en la frontera venezolana. Más que ocultarse, esta organización, con 54 años de lucha armada, permanece varios kilómetros adentro de la línea divisoria y ejerce control territorial con uniforme y armas en suelo bolivariano.
El País los encontró un par de horas adentro del estado Zulia, suplantando en su papel a la Armada Nacional Bolivariana en la vigilancia y el control de los ríos.
Apostados con armas semiautomáticas y fusiles de largo alcance, según se constató, han instalado puestos de mando en el río Tarra, uno de los afluentes más utilizados para el tráfico de víveres y gasolina y cuyas aguas desembocan al sur del Lago Maracaibo.
Por ese sector nos desplazábamos en lancha, tratando de registrar la actividad ilegal, cuando fuimos obligados a salir del río y retenidos en uno de sus campamentos durante 20 minutos, muy cerca de los retenes de la Guardia Nacional Bolivariana, que aquí más parecen anillos de seguridad del ELN.
La periodista venezolana Sebastiana Barráez, quien ha seguido de cerca durante los últimos años los fenómenos de criminalidad en la frontera indica que no es extraño ver a guerrilla y paramilitares muy adentro del territorio venezolano “porque se ha registrado su presencia en estados como Barinas y Guárico, que no son fronterizos, pero estos grupos han ido penetrando territorio, tratando de alejarse de quienes tengan el dominio en la línea divisoria”.
“La Guardia Nacional Bolivariana es el componente militar que hace presencia en la frontera y han logrado una especie de convivencia con la guerrilla de las Farc y del ELN, al igual que con Los Rastrojos, pero también ha pasado con Los Urabeños y con Los Pelusos. Aunque hay mayor relación de los efectivos militares con los grupos paramilitares que son los que controlan el contrabando de combustible y de alimentos en la frontera”, señala Barráez.
Los Pelusos desplazaron a sangre y fuego a Los Rastrojos del sector de Llano Jorge, en San Antonio del Táchira
Por su parte Rocío San Miguel, directora de la ONG venezolana Control Ciudadano, agrega que se ha llegado a tal nivel de corrupción y de connivencia con estos grupos porque “el mismo Estado actúa como un cartel”.
“Es una estructura en la que se da, por una ruta estatal, el tráfico de drogas, de gasolina, alimentos y minerales que se compartimentan tres cuerpos armados: La Fuerza Armada Nacional Bolivariana, la guerrilla y los paramilitares”, señaló San Miguel.
A ese contrabando gigantesco responsabilizó el gobierno del presidente Nicolás Maduro el desabastecimiento en Venezuela y junto a los problemas de inseguridad llevaron a que en agosto del 2015 se ordenara el cierre de la frontera con Colombia.
Esa decisión, según José Roberto Concha, director del Consultorio de Comercio Exterior de la Universidad Icesi de Cali, no fue más que una medida desesperada. “El problema del desabastecimiento en Venezuela es simplemente un mal manejo económico".
Gran parte del pastel del combustible que pasa por los departamentos de Norte de Santander, Cesar y La Guajira se lo lleva la guerrilla del ELN, que operaría en la frontera con una estructura de cerca de mil hombres.
Desde que el gobierno Maduro ordenó el cierre de la frontera y hasta el pasado mes de junio, el Departamento de Aduanas en Colombia, Dian, incautó por los cruces ilegales que controlan las bandas criminales y el ELN contrabando y gasolina por más de 87.000 millones de pesos. Alrededor de 30 millones de dólares.
Productos que tenían como destino final para su comercialización las ciudades de Cúcuta, Valledupar, Maicao y Riohacha, según la información oficial.
Para la guerrilla del ELN es de tanto interés este territorio entre Colombia y Venezuela, donde está anclada la región del Catatumbo, que tiene operando allí el 66% del total de las estructuras que posee en toda Colombia, entre ellos los frentes Noriental, Oriental y Magdalena Medio.
“El Catatumbo es una zona muy compleja; ahí hacen presencia el ELN y una disidencia del EPL, dedicados especialmente al narcotráfico, a cobrar extorsiones a los contrabandistas y al hurto de petróleo del oleoducto Caño Limón Coveñas, del que extraen un producto que llaman ‘Pategrillo’ y que sirve de insumo para el narcotráfico y para ser vendido como combustible para automotores”, explica a El País el general Gustavo Moreno, comandante de la Policía de Norte de Santander.
El ELN y Los Pelusos comparten territorios y negocios del narcotráfico en el Catatumbo
Pero el accionar del ELN no se limita al narcotráfico en la región del Catatumbo. Este grupo guerrillero también ejerce control del lado venezolano en la serranía del Perijá, cerca de municipios como Machiques, en el estado Zulia, donde han sido ubicados pequeños cultivos de marihuana, coca y amapola, además de laboratorios para procesamiento de droga.
Pero con el cierre de la frontera se cortó también el circuito de las comunicaciones entre las Fuerzas Armadas de ambos países y sin esa cooperación binacional, guerrilla y bandas criminales vienen actuando de lado venezolano sin presión alguna, según fuentes militares en Colombia.
Mientras tanto, el Ministerio de Defensa de Venezuela ha negado esa supuesta permisividad con estos grupos y aunque El País intentó insistentemente tener alguna voz o un pronunciamiento oficial de su parte, no fue posible.
‘Bienvenidos a Venezuela’
La frontera en el cruce del Puente Internacional La Unión, que comunica a Puerto Santander con la localidad venezolana de Boca de Grita, es un hervidero controlado por la banda criminal Los Rastrojos, según Inteligencia Militar en Colombia. Los fajos de dinero en bolívares se transportan en cajas y maletines ante la depreciación de la moneda, justo cuando las grandes ciudades se encuentran en crisis por falta de efectivo, el comercio está atiborrado de todo lo que escasea en Venezuela y miles de personas llegan cada día dispuestos a muchas cosas acorraladas por el hambre.
Desde que se cerró la frontera, según la Policía Antinarcóticos, han sido capturados en Colombia 49 venezolanos intentando salir con droga hacia Estados Unidos y Europa, muchas mujeres han terminado en las calles colombianas ejerciendo la prostitución, otros en empleos informales, e incluso, mujeres llegan hasta la línea fronteriza a vender los enseres y su cabello.
Sobre el puente internacional, dos venezolanas intentan convencer a una colombiana de que les pague algo más de los 70.000 pesos que les ofrece por su cabello. Pero ante la crisis en Venezuela la oferta ha ido en aumento y eso disminuyó el precio. El dinero que reciben, al cambio, son 175.000 bolívares, el equivalente a cinco salarios mínimos mensuales de dos meses atrás.
Sin cabello, pero con arroz, pañales y harina pan, una de ellas regresa a suelo venezolano. Nos acercamos para intentar hablarle, pero al final del puente un hombre la aborda, tres miembros de la Guardia Nacional Bolivariana la rodean y tras un diálogo de un par de minutos les entrega parte de su dinero antes de internarse en Venezuela. Presumimos que es una extorsión.
Llega nuestro turno. Llevamos víveres con nosotros. Un soldado de la Guardia venezolana pregunta cuánto pagamos por los víveres en Colombia y alerta a una sargento de que no llevamos facturas. Con un gesto la suboficial venezolana le cede el control de la situación a un hombre vestido de civil y de acento colombiano sentado en medio de ellos. Quienes visitan constantemente la frontera aseguran que hace parte de una banda criminal.
Información de Inteligencia de las autoridades colombianas señala que en la frontera y en suelo venezolano opera el Clan del Golfo, banda criminal formada por paramilitares que quedaron al servicio del narcotráfico y de alias Don Mario, y que hace presencia en el sector venezolano de El Guarumito, entre Colón y La Fría, en el estado Táchira.
Igualmente, que quienes actúan más cerca a la Guardia Nacional Bolivariana es la banda criminal Los Rastrojos, cuyos principales jefes Wílber Varela, alias Jabón, fue asesinado en el estado Mérida y Diego Rastrojo, el segundo al mando, fue capturado en Barinas. Esta banda hace presencia en Puerto Santander y del lado venezolano en Boca de Grita, García de Hevia y Orope.
Los Rastrojos ejercen control de territorios en Venezuela desde el 2002
De hecho fue Orope la segunda parada legal en el camino hacia el interior del país, pero ilegal en su proceder. Esta vez la Policía Bolivariana nos ordena abrir la cajuela del carro y en voz baja le pide al conductor una cuota para dejarlo seguir sin revisar el vehículo.
Él accede con el propósito de mostrarnos cómo funcionan las leyes en el Táchira; el dinero debe entregarlo a un hombre de civil que lo oculta en un bolso colgado detrás de un árbol. Esa escena se repite cientos de veces por día y muchas más durante esta serie.
Consciente de que entraremos en tierra de nadie y que la única protección que tendremos será la divina, el guía nos recomienda memorizar, para disminuir riesgos, que en El Guayabo, Encontrados y Santa Bárbara (Zulia) el control es de las bandas criminales; mientras en Casigua-El Cubo y El Cruce el dominio lo ejercen las guerrillas del ELN y los Pelusos, una denominación que se le ha dado a disidencias del Ejército Popular de Liberación (EPL).
A lado y lado de la vía un hecho puede explicar buena parte del desabastecimiento. La hierba ha ocultado lo que anteriormente fueron cultivos de palma y plátano y empresas productivas permanecen abandonadas. Ya no hay quién cultive la tierra.
“Nadie va a trabajar en una finca por 30.000 bolívares al mes cuando eso se los gana uno en un día trabajando la gasolina o haciendo fila para comprar productos regulados y venderlos luego a los contrabandistas”, argumenta el guía, en alusión al llamado bachaqueo que consiste en comprar bastante productos subsidiados e ir a venderlos a Colombia.
Mientras la inflación en Colombia en el 2016 fue del 5,7%, en Venezuela fue del 550%
El salario desde el 2012 de un venezolano retrocedió un 88 por ciento. De los 295 dólares que se tenían como salario mínimo, en junio del 2017 llegaba apenas a 36 dólares, según un estudio de la Universidad de Harvard, lo que ya representa una tragedia para las familias.
Muchas de esas nuevas familias empobrecidas se han visto tentadas a formar parte de la estructura del contrabando, entre ellas la del guía que nos acompaña, un hombre delgado e impregnado de nicotina, quien cuenta que en ocasiones se cuelan varias veces en las filas junto a sus esposa e hijos para comprar productos subsidiados en cantidad y llevarlos a vender a Colombia.
Las trochas o pasos ilegales son marañas de caminos angostos y polvorientos que se extienden hasta algún lado del río en la frontera y por entre ellas desaparecen a diario decenas de camiones que burlan la orden de cierre de la frontera.
El general Antonio Beltrán, comandante de la Brigada 30 del Ejército de Colombia le explicó a El País que “Venimos desarrollando tareas conjuntas con la Policía Nacional e interviniendo esas trochas. El año anterior intervenimos 17 y en lo que va de este año llevamos 29; en total y gracias a los servicios de Inteligencia tenemos en este momento más de 55 trochas georreferenciadas”, en Norte de Santander, de las cerca de 200 que existen a lo largo de la frontera.
Los hombres de Megateo
El País recorrió la trocha conocida como la ‘Pika del Dos’, un paso ilegal controlado por Los Pelusos, un grupo disidente de la guerrilla del EPL que se desmovilizó en Colombia en los años 90 y que comandó hasta el día de su muerte, en octubre del 2015, alias ‘Megateo’. Esta banda criminal actúa en la frontera en estrecha alianza con la guerrilla del ELN, según el Ejército colombiano.
A través de este paso ilegal se llega desde la carretera a Machiques, en el estado Zulia, al municipio de Tibú, Norte de Santander, cerca al lugar donde el ELN secuestró a mediados de junio a dos periodistas holandeses y meses atrás a la periodista española Salud Hernández.
Curiosamente, lo primero que se encuentra un kilómetro adentro del pasó ilegal es un retén de la Guardia Nacional y cuarenta minutos más adentro aparece un sector donde presuntos guerrilleros controlan el paso.
Por esta vena rota circulan junto a nosotros varios camiones con materiales de construcción que también escasean en Venezuela y camionetas transportando carne o ganado en pie para el mercado colombiano, donde costará hasta tres veces más de lo que se consigue por kilogramo en Venezuela.
Un fenómeno que no solo afecta el comercio local en Colombia, sino que generó un brote de fiebre aftosa, según el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, cuando el país fue declarado libre de la enfermedad desde el 2009. Solo entre enero y julio de este año, el Ministerio registraba el decomiso de 1143 cabezas de ganado y 130.340 kilos de carne traída de forma ilegal desde Venezuela.
La carne de contrabando que entra a Cúcuta se hace a través de hormigueo; mucha gente con pocas cantidades
En Cúcuta, de acuerdo con la Secretaría de Hacienda, se consumen 193 cabezas de ganado diariamente, pero solo se sacrifican 120. Es decir, las 73 restantes, incluso muchas más, ingresan ilegalmente desde Venezuela, donde el kilogramo tiene un costo promedio de 6000 pesos, contra los 18.000 pesos que se pagan del lado colombiano.
Pero por más de que la ‘Pika el Dos’ sea considerada una trocha, a través de la cual confirman las autoridades colombianas que se mueven además de gasolina y víveres, armas, droga e incluso secuestrados, es la vía más activa para ir de un país a otro en vehículo, pese a que los pasos binacionales legales están cerrados.
