Venezuela, el fantasma de las elecciones en América Latina

Las cruciales elecciones de este año tienen en común la crisis de ese país como descalificación del contrincante. ¿El miedo a convertirse en él es la variable que definen las nuevas presidencias en la región?

Gustavo Petro en Colombia y Andrés Manuel López Obrador en México son un ejemplo de candidatos presidenciales comparados con el chavismo por sus detractores. Fotografía usada bajo licencia Creative Commons Foto: Joka Madruga / TerraLivrePress.com

Venezuela es el fantasma de las elecciones en América Latina. En 2018 está previsto que se lleven a cabo al menos siete nombramientos de nuevos presidentes en la región. Los candidatos, en especial los de izquierda, tienen cautivadores discursos y son radicales en sus formas. Todos los que cumplen con estas características han sido comparados con las promesas que Hugo Chávez hiciera en 1998 a los venezolanos y que lo llevó, con un 36.55% de abstención, al poder.

Luego de 20 años, América Latina se mira en el espejo de la crisis venezolana con el miedo de repetir sus pasos. Es por eso que los políticos conservadores se han aferrado a la idea de hacer de sus campañas unas en la que, además de propuestas, dejen ver a sus detractores como los elegidos para encaminar el continente hacia la debacle.

Hasta ahora se han elegido a tres nuevos sucesores en Costa Rica, Paraguay y Cuba. Este domingo, 20 de mayo, será precisamente Venezuela quien decida -en unas elecciones ilegítimas de acuerdo con la Constitución de ese país (promulgada durante el gobierno de Chávez) y parte de la comunidad internacional- si Nicolás Maduro Moros continúa en el poder.

Mientras que en las próximas semanas sufragarán los electores de Colombia, México y posteriormente Brasil.

Promesas electorales

Que se compare a los candidatos con Venezuela no es algo reciente. Académicos y politólogos coinciden que a los electores los mueven las emociones y algo así pasó en Estados Unidos. El estilo de política de Donald Trump con grandes promesas, intimidación y polarización hizo que este controversial candidato y ahora presidente, fuese comparado por los Demócratas con Hugo Chávez por su grandilocuencia. Sus promesas apelaron siempre a quienes se sentían marginados, que generalmente pertenecen a la clase pobre o trabajadora, una situación constante en América Latina donde la desigualdad es un problema que sigue sin resolverse.

Discursos incendiarios. Grandes promesas. Tácticas de intimidación. Personalidad polarizadora. El estilo de política de @realDonaldTrump le ha hecho merecedor de un nuevo título entre los latinos: #Trumpismo. Un estilo inquietantemente similar al de otros líderes latinoamericanos que también tenían el ’ismo’ unido a sus nombres. Algunos expertos ven claras similitudes entre Trump y dos líderes latinoamericanos icónicos: Hugo #Chávez y el general Juan #Perón. Chávez aumentó en gran medida los subsidios a la clase baja durante su mandato, pero con un precio… alienando a #Venezuela ?? de los inversores extranjeros. Perón, por su parte, también ayudó a las clases pobres y trabajadoras, pero su ideología aún genera un ambiente extremadamente polarizado en #Argentina ??. ¿Qué piensas? (?|✏: @CNNMoney) ••• #DonaldTrump #HugoChávez #JuanPerón #Latinoamérica #EEUU #EstadosUnidos #VotoLatino #election #USA #EstadoUnidos

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Lo mismo pasó en la década anterior con los gobiernos de Daniel Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia, quienes luego de haber llegado al poder afianzaron su política radical, de aceptación de bonos de la renta petrolera y discurso antiestadounidense como el que ha implementado Cuba durante su régimen castrista y Venezuela años después.

Otro ejemplo está en Colombia, donde el exalcalde Gustavo Petro ha sido señalado numerosas veces con parecerse a Hugo Chávez en sus maneras y en su liderazgo popular. “Es lo más cercano al populismo que existe en Colombia” acusó  Claudia López, una de sus contrincantes.

