V. EE.UU. ya no es el paraíso

En principio, ser deportadas a su país de origen puede exponerlas a su muerte. Sin embargo, adquirir el estatus de refugio es una probabilidad azarosa para las solicitantes.

P ati Hernández canturrea una balada de pop latino mientras recorre los pasillos de la sede de Casa Ruby en el barrio Fort Totten, en Washington D.C. En diciembre de 2014, esta mujer trans salvadoreña, alegre y de personalidad arrolladora, decidió abandonar su país y solicitar asilo en Estados Unidos.

Pati tiene 17 años de experiencia como activista. Desde inicios de la década de los 90 no ha dejado de denunciar la impunidad en los crímenes y ataques contra la diversidad sexual, viendo morir a muchas amigas y personas de la comunidad, exponiéndose a riesgos por la defensa de los derechos humanos. Antes de convertirse en solicitante de asilo, dirigía la Asociación Solidaria para Impulsar el Desarrollo Humano de Personas Trans de El Salvador (ASPIDH Arcoíris Trans), pero un día la amenazaron, se asustó mucho y decidió huir junto a su pareja.

“Hace más de dos años presentamos nuestra solicitud acá, habían cambiado (las condiciones) desde el 1 de diciembre, porque dijeron que iban a atender la situación de los niños indocumentados. Llevamos dos años y cuatro meses, y no nos han dado respuesta”, indica Pati.

Conseguir asilo en Estados Unidos se ha vuelto más complicado desde el año 2014. A partir de la crisis de los menores de edad indocumentados en los centros de detención de la frontera con México, en su mayoría centroamericanos, los procesos de miles de personas se detuvieron al declararse como prioridad la atención de esa emergencia humanitaria.

Ahora, lograr el estatus de refugiado toma varios años por la carga que tiene el gobierno de Estados Unidos. A finales de 2015, acumulaba 286 mil 168 solicitudes de asilo pendientes, según reportó la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Además, solo desde 2012, las solicitudes de asilo pendientes de ciudadanos de México, Honduras, Guatemala y El Salvador se quintuplicó, pasando de más de 20 mil personas a superar las 100 mil en 2015.

Mientras el solicitante no obtiene una respuesta oficial definitiva, no debe salir del país so pena de quedar fuera del proceso. Por eso, muchos viven con ansiedad y preocupación al considerarse en un limbo legal, más aún desde la llegada al poder del nuevo presidente, Donald Trump, quien ha arreciado con políticas antimigratorias.

El año en que Pati solicitó asilo, el desplazamiento forzado de centroamericanos hacia Estados Unidos aumentó considerablemente debido al repunte de violencia criminal en estos países. Las personas de la diversidad sexual, en su vulnerabilidad, no quedaron al margen.

Según el registro de tendencias de asilo de la ACNUR, ese año Estados Unidos registró 121 mil 200 solicitudes de todo el mundo, casi 37 mil más que en 2013.

Sin embargo, “cerca del 42% de todas las solicitudes de asilo recibidas en este país fueron presentadas por solicitantes procedentes de México y Centroamérica. Frente al 30% del año anterior, esto demuestra la importancia cada vez mayor de este grupo entre los solicitantes de asilo de esta parte del mundo, que huyen principalmente de la violencia y la persecución a manos de grupos de delincuencia organizada transnacional”, concluye el reporte de ACNUR.

Transmigrantes | Una bandera con el arcoíris de la diversidad LGBTI y un letrero de bienvenida a refugiados fue colocado en una esquina en plena capital estadounidense. Foto: María Cidón Kiernan

La violencia en los países centroamericanos tampoco se detuvo en 2015, generando que el número de solicitantes de asilo en Estados Unidos aumentase hasta suponer el 51% de solicitudes recibidas durante ese año. Según ACNUR, la mayoría provienen de México (19.300), El Salvador (18.900), Guatemala (16.400) y Honduras (14.300).

Aunque Estados Unidos reconoció desde 1994 a las personas LGBTI como minorías perseguidas y como una causal para ser solicitante de asilo, lo cierto es que hasta la fecha no se ha dado a la tarea de registrar el número de casos de asilo en función de la orientación sexual (gais, lesbianas y bisexuales) ni de la identidad de género (transgénero e intersexuales). Por este motivo no se puede saber exactamente cuántas personas solicitan asilo por este tipo de persecución.

Sin embargo, la organización Center For American Action Fund (CAP) ha tratado de cubrir este vacío estadístico a partir de los casos atendidos por la organización Immigration Equality (IE) y Human Right First. Entre los años 2010 y 2014, IE ha logrado asilo para más de 500 personas LGBTI a las que brindó asesoría legal.

Los asilos reconocidos a personas trans provenientes de México y el resto de países centroamericanos pasaron de ser solo dos casos desde en el año 2010 a un total de 23 en 2016, según la información que se solicitó a Immigration Equality. Además, suelen ser la mitad de asilos reconocidos respecto al total de solicitudes recibidas del resto del mundo.

Entre 2015 y 2016, México y los tres países del Triángulo Norte (Honduras, Guatemala y El Salvador) contabilizaron 41 casos de refugio solo de personas trans. El 75 % proveniente de México y El Salvador.