Incautaciones por sectores económicos en la frontera con Venezuela
Ver gráficoCon el sello GNB
El País recorrió la trocha conocida como la ‘Pika del Dos’, un paso ilegal controlado por Los Pelusos, un grupo disidente de la guerrilla del EPL que se desmovilizó en Colombia en los años 90 y que comando hasta el día de su muerte, en octubre del 2015, alias ‘Megateo’. Esta banda criminal actúa en la frontera en estrecha alianza con la guerrilla del ELN, según el Ejército colombiano.
El recorrido continúa por la alta Guajira venezolana donde el negocio del contrabando y el combustible ya no es de grandes bandas sino de particulares que bajo la modalidad del hormigueo, litro a litro, sacan enormes cantidades de gasolina hacia Maicao (La Guajira) y el Cesar.
El reloj marca las 3:00 de la mañana e iniciamos el recorrido en una caravana de contrabandistas hacia la ciudad de Paraguaipoa, donde la gasolina logra el precio más alto en este lugar de Venezuela antes de ir a Colombia: 14.000 bolívares la pimpina de 23 litros. Cerca de dos dólares.
Antes debemos atravesar el puente sobre el lago Maracaibo para buscar una estaciones de servicio donde se puede llenar el tanque sin que les exijan chip, el dispositivo electrónico que implementó el gobierno Maduro para controlar la gasolina que recibe cada persona y evitar el contrabando.
Ubicar ese sitio donde puedan cargar combustible sin límite les garantiza que la reserva de las camionetas Ford Bronco o los vehículos Caprice Classic saldrán con su capacidad máxima o incluso más, porque la mayoría han inflado los tanques con compresores para expandir su tamaño.
“Lo que se hace es soplar el tanque con un compresor de aire caliente y cuando se infla alcanza un máximo de capacidad que permite meter hasta 20 litros más”, explica uno de los conductores con los que hicimos el recorrido hasta la alta Guajira venezolana.
En cada una de las alcabalas los miembros de la Guardia Nacional están acompañados por hombres de civil, a quienes los contrabandistas llaman paramilitares, que se encargan de recibir el dinero de la cuota que cancelan los vehículos que saben que van a vender gasolina.
De acuerdo con una base de datos que estructuró El País con cerca de 500 casos de policías y militares involucrados en diversos delitos en toda Venezuela, teniendo como fuente los boletines de prensa de la Fiscalía General, la Guardia Nacional Bolivariana es el arma más corrupta. De los 500 uniformados detenidos, 180 pertenecen a la GNB; el 36% de la medición.
De esos 500 casos analizados, 462 se registraron en los últimos cinco años; es decir, el 92% de ellos y el año en el que se desbordó la corrupción en las tropas chavistas fue 2016, poco después del cierre de la frontera, cuando fueron capturados 313 integrantes de la Fuerza Armada, Policía, Cuerpo Técnico de Investigaciones (Cicpc) y el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) en la comisión de distintos delitos.
Los mayores casos de corrupción en los uniformados se dan en Táchira, Zulia y Caracas
La mayoría de los casos corresponden a capturas en los estados fronterizos con Colombia y por alianzas criminales con el narcotráfico y con grupos dedicados al contrabando de gasolina, de carne, de víveres, de materiales de construcción y el robo de avionetas y de medicamentos.
“No tengo duda de que esto está ocurriendo y creo que en eso se basa este Gobierno, en la desmoralización de las tropas y la entrega de la soberanía porque si nos vamos al tema financiero y al saqueo monumental, te das cuenta que entonces necesitas un conflicto para poder tapar lo que está ocurriendo”, aseguró a este diario el general en retiro del Ejército Clíver Alcalá, uno de los altos mandos militares del chavismo, quien distanciado de las decisiones de Nicolás Maduro lamenta que la criminalidad en todas sus formas haya permeado las tropas a lo largo de la frontera.
En Paraguipoa abandonamos la caravana de contrabandistas de combustible luego de la venta del hidrocarburo y seguimos en dirección a Colombia en los viejos jeeps que viajan atestados de productos de toda índole para vender en los departamentos de la costa norte.
A diferencia del interior del país, en la alta Guajira venezolana los contrabandistas tienen la libertad de elegir la persona que habrá de extorsionarlos: o la Guardia Nacional Bolivariana en las vías o los indígenas guajiros que cobran por hacer uso de las trochas polvorientas en sus territorios.
“Por las trochas de los guajiros se traga polvo, pero se economiza una buena plata porque los indígenas se conforman con 300 o 500 bolívares, para la Guardia, como viste, 3500 o 4000 bolívares es muy poquito”, dice el viejo nacido en Maracaibo que nos acompaña en esta travesía.
De esos 500 casos analizados, 462 se registraron en los últimos cinco años; es decir, el 92% de ellos y el año en el que se desbordó la corrupción en las tropas chavistas fue 2016, poco después del cierre de la frontera, cuando fueron capturados 313 integrantes de la Fuerza Armada, Policía, Cuerpo Técnico de Investigaciones (Cicpc) y el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) en la comisión de distintos delitos.
Habilitar trochas en la alta Guajira venezolana es uno de los principales medios de sustento de los indígenas wayú
Minutos más adelante, aparece en la vía otro retén de la Guardia Nacional y sin que el vehículo se haya detenido, el uniformado le pregunta al ayudante del campero “¿Cuánto ha recogido?”. El dinero a su modo de ver no es suficiente y amenaza con requisar a todos; en medio del desespero, los viajeros aportan algo más para aumentar el alijo.
El carro va lleno, por lo que se alcanza a apreciar, de frutas, carne, ropa, zapatos y juguetes; la gente bromea con la suerte que está viviendo.
“A este paso que vamos en Venezuela no van quedar ni pájaros”, dice un contrabandista que viene al lado nuestro en el techo del vehículo tipo campero, y lo hace con conocimiento de causa. Debajo del cajón de madera en el que viene sentado lleva 80 canarios para una venta que ya ha cerrado con antelación en la ciudad de Barranquilla.
Cifras de Inmigración Colombia señalan que en los últimos seis años 350.000 venezolanos han llegado para quedarse en Colombia ante la crisis política, social y económica en su país.
“Al paso que vamos, el último que salga de Venezuela va a tener que apagar la luz y clavar un letrero en Paraguachón que diga ‘Se arrienda este país’ porque no está quedando nada”, sentencia.
El río bajo el
control del ELN
Casi dos horas después de iniciado el recorrido en lancha por el río Tarra, en el sur del estado Zulia, registramos lo que algunos saben, otros presumen y los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro llevan años negando: el control territorial que ejerce la guerrilla colombiana del ELN decenas de kilómetros adentro de Venezuela.
Tras la desmovilización de la guerrilla de las Farc, el ELN se convirtió en la organización ilegal más antigua en Colombia y Latinoamérica, con 54 años de acciones armadas y sus principales actividades económicas han sido el secuestro, el contrabando y el narcotráfico.
El río Tarra es un enorme corredor fluvial que conecta el municipio colombiano de Tres Bocas (Norte de Santander) con el extremo sur del Lago Maracaibo, en el estado venezolano del Zulia, y por su curso aseguran los lugareños que corre tanta agua como la gasolina que transportan en pimpinas los contrabandistas en dirección hacia Colombia.
Debido a la presión militar en Colombia, desde el año 2000 el ELN se fue asentando dentro del territorio venezolano
Sabíamos por información previa que el recorrido conllevaba riesgos. Algunos rumores hablaban de guerrilleros colombianos, pero era una probabilidad remota porque estábamos dos horas adentro del territorio venezolano. El peligro en realidad era el malestar que pudiera causar entre las bandas dedicadas al contrabando la presencia de unos pescadores desconocidos.
Así quedó establecido en el libreto que preparamos la noche anterior para hacer frente a alguna eventualidad. Pescadores, que llevamos carnada para bocachico y paletón, que nos dirigimos en dirección a Tres Bocas, frontera con Colombia, y que venimos desde El Pato, un caserío en el Municipio de Casigua, en Zulia, uno de los estados con las mayores reservas de petróleo en Venezuela.
Con la lección aprendida, el motor se enciende antes de las 9:00 de la mañana un día de finales de julio y damos inicio al recorrido por el Tarra; no pasa mucho tiempo para empezar a ver el danzar de las canoas que se deslizan hacia Colombia con víveres y decenas de pimpinas de 23 litros de gasolina cada una.
Pero era imposible no llamar la atención cuando transitas en la única lancha vacía por este corredor fluvial. Todo lo que llevamos son equipos de pesca y una vieja nevera disfrazando ante los propios lancheros la intención de registrar ese movimiento ilegal por el río.
Fuentes de Inteligencia aseguran que por los estados Apure y Táchira se han movido los cabecillas del ELN
Con un dispositivo oculto de grabación intentábamos hacer algunas imágenes y cuando aparecen dos lanchas de frente como cerrando el paso y luego se abren para obligarnos a cruzar por el medio. Al parecer alguien no está conforme con nuestra presencia y el ayudante de la embarcación nos pide no sacar teléfonos ni hacer fotografías.
Un par de curvas más arriba centramos la atención en un banco de arena donde varios hombres están cargando una lancha con más de 20 canecas con capacidad para 55 galones de gasolina e intentamos obtener las imágenes con el teléfono celular. De repente un silbido apacigua el rugir del motor y la lancha se reclina lenta contra el barranco.
Luego la voz del lanchero nos alerta y, sin alcanzar a esconder el teléfono, quedamos de frente a un hombre de baja estatura, botas militares, camiseta sin mangas, pelo rapado y aferrando un fusil M-4 en su mano derecha. Pese al calor en esta zona petrolera, la adrenalina congela el cuerpo y escasea el aire.
Mentalmente repasamos el libreto de pescadores que preparamos para un duelo verbal con los contrabandistas o la misma Guardia Nacional Bolivariana, pero ignorábamos qué tan eficaz sería para hacer frente a un grupo de hombres armados con fusiles semiautomáticos, como los que portan los ejércitos más avanzados del mundo.
El sol hiere la piel con sus 37 grados de temperatura y llevamos diez minutos sin saber qué o a quién esperamos. Las lanchas siguen bajando por el río, saludan a los hombres sobre el barranco y aunque quisimos pasar desapercibidos, ahora somos el centro de las miradas.
Por los mapas que revisamos previamente, sabemos que el centro poblado más cercano está aproximadamente a 40 minutos de donde presumimos estar y solo sabe de nuestra presencia un grupo de periodistas a ambos lados de la frontera que aguardan atentos una señal. Pero ahora ignoran el riesgo que enfrentamos en esta tierra de nadie. O mejor, en agua de nadie.
En un momento pensamos que era la Guardia Nacional Bolivariana actuando de civil, por el poder de las armas que portan y porque parte de ese recorrido lo realizamos el día anterior por tierra y para llegar a ese punto era necesario atravesar siete puestos de control militar o alcabalas.
De repente el hombre nos ordena dejar la lancha y subir hasta su posición, donde revisa el único bolso que llevamos y realiza algunas preguntas. De una vieja casona ubicada a pocos metros, envuelta completamente por el bosque, otros cuatro hombres portando fusiles AK-47, M4 y Galil, se acercan para vigilar con binoculares de largo alcance la actividad por el río.
La compañía Comandante Diego del ELN es una de las más activas en la frontera por Norte de Santander
Al parecer hay un caserío cerca porque en la distancia se ve a tres personas más y un par de niños jugando descalzos con un vaso de plástico. A un costado de la vieja casa, que creemos que sirve como campamento, aparecen desordenadas varias pimpinas de gasolina y algunos víveres.
Minutos después, lamiendo sus labios como quien acaba de soltar un plato de comida, aparece un hombre de barba y cabello negro a quien los sujetos armados se refieren como el ‘comandante’ y que Inteligencia Militar en Colombia tiene reseñado con el alias de Cristian.
Con marcado acento colombiano solo alcanza a preguntar por los nombres de cada uno de nosotros y nos mira de pie a cabeza cuando su teléfono suena. Al otro lado de la línea parece que los problemas son mayores a los que puedan representar unos pescadores artesanales y con un gesto de mano autoriza que sigamos el camino.
Sin la más mínima pista que nos permitiera saber quiénes eran estos hombres armados a un costado del río Tarra, descendimos de nuevo a la lancha y nos alejamos del lugar.
Aún con los nervios tallando, aparece 15 minutos más arriba otro grupo de hombres armados; esta vez pasamos sin problema porque su prioridad, según el guía, es cobrarles el peaje a las lanchas que van con víveres y gasolina hacia Colombia. El lanchero, un viejo de unos 65 años de piel cobriza, saluda levantando la mano y ese gesto es suficiente para abrir esa puerta imaginaria sobre el río Tarra y seguir sin contratiempos hacia el caserío más cercano.
En un par de oportunidades intentamos saber quiénes son los hombres que nos detuvieron, pero el lanchero responde con evasivas. Seguramente lo sabe, pero no insistimos porque es claro que en lugares como este el silencio es sinónimo de vida.
A los costados del río decenas de lanchas parqueadas en embarcaderos improvisados permanecen llenas de pimpinas de gasolina a la espera de la que la luz del día descienda y con ella la caravana que ha de llegar a pocos metros de la frontera con Colombia.
Tras 28 kilómetros de recorrido llegamos a Tres Bocas, un caserío donde en cada esquina asoma la ilegalidad; donde la devaluación obliga a transportar los billetes de cien bolívares en maletines y grandes bolsas (el Gobierno prohibió el envío de billetes de alta denominación a los sitios de frontera) y el contrabando es el amo del lugar. Un lugar remoto hasta donde tampoco alcanzó el brazo del Estado colombiano a estirar sus instituciones.
