Así fue trabajar en Enerall

Emiliano Zapata, Yucatán.- Enrique Nah Ku, de 39 años, es un habitante de la pequeña comunidad de Emiliano Zapata en Tizimín, al oriente del estado de Yucatán. Durante cinco años, de 2009 a 2014, se dedicó a moler piedras y remover tierra en los predios de Enerall, la compañía que fundó Alfonso Romo Garza, actual jefe de la Oficina de la Presidencia de México.

Su jornada comenzaba a las 6 de la mañana y terminaba alrededor de las 6:30 de la tarde en el área de mejoramiento de suelos. Relata que, al iniciar el día, los ingenieros le asignaban una máquina trituradora de rocas y pasaba al menos 12 horas operándola. Pero regularmente, asegura, tenía que trabajar 24 horas seguidas para conseguir un poco más de dinero. Cuando doblaba el turno, alcanzaba un sueldo de 3,000 pesos (150 dólares) a la quincena.

Enrique, un hombre robusto y de tez morena, señala que el tiempo que estuvo en Enerall, nunca sintió que los supervisores tuvieran un trato digno hacia los trabajadores: tenían limitado el acceso a la hidratación, a la sombra y a sus propios alimentos. Tampoco disponían de atención médica inmediata en caso de sufrir algún percance.

Él no es el único que habla de abusos: ocho empleados y exempleados de Enerall entrevistados por separado para este trabajo afirmaron que los tratos en la empresa no eran “dignos” y coincidieron con el diagnóstico de Nah Ku. Sobre esos detalles se intentó obtener la respuesta de la empresa, pero no fue posible hasta el cierre del trabajo.

Enrique, asegura, aguantó por cinco años esa situación hasta que un día les informaron que les bajarían el sueldo porque “la empresa estaba pasando por un mal momento económico”. Para expresar su rechazo, él y sus compañeros intentaron hacer un paro de labores, pero fueron despedidos.

Tras quedarse sin trabajo, afirma, Enrique formó parte de un grupo de 30 empleados que inició los trámites para demandar a Enerall por despido injustificado. La misma versión fue confirmada por otro de los exempleados participantes. Sin embargo, la querella nunca prosperó, pues según dicen, el abogado que habían contratado no siguió con el caso, según señala. Con el tiempo algunos de los inconformes volvieron a Enerall, pero Enrique no lo hizo.

“Yo por mi parte nunca regresé a la empresa, porque no voy a ir a que me maltraten. Si ya me corrieron y voy a regresar a chocar otra vez, no, prefiero buscar por mi cuenta”, dice Enrique, nostálgico, pero con una sonrisa en el rostro.

Ahora trabaja limpiando albercas en un balneario cercano a su comunidad.

Gracias a la investigación que las autoridades ambientales abrieron en 2018 contra Enerall por tapar un cenote en su rancho Asideros, se sabe que la empresa en este entonces tenía cerca de 500 empleados, que provienen principalmente de comunidades vecinas, ubicadas alrededor de las casi 15,000 hectáreas de tierra.

Hasta el momento no es público el número exacto de empleados o exempleados que ha tenido Enerall desde su fundación, inclusive el Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS) clasificó como confidenciales las altas y bajas de los trabajadores, así como las aportaciones patronales, argumentando un “secreto fiscal”, por tratarse de una empresa privada.

El grueso de personas que trabajan o han trabajado con Enerall vive en las comunidades de Sucopo, Cabichén, Emiliano Zapata, Colonia Yucatán y San Lorenzo Chiquilá.

Exempleados de Enerall de algunas de esas comunidades afirmaron que las visitas de Romo a la empresa eran imposibles de ignorar y se desarrollaban bajo estrictas medidas de seguridad. Juana de 24 años, una habitante de Sucopo quien trabajó en la empresa y se encargó de monitorear las plagas en los campos, relata que nunca lo conoció en persona, pero sabe que visitaba Enerall porque antes de aterrizar en helicóptero, sobrevolaba los campos.

En una ocasión, en 2013, recuerda que sus supervisores les pidieron que ella y sus compañeros se “escondieran”. No fue la única vez que sucedió algo similar. José, otro joven de la comunidad de Sucopo narra que, cada vez que llegaba el empresario, se les pedía a los trabajadores del campo que entraran a las bodegas.

“No nos dejaban verlo, solo nos dicen ‘guárdate’. Te guardan en una bodega como una hora”, según cuenta.

Esteban Camacho reconoce a Romo porque un día sus jefes le pidieron que mostrara cómo funcionaba una de las máquinas trituradoras mientras el empresario realizaba un recorrido en Enerall. “Tenía alrededor de seis personas de seguridad”, cuenta Esteban, de 31 años, quien ahora lo ve en televisión.

Durante años, Esteban no supo para quién trabajaba. Su uniforme decía que formaba parte de la compañía Enerall, pero la empresa que le pagaba en efectivo era Servicios Agromod -una subsidiaria de Grupo Plenus, que fundó y presidió Romo hasta noviembre de 2018-, una situación que confirmaron otros trabajadores y exempleados.

Esteban y otros trabajadores narraron que mientras Enerall se expandía, comenzaron a comprar maquinarialo que ocasionó oleadas de despidos.

Los trabajadores que conservaron su trabajo fueron capacitados para operar enormes tractores, pero su sueldo no mejoró sustancialmente. Fue el caso de Esteban, quien al paso de una década en Enerall, su sueldo cambió de 750 a 1,500 pesos (40.35 a 80.7 dólares) a la semana.

En diversas conferencias de emprendimiento, Alfonso Romo se ha referido a Enerall como un proyecto que ha llevado riqueza a las comunidades del sureste mexicano. En 2017, durante un evento organizado por la revista Forbes, el empresario habló de que en la zona de Yucatán nadie había visto el potencial de la tierra y el agua, así como el olvido en el que viven las comunidades mayas.

Frente a decenas de emprendedores declaró que el uso de la tecnología puede llevar riqueza a las zonas más pobres.

“Una de las visiones de nosotros es cómo podemos hacer cuál es el uso de la tecnología para elevar el nivel de vida de miles”, dijo Romo.

Pero el progreso del que habla Romo no es visible en al menos 30 comunidades que colindan con los campos de Enerall. Los pueblos apenas se interconectan con peligrosas carreteras que atraviesan los cultivos, las escuelas cuentan con luz parcialmente y existe una carencia de clínicas médicas.

Algunos de los empleados de Enerall dijeron que están inconformes con los sueldos y las extenuantes jornadas, sin embargo, no hay tantas opciones de trabajo en Tizimín. La empresa que fundó Romo abarca casi todos los campos que van desde el centro del municipio hasta Colonia Yucatán, un recorrido que toma 30 minutos en automóvil.

Por ahora, los trabajadores se aferran a los puestos que poseen, aunque persiste el miedo de que la empresa crezca todavía más y con ello llegue la maquinaria que los reemplace gradualmente.