Estas cifras pueden parecer poco representativas por la falta de datos oficiales, porque mientras unos pocos casos se resuelven, otros cientos esperan respuesta o desisten. Y a algunos les pierden la pista porque pasan a manos de otras organizaciones o abogados.

En su informe “Humanitarian Diplomacy: The U.S. Asylum System’s Role in Protecting Global LGBT Rights” (Diplomacia Humanitaria: El sistema de asilo estadounidense y su rol en la protección global de los derechos LGBT), publicado en 2015, el CAP pide al Estado que levante un registro desagregado de las personas LGBTI solicitantes de asilo, dado que esta condición genera discriminación en muchos aspectos que redundan en la obtención del estatus de refugiado. Esto se debe al trauma que sufren en especial las mujeres trans durante las detenciones en centros de migrantes donde son maltratadas, abusadas y obligadas en algunos casos a compartir celda con hombres.

El informe también incluye entre sus recomendaciones la eliminación del plazo de un año para presentar la solicitud de asilo. Muchas personas LGBTI, y especialmente las trans, vienen huyendo de países donde han aprendido a esconder su orientación sexual e identidad de género para sobrevivir, por lo que someterse a los procesos de asilo es una experiencia más traumática y compleja que requiere mayor tiempo para atender debidamente estos casos.

Asimismo, el Center For American Action Fund (CAP) recomendó la contratación de más jueces migratorios y oficiales de asilo para hacer frente a la demanda de esta población vulnerable. En los últimos años la cantidad de jueces se ha estancado, mientras el número de agentes del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza no ha dejado de crecer, doblando el número de agentes entre 2004 y 2012.

Apoyando a las trans latinas en Washington D.C.

Ruby Corado es una mujer trans y activista por los derechos de las personas LGBTI con casi 30 años de vivir en Estados Unidos. Ella llegó a Washington huyendo de su país, El Salvador, donde la guerra le dejó escenas de horror y traumas imborrables de su niñez, cuando vivía en el municipio de Apopa.

Esta mujer se considera “una superviviente de la discriminación”. A los 18 años decidió huir a Estados Unidos. Empezó a trabajar, pero su empleador trató de abusar sexualmente de ella y tras escapar tuvo que pasar varios años en la indigencia por las calles de Washington. Pero Ruby nunca dejó de trabajar y buscarse la vida, por temporadas podía rentar un lugar donde vivir, pero por otras no era así y tenía que estar en la calle, donde dice que logró encontrar amigos que le hicieron sentirse arropada.

Transmigrantes | Washington, DC.- Ruby Corado, de origen salvadoreño, fundó Casa Ruby, organización LGBTI multicultural y bilingüe en Washington. Su lema es “somos la casa de todos”. Foto: María Cidón

La vida en la indigencia es dura, se pasa frío, hambre, se sufre el desprecio y la discriminación. En una noche de lucidez, Ruby se prometió a sí misma que algún día abriría un lugar para dar albergue a todas las personas LGBTI en situación de calle. Soñó con una decoración agradable y suaves sábanas de colores. Hoy día Casa Ruby cuenta ya con cinco albergues y el reconocimiento legal como ONG.

“Aquí no existe el odio, no importa cómo seas, aquí se le da la bienvenida a cualquier persona”, expresa con orgullo Ruby.

Además, desde que Casa Ruby comenzó a implementar el trabajo con la población LGBTI migrante, la llegada de trans centroamericanas no ha dejado de crecer, señala esta salvadoreña.

Washington D.C es una de las ciudades santuario para la población LGBTI en Estados Unidos. Sus políticas públicas contra la discriminación favorecen además que la diversidad sexual no se oculte. Por ejemplo, solo en D.C., hay dos publicaciones gratuitas especializadas en el tema, y en el centro de la ciudad coexisten organizaciones que se enfocan en el trabajo con esta población. Sin embargo, no todo lo que luce es oro, en la capital de Estados Unidos también hay discriminación y crímenes de odio. La población trans latina y la afroamericana son las más afectadas. Solo en el presente año, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) reportó los crímenes de seis mujeres trans afrodescendientes en el país norteamericano.

“En este país hay libertad, pero lo cierto es que también hay crímenes de odio, la diferencia es que las leyes aquí son más duras. Y nosotras estamos dispuestas a correr ese riesgo, porque estamos amenazadas en nuestros países de origen, pero no nos importa perder la vida en la frontera por buscar esa libertad, por buscar seguir con vida. Mucha gente no entiende: oh, Estados Unidos, es bonito. Pero muchas chicas se pierden porque aquí no tienen documentos, no tienen casa, están haciendo trabajo sexual por supervivencia porque no tienen otra opción, es difícil mantenerlas en un solo lugar y trabajar con ellas”, explica la salvadoreña Alexa Rodríguez, directora del capítulo de D.C. para la Coalición Translatina.

Las medidas de la actual administración de Donald Trump están generando que se bloqueen las peticiones y los procesos de asilo. De hecho, en la audiencia “Políticas que impiden el acceso al asilo en Estados Unidos”, convocada el pasado 21 de marzo por 15 organizaciones ante la CIDH en Washington D.C., ningún representante estatal se hizo presente. Esta omisión fue interpretada por las peticionarias como un desinterés en el cumplimiento de los tratados internacionales en derechos humanos que el país ya ha firmado.