Antes de regresar en la tarde, el ayudante de la lancha voluntariamente nos dice en voz baja que los hombres armados pueden ser de un grupo que ha llegado a la región y que llaman ‘Los Pelusos’, que cree que es otra guerrilla que vino de Colombia para reforzar la lucha armada que sostiene el ELN contra los “grupos paramilitares” en territorio venezolano.
Los habitantes de los estados Táchira y Zulia utilizan el término ‘paramilitar’ para referirse a cualquier grupo distinto a la guerrilla. En este caso hacen alusión a la guerra que libran guerrilleros del ELN con las bandas criminales Los Rastrojos y el Clan del Golfo en varios municipios venezolanos por el control de las economías criminales.
En Tres Bocas compramos parte de la faena de los pescadores residentes en la zona y con la nevera llena iniciamos el regreso. En un gesto amable, y esperando saber algo más de los hombres armados, decidimos voluntariamente detenernos en el campamento para dejarles algo de lo que supuestamente llevamos como pesca y vino entonces lo inesperado.
A junio del 2017, fueron capturados en la frontera 29 miembros del ELN e incautadas 89 armas y granadas
Los hombres que prestaban seguridad sobre esa arteria fluvial se acercaron a recibir el pescado vistiendo uniforme camuflado similar a los del Ejército de Colombia y portando sobre su hombro izquierdo brazaletes de colores rojo y negro con la sigla ‘ELN’. Por fin una pesca nuestra.
Una oportunidad inédita para un medio independiente de captar en imágenes a la guerrilla colombiana del ELN actuando en suelo venezolano uniformados y con armas de alto calibre; ejerciendo control territorial.
Sebastiana Barráez, analista y periodista venezolana que durante varios años ha seguido de cerca la situación en la frontera, explicó que la presencia del ELN en Casigua y Encontrados es porque las bandas criminales han copado el espacio en la frontera y ellos se movieron más hacia el interior del estado Zulia buscando territorios que puedan controlar.
“La guerrilla del ELN ha actuado muy cómoda allí, pero no teníamos conocimiento de operaciones de tipo militar. Sorprenden las imágenes logradas porque lo que sabemos es que ellos andan de civil y la población de esos sectores saben quiénes son porque ellos son una especie de autoridad en la zona”, explicó Barráez
Fuentes de Inteligencia Militar en Colombia afirman que en territorio venezolano operan las Tropas Especiales Capitán Caribe del ELN, al mando de alias ‘Alexis’, que operan en el norte de Tibú, en suelo colombiano, y el municipio de José María Semprum, en el estado Zulia y El Cruce.
Igualmente, un grupo de fuerzas especiales encargadas de prestar seguridad a los jefes del Comando Central de ese grupo guerrillero, al mando de alias Jhoany, con una presencia fuerte en municipios como Cacigua – El Cubo, donde sostienen un enfrentamiento con las bandas criminales por el control territorial.
Recostado contra la frontera con Venezuela, la guerrilla del ELN tiene el 60 % de sus tropas junto a los Estados de Apure, Táchira y Zulia. Sobre la línea fronteriza es alias ‘César’, del Frente de Guerra Nororiental, quien hace presencia con hombres del Frente Luis Enrique León Guerra.
El ELN ha tenido cercanía con el grupo guerrillero venezolano de las Fuerzas Bolivarianas de Liberación
Tal como ocurre en Colombia, la guerrilla del ELN se ha financiado también en Venezuela de delitos como el secuestro y a comienzos de este año Javier Tarazona, presidente del Colegio de Profesores del estado Táchira, denunció que este grupo armado ilegal se está fortaleciendo con el reclutamiento de niños venezolanos en municipios fronterizos.
Incluso, en varias oportunidades se ha denunciado que en el estado Táchira se sintonizan tres emisoras de esta guerrilla en los diales 96.7 FM, 95.5 FM y 90.1 FM con el nombre de Antorcha Estéreo y otra emisora del Frente Oriental sin que la Comisión Nacional de Telecomunicaciones de Venezuela (Conatel) haya hecho algo para sacarlas del aire pese a las denuncias.
El mayor general retirado del Ejército, Clíver Alcalá Cordones, quien acompañó a Hugo Chávez y ha tomado distancia de las actuaciones de Nicolás Maduro, reconoce en entrevista con este diario que los grupos guerrilleros tenían un pacto con el Gobierno en Caracas desde el gobierno del expresidente Hugo Chávez, pero lamenta que ese acuerdo se haya desbordado.
“En el pasado yo no tengo dudas de que el Gobierno de Venezuela tenía una especie de pacto político con los grupos de este tipo, pero ahora se les permitió avanzar y se les permitió controlar territorios. Estamos en una contradicción, perdiendo soberanía en la frontera y por otro lado pidiéndole a la comunidad internacional que respete nuestra soberanía”, dice el general Alcalá.
Rocío San Miguel, directora de la ONG venezolana Control Ciudadano, aclara, por su parte, que “la Guardia Nacional Bolivariana no está defendiendo en las ciudades del interior la soberanía ni la independencia. Se está defendiendo es la permanencia en el poder de un sistema corrupto”.
Fuentes oficiales aseguran que el ELN recibe atención médica en el municipio de José María Semprum, en Zulia
También contrario al general Alcalá Cordones se pronunció el internacionalista y catedrático de la Universidad del Rosario de Bogotá, Vicente Torrijos, quien cree que la responsabilidad del fortalecimiento de los grupos guerrilleros colombianos en Venezuela le corresponde toda al expresidente Hugo Chávez. “No solo les abrió la frontera y los resguardó de la acción de las Fuerzas Armadas colombianas, sino que les permitió controlar economías ilícitas”.
Barráez agrega que es innegable que existe un trabajo coordinado en la frontera entre las organizaciones armadas colombianas y la Guardia Nacional Bolivariana “que en principio lo que hacía era cobrarles a los contrabandistas una vacuna o un peaje, pero ahora incluso controlan algunas trochas o pasos ilegales”.
Esa actuación coordinada entre militares y guerrilla del ELN facilitará que con su anuencia, esta noche seguramente saldrán de nuevo la caravana de lanchas cargadas de gasolina y de víveres en dirección a Tres Bocas, en la frontera con Colombia, donde el precio del combustible alcanza hasta mil veces su valor inicial.
El poder de las bandas
criminales
Parece una escena del otro mundo. Tres militares de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) escoltan a un hombre de civil, quien espera al final del Puente Internacional Unión para extorsionar a quienes llegan con alimentos desde Colombia al municipio de Boca de Grita, en el Estado Táchira.
Con el desabastecimiento de alimentos en Venezuela, por este paso internacional llegan diariamente entre 15.000 y 20.000 personas al municipio de Puerto Santander (Norte de Santander), procedentes de los estados Táchira, Mérida y Zulia. Todos pasan conscientes de que además de sus gastos, deben separar el dinero para pagar esta suerte de ‘impuesto al hambre’ a supuestas bandas criminales colombianas.
Ya habíamos intentado cruzar hacia Venezuela una vez, pero mientras renegamos de las filas y la alta temperatura advertimos que una mujer fue separada del camino por los uniformados venezolanos, revisados sus paquetes y antes de proseguir debió pagarle a un hombre de baja estatura, barriga generosa, gruesas cadenas que le cubren el cuello y una mochila en la que va depositando el ‘impuesto’.
Los Rastrojos y Clan del Golfo sostienen enfrentamientos en Venezuela por control territorial
Los estimativos de las autoridades venezolanas señalan que el 40 por ciento de los productos básicos que se encuentran bajo control de precios en ese país pasan de contrabando a Colombia y que buena parte de ellos terminan siendo comercializados en el municipio de Puerto Santander.
La explicación para que los mercados y almacenes estén abarrotados de productos con el sello de Precio de Venta al Público (PVP) registrado en bolívares y con el nombre y la bandera de ‘República Bolivariana de Venezuela’: es simple. En Colombia alcanzan hasta 20 y 30 veces su precio real.
Eso lo saben las bandas criminales y por eso su accionar no se limita a cobrar impuesto de ingreso a Venezuela. Comerciantes de Puerto Santander aseguran con un temor palpable que no solo ellos pagan extorsiones a estas bandas, también los contrabandistas, los vendedores formales e informales en ambos países y quienes se dedican al cambio de moneda.
Con el propósito de entender lo que está ocurriendo, decidimos entonces regresarnos hasta Puerto Santander para comprar productos de primera necesidad y tratar de saber lo que pasa con los uniformados.
Luego de terminar nuestro mercado exprés, preparamos todo para intentar grabar con una cámara oculta lo que ocurre al otro lado del puente, en la eventualidad de que los militares decidieran detenernos. En total llevamos cuatro paquetes con harina pan, azúcar, leche en polvo, arroz, elementos de aseo y un par de llantas de motocicleta que compró el guía para rehabilitar su moto, que completa dos meses parada por falta de cauchos.
Tan pronto el guía supo que el propósito es obtener imágenes, intenta persuadirnos de no hacerlo y advierte que si son esas las intenciones no está dispuesto a caminar cerca de nosotros por una cuestión de supervivencia. Que en ese caso él cruzaría antes o después de nosotros.
“¿Estás loco chico? Tú cree que alguien va a atreverse a grabar aquí donde los paramilitares tienen controlado todo. Si solo sacas un teléfono móvil y de inmediato se te ponen atrás para mirar si estás grabando o te leen los chats. Dicen que controlan hasta con cámaras”, advierte el hombre, en alusión a las bandas criminales.
Decidimos atravesar y uno de los dispositivos de grabación va encendido. Delante de nosotros caminan varias personas con paquetes similares y reducimos la marcha porque queremos saber exactamente lo que ocurre y de qué hablan los uniformados con la gente. Mientras las demás personas se alejan, nos quedamos en el puente viendo las lanchas que pasan de Venezuela a Colombia con víveres, ante los ojos de todo el mundo.
Bandas criminales colombianas extorsionan a comerciantes en los estados Táchira y Zulia
Poco después el camino está despejado y caminamos como condenados directo al paredón. Desde la distancia un soldado alto y lánguido nos ve venir y de inmediato se para de su silla, mientras el hombre de civil que los acompaña le quita el dinero a una mujer que lleva con orgullo una camiseta con los colores de la bandera de Venezuela.
Lo primero que pregunta el uniformado es cuánto pagamos por los productos que estamos pasando y alerta a una sargento de nombre ‘K. Martínez’ de que llevamos víveres. La suboficial nos mira fijo y con solo volver la mirada le cede el control de la situación al hombre de civil de baja estatura y barriga generosa.
Con una mirada intimidante, un par de cadenas doradas que le cubren el cuello y sin guardar el manojo de billetes que le acaba de entregar la última víctima, el hombre pregunta a dónde vamos y qué contienen los paquetes que traemos. Decide luego que para seguir, tenemos que darle dos mil bolívares por cada paquete, mientras los oficiales de la Guardia Nacional permanecen al lado nuestro como simples testigos notariales de la extorsión.
Por más de dos minutos contamos y recontamos los 80 billetes que habremos de entregarle para lograr la suma exigida. En este punto de la frontera es escaso el billete de altas denominaciones y todo gira en torno al de cien bolívares. Mientras tanto el hombre se pone de pie y los guardias se ubican a los lados como armando un cinturón de seguridad.
El guía y otras personas que han debido cancelar la extorsión en el puesto militar aseguran que la Guardia Nacional Bolivariana actúa junto a bandas criminales. Intentamos corrobar esa información con el Ministerio de Defensa de Venezuela, pero nunca obtuvimos respuesta.
Con ocho mil bolívares menos en el presupuesto, recogemos los paquetes para seguir el camino; mientras tanto ya los oficiales de la Guardia Nacional tienen retenida a la próxima víctima. Convencidos de que la situación había sido superada, continuamos el camino pero esta experiencia con los miembros de bandas criminales sobre el paso internacional estaba lejos de terminar.
Venezuela relaciona insistentemente a paramilitares colombianos con un intento de golpe
Información de inteligencia recopilada por las autoridades colombianas señalan que a lo largo de la frontera y dentro del territorio venezolano operan las bandas criminales de El Clan del Golfo, como se conoce ahora al clan de Los Urabeños, y la banda criminal los Rastrojos.
El clan del Golfo es una organización delincuencial al mando de alias ‘Chulo’ e integrada por 104 hombres, según los reportes de Inteligencia Militar en Colombia. Su rango de acción va desde Cúcuta, Villa del Rosario y Puerto Santander y se extiende hasta el municipio venezolano de Guarumito, entre Colón y La Fría, en el estado Táchira.
Sobre el puente, dicen las autoridades, quienes operan a ambos lados de la frontera y suman ya una trayectoria larga de vínculos y coexistencia con la Guardia Nacional Bolivariana es la banda criminal Los Rastrojos, una organización que en esta zona está al mando de alias Necoclí.
Esta estructura de 83 hombres, que según fuentes de Inteligencia Militar en Colombia, habría ampliado su rango de acción reclutando a jóvenes venezolanos, tiene fuerte presencia en Puerto Santander (En los corregimientos de Banco de Arenas y Vigilancia) y los municipios venezolanos de Boca de Grita, García de Hevia y Orope, justo el sector donde nos encontramos.
Contra estas bandas criminales se han realizado 23 operaciones conjuntas de Ejército y Policía de Colombia en lo corrido de este año y se ha logrado la captura de 76 personas relacionadas con estas organizaciones y la incautación de 58 armas de fuego y 11 artefactos explosivos.
