Latinoamérica: adictos al plástico

La región hoy consume más plástico que nunca pero recicla menos que nadie, por lo que esa basura inunda ríos, valles y playas. Varios países ya aplican leyes para limitar el plástico de un solo uso, pero ¿son suficientes esos pasos para detener una catástrofe anunciada?

Illustration: Erick Retana

Por Cristian Ascencio

En La Chimba, en el desierto de Atacama, existe un valle tapizado por miles de bolsas plásticas. Vistas desde lejos parecen globos multicolores, pero al acercarse la realidad choca: son bolsas enredadas en tallos de plantas que intentaron crecer. 

Donde termina ese valle de bolsas comienza la Cordillera de la Costa, entre cuyos barrancos está la Reserva Natural La Chimba, un oasis de niebla en el que crecen cientos de especies vegetales únicas gracias a la neblina del Océano Pacífico. Al igual que en el valle que lo antecede, en esa área protegida es común ver bolsas enredadas entre los cactus y las plantas. La razón: solo a 700 metros se encuentra un vertedero abandonado que recibió durante 50 años la basura de la ciudad de Antofagasta, la más poblada del norte de Chile.

Las bolsas plásticas vuelan desde ese basural, impulsadas por los vientos del Pacífico, y terminan enredadas en las pequeñas plantas desérticas. Justamente esas flores, especies que en el mundo solo crecen en esas laderas, inspiraron la declaratoria de la reserva natural de La Chimba. “Hemos catastrado 90 especies de flora nativa. Es importante destacar que si estas especies desaparecen de acá, también desaparecen del mundo. Y el problema de la basura está impactando el área, y no solo por estas bolsas que llegan volando del vertedero, sino también porque durante años mucha gente venía a botar basura a la reserva y la quemaba acá mismo, dañando el suelo”, explica Mauricio Mora, magíster en Medioambiente y director del Plan de Recuperación de la Reserva La Chimba.

Al pie de la Reserva Natural La Chimba, en el norte de Chile, se extiende un valle lleno de desechos de plástico. Crédito: El Mercurio de Antofagasta
Al pie de la Reserva Natural La Chimba, en el norte de Chile, se extiende un valle lleno de desechos de plástico. Crédito: El Mercurio de Antofagasta.

En Ciudad de Guatemala, uno de los principales vertederos está ubicado justo en uno de los nacimientos del río Motagua. La basura sólida, mucha de ella plástica, cae al río y llega hasta el Atlántico, tras afectar en su paso al vecino Honduras.

Según la ONG Ocean Cleanup el Motagua, para esa organización el río más contaminado del planeta, deposita en el Atlántico 20 mil toneladas de plástico al año, equivalentes al 2% del material que contamina los océanos. Ocean Cleanup instaló barreras de acero para filtrar la basura y también hay biobardas de iniciativa gubernamental, pero los desechos han hecho colapsar estas barreras en temporada de lluvias. 

Gerardo Paiz, del colectivo medioambientalista MadreSelva, de Guatemala, explica que aproximadamente el 70% de los desechos que llegan al Motagua provienen de ese relleno sanitario y gran parte son envases plásticos. “Parte de los retos que tenemos como sociedad es ver cómo cambiamos nuestras formas de consumo y nuestras formas de eliminar los desechos, y a la vez los industriales tienen que ver de qué manera sus productos deben generar menos residuos”.

Latinoamérica tiene una cuota importante de responsabilidad en el problema mundial de la basura plástica. Esta región genera diariamente, según la ONU, 17.000 toneladas de residuos de ese material. Brasil es el sexto país que bota más plástico al mar y el continente americano en conjunto es responsable del 10% del plástico que llega hasta los océanos. Y hay países que generan 50 kilos anuales de residuo plástico per cápita, como México y Chile (las naciones latinoamericanas que más plástico consumen). A esto se suma que, según el Banco Mundial, nadie recicla menos. El subcontinente solo aprovecha un 4,5% de los desechos, mientras que en el mundo esa cifra es de un 13,5%. 

¿Qué estamos haciendo al respecto? Varios países latinoamericanos han avanzado en leyes para prohibir los plásticos de un solo uso, pero las medidas, enfocadas en el consumidor, parecen insuficientes. Los expertos recomiendan enfocar las nuevas leyes en el origen del problema, los productores, sin dejar de lado la responsabilidad de los ciudadanos. 

Carola Ortuño, experta boliviana en Economía Circular y Manejo de Residuos, distingue entre el consumo de plástico por motivos sanitarios, como el de los hospitales, o de protección alimentaria, del consumo por “confort”, como los envases de comida rápida. “En el caso boliviano hay niños de zonas aisladas a los que les llega leche con envases plásticos y eso ha bajado las infecciones, pero en las ciudades no es necesario que llegue la comida rápida en envases plásticos”.

La mayoría de los países han adoptado las medidas legales en forma progresiva:  empezaron con prohibir las bolsas de este material en comercios y luego a restringir los plásticos de un solo uso. Pero Carola Ortuño dice que falta dar un paso hacia la responsabilidad de los productores.

México es la segunda nación latinoamericana que más plásticos desecha en total después de Brasil y junto a Chile la que más plástico consume per cápita. Allí, desde 2018 se vienen aprobando leyes locales que prohíben plásticos de un solo uso. Hasta este año, 27 estados (de 32) han aprobado algún tipo de restricción. 