Además, Petro fue el encargado de llevar a Colombia por primera vez a Chávez en 1994, en el año del golpe de Estado fallido que comandó. Petro, uno de los candidatos con mayor popularidad en la contienda, había defendido el régimen de Nicolás Maduro y nunca condenó el gobierno de Hugo Chávez hasta antes de empezar su campaña electoral.

Hugo Chávez en su primera visita a Colombia en 1994, junto a Gustavo Petro. Foto: Twitter

El factor Venezuela en las elecciones también fue usado por su contendiente más fuerte, seguidores de Iván Duque modificaron hace unos días unas vallas puestas en Bucaramanga, al norte del país, para ir en contra del discurso: “No quiero vivir como venezolano. El futuro es de todos”. Pero la jugada le salió al revés, pues fueron tildadas de xenófobas en redes sociales.

El discurso es similar a lo que se escucha en México donde la figura de Andrés Manuel López Obrador también la asocian con Hugo Chávez. Hace seis años, como candidato de izquierda, era visto por empresarios e ideólogos de la derecha como un potencial Chávez que podría expropiar negocios y llevar al país a la inestabilidad.

El precandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador a su llegada al Auditorio Nacional de Ciudad de México, el 20 de noviembre de 2017. Se prevé que AMLO lance su candidatura el 12 de diciembre. CreditAP Photo/Marco Ugarte

En algo sí coinciden los candidatos presidenciales en América Latina y es con la relación de los electores con las emociones. Tanto AMLO como Petro hablan del amor en sus campañas, utilizan frases cliché o corazones en sus logotipos de candidatos  tal como hizo Chávez antes de morir: pedir “desde el corazón” que votaran por Nicolás Maduro.

Mientras unos usan la asociación de Chávez como una forma de descalificar al adversario, otros lo tomaron alguna vez con orgullo como pasó con Lula Da Silva quien  dijo que él junto con Chávez y Néstor Kirchner eran como Messi, Pelé y Maradona, refiriéndose a una potencia latinoamericana que tenía algo que ver con el discurso bolivariano de esa América vista como una sola nación. En realidad, pusieron un proyecto político al servicio del continente y convirtieron esa visión transnacional en una oportunidad para que estallara la corrupción en cada país como años después lo confirmaría el caso Odebrecht.

En todo caso, la utilización de la renta petrolera como principal paño caliente de la crisis en Venezuela ha devenido en una crisis humanitaria e hiperinflación que han mermado en la calidad de vida de todos.

Las emociones, de nuevo, entran en el juego electoral pues estos elementos, aunados al desarraigo de quienes emigran masivamente, los años de régimen y la invisibilidad de nuevos líderes han contribuido en que las elecciones de este fin de semana sean un episodio marcado por otro fantasma: el desgano.

En redes sociales, los venezolanos se debaten entre votar o no, entre confiar en alguno de los candidatos casi anónimos para la escena política de estos años o quedarse en sus casas y esperar seis años más de endurecimiento del régimen de Maduro.

La visión negativa que conciben de Venezuela los países de América Latina tiene que ver con una crisis humanitaria que ahora los arropa. Tampoco es casualidad que sea en los países que han recibido mayor cantidad de venezolanos emigrantes donde se hagan más comunes las comparaciones de su crisis interna con la de Venezuela.

También sucede en los países con los que no se comparte una frontera geográfica, pero que han tenido gobiernos estrechamente ligados a los de Hugo Chávez y Nicolás Maduro y han recibido dinero de la renta petrolera. En ellos, para muestra Nicaragua, se ha visto una actitud represora parecida a la del régimen de Maduro en contra de los opositores que manifiestan sobre sus derechos civiles y humanos.

Venezuela se ha deteriorado de a poco, pero progresivamente. Si bien es cierto que los candidatos que son comparados con los ideales castro-chavistas han sido radicales en sus promesas y el tono de sus discursos, también es cierto que faltaría esperar un tiempo prudencial en sus mandatos para saber si efectivamente la estructura democrática de esos países instala  un régimen que, en el caso de Venezuela, pareciera definitivo y -a veces- infinito.