De lado venezolano las cifras no existen. El País intentó durante tres semanas hablar con el gobernador de Táchira, José Gregorio Vielma Mora, pero la persona encargada de las comunicaciones se limitó a decir que “hay un manejo tendencioso de los medios colombianos hacia Venezuela” y que “ojalá las imágenes que obtuvieron no sean solo del ELN sino también de los paramilitares colombianos, que hay bastanticos por esta zona”.
“Preocupante la presencia de paramilitares colombianos que cruzan la frontera en ambos sentidos constantemente… contrabandeando gasolina, ganado, víveres, vacunado, sicariando, participando en las protestas opositoras, etc. Ojalá también hayan grabado eso”, respondió a través de mensajes la persona encargada de las comunicaciones en la Gobernación del estado Táchira.
Extorsión en dos actos
Cien metros más delante de donde hemos pagado la extorsión a las bandas criminales, ya en pleno centro de Boca de Grita, Táchira, no nos hemos percatado, pero dos hombres apostados junto al cuartel de la Policía aguardan nuestra llegada.
Desde unas sillas plásticas en plena calle principal nos hacen un llamado y el guía intenta explicarles que ya hemos pagado por el paso de los productos sobre el puente al hombre que se hace acompañar por la Guardia Nacional, pero es inútil.
“Si quiere vamos hasta el puente nuevamente para que veas que ya hemos pagado por estos paquetes”, insiste el guía frente a los hombres, quienes nos sorprenden aún más con su respuesta. “Lo que pagaron allá es para la Guardia y para el Seniat (entidad que recauda impuestos en Venezuela), lo que se paga aquí es lo de nosotros”, dice uno de los hombres recostados sobre una silla y quien se niega a decir a quién se refiere cuando habla de “nosotros”.
Se trata de una extorsión en dos actos y ahora los hombres nos exigen tres mil bolívares más para pasar con las bolsas; todos saben que la cifra no es negociable y que intentar evadir el pago es un pésimo negocio, advierte el guía dejando entrever que no hay opción.
Al revisar las imágenes nos damos cuenta que unos pasos más adelante de donde nos retuvo la Guardia Nacional, dos mujeres y un hombre con uniformes del servicio de aduanas de Venezuela Seniat, permanecían atentos a los movimientos del hombre de civil; asumimos que como auditando y registrando los pagos irregulares que se han hecho.
El creador de Los Rastrojos, Wílber Varela, alias Jabón, fue asesinado en Mérida en enero del 2008
A la corrupción y complejidad de la zona se suman elementos nuevos, según autoridades militares en Colombia. El Clan del Golfo y Los Rastrojos están en proceso de fortalecimiento y han aumentado su pie de fuerza con la llegada de nuevos integrantes desde los departamentos de Chocó y Antioquia para fortalecerse en la lucha que sostienen ambas bandas criminales por control territorial y las economías ilegales.
La presencia de la banda Los Rastrojos en Venezuela no es nueva. En el 2008 fue asesinado en el estado Mérida su principal jefe, Wílber Varela, alias Jabón, quien creó esta organización al servicio del narcotráfico para enfrentar en el occidente colombiano a Diego Montoya, alias Don Diego, y su banda criminal Los Machos por las rutas de la droga.
También en el estado Barinas, lejos de la frontera con Colombia, fue capturado a mediados del 2012 a quien todos conocían como Don José, el dueño de una de las más grandes fincas arroceras del estado donde nació el expresidente Hugo Chávez.
Se trataba en realidad de Diego Henao, alias Diego Rastrojo, quien confesó ser el asesino de su antiguo jefe, Wílber Varela, y habló durante su juicio de dos cumbres de narcotraficantes que se hicieron en Barinas junto a Javier Antonio Calle Serna, alias Comba, Daniel 'El Loco' Barrera y Juan Carlos Rivera, alias 06.
Las propias autoridades venezolanas han asegurado que tienen registrada la presencia de decenas de paramilitares colombianos en los estados Táchira, Zulia, Apure, Barinas y Mérida, actuando como parte de economías criminales como el contrabando, el tráfico de drogas, la extorsión, el tráfico de armas y el paso de combustible.
Basta con dar un vistazo a los boletines de prensa de la Fiscalía de Venezuela para darse cuenta que en las pocas acciones en las que se han registrado capturas contra bandas criminales están también involucrados miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, FANB.
Las bandas criminales se disputan con el ELN los territorios que dejaron las Farc en Venezuela
Pero toda acción tiene su efecto y una de esas consecuencias es el actual cierre de la frontera ordenado desde Caracas, a raíz de un supuesto ataque de paramilitares colombianos contra tres oficiales del Ejército de Venezuela, según el presidente Nicolás Maduro.
Ocurrió el 19 de agosto del 2015, cuando tres integrantes del Ejército Bolivariano fueron emboscados y heridos por supuestos paramilitares. Sin embargo, el exembajador de Venezuela ante Naciones Unidas Diego Arria aseguró tras refugiarse en España que el hecho que llevó al cierre de la frontera fue un ajuste de cuentas entre la Guardia Nacional y el Ejército venezolano.
Según explicó Arria a los medios, los militares heridos habían detenido días atrás una camioneta que conducían dos agentes de la Guardia Nacional, quienes se negaron a una requisa y pidieron la presencia de un fiscal. Horas después, ante un delegado del Ministerio Público, fue abierta la camioneta y en su interior se hallaron drogas, 47 millones de bolívares y 3 millones de dólares.
En su momento Arria aseguró que el ataque perpetrado contra los uniformados fue una vendetta por el narcotráfico y el control del tráfico de gasolina.
“El trabajo sucio de la Guardia Nacional Bolivariana en este punto de la geografía venezolana la realizan los paramilitares colombianos. No es gratuito que el cerebro de la estructura criminal Los Rastrojos, con quienes hoy comparte escenario la Guardia Nacional Bolivariana haya sido asesinado en Mérida; el señor se movía sin problemas por las zonas controladas por la Guardia”, dijo un analista venezolano quien pidió no revelar su identidad.
“Son manzanas podridas, actuaciones individuales”, aseguró hace pocas semanas el general Vladimir Padrino López, ministro de Defensa venezolano, tras una operación antinarcóticos que dejó al descubierto que varios uniformados actuaban de lado de carteles de droga colombianos.
Sin embargo, las imágenes logradas por El País durante este viaje al corazón del contrabando y la ilegalidad en Venezuela, revelan que se está pudriendo todo el bulto.
la trocha
de los Pelusos
Aunque no figure en ningún mapa y los libros de geografía hablen oficialmente de siete pasos internacionales entre Venezuela y Colombia, la ‘Pika del Dos’ es extraoficialmente el cruce número 8 y es la única vía, aunque ilegal, por la que se puede ir en vehículo de un país a otro desde que el presidente Nicolás Maduro ordenó el cierre de la frontera.
La ‘Pika del Dos’ es una de las 57 trochas o pasos ilegales que tienen ubicadas satelitalmente las autoridades colombianas solo en el departamento de Norte de Santander (En total son 192 a lo largo de toda la frontera) y por allí se mueve sin mayores obstáculos el contrabando, el tráfico de drogas, el combustible y toda actividad que represente una economía criminal.
Aquí el pasaporte no es necesario para ir de un país a otro y quienes actúan como ‘agentes consulares’, que de vez en cuando aparecen, son los miembros de la banda criminal Los Pelusos, un grupo disidente de la guerrilla del EPL que comandó Víctor Ramón Navarro, alias ‘Megateo, hasta octubre del 2015, cuando murió en una operación conjunta de la Policía y el Ejército de Colombia.
El Ejército Popular de Liberación, EPL, se desmovilizó el 15 de febrero de 1991
Los Pelusos tienen más de 400 hombres entre el Catatumbo y el territorio venezolano, según fuentes militares en Colombia; obedecen órdenes de alias Pácora y esta organización criminal está dedicada especialmente al narcotráfico, el tráfico de combustible y la extorsión a los contrabandistas.
Ninguna señal en la vía conduce hacia la ‘Pika del Dos’. Para encontrar el camino es necesario tomar la carretera que del Táchira va hacia Maracaibo y solo los que se han codeado en actividades ilegales saben exactamente donde tomar el desvío que en 20 kilómetros lleva hasta el municipio colombiano de Tibú, Norte de Santander, considerado la Capital del Catatumbo.
Sin más excusas para estar sobre la vía que una falsa fórmula para ir del lado colombiano a conseguir algunas medicinas, que también escasean en Venezuela, tomamos este paso ilegal pasadas las 2:00 de la tarde sobre una motocicleta y con un sol que ambienta el camino infernal.
En el punto de entrada, y debajo de una palma de sombra generosa, cuatro hombres en motocicleta fungen como anfitriones en la vía. Dos de ellos conducen delante de nosotros durante un par de kilómetros, vigilando cada movimiento a través de su espejo retrovisor, hasta un puesto rudimentario donde ya nos esperaban unos viejos conocidos en este recorrido por las entrañas del contrabando: funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana.
-“¿Ustedes para quién trabajan?”, fue la pregunta inicialmente del uniformado.
-“Para nadie. Vamos a Tibú a comprar una medicina urgente para una tía y a buscar una tapa lateral que se le perdió a la moto”, explicó el guía venezolano, quien tiene además la misión de llevar la vocería para evitar que el acento colombiano nos deje por fuera del camino.
A diferencia de los vehículos que permanecen estacionados al lado del retén, no llevamos combustible, ni víveres, ni carne, ni cobre, ni materiales para la construcción. Sin nada que llame la atención, el uniformado da la espalda como cediendo el paso y se concentra en su teléfono móvil.
No recorremos ni 20 metros cuando al otro lado del camino uno de sus compañeros de armas parece no estar de acuerdo con lo rápida que fue la detención, nos silba y nos hace regresar de nuevo.
-“Para dónde van por ahí”, pregunta.
-“A Tibú”.
-“¿Qué van a hacer allá?”.
-“A comprar un medicamento para una tía y la tapa de la moto”.
-“¿Ustedes ya se censaron?”.
-“Sí. Debemos estar ahí porque pasamos mucho por aquí”, respondió el guía.
El hombre se convence con la explicación y continuamos el camino hacia Colombia, mientras siguen llegando conductores de camionetas y vehículos para hacer religiosamente la parada frente a una mesa vieja, con dos sillas en el frente donde se ubican quienes llegan a ‘dialogar’ con los miembros de la Guardia Nacional Bolivariana.
Tras la desmovilización del EPL, 160 hombres al mando de Francisco Caraballo quedaron en disidencia
-¿Para qué es el censo?, le pregunté al conductor de la motocicleta. -“Por plata. Porque los contrabandistas deben dejar una parte de plata ahí. Todos estos carros que vienen vacíos de allá para acá ya fueron a dejar algo de contrabando a Tibú”, responde.
La vía polvorienta es tan transitada como cualquier frontera internacional. Decenas de camionetas Ford Bronco y automóviles Chevrolet Caprice, preferidos por los contrabandistas de combustible por la capacidad que tienen de almacenar hasta 160 litros de gasolina en su tanque, van y vienen.
También camiones de carga desfilan por esta trocha de tierra amarilla con víveres, chatarra, canecas de combustible y materiales de construcción hacia Colombia durante el día y parte de la noche.
De acuerdo con el guía, en esta trocha “hasta el aviso en el que se lee ‘Bienvenidos a Colombia’ es falso. “Aquí estamos todavía en Venezuela. Lo que pasa es que si se paran con todos estos negocios ilegales en el lado colombiano los coge el Ejército o la Policía y los jode. Pero ellos saben que hasta aquí no van a llegar las tropas y que los protege la Guardia”, asegura.
Demostrar que aquí Los Pelusos no solo controlan el territorio y dictan sus normas, sino que deciden a su antojo por dónde debe cruzar la línea fronteriza sería un gran hallazgo. Sin embargo, en este punto de la geografía, en el corazón del convulsionado Catatumbo, tratar de averiguarlo sería tan mala idea como andar por esta trocha con un dispositivo para lectura de coordenadas.
Resumen de aprehensiones totales 2011-2017
Ver gráficoUnos 300 metros más adelante, al lado izquierdo de la vía, aparece un improvisado puesto de control que según los avisos hace parte de un consejo comunal, aunque los conductores aseguran que nadie instala un rancho en la 'Pika del Dos' sin el visto bueno de Los Pelusos. Una mujer sale al escuchar el ruido de la motocicleta y nos cobra dos mil pesos o cuatro mil bolívares por cada uno.
Un poco más arriba aparece solo un rastro en el lugar en que los contrabandistas aseguran que salen Los Pelusos para controlar actividades ilegales como el contrabando de aluminio, que se ha incrementado por esta vía.
Los Pelusos tienen presencia activo en los 11 municipios colombianos que conforman el Catatumbo
Víctor, quien en realidad tiene otro nombre, ha sido compañero de aventuras ilegales del guía que nos acompaña y al encontrarlo en este camino presume de estar haciendo cobres (dinero) con el aluminio.
“Después de que les pague a Los Pelusos no hay problema. Yo lo que hago es que vendo el aluminio y desde Tibú hago una transferencia al banco en Venezuela. Así le pagan a uno mejor el peso y no carga mucha plata para evitar que le quitenmás”, aconseja Víctor.
La región del Catatumbo es una extensión montañosa sobre Colombia y Venezuela
En lo corrido del 2017, el contrabando de aluminio ha tenido un incremento del 629%, de acuerdo con la División de Impuestos y Aduanas Nacionales de Colombia, en comparación con lo que se vivió en el 2016. Se pasó de 1445 kilos en todo el 2016 a 10.536 kilos a julio del 2017.
