Cha-Chaac, la ceremonia para invocar a la lluvia

Dzonot Mezo, Yucatán.- Dzonot Mezo es un poblado en medio de la selva baja de Tizimín, al oriente del estado caribeño de Yucatán, donde hay cerca de 300 habitantes que, en su mayoría, son indígenas mayas. Solo hay una escuela, no hay centro de salud y los pobladores apenas sabe leer y escribir en español.

La mayor parte de los hombres se dedican a cuidar pequeñas porciones de tierra, mediante la agricultura, la ganadería y la apicultura. Pero en los últimos años han alertado que el nivel de agua de sus pozos y del cenote comunitario es irregular. Las lluvias tampoco han llegado con la misma intensidad, pese a que Yucatán es considerada una de las áreas con mayor recarga pluvial.

Los habitantes también comenzaron a observar las operaciones de una empresa en la zona. Se trata de Enerall, fundada por Alfonso Romo, actual jefe de la oficina de presidencia de México. Una compañía dedicada a la agricultura, capaz de desmontar selva y regar de forma mecánica enormes campos de soya y maíz.

Mientras Enerall tiene concesiones para explotar 16.81 millones de metros cúbicos anuales, los habitantes de Dzonot Mezo dedican un día del año para invocar a las fuerzas de la naturaleza y hacer que la lluvia que tanto han esperado, por fin se manifieste.

A esta ceremonia se le conoce como Cha-chaac. Todo comienza con ofrendas de comida: las mujeres preparan gallina, jabalí y venado. Los hombres también cocinan tortillas enormes de maíz que se preparan en hornos improvisados bajo la tierra, mientras beben un vino alucinógeno cuya esencia es el néctar de la corteza del árbol de balché.

También se monta un altar, donde el sacerdote maya Mateo Apostol, hincado frente a la ofrenda de alimentos, invoca a Chaac, una de las deidades más veneradas en la cultura maya. Es un dios cuádruple (con una fuerza en cada punto cardinal), capaz de enviar la lluvia pese a la sequía extrema. También es el protector de la agricultura.

“Es una primicia [ritual] para que llueva. Para los sembradíos y las milpas, porque en este pueblo casi no llueve”, dice el sacerdote maya.

El sacerdote realiza oraciones, mientras un hombre recorre el altar con el incienso que es consumido por las brasas.

Durante la ceremonia, los niños del pueblo golpean el piso con las varas de los árboles, simulando los truenos, y también emiten un sonido fuerte con su boca, imitando el canto de las ranas. Otros pobladores lanzan agua al cielo. Todo es una representación del viento y la lluvia… el llamado urgente a Chaac.

Las mujeres de Dzonot Mezo miran desde lejos, pues no se les permite participar. Cándida Utus, de 37 años explica que esta distancia es debido al ciclo de la menstruación, pues al dios Chaac no le gusta la sangre.

Luego de casi una hora de plegarias, el ritual ahora se convierte en un festín. Aquellas tortillas son combinadas con un caldo de jitomate, chile y trozos de carne. Un platillo cuyo sabor es parecido al pozole mexicano.

Minutos más tarde, comienzan a caer las primeras gotas de lluvia. Sin embargo, los pobladores dicen que es muy pronto para cantar victoria.