Por Cristian Ascencio, editor y miembro de la Comunidad Periodística de CONNECTAS.

E l domingo 25 de octubre fui vocal electoral por primera vez desde que tengo derecho a voto. En la mesa 158 de la Escuela Claudio Matte de Antofagasta, ciudad en la costa del desértico norte chileno. Los chilenos acudieron a las urnas para votar si aprobaban o rechazaban cambiar la actual Constitución, que data de 1980. Es decir, que fue creada en la dictadura.

Los otros vocales de mi mesa eran una joven de 26 años, estudiante y mamá de un niño de 6, un profesional de 39 años y un conductor de 50. Pasé todo un día con ellos, en una fecha histórica, y no conocí sus caras detrás de las mascarillas. A los únicos que les vi la cara por unos segundos fue a los votantes, a los que se les pedía que se bajaran la mascarilla para saber si sus rostros coincidían con las cédulas de identidad. La democracia en la pandemia.

La entrada de los sufragantes fue relajada, pero constante. La mayoría se mostraba entusiasmado, o eso se podía notar en sus comentarios. Como no se pueden manifestar posiciones durante la jornada electoral, algunos después de votar decían frases como “ojalá nos vaya bien”, o más directamente, pero sin ser obvios, “ojalá que esto cambie”.

En mi mesa los votantes eran en su mayoría treintañeros. Había una buena cantidad de migrantes, sobre todo peruanos y colombianos, que votaron por primera vez después de haber obtenido la ciudadanía. Entre los chilenos también había muchos que estrenaban el voto. No por algún impedimento legal, sino porque nunca antes les había interesado, o nunca habían sentido que esa raya en un papel iba a significar algo importante. Lo sé porque no puedo dejar de ser periodista y se los preguntaba cuando los veía complicados después de recibir el voto. Cuando se les notaba que no sabían muy bien qué hacer.

La abstención electoral en Chile, y sobre todo en Antofagasta, es altísima. En 2016, por ejemplo, para las elecciones municipales solo votó el 28,6 por ciento del padrón. 7 de cada 10 ciudadanos prefirieron ese día quedarse en sus casas. Recuerdo que en esa ocasión visité varias mesas en las que apenas había un puñado de votos. Los vocales leían libros o jugaban videojuegos para matar el aburrimiento. Aquella vez donde menos se votó fue en las mesas de jóvenes y en las de los sectores más pobres.

Con el 99 por ciento de los votos escrutados, el ‘Apruebo’ obtenía el 78 por ciento de los votos, frente al 22 por ciento del ‘Rechazo’ para cambiar la Constitución en Chile. Crédito: Camilo Alfaro-Agencia Uno.

En la elección de este domingo se notó un cambio. Hubo mayor participación de jóvenes y de sectores vulnerables; en la población Bonilla, donde se registraron los mayores enfrentamientos de manifestantes y carabineros durante el estallido social, se vieron largas colas para votar. La participación en la región el domingo fue de 48 por ciento, incluso superando la última presidencial (que fue de un 40 por ciento). Es decir que en medio de una pandemia, con todas las restricciones de movimiento que eso implica, hubo personas que salieron a votar el plebiscito, a pesar de que en años anteriores no les había interesado elegir a su alcalde o presidente.

A las 8 de la tarde se cerraron a la vez todas las mesas del país. En mi mesa, como en casi todas, para el recuento solo estábamos los cuatro vocales y un apoderado de la opción ‘Rechazo’, un joven que se veía un poco incómodo con su labor. El conteo se escuchó algo como esto: “apruebo, apruebo, apruebo, apruebo, rechazo, apruebo, apruebo, apruebo, apruebo, apruebo, rechazo…” A mí me tocó la misión de la contabilización en el pizarrón.

En un momento me di cuenta que por la tendencia que llevaba el ‘Apruebo’ me iba a quedar sin espacio, por lo que tuve que empezar a hacer los cuadros cada vez más pequeños. Y las pocas veces que salía un voto por ‘Rechazo’, con el cansancio del día, sentía que tenía que hacer un largo viaje para marcar esa línea en el otro extremo del pizarrón. ‘Rechazo’ se sentía como un largo retroceso.