El tráfico de aluminio se ha convertido en otra llamativa fuente de ingresos para los contrabandistas, quienes adquieren el kilogramo en Venezuela por 2500 pesos, poco menos de un dólar, y lo venden en Colombia en 4500 o 5000 pesos, cerca de dos dólares, lo que representa una ganancia del 100 por ciento.
‘El pategrillo’
Menos de un kilómetro adelante del retén instaurado por Los Pelusos, un balancín desprovisto de seguridad, y a un lado de la vía bombea petróleo a través de tres tuberías, una de ellas termina junto a una casa cubierta con una membrana negra que impide ver lo que ocurre detrás.
Además de las acciones terroristas contra el oleoducto Caño Limón-Coveñas para extraer petróleo, las autoridades colombianas y los contrabandistas que acostumbran moverse por la ‘Pika del Dos’ aseguran que en este lado de la frontera pozos como ese bombean para diferentes patronos.
“Esto puede ser de Ecopetrol o de Pdvsa, pero de aquí también se alimentan Los Pelusos y el ELN”, asegura el guía, quien dice conocer bien del tema porque su suegro era “encuellador” de la estatal petrolera venezolana y lo sacaron de la empresa por la cercanía de sus hijas con sectores de la oposición.
Los grupos guerrilleros colombianos tienen la capacidad de refinar artesanalmente ese petróleo y de extraer de él un producto conocido como ‘pategrillo’, que no solo sirve para el procesamiento de cocaína sino que logran extraer gasolina para alimentar el contrabando de combustible.
El proceso, según explicó una fuente militar, consiste en depositar el crudo en enormes canecas metálicas a las que llaman marcianos y que al exponerlo a altas temperaturas obtienen el ‘pategrillo’ para refinar la cocaína y gasolina para vehículos; el sobrante termina en ríos y montañas generando un grave daño ambiental.
“El Catatumbo es hoy por hoy una zona muy compleja. Ahí tenemos presencia del ELN y Los Pelusos, dedicados especialmente al narcotráfico y al cobro de cuotas o extorsiones a los contrabandistas de hidrocarburos. Igualmente, al hurto de combustible del oleoducto Caño Limón-Coveñas, el cual convierten en el llamado ‘pategrillo’, que sirve para ser utilizado de insumo en el narcotráfico”, explicó el general Gustavo Moreno, Comandante de la Policía en Norte de Santander.
Justamente, unos metros más adelante y tras casi una hora de camino por la trocha, aparecen dos enormes complejos para el acopio y contrabando de gasolina, donde permanecen parqueados varios camiones con canecas de 55 galones y otros más grandes con canecas de 1000 litros, a la espera de poder cruzar durante la noche en caravana hacia Tibú.
Dentro del primero de estos lugares, llegan varios carros Chévrolet Caprice y otras referencias similares a vender el combustible que han adquirido en las estaciones de servicio en los municipios de los estados Zulia y Táchira.
La vía es amplia y el suelo es testigo de los litros de gasolina que por alguna razón se han derramado por este camino, en adelante como recubierto de alquitrán, donde el olor a combustible domina el ambiente y la visión se hace difusa por efecto de los gases asados al calor de la región.
La Pika del Dos es solo una de las 57 trochas identificadas en Norte de Santander
Cien metros más adelante hay otro complejo aún más grande sobre un piso de tierra ennegrecido por el combustible que, según el acompañante, es petróleo para llevar a refinerías artesanales. A los lados permanece parqueada una flotilla de camiones viejos, a punto de chatarrizar, que son los preferidos por los contrabandistas porque se adquieren a bajo costo y las pérdidas no serán mayores si son incautados por el Ejército o la Policía de Colombia.
Cerca de una decena de esas ‘refinerías’ artesanales ha sido destruida en el último año por la Fuerza Pública, todas en la región del Catatumbo, en los municipios de La Gabarra y El Tarra, donde están los laboratorios para producción de cocaína del EPL y el ELN. Una caneca de ‘pategrillo’ cuesta alrededor de 180.000 pesos, 62 dólares, mientras la de gasolina se vende por cerca de 250.000 pesos, que equivale a 86 dólares.
Lo inexplicable es que los miles de galones de combustible que tenemos al frente, en esta bomba de tiempo que por acción del calor en cualquier momento podría estallar, no los haya visto pasar ninguno de los uniformados de la Guardia Nacional apostados kilómetros más abajo en la entrada a la ‘Pika del Dos’.
En adelante, y ya cerca de Tibú, cada centímetro en la vía anuncia que entramos al territorio del EPL. Entre otras cosas porque este grupo no se autodenomina ‘Los Pelusos’, como ha sido bautizado por las autoridades para identificarlos como banda criminal. Ellos prefieren ser vistos como grupo guerrillero.
De acuerdo con los grafitis en postes y paredes, Los Pelusos son el mismo Frente Libardo Mora del EPL y así se lo recuerdan a contrabandistas y visitantes ocasionales como nosotros.
Del lado colombiano, aseguran fuentes de la Policía Nacional, “esta banda criminal se dedica a hurtar combustible del oleoducto entre Tibú y El Tarra para surtir los grandes laboratorios en sectores como Filo Gringo.
Filo Gringo es justo el sector donde hace un par de meses fueron secuestrados dos periodistas holandeses que grababan un programa de reencuentros familiares y por donde también fue plagiada la periodista española Salud Hernández, quien preparaba un informe especial sobre el Catatumbo, muy cerca del lugar en el que ahora nos movemos.
Es inevitable sentir que en Tibú todo mundo te mira; todo mundo habla en secreto de las personas en la moto que nunca habían visto por la región. El consejo del guía es entrar en la farmacia y comprar cualquier medicamento porque está seguro que ‘Los Pelusos’ saben de nosotros desde el momento mismo en que tomamos la 'Pika del Dos' y seguramente alguien en Tibú estará pendiente de si entramos o no en búsqueda de la medicina por la que supuestamente vinimos. Con varias pastas y un jarabe que no necesitábamos iniciamos el regreso luego de comer en Tibú.
El resurgir del EPL
La guerrilla del EPL se desmovilizó el 1 de marzo de 1991 y aunque 2200 combatientes entregaron sus armas, un reducto de 150 hombres al mando de Francisco Caraballo se agrupó en torno al Frente Libardo Mora y se asentó en la región del Catatumbo.
Documentos de la Fiscalía General de la Nación indican que este grupo disidente se fue fortaleciendo en la frontera venezolana con la ayuda del ELN, con quienes han atacado conjuntamente unidades militares, oleoductos y estaciones de Policía.
Igualmente, en territorio venezolano han unido fuerzas en los últimos años para disputarle a las bandas criminales colombianas en varios municipios de los estados Táchira y Zulia el control territorial y el manejo de las economías ilegales. Entre ellos los sectores de Casigua El Cubo (Zulia) y Orope (Táchira).
En esa disputa, dicen los estrategas militares, es crucial conservar el control del Catatumbo que es de donde brota, literalmente, el combustible que ha mantenido encendida la guerra en Colombia: la cocaína. Una zona que el abandono del Estado la convirtió en campo abonado a la criminalidad.
John Marulanda, consultor internacional en temas de seguridad, indica que con la crisis política y económica en Venezuela ha aumentado la corrupción y la propia Fuerza Armada ha sentido el desabastecimiento y el problema de los bajos salarios y eso es un incentivo a que se dediquen a actividades ilícitas en la frontera.
Agrega que el fortalecimiento de Los Pelusos (EPL), un grupo que el Gobierno colombiano insiste en decir que se ha extinguido, es producto de la suspensión de la aspersión aérea de cultivos ilícitos, “acordada en la mesa de negociaciones de La Habana” y que generó tantos cultivos y tanta cocaína que pasan para Venezuela para que vía aérea se vaya para el Caribe.
El EPL, junto al ELN, extraen combustible del principal oleoducto colombiano
“Los Pelusos mantienen el control de once municipios del Norte de Santander y ellos allí ponen las leyes de convivencia, ordenan los toques de queda, tienen control del territorio. Todo eso está alimentado por la coca y todo eso es culpa de este Gobierno que no ha tomado medido radicales y ha permitido que crezca de manera incontrolable los cultivos de hoja de coca y ahí es donde han venido creciendo y ha resucitado a la sombra de Los Pelusos, la guerrilla del EPL”, dice Marulanda.
Una capacidad que puede ir en aumento, toda vez que Los Pelusos viene en un proceso de aumento de hombres, reclutando jóvenes entre los 15 y los 20 años, y copando espacios que dejó la guerrilla de las Farc tras someterse al proceso de paz con el Gobierno de Colombia.
Esa cercanía de Los Pelusos con el ELN los convierte también en aliados de la Guardia Nacional Bolivariana. En Colombia han sido capturados varios enlaces de Los Pelusos que estaban a cargo de la compra de armas a militares venezolanos.
Entre ellos ‘Camilo Barrera’, capturado en abril de este año en Villa del Rosario, y quien era cabecilla logístico de Los Pelusos y el encargado de distribuir el armamento que adquiría de militares venezolanos, como fusiles, subametralladoras, pistolas y granadas, según fuentes militares.
Muchas de esas armas venezolanas han sido encontradas por las autoridades colombianas en operativos contra este grupo ilegal, que junto a Los Rastrojos y el Clan del Golfo, con asiento en Venezuela, hacen parte de los objetivos a desarticular según fuentes militares.
Los Pelusos son para las autoridades de Colombia y Estados Unidos uno de los principales grupos dedicados al narcotráfico transnacional, exportando cocaína hacia Norteamérica y Europa, usando como plataformas a Venezuela y el mar Caribe.
El negocio de las drogas y el contrabando, según las autoridades estadounidenses, no habría alcanzado estos niveles sin la ayuda de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Por esa razón tiene abiertos procesos en varias cortes contra más de una veintena de funcionarios del chavismo, la mayoría implicados en tráfico de armas y de cocaína con organizaciones criminales colombianas y carteles mexicanos como el de Sinaloa.
Los Pelusos en el Catatumbo tendrían al menos ocho enormes complejos para la producción de cocaína, según Inteligencia del Estado, y con una capacidad para producir alrededor de una tonelada cada mes, que sale hacia Venezuela por trochas como la ‘Pika del Dos’ y que llega hasta los puntos de embarque, tras la hazaña de atravesar todo el país, en las costas bolivarianas.
A nuestro regreso a Venezuela, y luego de caer la tarde, la actividad va en aumento y ya los agentes de la Guardia Nacional permanecen recostados bajo una palma, desde donde levantan la mano en señal de saludo, mientras vehículos y camionetas corren extrayendo de su país todo cuanto pueden.
Es como si hubiera llegado ‘la hora feliz’ para los contrabandistas por esta trocha que, al parecer las autoridades colombianas ni venezolanas han visto, desde octubre del 2015, cuando Maduro ordenó el cierre de la frontera, se convirtió en uno de los pasos internacionales más activo de toda América, después de la frontera entre Estados Unidos y México.
Gasolina con
sello militar
La ruta entre el estado Táchira y la alta Guajira venezolana debe ser de los pocos lugares en el mundo donde los contrabandistas pueden decidir la persona que los estafe: los indígenas guajiros por sus trochas o la Guardia Nacional Bolivariana en sus retenes militares.
En este punto de la geografía venezolana es casi imposible salir con el bolsillo ileso de la veintena de puestos de control militar que habremos de encontrar. Por eso acatamos el consejo del conductor que nos lleva a Maracaibo, de sacar aparte un fajo de bolívares para irlo repartiendo proporcionalmente en el camino.
Hace apenas una hora salimos del municipio de La Fría, estado Táchira, y en dos de los cuatro puestos de control de la Guardia Nacional ya hemos debido pagar $4000 y $5000 bolívares como si se tratara de un acto habitual; patentado por la costumbre.
Con el argumento de “preservar la paz”, Nicolás Maduro ha llenado la frontera con gente de la Guardia Nacional Bolivariana
Un uniformado nos ordena descender del vehículo y abrir la cajuela, donde hace una revisión minuciosa. Siempre pensamos que en algún momento el acento colombiano nos podría poner en apuros y ese momento había llegado.
Toma el pasaporte colombiano, como abrazando un cheque, y de nuevo se regresa a revisar la cajuela. Al parecer su propia revisión no fue lo demasiado exhaustiva tratándose de un colombiano.
-¿Cuánto lleva en efectivo?”, dice el uniformado.
-Una pregunta, ¿para qué quiere saber cuánto lleva uno en efectivo?”, sale el defensa el conductor.
-Es que usted no me está declarando nada y no me ha dicho de dónde sacó la plata”, riposta el uniformado, quien toma su teléfono móvil para multiplicar la cifra que le entregamos.
Por efecto de la devaluación del bolívar frente al peso, la pantalla se llena de ceros y sin decir palabra cruza la calle, le muestra la cifra a su superior y le entrega el pasaporte como un gran botín.
Durante algunos minutos dialogan a lo lejos y de repente el jefe del puesto de control nos llama e inicia el desactualizado y vergonzoso interrogatorio.
-Aquí tiene un problema porque este pasaporte no está visado.
-No necesito una visa para entrar a Venezuela, le respondo.
-Tiene un visado pero es de Cuba, insiste.
De repente el conductor intenta explicarle que hemos pasado varias redomas y que nadie ha dicho nada porque la visa no es necesaria.
-¿Tú eres el chofer, el abogado o el hermano? ¿Qué cosa eres tú?, le contesta el uniformado y le pide que se retire para que no complique aún más las cosas.