En Chile, en tanto, comenzó a regir en febrero la ley que prohíbe los plásticos de un solo uso en locales de alimentos. Desde hace un par de años los comercios no pueden entregar bolsas plásticas y ahora los locales de comida no pueden entregar pajillas, platos, cubiertos o envases plásticos o de poliestireno (que demora mil años en degradarse). Por lo mismo, la comida ahora viene en potes de cartón y con tapas manufacturadas con almidón de azúcar, entre otras alternativas, que demoran 180 días en degradarse. La ley se seguirá ampliando y, para agosto de 2024, los locales no podrán entregar productos no reutilizables.

En Costa Rica también hay una ley de restricción de plásticos de un solo uso, y además se lanzó en julio el programa Paisajes sin Plástico que tiene como meta sacar desde el medioambiente 200 mil toneladas de basura con este material.

En Colombia el 6 de junio el Senado aprobó la ley que prohíbe 14 tipos de productos de plástico de un solo uso, como bolsas, cubiertos, etiquetas en vegetales, palillos para mezclar y pitillos (pajillas) para sorber, etcétera. El trámite del proyecto legal duró seis años. 

Ese país sufre mayores problemas en zonas con bajo acceso al agua potable, como La Guajira, donde una gran parte de los residuos provienen de botellas y bolsas para agua, o la costa del Pacífico, tan aislada que es difícil sacar los residuos. La ingeniera ambiental Yenecith Torres, del Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico, que trabaja en enfoques locales para atender el problema de la contaminación en esa región colombiana, explica que en las limpiezas de playa que realizan en esa zona recogen sobre todo plástico. “En la última limpieza sacamos una cantidad impresionante, alrededor de 200 kilos, pero no se podía reciclar ni cinco kilos de eso”.

En Ecuador se aprobó en 2020 una ley progresiva que, en una primera etapa, prohibió plásticos de un solo uso en parques nacionales, y en una segunda proscribirá las bolsas que no contengan un mínimo de material reciclado.

Pero, aunque hay algunos avances regulatorios, en muchos países son aún bastante tímidos. Argentina, donde hay 5 mil basurales a cielo abierto según reporta Infobae, produce una tonelada de basura cada dos segundos y no hay leyes nacionales que hayan avanzado en restringir el uso del plástico. Solo algunos municipios tienen iniciativas, como Bariloche, donde está prohibido entregar bolsas plásticas.

En Bolivia tampoco hay una norma nacional específica que restrinja su uso. La ley establece responsabilidades para las empresas productoras de envases, pero muy poco se cumplen. Existe además un decreto que exige a los productores de preformas y a las embotelladoras incorporar gradualmente material reciclado en los envases.

Y hay países que incluso han retrocedido. En Guatemala, un acuerdo gubernativo promulgado en 2019, que restringía los plásticos de un solo uso, terminó anulado por el actual presidente Alejandro Giammattei. “No es prohibición del plástico, hay cosas más importantes que hacer. Tenemos que generar cultura, educación, conciencia ambiental”, dijo el mandatario cuando anunció esa medida. En vez de la ley, el Gobierno publicó un reglamento que, según medioambientalistas, deja muchos flancos abiertos y por ello la gente lo cumple muy poco. “También hay normas municipales que prohíben el plástico de un solo uso, pero uno va a los municipios y sigue habiendo”, dice Gerardo Paiz, medioambientalista guatemalteco.

El problema incluso ha generado conflictos diplomáticos entre Guatemala y Honduras. En febrero el presidente guatemalteco aseguró que durante 2021, cuando su gobierno comenzó a recoger la basura del Motagua, las playas de Omoa, en Honduras, estuvieron limpias por primera vez.

Pero el gobierno de Honduras, por medio de un comunicado, desmintió a Giammatei, e informó que el Motagua en ese año siguió arrastrando basura desde su vecino.  “Honduras ha insistido a Guatemala, en reiteradas ocasiones y encuentros bilaterales, que la nación hermana debe buscar soluciones concretas, sostenibles y permanentes para detener el daño ambiental y transformar las áreas afectadas en zonas con mayores niveles de desarrollo”, decía el texto. 

Y en otro país centroamericano, El Salvador, no solo no hay leyes para reducir el consumo, sino que además importa basura plástica de Estados Unidos, según denunció la ONG Red de Acción de Basilea (BAN). Según la BAN, en 2021 El Salvador recibió 13 millones de kilos de ese origen. La organización sostiene que se trata de plástico imposible de reciclar, por lo que termina como material para generar energía en los hornos de incineración de las cementeras. Es decir, convertido en un humo altamente contaminante.

Para la consultora ambiental Carola Ortuño, las soluciones en Latinoamérica pasan por mejorar la capacidad de reciclaje, involucrar a los recicladores de base en la cadena de valor, que en la mayoría de los países es informal, concientizar a los ciudadanos, pero sobre todo poner foco en los productores. “El pequeño generador es el que compra comida rápida, el gran generador es el restaurante, supermercados, comercios, empresas de alimentos, pero donde hay que poner atención es en quienes proveen los empaques y envases. Hay que ir a la fuente de producción, no solo la de consumo, es clave que la responsabilidad extendida al productor se aplique efectivamente en los países latinoamericanos”.