Otra vez la discriminación

A Casa Ruby llegan todos los días personas que necesitan apoyo para el tema migratorio, el sentimiento común es el miedo, el temor a la deportación, confiesa Pati.

“Mucha gente de la comunidad trans está preocupada y piensa en irse. Una mujer que acompañó a una trans bien famosa, aquí en Washington, y a quien le negaron la visa, nos contó que fue a entregarse a la frontera de Canadá ¡Tres horas y la dejaron pasar en la frontera!”, exclama Pati.

Esta salvadoreña en proceso de asilo es también asesora para la población latina en Casa Ruby, un centro que da atención a la población LGBTI migrante en la capital estadounidense. Ella explica a las migrantes trans, en su mayoría centroamericanas, cómo seguir los procesos y las aconseja para que tengan calma.

Transmigrantes | Casa Ruby, en Washington, D.C. Foto: María Cidón Kiernan

Cuando una persona ha ingresado legalmente a Estados Unidos, por ejemplo, con una visa, el proceso de asilo aplica en la forma conocida como “afirmativa”. La solicitud mediante formulario se debe presentar en el plazo de un año. Cuando ésta es aceptada, pasa a una entrevista con un oficial de asilo del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS, por sus siglas en inglés). Si la petición es rechazada, se puede presentar hasta dos apelaciones para revisar el caso ante una corte de migración.

“Ahora es que se está poniendo más complicado porque Trump (el presidente de EE.UU.) ha dado órdenes para que se pongan las cosas más difíciles. Pero cuando ya se topa (se logra), te dan un asilo de protección y esperas un año, te dan una tarjeta y al año puedes ser residente, hasta ahorita ese es el proceso - detalla Pati -. Cuando ya has pasado cinco años como residente y has pagado todos tus taxes (impuestos), entonces ahí ya puedes hacerte ciudadana”.

Por otra parte están los procesos de asilo de personas que fueron detenidas cuando ingresaban irregularmente a Estados Unidos. En estos casos el proceso de asilo conocido como “defensivo” es más complejo, se vincula con los procesos de remoción seguidos a través de la Oficina Ejecutiva de Revisión de Casos de Inmigración (EOIR, por sus siglas en inglés).

Al seguir esta vía, los solicitantes de asilo deben comparecer ante un juez de Inmigración, quien decidirá si puede o no optar al asilo en función del “temor real” de los solicitantes por haber sido perseguidos o torturados. Si finalmente les niega el estatus de refugiado, se determinará si puede optar a otra alternativa para evitar su deportación.

Hace unos meses que el esposo de Pati fue agredido en la calle, era el día de la investidura de Donald Trump y las calles estaban llenas de sus votantes. Salía del metro cuando dos sujetos afroamericanos le asaltaron y le hirieron en el rostro, una raja que le atravesó media cara.

Las autoridades no investigaron nada y no dieron con los atacantes a pesar que había cámaras en la zona y que usaron una de sus tarjetas en una tienda donde también tienen videovigilancia, detalla Pati. Ella considera que fue un ataque de odio pues los delincuentes le insultaban y le decían: “faggot” (forma despectiva de decir gay).

Tras este ataque, ella perdió la confianza en las autoridades y no se siente tranquila cuando sale a la calle. Ahora ve en Estados Unidos un reflejo de la misma impunidad que reina en El Salvador, pero bajo el desprecio de ser considerados “latinos”.

Transmigrantes

Iván

“Mi vida se ha parado dos años, huyendo por salvar mi vida”

Vengo de Honduras del municipio de San Pedro Sula. Uno de los municipios más conocido por la delincuencia y la extorsión. Para nosotros los gay la discriminación ahí es muy difícil.

A mi lo que me originó salir fue la muerte de mi hermano, la muerte de mi papá, igual la discriminación hacia mí por ser gay. A pesar de que siempre he vivido oculto. Allá no puedo decir: “soy gay”. Siempre me he mantenido en secreto. Si yo decía que era gay perdía oportunidades de trabajo, perdía oportunidades para conseguir otro tipos de ayudas.

Allá ser gay es una discriminación total. Aparte existen maras como las MS y la 18. Yo desde pequeño tuve una violación por un pandillero que fue capitán de las maras. Me fue difícil convivir en una zona donde había mareros, con el tiempo entraron otras bandas más fuertes de narcotráfico que se encargan de extorsionar. Las bandas llegaron y pelearon ese territorio donde yo vivía.

Entraron matando casi a todos los mareros. Mi papá tenía un negocio y era extorsionado por una renta de 1,200 semanales. Al no pagar por más de dos meses, mi papá fue asesinado. Le dispararon bajando de un taxi.

Lo mismo pasó con mi hermano. La mentada banda de los Olanchanos que recluta jóvenes para que trabajen con ellos, mató a mi hermano.

Busqué otros departamentos para vivir y cuando fui siempre sabían dónde estaba. Habíamos puesto una denuncia por la muerte de mi hermano. No sé cómo se enteraban, pero siempre nos buscaban. Por eso, tuvimos que huir a otro departamento, volvimos a San Pedro.

Primero matan a mi hermano, luego a mi papá, queríamos huir de la casa si queríamos volver a mantener el negocio teníamos que seguir pagando a pesar de que estábamos de luto por la muerte de mi papá. Ellos no tienen piedad, nos dijeron que sí queríamos seguir con el negocio teníamos que seguir pagando.