Otra militar en el puesto de control decide intervenir también. “Aquí se han visto casos que pasan las otras alcabalas y no los revisan y cuando nosotros revisamos, encontramos droga y contrabando”.
El oficial abre una página en blanco cualquiera del pasaporte y asegura que es justo ahí donde debe ir la visa para ingresar a Venezuela.
Desde el año 2011 Venezuela eliminó el visado a los colombianos que ingresan por vía terrestre, como parte del acuerdo que permitió el ingreso del país bolivariano al Mercado Común del Sur, Mercosur.
Precisamente, quien firmó ese decreto fue el presidente Hugo Chávez, cuya foto aparece colgada en un cuadro enorme a espaldas del oficial de la Guardia Nacional.
Convencido ya de que el argumento de la visa se quedaba sin peso, sigue detallando una a una las hojas del pasaporte, incluso las vacías, y suelta otra perla.
-¿Dónde tiene el carné del DAS?
-El pasado judicial hace mucho tiempo lo quitaron y el DAS ya fue abolido, le respondo.
-Ahhh, fue abolido. ¿Y por qué?
-Lo eliminaron porque hubo muchos escándalos de corrupción.
-Ahhh claro… ¿Y veo que viajaste aquí a España y no te pusieron un ‘pero’ porque tampoco tienes visa?
-Ya a los colombianos no nos piden visa para ir a España, le respondo y noto cómo la angustia empieza a cambiarle el rostro.
-¿Ahhh sí? Y antes era el país que más le pedían visa para España por la droga.
-Ahhh ¿En España y sin visa?, dice la mujer uniformada y mira a su superior con cara de asombro.
-Y España que es más jodida que…
¿Y por qué aerolínea viajaste tú para allá?, pregunta el comandante luego de recorrer de nuevo todas las hojas del pasaporte y comprobar que escasean los argumentos.
-Avianca.
-Ahhh Avianca, repite el Guardia y cierra el pasaporte y lo devuelve.
“Viste señor que las cosas se arreglan es dialogando”, le dice el uniformado al conductor, a quien acusa de intentar complicar las cosas.
MILITARES Y CONTRABANDO
Desbordada la corrupción
A raíz de los hechos de corrupción que envuelven a la Fuerza Armada Nacional y la Policía Nacional Bolivariana, El País estructuró una base de datos con la información de cerca de 500 registros públicos de la Fiscalía General de Venezuela y el resultado es que la gran mayoría de capturas por corrupción se dan en la Guardia Nacional Bolivariana.
Los delitos porque están siendo juzgados o ya fueron condenados oficiales de mediano y alto rango van desde contrabando de combustible, de tractores, de motocicletas o robo de carne y de víveres, hasta tráfico de oro, asalto a vehículos de carga, rescate o cambiazos de droga incautada y narcotráfico.
El exmagistrado Eladio Aponte dijo que le ordenaban desde la Presidencia de liberar a militares por casos de narcotráfico
Solo entre marzo del 2015 y junio del 2016 fueron capturados diez integrantes de la Guardia Nacional Bolivariana, ocho sargentos y dos tenientes, en tres operativos por el envío de cerca de1.500 kilos de cocaína a aeropuertos de México y República Dominicana.
De los 500 casos analizados, 462 se registraron en los últimos cinco años; es decir, el 92% de ellos y el año en el que se desbordó la corrupción en la tropas chavistas fue en 2016, poco después del cierre de la frontera, cuando fueron capturados 313 integrantes de la Fuerza Armada Nacional, Policía, Cuerpo Técnico de Investigaciones y el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin).
El asesor internacional en seguridad John Marulanda asegura que todo lo que ocurre con la Fuerza Armada y la Policía en Venezuela es con la anuencia del Gobierno. “Tengo información de primera mano, de fuentes oficiales venezolanas, de que tanto la Guardia Nacional como el Ejército se reparten las ganancias en la frontera”.
“El narcotráfico es el negocio de la Guardia Nacional Bolivariana y lo que tiene que ver con el contrabando de víveres y otros productos le corresponde al Ejército Bolivariano; los jefes de las unidades de esas regiones fronterizas ponen unos cupos a los hombres que encargan del control fronterizo y esos cupos se pagan de acuerdo a lo que ellos cobran por dejar pasar contrabando o drogas”, asegura Marulanda.
Una fuente militar, que pidió la reserva de su identidad, aseguró que “no hay mayor premio para un miembro de la Guardia Nacional que ser destacado en la frontera con Colombia. “Allí es donde se hacen los cobres… muchos chamos y altos mandos militares se han hecho millonarios en esta frontera”.
“Siempre ha habido oficiales al margen de la ética y lamentablemente, sobre todo, en la Guardia Nacional Bolivariana. Y no es que no los haya en el Ejército también, sino que en el Ejército se tiene menos posibilidad. Y no quiero justificar lo que ocurre, pero es que han fortalecido estratégicamente en los últimos años la Guardia Nacional con personas de poca formación de hogar y que caen fácilmente en esas acciones delincuenciales”, aseguró el exgeneral del Ejército venezolano Clíver Alcalá Cordones, quien acompañó a Hugo Chávez durante su gobierno.
“Lamentablemente avanzó en estos dos años en niveles de desprofesionalización nunca antes visto con el aumento del pie de fuerza hasta más de 70.000 efectivos sin la preparación debida”, explicó Rocío San Miguel, directora de la ONG Control Ciudadano.
Desde los años 90 se habla en Venezuela de nexos de militares con bandas del contrabando y el narcotráfico
Otro dato relevante en la base de datos es que uno de cada tres delitos en los que incurrió un uniformado en los últimos años, el 36% del total, fue cometido en los estados más cercanos a la frontera con Colombia.
“En realidad ellos los militares van a la frontera no para cuidar la territorialidad de Venezuela, sino a hacer dinero; y entre otras vainas porque es la única parte de ese país donde actuar de esa manera”, acota Marulanda.
Pero a juzgar por todos los hechos de los que seremos testigos durante el viaje hacia la alta Guajira venezolana, en medio de las caravanas que llevan combustible de contrabando hacia Colombia por los departamentos de La Guajira y el Cesar, lo que queda en evidencia es que las cifras han sido demasiado generosas con la Guardia Nacional.
La otra Maracaibo
Son las 3:00 de la mañana del día siguiente y tal como acordamos, un hombre dedicado al contrabando nos recoge en el hotel y salimos al otro lado del Puente Maracaibo para buscar una estación de servicio donde no sea necesario un chip para comprar combustible.
El chip es un mecanismo de control instaurado por el Gobierno para evitar que los contrabandistas llenen los tanques de sus vehículos varias veces al día o a la semana para vender ese excedente en la frontera con Colombia.
Pocos de quienes a esta hora de la mañana ya hacen enormes filas en las estaciones de gasolina saldrán camino a la alta Guajira venezolana para lograr en un solo viaje el equivalente a tres salarios mínimos mensuales en Venezuela.
Cuando realizamos este viaje, el salario mínimo en Venezuela estaba en $30.000 bolívares y a la fecha ha tenido un incremento del 300%; algo más de $90.000 bolívares.
Con centenares de vehículos con los tanques a rebosar nos encaminamos hacia el desierto, con un calor que cerca de las 5:00 de la mañana ya supera los 30 grados.
Walter y Mario, quienes viajan con nosotros en la vieja camioneta Ford Bronco, tienen rasgos similares. Ambos de baja estatura, contextura gruesa, con una boca a modo de ráfaga que dispara decenas de palabras por minuto y es casi imposible entender lo que hablan.
Más de una veintena de altos mandos mandos militares venezolanos figuran en la lista Clinton
Antes de dejar Maracaibo, sacan aparte el mismo ‘fajo de bolívares para irlo repartiendo proporcionalmente en el camino’, como nos había recomendado quien nos trajo a Maracaibo, y acomoda por fajos pequeños de 500 bolívares. Tantos como puestos de control militar encontraremos en las cuatro horas que nos esperan de viaje.
A juzgar por los fajos, que va acomodando uno a uno en la rejilla por donde su camioneta años atrás desprendía aire fresco, será una decena de redomas las que iremos a cruzar.
La danza de la gasolina inicia también por esta vía, al lado del Golfo de Venezuela, y antes de media hora de camino el primer fajo con cinco billetes de 100 bolívares queda en manos de un sujeto de civil, paramilitares venezolanos, quien lo recibe y de inmediato se lo entrega al guardia.
La estrategia en la alta Guajira es utilizar binomios: un hombre vestido de civil encargado de recoger el dinero de la extorsión a los contrabandistas para no involucrar de forma directa al uniformado, y un Guardia Nacional que recibe el dinero de manos del intermediario.
La situación se repite a lo largo del camino en municipios venezolanos como Santa Cruz de Mara, San Rafael y Sinamaica, y hasta llegar a Paraguipoa, el municipio más cercano a Paraguachón y a Maicao, en La Guajira colombiana.
Sin embargo, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana ha reportado este año el decomiso de miles de litros de gasolina en la frontera de los estados Táchira y Zulia.
“Es imposible que cada día pasen miles de carros y que no se decomise nada; nosotros mismos les armamos los operativos a la Guardia y les entregamos unos cuantos vehículos viejos, que ya no valen nada con algunos miles de litros de gasolina, que valen mucho menos y ellos muestran resultados”, cuenta uno de los hombres que lidera la caravana.
En Paraguaipoa la gasolina llega a los enormes depósitos donde es comprada por contrabandistas mayores a $14.000 bolívares la pimpina de 23 litros.
Uno de los hombres que nos acompaña se ofrece a guiarnos hasta Maicao, en La Guajira colombiana, para mostrarnos como opera aquí el negocio del contrabando de extracción de productos y de todo tipo de elementos distintos a la gasolina.
“Si tiene con qué grabar, alístese que aquí va a ver la poca vergüenza de la Guardia Nacional Bolivariana; eso sí, no se deje pillar porque te joden”, dice el hombre, con quien ahora estamos sentados sobre el techo de un Jeep viejo que no lleva gente en su interior porque ese lugar de privilegio lo ocupan los bultos con productos subsidiados por el Gobierno de Venezuela que salen de contrabando para el mercado colombiano.
El primero de los retenes después de Paraguaipoa le da la razón. En el retén militar un sargento de la Guardia Nacional sorprende por su capacidad de síntesis y sin muchos rodeos, tan pronto para el vehículo, le pregunta al ayudante del viejo Jeep:
- “¿Cuánto recogió?”.
-Hay 3500 bolos
-Nooo. Eso son muchos cobres. Mejor se me bajan todos para una requisa, dice el guardia.
De inmediato la gente se desespera y otro de los pasajeros pide que hagamos rápido una segunda ronda para recoger dinero y podernos ir. Algunos ponen $300, otros $200 y nosotros $500 más. En total fueron más de $6000 bolívares en la ronda.
Analistas aseguran que hay militares que pagan para que los envíen a la frontera porque hacen mucho dinero
El ayudante del carro con todo el dinero en la mano se los entrega al uniformado a través de un lateral del carro y ya satisfecho, sin decir nada, el carro arranca mientras el uniformado entra a dejar el dinero en un motel ubicado al frente del retén.
“Ese guardia sí que es complicado”, sonríe al ayudante al dejar saber a los demás viajeros que le escondió plata y le entregó menos de lo que él creyó.
En muchos puestos no les permitirán seguir sin cuotas mucho más altas que esas y es donde aparecen entonces las trochas de los guajiros. Caminos por el desierto en los que lo que se pagan son $100 0 $200 bolívares para que los indígenas dejen caer el lazo que da paso hacia algún lugar en la vía donde ya no habrá personal de la Guardia.
Las trochas en el desierto tienen tanto o más tráfico que la vía principal y en algunos casos se paga $500 bolívares por persona para seguir el recorrido.
“Esta es la Guardia de las dos mentiras: defender la soberanía, y la entregaron a grupos armados colombianos, y colaborar con la protección del Estado y ellos mismos lo tienen descuadernado”, dice el guía, quien ya se ha dado cuenta que alguien sabe que no somos contrabandistas habituales y que hace unos kilómetros nos siguen y nos vigilan cuatro hombres en dos motocicletas.
la guerra por el
Combustible
Debo reconocer que el ‘Flaco’ tenía razón cuando dos días atrás, en medio de una discusión en el patio de una vivienda en el caserío El Pato, de la localidad de Casigua, en el estado Zulia, insistía intransigentemente que en Venezuela no existe una crisis.
Las crisis solamente existen para quienes las padecen y obviamente él, con 43 años de edad, un rostro caricaturesco y cuerpo largo y escuálido, no ha vivido ningún aprieto. Por el contrario, la situación en Venezuela le abrió las puertas que a muchos otros les cerró.
El ‘Flaco’ tiene quizá uno de los trabajos más nuevos que se han creado en el país bolivariano: algo así como un gestor o tramitador de gasolina. Desde que el Gobierno instauró el chip en los vehículos que transitan por la frontera para que nadie pueda abastecerse libremente y controlar supuestamente el contrabando, a él recurren quienes se quedan sin combustible antes de su próximo turno, una vez por semana, entre ciudadanos del común, conductores de servicio público y, lógicamente, contrabandistas.
Venezuela produce 2.530.000 barriles de petroleo cada día, según Petróleos de Venezuela, Pdvsa
Y aquí estamos nosotros, dos días después, en la estación de servicio donde se rebusca el ‘Flaco’ apelando a sus buenos oficios, que no son baratos, para continuar el viaje por esta frontera porosa en donde se ha desatado una rapiña por el combustible.