Así como se impuso el ‘Apruebo’ por abrumadora mayoría, también ganó de lejos la opción de la Convención Constitucional como el mecanismo para redactar una nueva Carta Magna. Con esta elección, el 79 por ciento de los chilenos rechazó la posibilidad de que los actuales parlamentarios participen en el proceso constituyente, pues el órgano estará conformado por ciudadanos que serán elegidos específicamente para esta tarea. Además, la Convención Constitucional será constituida de forma paritaria, con equilibrio entre hombres y mujeres, algo inédito en el mundo.

La votación a favor de cambiar la actual Constitución fue aun más contundente en lugares alejados de la capital chilena, mientras que la opción de ‘Rechazo’ solo ganó en las comunas más ricas de Santiago. Crédito: Cristian Ascencio.

¿Por qué casi el 80 por ciento de los chilenos votó ‘Apruebo’ para cambiar la Constitución? Para muchos, –me incluyo–, es uno de los últimos símbolos que nos ancla al legado de la dictadura de Augusto Pinochet. Fue creada en 1980 y aprobada tras un cuestionado plebiscito sin transparencia. Es decir, la Constitución actual ya tenía un mal punto de partida: fue redactada bajo un régimen autoritario y legitimada a través del fraude.

Pero ese texto ha tenido una serie de modificaciones a lo largo de los 30 años de democracia chilena, una democracia que se había convertido en ejemplo para el resto de Latinoamérica. Entonces, ¿por qué sigue siendo una carga?

La Constitución y órganos como el Tribunal Constitucional han impedido que modificaciones importantes se lleven a cabo. Por ejemplo, cuando se intentó impedir por una ley que establecimientos educativos tuvieran fines de lucro, el Tribunal Constitucional declaró que esa normativa era inconstitucional, por lo que no se pudo aplicar. El Tribunal Constitucional, un organismo con miembros designados, termina siendo más poderoso que el Congreso elegido democráticamente.

Pero uno de los mayores problemas de la actual Constitución es que a pesar de que se consagra la “libertad de elegir” en materias de educación y salud, esta libertad de elegir, sin sistemas estatales consolidados, ha significado que en esas áreas clave exista una segregación brutal. En realidad solo tiene libertad de elegir quien posee los recursos económicos suficientes. Los otros, la mayoría, se debe conformar con lo que entrega el Estado, que sin los aportes de los más ricos que prefirieron la salud o la educación privada, termina entregando la opción de peor calidad.

Los resultados de la votación confirman ese sentimiento de enorme inequidad. Las pocas comunas grandes donde ganó el ‘Rechazo’ -Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea- son las más ricas, están en Santiago y en ellas se concentran quienes mandan en el país, tanto en materia política como económica. En regiones extremas como Antofagasta, el ‘Apruebo’ tuvo una votación del 83,7 por ciento. En comunas con conflictos sociales y medioambientales de larga data, como Tocopilla, una ciudad con graves problemas de contaminación debido a las termoeléctricas y Chañaral, pueblo costero que tiene una bahía contaminada por las descargas de la minería del cobre, el ‘Apruebo’ obtuvo más del 90 por ciento.

El clamor por un cambio constitucional en Chile se oyó fuerte y claro el pasado 25 de octubre. Que haya sido más contundente entre los jóvenes, los vulnerables y quienes viven apartados del centro de poder, muestra el carácter divisorio de ese texto, un último símbolo de la dictadura que hay que romper para poder escribir una nueva página.

Autor

Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS y del #CONNECTASHub. Fue editor en el periódico El Mercurio de Antofagasta. Integró la primera promoción del Programa de Formación Intensiva de Editores organizado por CONNECTAS. Participó en reportajes colaborativos transnacionales reconocidos, como "Las mujeres carne de cañón del Narcotráfico", "El nuevo éxodo latino" y "Las últimas prisioneras de los nazis en América Latina".

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Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS y del #CONNECTASHub. Fue editor en el periódico El Mercurio de Antofagasta. Integró la primera promoción del Programa de Formación Intensiva de Editores organizado por CONNECTAS. Participó en reportajes colaborativos transnacionales reconocidos, como "Las mujeres carne de cañón del Narcotráfico", "El nuevo éxodo latino" y "Las últimas prisioneras de los nazis en América Latina".