Fue así como salimos al departamento de Corintios y huímos. Hace poco, le dije a mi mamá que yo era gay. Decido salir un 13 de octubre de mi país. Llegué a La 72 para pedir refugio de nuevo, porque la primera vez que migré fui detenido en Acayucan, Veracruz. Ahí pedí mi primer refugio. Me lo negaron.

Aquí en Tabasco los que no tenemos credencial o los que somos de la comunidad LGBT, nos discriminan mucho. Mi vida se ha parado dos años, huyendo por salvar mi vida.

*Nombre real cambiado a petición del protagonista.

Transmigrantes

Eléctrica

“Nosotros también tenemos derecho a vivir”

Soy Rafael Antonio, soy de Honduras, y me gusta que me digan Eléctrica. Yo agarré este camino para México por tanta discriminación que hay en nuestro país porque nos asaltan, nos asesinan, nos violan, nos golpean.

Uno agarra este camino para que no le hagan daño a su familia porque lo primero que le dicen es: `si no te vas, vamos a matar a tu familia porque vos arruinás a tu familia´. Cuando nosotros también tenemos derecho a vivir.

En Guatemala venía con unos niños, ahí me quitaron 300 quetzales por los dos niños, ellos están en Estados Unidos, pero yo me quedé colgado. Su familia les puso coyote y a mi no.

Me gustaría quedarme en México y estudiar. Ya traigo la profesión de belleza. En Tenosique donde me quedé en La 72 arreglaba el pelo a las migrantes, lo pintaba, cortaba, planchaba, arreglaba uñas. Y todo eso lo sé hacer.

Entrando a México el 1 de septiembre me apuñalaron, me asaltaron aquí en Tenosique, Tabasco. Solicité la visa humanitaria, me la negaron porque me dijeron que no eran suficientes pruebas. Yo pienso que solo con el eso de que me acuchillaron yo tengo bastantes derechos, aún siendo inmigrante.

De hecho esa vez fui a poner denuncia. En Tenosique también hay discriminación. Yo le dije al comandante: ¿que qué quería?, ¿que me cortaran una mano, que me cortaran el pie para que supieran que era verdad?.

El 26 de septiembre de 2016 salí de Honduras. Tramité la visa humanitaria y me la negaron. Me sentí decepcionado. Vengo de mi país, huyendo de la violencia y me vengo a encontrar lo mismo aquí, creo que no es justo porque creo que tengo derechos. Tuve que esperar dos meses para que me dijeran que no a la visa.

En mi país no me pongo “shores” (pantalones cortos), aquí en México lo puedo hacer. Allá me maquillaba poquito y aquí lo vine hacer más. Aquí en México si una persona golpea a un gay u homosexual se va a denunciar porque es una falta de respeto. Dicen que en la Ciudad de México las personas como nosotros tenemos derechos. En cambio, en nuestro país no. Yo creo que el presidente de mi país sería feliz que emigraran todos los gays de Honduras.

Yo en Honduras no me decidía en mi sexo por el hecho de que las personas lo primero que te dicen:`no te da pena por tu familia, le vas a dar pena a tu familia´.Yo lo que hice fue salirme de las manos de mis papás y vivir mi vida. Tengo una amiga que ahora está en Estados Unidos, ella me dijo: `hacé tu vida, viví tu vida y nadie te la puede cambiar sólo que seas lo que sos y quererte como sos´.

En mi familia, mi mamá me acepta como soy, mi papá ya me aceptó aunque al principio no me quería como soy.

En Choluteca lo que existe más es la violación a los gays, golpes y maltratos.Nos agreden primero los mareros porque quieren que uno esté con ellos a la fuerza y creo que no es justo. Yo dije: voy a salir del closet, voy a aceptarme por lo que soy, yo valgo mucho.

En Honduras nos dicen culeros, maricón, hijo de la gran puta. A uno le duelen esas palabras. Te insultan y tienes que hacerte más fuerte.Las palabras duelen, pero sobre todo que no nos maten porque nosotros también tenemos derecho a vivir.

Transmigrantes

Bryan

“Me vine de mi país porque no me quería vender, no lo haré en el camino”

Salí de mi país por las maras. Nunca pensé salir de mi país porque tenía mi buen trabajo, estudiaba, era gerente de mercadeo en una tienda de ropa. Obligatoriamente tuve que salir.

Yo soy gay. No me considero una persona ni fea ni bonita. Para ellos supuestamente si era bonito y querían que yo me prostituyera en una esquina y aparte de vender mi cuerpo, vendiera la droga. Yo me rehusé.

Me raptaron 3 veces, me bajaron de un rapidito (combi), me bajaron de mi carro y otra vez fueron a mi trabajo. La tercera vez ya me iban a matar porque no les daba una respuesta, entonces le dije al chavo que es dizque jefe de la mara que me diera oportunidad de pensarlo dos días. “Te voy a dar dos días, nada más porque te conozco desde morrito” me dijo. Eso fue el 7 de mayo. Ya el 8 de mayo, a las 12 del mediodia, yo salí para acá.