Con la instauración del chip, que automáticamente le dice a la máquina la cantidad de gasolina que puede llevar y si le corresponde o no un turno de llenado, ya las ganancias que genera el tráfico de combustible no son exclusivas de los contrabandistas. Ahora se reparten entre muchas personas como el Flaco, miembros de la Guardia Nacional, empleados de estaciones de servicio, controladores y oficiales de la Policía.
El libreto es por todos conocido. Llenar un vehículo cuesta entre 80 y 120 bolívares que apenas alcanzan para comprar un caramelo; sin embargo, para acceder al Flaco se deben tener en el bolsillo 30.000 bolívares con los que él garantiza pasar por delante de quienes llevan horas esperando un turno, que no habrá control por parte de los uniformados y que ingresa directamente a la máquina que distribuye la gasolina.
Esos 30.000 bolívares que se le entregan al Flaco, le deberían alcanzar a un venezolano del común para comprar tres carros cisterna cargados con 10.000 litros de gasolina cada uno (el equivalente a 2645 galones), pero en esta paraeconomía solamente permiten rodar por una semana. Ese mismo combustible en Colombia tendrá un valor superior a los 21 millones de pesos.
Con el fajo de billetes en su bolsa, el Flaco va a la estación de servicio custodiada por Policía y Guardia Nacional y revisa los listados donde varios hombres llevan el control de ingreso para quienes no tienen otra opción que aguardar su turno a través del chip, pero en un trozo de papel adjunto llevan los nombres de los uniformados y el orden en el que cada uno de ellos tiene derecho a las ganancias que generan los cupos que vende el Flaco y una decena de hombres más que trabajan como él.
Aunque las gasolineras cierran a las 6:00 de la tarde, el combustible se sigue vendiendo hasta en la madrugada
De los 30.000 bolívares que recibe el ‘tramitador’, 10.000 bolívares se quedarán en su bolsa y los otros 20.000 irán directamente al bolsillo del oficial de la Guardia Nacional o de la Policía Municipal que figure próximo en el listado.
Son las 9:15 de la mañana y la pantalla del teléfono móvil anuncia que 34 grados de temperatura azotan el estado Zulia. El carro está parqueado a varias cuadras de distancia y hay congestión porque hace dos días no llega gasolina a Casigua.
“Gasolina sí mandan, y por cantidades, lo que pasa es que los conductores de las gandolas (carrotanques) antes de llegar a Casigua se meten por toda esas trochas y los caminos que van al río y por allá dejan todo lo que traen porque les pagan millones”, asegura el guía que nos acompaña.
Como viene ocurriendo desde el cierre de la frontera en agosto del 2015, cualquier chispa enciende el fuego en las estaciones de gasolina convertidas hoy en escenarios de disputa; de repente los conductores de vehículos escolares y de transporte público increpan a los uniformados y amenazan con bloquear el acceso a la estación si solo siguen atendiendo a los clientes “exclusivos” del Flaco y su camarilla.
Con una economía semidestruida, solo los contrabandistas pueden pagar los 30.000 bolívares para entrar en cualquier momento a la estación de servicio. Dos días atrás el Flaco se ufanaba de ser, pese a que no terminó la educación media, el ‘autor’ del cobro de los 30.000 bolívares.
“Sencillo. Los contrabandistas venden tres o cuatro pimpinas y por cada una les pagan 20.000 bolívares. Entonces a la Policía o la Guardia le deben dar la ganancia de una pimpina y para nosotros la mitad de otra; ahí están los 30.000. Así funciona el socialismo”, señala con una expresión de burla en el rostro.
En las riberas del lago Maracaibo se desarrolla una de las principales industrias petroleras de Venezuela
Pero ahora el ambiente es tenso y el Flaco sugiere que nos vayamos y que estemos atentos a su llamada apenas tenga el espacio. “Esto es una venérea mi hermano… este verguero para 40 litros de gasolina que es lo que le venden a uno”, dice uno de los hombres fuera de la fila.
Pasadas las 4:00 de la tarde suena el teléfono y en 10 minutos estamos ubicados en la parte frontal de la fila y solo tres carros nos separan del surtidor. La cantidad de vehículos en espera parece haberse duplicado y sin que lo veamos venir, la puerta de atrás se abre y el Flaco entra para contar y dividir el dinero.
En el bolso que lleva al cuello guarda los 10.000 bolívares que le corresponden y en la parte posterior de su pantalón, a la vista de todos, pone los 20.000 bolívares restantes y sale para entregarle el dinero a quien le corresponda el cupo; en este caso fue un agente de la Policía Municipal, quien ordena bajar una cuerda para que hagamos el ingreso.
El chip solo permite poner 90 litros de gasolina y la maquina dispensadora marca como valor a pagar, 90 bolívares. Los carros entran y salen, a los militares se les nota los fajos de billetes por encima del uniforme, un mismo conductor ingresa hasta cuatro veces en vehículos distintos y de repente, quienes legalmente siguen el procedimiento, azuzados por el calor de la tarde, estallan de nuevo en ira tras el anuncio que realiza un hombre de camiseta blanca y una gorra con la bandera de Venezuela de que se apagarán las máquinas porque son las 6:00 de la tarde y se agotó la gasolina.
Los insultos y reclamos van directamente contra los uniformados que tenían el control de la situación. “Está bien que por cada diez carros metan un transporte y dos favores… dos transportes y dos favores, pero están metiendo seis favores y un transporte, así no vamos a cargar combustible nunca”, alega un hombre sentado en el piso, haciendo referencia con 'favores', a los sobornos que pagan algunos para llenar gasolina sin estar en turno.
Los cerca de cien conductores gritando y protestando, obligan a que un empleado de la estación de servicio venga con una vara a medir si queda gasolina en los tanques bajo la tierra. En uno hay 65.000 litros y en el otro 38.000 y la indignación vuelve de nuevo.
“Están esperando es a que nosotros nos vamos para empezar a meter los carros de ellos; de noche es la cantidad de contranbandistas llenando, pero no nos vamos, aquí amanecemos y vamos a bloquear esta mierda porque si no hay gasolina para unos, no hay para ninguno”.
El hombre con la gorra de Venezuela, quien tiene el control de la estación de servicio y a quien llaman Campino, reacciona también en tono airado y asegura que la empresa para la cual trabaja el hombre que insulta frente a él queda vetada y que mañana tampoco les venderá gasolina.
Cerca de las 9:00 de la noche pasamos de nuevo por la estación de servicio y tal como lo prometieron, varios carros Chevrolet viejos quedaron atravesados impidiendo el acceso al lugar y sus conductores, como prestando guardia, discuten en los alrededores la situación del país.
Estas escenas se repite a diario por todas las estaciones de servicio ubicadas a lo largo de la frontera con Colombia, aseguran los pobladores, y para poder acceder rápidamente sin el chip deben trasladarse una hora más adentro de camino hasta Santa Bárbara del Zulia.
La explicación a lo que viene ocurriendo, de acuerdo con la periodista venezolana Sebastiana Barráez, quien por años ha trabajado en la línea fronteriza, es que el contrabando de gasolina se convirtió en un negocio mucho más lucrativo que el narcotráfico.
“El contrabando de combustible tiene muchos años, pero era algo esporádico y de grupos pequeños; nunca se había visto de manera masiva como ahora. Entiendo que en la frontera el negocio del combustible es más rentable que el de la droga y los riesgos que se corren son menores que los que se asumen con el narcotráfico”, señala Sebastiana Barráez.
El chip en los autos tiene como fin detener el contrabando, pero también hay un negocio en torno a ese chip
Traducido en pesos, la evolución de los precios de la gasolina desde que sale de las estaciones de servicio en territorio venezolano hasta que cruza a Colombia explica las razones por las cuales el contrabando se convirtió en una forma fácil de vida para miles de familias.
En la estación de servicio el galón de gasolina cuesta menos de dos pesos colombianos y luego de transportarla hasta los depósitos ilegales, cerca de los ríos, su valor se eleva a $1228 pesos. En plena frontera el precio del galón llega a los $1500 y puesta en suelo colombiano vale $4500.
Por un solo viaje con 200 galones de combustible, los contrabandistas reciben $900.000 que luego transfieren a través de consignación bancaria a Venezuela a un precio de $0,39 pesos por bolívar. Así las cosas, por esos 900.000 pesos obtienen Venezuela 2’307.692 bolívares, cuando esa gasolina no alcanzó a valer ni mil bolívares. Ganancias superiores al 1000 %.
De acuerdo con cifras extraoficiales de ambos gobiernos, diariamente el contrabando lleva hacia Colombia alrededor de 70.000 barriles, lo que equivale a 3’010.000 galones de gasolina por día. Un negocio en el que los grupos armados ilegales, que son los que reciben las ganancias al final de la cadena, mueven diariamente cerca de tres millones de dólares.
Cifras que coinciden con las pérdidas reportadas por el Gobierno de Venezuela, que asegura que subsidiando el combustible invierte más de US$12.590 millones al año. La explicación, es que refinar un litro de gasolina cuesta 2,7 bolívares y lo que la gente paga es 1 bolívar por litro. El Gobierno subvenciona el restante 1,7 bolívares.
¿Es en Venezuela?
La imagen de decenas de envases que se venden en las calles con capacidad para un galón de gasolina bien puede ser de los sitios de venta ilegal del lado colombiano; en Puerto Santander, en Cúcuta o en Tibú, pero no; estamos en plena ciudad de Maracaibo.
Hasta hace unos años era impensable creer que adentro del territorio venezolano, donde la gasolina es prácticamente gratis, pudiera funcionar una venta ilegal de combustible, pero está ocurriendo y mucho más de lo que la gente puede imaginar.
Cerca de 200, de las 256 estaciones de gasolina instaladas en Maracaibo, surten exclusivamente a quienes tienen el chip y en ellas las filas normalmente tienen entre 50 y 100 carros o camionetas. Las filas en donde aún no se exige el chip pueden llegar hasta 200 carros y tardar entre 4 y cinco horas a que llegue el turno.
El chip es otro negocio. Los reconocidos chavistas, cuenta un contrabandista que acompañamos un día atrás en un recorrido hasta la frontera colombiana en la Alta Guajira, pueden tener un chip para llenar dos o tres veces por semana un carro con 140 litros; pero el que no es del grupo de ellos le dan un chip de 40 o 50 litros que no les da para trabajar (contrabandear) y entonces les toca comprar en el mercado negro un chip por 40.000 o 50.000 bolívares que les permita siquiera 100 litros.
Detrás de una de estas ventas ilegales, en chanclas y sin camiseta está don Rafael*, un hombre oriundo de Machiques, de 61 años de edad y que los últimos 42 de ellos los ha vivido en Maracaibo.
En la parte posterior de su vivienda, donde se alcanzan a ver varios avisos alusivos al chavismo, tiene un viejo Chevrolet Malibú, al que el chip que le otorgó el Gobierno le permite poner 100 litros de gasolina dos veces por semana y de eso vive.
Del tanque de su vehículo obtiene 20 envases de 3,78 litros que los vende afuera de su vivienda a 1200 bolívares cada una y con la escasez del combustible el negocio ha ido en aumento. Tanto, que le ayuda a un hijo a vender el excedente de la gasolina que le queda en su carro cuando tiene de nuevo el turno para ir a la estación a llenar.
Producir un litro de gasolina en Venezuela cuesta casi tres veces más del precio en que se vende
“Yo le vendo gasolina a todo el mundo. Con la escasez y el lío que hay para hacer fila la gente prefiere venir y ponen cuatro o cinco envases que son 18 o 20 litros y me deja 6000 bolívares. Con eso no se compra ni un kilo de arroz y se evita una cola de medio día, que es lo que está demorando una persona para tanquear un vehículo”, asegura Rafael.
El carro de Rafael hace parte de ese museo de vehículos viejos en que se han convertido las calles de todos los municipios fronterizos con Colombia. Con unos tanques con capacidad para almacenar hasta 140 litros de gasolina, los viejos modelos de los años 70 y 80 de Chevrolet Malibú o Caprice son los reyes del camino. Aunque en el interior del país se consiguen en tres o cuatro millones de bolívares, en la frontera algunos que apenas caminan no bajan de 10 o 12 millones de bolívares.
“Cada cual pide lo que quiere por el carro porque no hay control de precios, pero el que tiene un carro de estos no quiere salir de él. Esto más que un carro, es un cajero automático al que todos los días se le saca plata”, señala Rafael, por quien ya aguardan dos carros en su estación de servicio improvisada en la calle para echar combustible.
Mientras tanto las estaciones de servicio siguen atestadas, los ilegales llenando sus arcas, el país recostado en la frontera viviendo exclusivamente del contrabando de la gasolina y el Estado cada vez más quebrado y atado de manos porque es casi un tabú hablar de subir el precio de la gasolina.
Los niños
Chupadores
Las rancherías en la alta Guajira venezolana esconden tras sus paredes, hechas de una mezcla de barro y caña, el fenómeno más perverso del contrabando de gasolina desde Venezuela hacia Colombia: los niños chupadores de Paraguaipoa.
Una cuadrilla de hombrecitos entre 8 y 16 años de edad apostados a los costados de la vía para negociar con los contrabandistas el precio del combustible que traen en sus tanques tras un recorrido de tres horas desde Maracaibo hasta este punto cercano de la frontera con Colombia.
Han pasado 10 minutos desde que entramos a Paraguaipoa, la última ciudad en La Guajira venezolana antes de entrar a Colombia, y un niño en un gesto alegre mueve desesperado un cartón, como espantando miles de mosquitos, con un número ‘14’ pintado por ambos lados.