Un dizque coyote me dijo: “yo te paso”. En la aduana no me pidieron un solo documento. En el trayecto de la aduana de Guatemala, como no quise pagar las 500 lempiras al coyote, se puso en su moto, sacó una pistola y me quitó todo lo que tenía: el dinero, mi maletita, teléfono y ropa. Me quedé solo con un suéter. Me senté a llorar en una piedra porque no sabía qué hacer. Vendí mi sueter y seguí con 100 lempiras.

Otro coyote me dijo: “no sé qué vas a hacer porque si no llevas dinero no te van a dejar pasar”. Empecé a caminar. A unos metros de pasar la aduana, unas mujeres me llevaron hasta Esquipula, en donde tenía que tomar el autobús a la capital. Vino una señora y me dijo que fuera a la Basílica para pedirle a Dios.

Ahí hay un mirador donde se mira Esquipula muy hermoso. Me paré en ese mirador y lo que se me vino a la mente fue tirarme de ahí, pero me puse a pensar que todos los problemas en la vida tienen solución, menos la muerte.

Le hice parada a un señor que me llevó a Chiquimula. Estaba muerto de cansancio y el señor empezó a enamorarme: “estás muy bonito, de dónde eres”. Le conté que era de Honduras. “¿Me regalas un beso?”,dijo. “No, ¿qué le pasa?”. Dejó de molestar unos diez minutos. Le pedí que se detuviera para bajarme. Me advirtió: “si te duermes, voy a hacer lo que quiera contigo y voy a empezar dándote el beso que te vengo pidiendo”.

No aguantaba el cansancio y me quedé dormido. No dudó ni dos minutos en darme el beso. Ofreció su casa y me negué. Incluso me ofreció pagarme. Si me vine de mi país porque no me quería vender, no me voy a vender en el camino.

En Honduras las cosas se manejan bien raro. Las mismas maras se enteran de todo. Incluso en Tapachula hubo una persona que me conocía. Un amigo me advirtió: “ten mucho cuidado que en Honduras ya saben dónde estás y puedes correr peligro”.

Tengo muchas ganas de estudiar. Amo estudiar. A futuro yo seré arquitecto y tendré mi propia empresa y no tengo duda que lo voy a lograr porque cuando me propongo algo lo consigo.

Para mí, Estados Unidos nunca ha sido una prioridad. Si hubiese venido con esa intención, ya me hubiese ido. Si me voy a EEUU, todos mis derechos de refugio valen madre, ya no tengo ningún derecho como refugiado. Mi plan es ir a Canadá, por lo mismo quiero estudiar aquí en la Ciudad de México.

Transmigrantes

Alexa Rodríguez

“No pienso regresar a vivir a El Salvador, aquí es mi casa”

La primera vez que vine acá nada que ver con huir de la violencia, en enero del 98, había un poco de violencia en El Salvador, pero no era tan fuerte. Estando acá, en Estados Unidos, me infecté por VIH. Me asuste y pensé: ay, me voy a morir. Entonces me fui para El Salvador en diciembre de 1999, era casi a los dos años de estar acá.

Llegué a mi casa, no le avisé nadie, me recuerdo que estaba ahí mi hermano y me dijo: `¿Qué hacés aquí? Allá te hubieras quedado porque acá a comer mierda viniste´. Pero tuve mi vida regular, por cinco años oculté a mi familia que era positiva. Hasta que empecé a educarme en lo que era el VIH, cómo funcionaba y me convertí en consejera en VIH. Educaba en prevención, formé un grupo de personas para luchar por medicamentos.

Cada vez estaba más femenina, con hormonas, con toda esa visibilidad que tenía luchando me metí en problemas. Yo no estaba haciendo nada malo, pero al exponer a la gente sobre cosas que no estaban haciendo bien, pues les molestaba.

También con los pandilleros, al grado que uno de ellos, muy conocido en Usulután (municipio oriental del país), quiso asaltarme por un cadena de plata que yo tenía. Y como no tenía miedo nos agarramos. Yo me defendí y cuando él ya iba por su camino, yo lo seguía, queriendo recuperar mis cosas. Entonces la policía nos siguió también, pero al pandillero lo dejaron ir, y a mí me pidieron documentos. Uno de los policías me empezó a insultar y a tirar patadas desde la acera. Me decía: mirá como sos, por culero te pasan estas cosas. Y yo le decía: no me pegue, ya me sé sus placas. Al fin me dejaron ir,, pero me dijeron: bueno, ya sabemos donde vivís, te conocemos. Fui a la policía y la persona encargada de recoger los reportes me dijo: qué pena, no creemos que haya pasado eso porque a la hora que dices no había nadie patrullando por ahí.

Eso ocurrió en octubre de 2008, y quedé con mucho miedo. Así que hablé con mi familia y en enero decidí venirme. Llegué a México en avión y estuve tres días en el DF, sola. Contacté a un coyote para que me recogiera. Estuve una semana esperando para que nos pasaran, por el mismo miedo yo me corté el pelo, traía una expresión más masculina.