Cifras no oficiales indican que el 40% de los niños de Paraguaipoa abandonaron la escuela en los últimos años
El reloj marca algo más de las 9:00 de la mañana y la temperatura ya supera los 35° centígrados en este enclave desértico frente al Golfo de Venezuela. El calor es sofocante y sobre la puerta caliente se recuesta el menor a quien llamaremos Jimaai (joven entre 12 y 14 años en la lengua Wayú).
-¿A 14 dónde?, pregunta el contrabandista con el que viajamos.
-Allá atrás del hotel, señala Jimaai con un español poco claro.
-Dale un poco más alto, intenta negociar el conductor.
-No puedo chamo, responde Jimaai, en el que es quizá el único lugar en el mundo donde el contrabando es un asunto de niños.
El ‘14’ es en referencia a los $14.000 bolívares que paga por el punto o pimpina de 23 litros de gasolina. Es el valor más alto que hemos encontrado y luego de que el conductor acepta el niño se cuelga en la parte posterior de la camioneta para guiar el recorrido.
Su sonrisa de satisfacción al contacto con el viento es contagiante. El blanco de sus enormes dientes resplandece al contraste con el tono cobrizo que el sol le tatuó en el rostro. Ahora nos conduce por entre una maraña de rancherías convertidas en una bomba de tiempo, donde asoman bajo techos de paja varios barriles de gasolina de 55 galones cada uno.
El contrabando de combustible en la frontera es un negocio lucrativo que mueve más de tres millones de dólares cada mes y evidentemente Jimmai no es quien se lucra de él. Con su camiseta rota, una gorra verde con un puma envejecido y un pantalón al que le falta el botón, es claro que está en el nivel más bajo en la cadena del contrabando, más allá de que en la vía sea el rostro de este delito.
Después de diez minutos de camino por entre la polvareda, Jimaai golpea fuerte y rápido el techo del carro en señal de que hemos llegado y nos pide entrar en una vivienda donde tres niños menores de dos años dan sus primeros pasos alrededor de 21 toneles de 230 litros de gasolina.
“Estos pelaos son parte fundamental en la cadena del contrabando; finalmente ellos manejan todo porque usted casi no ve a un adulto dando cara en este negocio”, explica el guía mientras descendemos del vehículo para tratar de obtener algunas imágenes.
Ya Jimmai corrió hasta el fondo de la vivienda y trae en sus manos una manguera plástica más larga que él y dos pimpinas vacías para extraer el combustible. Intuyo exactamente lo que va a ocurrir, pero por unos segundos albergo la esperanza de que el mismo contrabandista tome el control de la manguera.
Pero no fue así. El hombre abre la tapa del tanque de la gasolina, Jimaai introduce el tubo plástico y a fuerza de pulmón absorbe al máximo tratando de extraer el combustible.
La escena es dolorosa. Sin embargo en esta zona, de las más deprimidas de Venezuela, ver a estos niños chupando gasolina es tan natural como ver en cualquier ciudad del mundo a un menor de edad en una heladería con su pitillo devorando un sorbete. A Jimaai la manguera le abarca toda su boca.
Por más que sus pulmones y caja toráxica se contraen al dar su mayor esfuerzo, los dos primeros intentos fueron insuficientes para lograr el propósito. La tercera es la vencida y la gasolina asoma; el reflejo de los gases distorsiona el ambiente caluroso y Jimaai, tras escupir el combustible que alcanzó a pasar a su boca, empieza a llenar la primera pimpina.
Su instinto de niño permanece intacto. Por más que la pobreza lo haya madurado a la fuerza, y mientras la pimpina se llena, él va jugando con la tapa del tanque de la gasolina. Intento preguntarle la edad, pero con su silencio muestra, evidentemente, que no le interesa conversar conmigo. Nada al rededor de la vivienda está dispuesto en caso de que se presente una emergencia.
Cada cierto tiempo se agacha para cerciorarse de que el líquido suba hasta la señal de los 23 litros y cuando el primer tarro está lleno, dobla la punta de la manguera para evitar derrames y rápidamente la pasa a la segunda pimpina. Como puede lleva la gasolina hasta el lugar donde se guardan las canecas de 55 galones que saldrán a las 10:00 de la noche por entre las trochas rumbo a Maicao, en La Guajira colombiana.
Paraguaipoa, en la lengua de los indígenas Wayú, significa tierra frente al mar
El peso supera el tamaño de su cuerpo y con cada paso torpe que da, el combustible se va derramando en sus manos y su ropa. A un costado, tres menores más corren para desocupar a fuerza de pulmón otra camioneta que acaba de llegar de Maracaibo.
Normalmente, los contrabandistas logran llegar a Paraguaipoa con entre cuatro y cinco pimpinas de gasolina en sus tanques, por las que han pagado 100 bolívares en Maracaibo (una moneda de 50 pesos colombianos o tres centavos de dólar) y en la frontera reciben 70.000 bolívares de ganancia. El dinero suficiente para comprar siete carrotanques de 10.000 litros de gasolina. Es decir, en un solo día obtienen el equivalente a cerca de dos salarios mínimos mensuales, que para la fecha en que hicimos el recorrido era de 40.638 bolívares.
Luego de descargar con sus pequeños pulmones cuatro pimpinas de 23 litros, Jimaai autoriza el pago levantando su dedo pulgar y dos mujeres indígenas sentadas en el fondo de la vivienda, que nunca supimos quiénes son, sacan el dinero de bolsas de plástico negro y cajas de cartón para cancelar los 56.000 bolívares que cuesta el combustible que traíamos.
Esa misma gasolina saldrá esta noche, como históricamente lo ha hecho, en caravanas de camiones por entre trochas o pasos ilegales en dirección al municipio de Maicao, en La Guajira colombiana, o el departamento de Cesar.
Antes de salir, Jimaai se aferra de nuevo de la parte posterior de la camioneta para saltar a la vía a la espera de que más contrabandistas se dejen tentar por su precio. Aunque su sonrisa permanece como dibujada en el rostro y en su bolsillo acaba de sumar unos cuantos bolívares más, también acumula segundos menos de vida y un futuro inevitablemente sombrío.
Por efecto de la inhalación de gases del solvente acumula también microdaños cerebrales que pueden ocasionarle incluso, la muerte, según explica el médico Jorge Quiñones, director de la Unidad de Toxicología del Hospital Universitario del Valle, HUV, en Cali.
“Pero además en el corto plazo, cuando ocurren esas inhalaciones o ingestiones de grandes cantidades, van a presentar lesiones en pulmón y riñón, que son los dos órganos más afectados. Son dos tipos de intoxicación a la que se exponen a diario estos niños: una intoxicación aguda por ingestión pasiva y la otra intoxicación crónica por permanecer en el ambiente donde están los gases por exposición a atmósferas muy saturadas de gasolina”, explica el doctor Quiñones. En este momento los niños chupadores de Paraguaipoa están en una zona desértica con más de 36° de temperatura, una sensación térmica que supera los 45° y el sol arde a rabiar.
Escuelas vacías
En cada rancho en el que se acopia gasolina de contrabando en Paraguipoa, Sinamaica y Los Filúos, se estima que trabajan entre tres y cinco menores de edad. Cientos de muchachos que abandonaron la educación básica primaria para enfrentar la universidad de la vida.
Todos ellos recibirán la ganancia económica más baja en esta cadena, pero pagarán el costo más alto en salud. Porque esta noche con suerte regresarán a sus casas con entre 5000 y 8000 bolívares que solo les alcanzaba, para la fecha en la que hicimos el recorrido, para comprar un kilo de arroz.
Pero en medio de la crisis económica y el desabastecimiento que se vive en Venezuela, ese kilo de arroz hará falta en las casas de Jimaai y sus compañeritos de aventuras en la vía si es que hoy decidieran no ir a trabajar para asistir a la escuela.
La realidad social en la Guajira venezolana y colombiana no les ofrece muchas alternativas para escoger. O hacen parte del 30 por ciento de la población infantil que en esta zona muere cada año por causa de la desnutrición o integra el subregistro de intoxicación y riesgo de muerte que existe por inhalación de gases o la ingesta de gasolina.
Su suerte y la de los otros niños de Paraguaipoa les interesa a muy pocos. De hecho, las últimas cifras oficiales sobre las condiciones de la niñez datan del año 2011, cuando las fuentes de información del chavismo aseguraron que Venezuela es uno de los cinco países de la región con las cifras más bajas de desnutrición infantil y que entre 1990 y 2009 la desnutrición cayó un 58 por ciento.
No existen cifras oficiales en Venezuela sobre condiciones de salud de los niños de Paraguaipoa
En cuanto al tema educativo, según el Instituto Nacional de Estadística, el estado Zulia, al que pertenece la alta Guajira, tiene una de las cifras más altas en deserción estudiantil durante el periodo 2011-2012 con 27.778 niños de primaria y educación media que abandonaron la escuela sin motivo aparente y parte de ellos se encuentran agitando cartones en las vías.
Sin embargo, el Sindicato Unitario de Magisterio del estado Zulia tiene sus propias cuentas y asegura que la deserción escolar durante el 2016 llegó a un alarmante 60 por ciento.
“Eso son poquitos porque con el hambre que hay ahora en Venezuela, y más en esta zona, ya los muchachos no volvieron a la escuela y todos están dedicados a hacer cobres (ganar dinero)”, señala otro de los contrabandistas, quien nos guiará hasta otro lugar de Paraguaipoa para vender gasolina.
‘Messi’ el malo…
A quince minutos más delante de camino, nos desviamos e ingresamos en otra Ford Bronco de color negra a un patio enorme, detrás de una construcción abandonada, donde el precio que se paga por la gasolina iguala los 14.000 bolívares de Jimaai.
La mancha de combustible derramado sobre el piso de tierra y el olor incesante a gasolina delimitan perfectamente el camino. Sin embargo, otro muchacho, algo mayor que Jimaai, nos explica cómo ingresar y dónde parquear.
El lugar es un patio enorme y abandonado donde hay más niños que en los salones de clase de las escuelas del pueblo, que entraron en crisis por falta de estudiantes. El día anterior hubo una festividad y quienes conocen, aseguran que hoy hay más movimiento que de costumbre y alguien debió salir a buscar más niños para atender la oferta.
Bajo una choza con un techo de paja que lo resguarda del sol, un hombre con una camiseta marcada como ‘Messi’ y con el número 10 del Barcelona de España controla todo el negocio del combustible y los pagos a los conductores y a los niños.
Irónicamente, la estrella del Barcelona es uno de los embajadores de buena voluntad de la Unicef, el organismo que amparado en la Convención sobre los Derechos del Niño vela por el bienestar infantil y la educación en los países en vías de desarrollo.
Pero este ‘Messi’ de piel blanca, cabello ondulado, que domina la lengua wayú y con el acento de quienes habitan en Maracaibo, se dedica a vivir de la explotación de los pulmones de decenas de niños pobres en La Guajira. Enredada en el cuello lleva también una mochila tradicional que parece no tener fondo, de donde saca los fajos de billetes para hacer todos los pagos.
Cada noche salen de Paraguaipoa las caravanas de camiones con gasolina de contrabando hacia Colombia
Los menores de edad van de lado a lado con mangueras y pimpinas, listos a vaciar los centenares de vehículos que llegan a diario a este lugar para vender gasolina. Ya todos saben lo que deben hacer; como si se tratara una lección aprendida.
En cuestión de minutos entran vehículos de servicio público, carros oficiales, camionetas de alta gama, las viejas Ford Bronco, los Chevrolet de tanques enormes, buses y camiones. Los niños van de lado a lado; parece la hora del recreo.
Durante los 23 minutos que estuvimos en este depósito ilegal, ingresaron 31 carros para vender gasolina y cada minuto el olor se hace tan fuerte como la sensación de mareo.
Mientras caminamos por un costado del enorme patio aparece entre el ambiente distorsionado por los gases del combustible un niño mucho menor que Jimaai. Incluso, se ve menor que los niños de 8 años que conozco, y carga varios trozos de manguera en su cuello.
El conductor de un Chevrolet Caprice baja la placa y el pequeño introduce una manguera y absorbe con fuerza el líquido. Mientras tanto a su costado otros cuatro menores hacen lo mismo. La inhalación de gases de gasolina y la ingesta de cantidades considerables afectan gravemente el sistema nervios en el mediano plazo, según la Organización Mundial de la Salud.
Como si se tratara del pizarrón de un salón de clase, detrás de ‘Messi’ un niño realiza una secuencia de rayitas sobre la pared con un trozo de carboncillo. Esas líneas representan cada una de las pimpinas que ha extraído para cuando vaya a recibir su pago.
En otra plana más abajo, el menor de edad que descarga el vehículo en el que entramos apunta las cinco canecas que extrajo. Son cerca de las 11:00 de la mañana y en su contabilidad personal ya suma 19 líneas. Mientras se llena la última pimpina, corre con la manguera para descargar un taxi que se ubica justo al lado. Aquí no sonará la campana del recreo porque el que descansa, pierde.
Los efectos de la gasolina en el ser humano pueden ser mortales, según la Organización Mundial de la Salud
Aun así, los niños demuestran hacia ‘Messi’ un respeto profundo y casi que una gran admiración; en medio de su situación de pobreza creen que este antihéroe está aquí para ayudarlos, pero a juzgar por las investigaciones científicas, el ‘10’ en esta cadena del contrabando es justo la persona que los está matando.