Cuando ya llegamos a Houston, nos recogieron en una minivan y nos dejaron en una casa donde nos tenían prácticamente secuestrados. Yo me quedé con todo hombres y nos ordenaron que nos desnudáramos. Yo me quedé con un bóxer largo que me había comprado en México; y pensé: yo no me lo voy a quitar. También me quedé con una camiseta puesta. Yo ya tenía senos porque tomaba hormonas. Estaba incómoda porque todo el mundo me vio, pero luego los hombres me dijeron: ¿podemos preguntarle algo? Porque usted no parece que es gay… Eso no me lo tomé como ataque, sino como curiosidad o morbo. Y dije, bueno, voy a darles una educación ahorita. Les dije que era mujer transgénero. Me creyeron y empezaron a preguntarme: ¿Y desde cuándo sabe que es niña? ¿Y cómo se siente? En verdad que me sentí un poco más cómoda porque eran hombres cisgénero, no modernos, pero abiertos a aprender.

El problema fue al llegar la noche, el muchacho que nos daba comida me fue a despertar y me llevó al baño. Me dijo que si necesitaba algo especial me lo iba a dar. Y le dije: Ah, gracias a dios porque necesito una rasuradora, no me gustan los pelos en la cara. ´Ah, sí, yo te lo consigo, lo único que me tienes que hacer sexo oral´. Pero tuve que hacerlo porque para mí era peor tener pelos en la cara que sexo oral con un desconocido y obligada.

Después yo tenía que venirme a Maryland con mi familia. Trabajaba con mi hermana en banquetes. Ella tuvo un problema con su esposo y se tuvo que ir. Quedé una semana en la casa yo sola. Llegó la dueña y me dijo que si no tenía dinero que me fuera. Me fui donde una prima que vivía con una amiga, dormíamos en la sala, en el piso. Como no tenía documentos ni trabajo, hacíamos trabajo sexual. Eso era en Maryland, lo hice por año y medio, pero yo trataba siempre de ir a la escuela, me capacitaba.

Desde 2009 empecé a trabajar en concursos de belleza, porque yo ya organizaba esos eventos en Usulután. En eso no necesitaba certificación, solo hablaba con la gente de una discoteca. Así me fue conociendo la gente y en el camino me fui certificando. En 2012 trabajé en un programa para jóvenes, y en 2013 se abrió la oportunidad en la Clínica del Pueblo, en el programa con mujeres trans. Y ahora ya tengo tres años como directora de Translatina Coalition para DC. En Translatina apoyamos a las mujeres para que se empoderen en temas de salud, servicios legales, a moverse en la sociedad.

Todos los programas del gobierno federal están recortando fondos para hacer un montón de pendejadas, pero estamos listas para hacer guerra. Con la administración Obama como que nos relajamos un poquito y dijimos: wow, es la gloria. Pero ahora paramos las orejas, estamos listas para fight back (pelear de nuevo)

No pienso regresar a vivir a El Salvador, aquí es mi casa. Este año ya puedo aplicar a la ciudadanía.Tengo un año con asilo, cinco con la residencia y otro que pasé en proceso, tengo como ocho años acá.

Transmigrantes

Mema Perdomo

“Yo quiero irme para Canadá, yo aquí no me siento segura”

Hace 10 años yo me vine de El Salvador, me vine porque una de mis mejores amigas fue quemada viva en Usulután, le echaron gasolina los mareros. Mi amiga se llamaba Juan. Yo conocía a los mareros, entonces ellos me amenazaron. Y por eso, yo con el miedo y el pánico, me vine.

Cuando me agarra la Migración, pasé seis días detenida, en una “hielera” (centro detención de migrantes), súper helado, ahí no había nada para abrigarte, tenías que agacharte y aguantar hasta donde podías, donde el baño está así (sin paredes) y te ve todo el mundo hacer tus necesidades y no solo dos personas, habíamos como 20 o 30 personas encima.

Donde yo veía que sacaban a todo el mundo y yo siempre era la última, donde me metían en un cuarto y se burlaban de mí, donde me decían que si yo era woman o man, donde me decían: ¿andás tatuajes? No. ¿Estás segura? Sí.

Donde me desnudaron toda y se burlaban. Donde me tuvieron por unos 20 minutos desnuda, yo lloraba y me decían: ¿Y por qué llorás? Fue una experiencia horrible.

Con el tiempo llegué a Houston (Estados Unidos), a donde mi hermana, yo me despertaba llorando, con pánico, miraba una policía y pensaba que era Migración. Era tanto el miedo que yo tuve, que no me presenté a la Corte.

Viví un año en Houston, no me gustó la vida allí. Me vine para Virgina, tenía otros amigos. Yo quise arreglar con un abogado la solicitud de asilo, y con otro, y con otro. Cada vez que iba donde un abogado era lo mismo, a recordar lo que viví y a ponerme mal, porque me decían: no, no se puede hacer nada.

De ahí volví con otro abogado, este último, hizo una solicitud para ver el caso e hizo dos apelaciones y las perdí. Desde entonces yo me he sentido super mal, estoy nerviosa, he caído en depresión y ahora con ataques de pánico.

Tanto es el miedo que yo quiero irme para Canadá, yo aquí no me siento segura. Pero es también por la situación de mi país, porque en El Salvador a una trans si ellos (pandilleros) quieren, la matan. A tres mujeres trans la mataron en San Luis Talpa (municipio de San Salvador) porque las querían tener de mulas (para meter en los centros penales). Si allá una no hace lo que le piden, la matan o matan a su familia. Y ese es el miedo de volver a mi país.

Transmigrantes

Daniela

“No sabía si iba a regresar caminando o en una caja de muerto”

Soy transgénero con identidad desde los 13 años. Tuve que hacerme chico gay para poder trabajar. Tuve que cambiar mi expresión de género. Cuando se enteraron en ese trabajo que era trans empecé a recibir bullying, más de los talentos, las personas que salen en pantalla.

Tuve que salir de El Salvador porque fui violada y golpeada por unos agentes, soldados. Me llegaron a buscar al trabajo y como pude salí y llegué a mi casa. Pasé aislada de mi casa como 10 días antes de tomar la decisión de venirme. Ya me encontraba sin trabajo, mis deudas se estaban acumulando, ya no veía un futuro en El Salvador. Me daba miedo dar un paso fuera de mi casa. No sabía si iba a regresar caminando o en una caja de muerto.

El tiempo que trabajé como trabajadora sexual aprendí a defenderme.Ya no tenía amigas, ya nadie creía en mí. Tuve problemas con compañeras trans.Creía en las organizaciones pero éstas no contaban cómo pasaban los hechos. Se pusieron en contra mía, no ponían atención, intenté pedir información y no me la daban.

Llegamos a Tapachula (con dos personas) para hacer el trámite de refugio con COMAR.

No fallé en las firmas, durante dos meses. Es un proceso bastante largo para pasar legalmente por México. Si lo cruzamos sin conocer es muy peligroso. Tuve mi documento de protección complementaria y de residente permanente en México. Mi proceso tardó siete meses, no sé porqué.

Me dediqué nuevamente al comercio sexual en Tapachula, luego en la Ciudad de México. Tenía la esperanza de que encontrara un trabajo ya formal que no fuera el comercio sexual y como no pude sacar mi credencial antes de que los de Migración tomaran vacaciones, hasta el 10 de enero la saqué.

En la Ciudad de México fui agredida y por eso decidí seguir adelante. En Tijuana me siento más acogida. Mantenerte ocupada hace que se me olviden las cosas. Se me olvida tanto bullying, tanta discriminación. A la larga tanta violencia que sufres que te vuelves violenta y no te queda otra que ser violenta cuando te toca serlo.

He sido muy “bullyeada” por compañeras de Estados Unidos en redes sociales que me han acusado de terrorista, de asesina, de violadora incluso. Tal vez porque si logré superarme en mi país durante algún tiempo. Tal vez porque sí opté por cambiar mi identidad para conseguir un trabajo y tener una vida estable. Existe mucho la envidia, la ira, la avaricia en nuestra población. Lo mismo en las organizaciones de derecho para las mujeres transgénero, porque en ningún lugar vas a estar viviendo gratis. Siempre te van a pedir algo. Aunque digan que es en apoyo a la comunidad, siempre van sacando su tajada. Pertenecí a una organización llamada Aspid Arcoiris el Salvador en sus inicios pero decidí dejarlo porque no era lo mío y se me negaba la palabra.

Mi idea es seguir hasta EEUU. Siento que se van a calmar las cosas. Unos amigos intentaron y los regresaron. Intentaré entregarme a la Border Patrol para solicitar asilo político.

Transmigrantes

Alejandra

“Hombres machitos, mujeres mujeres”

Yo por mí, estuviera en mi país, tengo mi madre ahí. Quería seguir otra carrera pero no se pudo.

En El Salvador no se puede tener una sexualidad libre como acá en la Ciudad de México porque donde quiera que lo vean, si lo ven a uno trasvestido o maquillado, siempre lo discriminan, se burlan de uno, le tiran piedras o palabras obscenas.

Hay un programa de salud llamado “Entre Amigos” que consiste en darnos charlas para prevenir el VIH, enfermedades de relaciones sexuales, nos dan productos para tener en nuestro hogar y chequeos médicos.

No hay derechos para nosotros. Son pocas las oportunidades laborales. No les gusta tener personas LGBTI, sino “gentes normales”: hombres machitos, mujeres mujeres.Siempre lo sacan corriendo a uno. Lo único que podemos hacer nosotros es trabajar en las estéticas porque otros trabajos no nos lo dan.

Toda mi vida me ha gustado trabajar. Yo era cocinero en un restaurant de alta calidad. Me gustaba cocinar el lingûini, el pollo a la mexicana, los churrascos.

Los pandilleros a uno tampoco lo quieren, andan asesinando a todos los gays. Esa gente de las pandillas es muy machista. Solo ellos quieren ser libres en el país, pero nosotros no. Nosotros tenemos que estar ocultos a todos.

Tuve un problema con las pandillas. En mi cuerpo tengo hasta cicatrices que me hicieron. Estuve a punto de que me mataran y por eso salí huyendo.

Llegaron a mi trabajo, nos golpearon, nos dieron con una pistola, me golpearon en la cabeza. Me asaltaron tres veces, me robaron mi sueldo.

En mi colonia, dominaba la Mara Salvatrucha (MS). De un bando contrario, no podía entrar porque lo tienen muy controlado a uno. En el trabajo se imponía el Barrio 18. Una vez me dijo mi patrón: “creo que se van a tener que salir de acá porque ustedes son de un barrio contrario al que son los de acá”. Hubo una ocasión que hasta se subieron al autobús y solo se dirigieron a mi compañero y a mí porque sabían que ahí trabajábamos. Nos dijeron que teníamos que salirnos de trabajar si no queríamos pagar con nuestras vidas.

Llegué a Migración y me dijeron que lastimosamente mi solicitud de refugio no me la podían dar. Me puse a llorar enfrente de ellos y les dije: “¿por qué, si hasta traigo pruebas?”. Traía pruebas, se las mostré y aún así no me dieron refugio. Por eso, decidí emigrar hacia México.

Ya se me quitaron las ilusiones de ir a EEUU.Quiero quedarme aquí a trabajar y ayudarle a mi mamá. Me gustaría tener una familia, casarme, tener un buen trabajo y ganar bien. Quisiera regresar, ver a mi madre, decirle lo mucho que la amo, pero no se puede...

Su solicitud de refugio fue aceptada el 23 de febrero en la Ciudad de México.

Transmigrantes

Nataly*

“Cuando se te mete el chip de activista ya no hay quien te calle”

Yo vine a los Estados Unidos el 10 de abril de 2015. He estado trabajando varios años en la defensa de los derechos humanos para las mujeres, sobre todo en la despenalización del aborto, y también para la inclusión dentro del movimiento feminista de la población trans en El Salvador. Cuando se te mete el chip de activista y ya ves de cerca cómo es la verdadera injusticia ya no hay quien te calle.

Yo soy una persona intersexual transexual, significa que nazco con una condición biológica con características de ambos géneros, pero mis padres decidieron asentarme como masculino. En mis documentos de El Salvador tengo un nombre masculino y un sexo asignado como masculino, lo cual me hace una persona trans, aunque mi biología y anatomía se desarrolló más en el lado femenino. Mi identidad de género también corresponde al femenino.

Las mujeres trans en nuestro país son expulsadas de sus hogares desde temprana edad, sin escuela ni educación formal porque son marginadas. Desde los 12 o 13 años ya están en la calle, sin familia. Es la misma comunidad trans la que llega a brindarles apoyo, pero entran en el mundo del trabajo sexual. Ahí también entran las pandillas, que empiezan a cobrarles renta.

Gracias a dios y mi situación de privilegio, yo me gradué de un colegio privado, estudié y terminé mis estudios universitarios, hablo cuatro idiomas, no es el reflejo de cualquier otra persona trans, menos de El Salvador.

El primero de abril de 2015, fue un jueves santo, yo fui agredida por un grupo de hombres, a mi me dejaron por muerta y fue así como yo sobreviví. Yo pase prácticamente en shock por dos días. No quería poner denuncia porque sabía que eso ponía en riesgo a mi mamá, a mi familia y a mi persona.

Por mi papel de activista sabíamos que los mismos policías eran los que le daban información a los pandilleros con nombres y números telefónicos de las personas que los habían denunciado. Entonces yo guardé silencio, pero le dije a mi mamá: yo me voy de este país porque yo otro ataque ya no lo voy a sobrevivir, porque ellos creen que estoy muerta.

Así que yo llegué a Estados Unidos con $200 que me dio mi mamá para empezar una vida de cero. Aparecí en Washington D.C. porque aquí ya era conocida por algunas organizaciones que me brindaron apoyo, pero tampoco estaban preparadas para afrontar todas las situaciones de una persona que viene huyendo de la violencia. Al principio estaba homeless (indigente), pero a los 15 días tuve el apoyo de mis amigas acá, que me dieron un lugar donde vivir.

Empecé trabajando más de un año indocumentada. Yo conozco los procesos que la gran mayoría de las personas que están acá, sobre todo desde las deportaciones por la nueva administración Trump. Porque tú puedes conseguir documentación falsa, y es la que te permite trabajar como indocumentada, pero es un delito, por eso prefiero que mi nombre no se publique.

Si solicitas asilo no se recomienda que pidas ayuda del Estado porque eso afecta a tu proceso. Te conviertes en carga para el Estado, y eso es lo que menos quiere el país. Por una parte estás en tu proceso de asilo pero tienes que esperar seis meses, un año o más, mientras resuelven tu proceso ¿Qué haces entonces? Pues tienes que trabajar como indocumentada. Porque a los refugiados el Estado ya sí les responde, pero como asylum seeker, como en busca de asilo, tú no tienes ninguna compensación.

El derecho a la migración es muy violentado en las fronteras porque no están queriendo aceptar la responsabilidad que tienen. Los Estados Unidos tiene posturas bastante hipócritas. Todo el desorden que los Estados Unidos ha realizado en nuestros países… es una vergüenza que digan que estamos sobreactuando o inventado. ¿Quiénes financiaron nuestras guerras y ejércitos? Hay una batalla invisible, no estamos en guerra como hace 35 años en El Salvador, pero lo cierto es que hay una guerra mucho más violenta que la guerra civil.

Los Estados Unidos tiene cifras que puede llenar en refugios, me parece una violación a los derechos humanos negarle a una población el derecho a sobrevivir porque ellos consideran que hay un abuso de denuncias. Ellos viven en zonas seguras, qué saben ellos. Se basan en parámetros como si estuvieran en las ciudades de los Estados Unidos, pero hay estados aquí donde ser LGBTQ es un infierno. Pero aún en D.C. y Nueva York donde hay más tolerancia, no estás libre, yo he vivido violencia y agresión, aquí en los Estados Unidos.

*El nombre utilizado para este testimonio ha sido cambiado a petición de su protagonista.

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