La vacuna de la covid-19, entre la esperanza y los intereses globales

Casi como en una competencia de alto rendimiento, varios países avanzan por desarrollar y producir a gran escala una vacuna para el coronavirus. Quien lo logre tendrá un arma diplomática potente para definir el ajedrez geopolítico en los próximos años. Las donaciones chinas a América Latina y la promesa de hacer universal sus vacunas, dan señales de a dónde apuntan los intereses en la región.

Videoconferencia entre los cancilleres de Latinoamérica con el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, el pasado 22 de julio. Crédito: Cancillería México.

La entrada de cinco vacunas a la fase tres de experimentación, en la cual se hacen pruebas con miles de personas, aumenta la esperanza mundial y, al mismo tiempo, abre la competencia política por quien la tenga primero, una vez exista una fórmula efectiva. En esta carrera por el que sería el mayor logro científico en la historia reciente, hay varios competidores que destacan por sus avances como la de la Universidad de Oxford, junto a la farmacéutica AstraZeneca, la biotecnológica estadounidense de Moderna, y dos de empresa chinas, la biofarmacéutica Sinovac y la empresa Cansino Biological.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estas candidatas hacen parte de un grupo de 149 vacunas experimentales contra el coronavirus. En el caso de Estados Unidos se han destinado millones de dólares de fondos federales para lograr 300 millones de dosis de una vacuna efectiva para inicios de 2021, de acuerdo con su plan “Operation Warp Speed”. En el caso de China, sus apuestas se han dirigido a empresas como Sinovac, creadora de CoronoVac, vacuna que está en pruebas clínicas desde abril, y en la que invirtió 140 millones de dólares.

Esta última es el principal caballo de batalla del gigante asiático en la carrera por conseguir la vacuna y conquistar el sediento mercado de países que esperan la cura. De hecho, ya está haciendo pruebas en América Latina, una región que será estratégica, tanto por ser la de mayor número de casos de coronavirus, al sumar casi cuatro millones y medio hasta finales de julio, como porque es uno de los objetivos diplomáticos de Beijing. En este escenario, ¿qué puede significar para el orden mundial que China se alce primero con la vacuna para la covid-19?

Los intereses de China en América Latina y el Caribe no son nuevos. La potencia asiática ha otorgado créditos por un valor que supera los 137 billones de dólares, siendo sus principales acreedores Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina. Ahora, su apuesta por mantener estas alianzas son más evidentes, en una lógica de ver oportunidades en medio de la crisis de la pandemia, y seguir su expansión en temas de infraestructura, tecnología y compra de materias primas, entre otros sectores.

De acuerdo con Benjamin Gedan, director adjunto del Programa Latinoamericano del Wilson Center en Washington D.C., lograr una vacuna para exportar se ha convertido en el “santo grial”. En una entrevista para la revista Time, el analista político señaló que “si China produce la primera vacuna a gran escala, sería una extraordinaria herramienta diplomática en cualquier parte del mundo”.

En la disputa por América Latina, el gigante asiático golpeó primero con la reciente oferta de apoyo a varios países de la región. En una cumbre virtual, realizada a finales de julio, en la que participaron los cancilleres de Colombia, Argentina, Chile, Ecuador, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Panamá, Perú, Barbados, Trinidad y Tobago y Uruguay, el canciller chino Wang Yi dijo que la vacuna que viene desarrollando su país será un bien público y de acceso universal. Además, ofreció un crédito de 1000 millones de dólares para que esté al alcance de estas naciones.

En la declaración conjunta de los cancilleres latinoamericanos, al finalizar la cumbre virtual con su homólogo chino, apoyaron “un sistema de comercio multilateral universal, abierto, no discriminatorio, equitativo e inclusivo basado en normas”. Desde hace unos meses China ya ha venido suministrando material médico, respiradores y mascarillas a países como Argentina, Chile, Colombia y Venezuela.

La aparentemente generosa oferta del gobierno chino, en momentos que el mundo pasa una crisis económica y comercial, contrasta con la política internacional de EE.UU., el cual ha perdido su rol de liderazgo y tiene su agenda concentrada en los temas de migración y drogas. La caótica labor del gobierno Trump, quien constantemente subestima el impacto del virus, se ha guiado por la lógica de “primero América”: basta recordar la compra de casi todo el stock disponible del medicamento remdesivir, cuando se probó que este reduce los efectos de la covid-19 en pacientes con síntomas graves.

Este tipo de movidas ha puesto en alerta a la comunidad internacional, ante lo cual se han creado acuerdos para garantizar la distribución mundial de una posible vacuna, especialmente para los países menos ricos. Un ejemplo es la iniciativa de Acceso Global a la Vacuna de la covid-19 (COVAX), instrumento de financiación para incentivar a los fabricantes de vacunas para que produzcan la cantidad de vacunas suficiente para asegurar su distribución equitativa en los países en vías de desarrollo. Para unirse a este mecanismo, cada Gobierno debe dar un anticipo del 15 por ciento del valor de las vacunas, cuyo monto exacto aún no se sabe.  

 Pero los ritmos de producción, almacenamiento, distribución y administración de la posible vacuna, harán muy improbable que se pueda satisfacer la demanda de todos los países de forma equitativa. Solo para dimensionar este desafío: la mayoría de epidemiólogos afirma que para lograr la inmunidad total del coronavirus serán necesarias al menos dos dosis por persona, por lo cual al ritmo de producción actual vacunar a toda la población de China (casi 1400 millones de personas) tomaría casi diez años.

 Ante ello, varios países vienen adelantando acuerdos bilaterales en los cuales cada uno negocia directamente con una vacuna tomando el riesgo si esa puede o no ser efectiva, cosa que hoy en día ninguna nación sabe a ciencia cierta. Por ejemplo, en el caso de Colombia, de acuerdo con el ministro de Salud Fernando Ruiz “ya se firmó un acuerdo de confidencialidad con Pzifer (con BioNTech) y con AstraZeneca para empezar esas negociaciones de compra, pero no de testeo”.


China ha dado también un paso adelante en esta materia con dos de las principales potencias económicas de América Latina y, al mismo tiempo, las más industrializadas: Brasil y Chile. Con el primero se acordó, a través del Instituto brasileño Butantan de Investigación en Biomedicina, realizar pruebas del CoronoVac en seis estados con cerca de 9000 mil voluntarios. De esta forma, el gigante latinoamericano, que superó las 90 mil muertos por covid-19, tendría acceso a 60 millones unidades de vacunación si las pruebas son exitosas.

 Este acercamiento en lo científico puede ser el camino elegido por el país asiático, principal socio comercial de Brasil, de cambiar la narrativa de ser el culpable de la pandemia. A mediados de junio el periódico brasileño O Globo publicó una columna de Li Yang, cónsul de China en Río de Janeiro, en el que criticó los comentarios del congresista e hijo del presidente, Eduardo Bolsonaro, admirador confeso  de Donald Trump, quien se refirió al coronavirus como el “virus de China”.

A esta cruzada diplomática también se han unido empresas como Huawei, uno de los actores más disputados en la batalla comercial entre EE.UU y China, que ha enviado equipos de tecnología de diagnóstico y de inteligencia artificial que aún no existen en América Latina, según le dijo Margaret Myers directora del Programa Asia y Latinoamérica en Diálogo Latinoamericano, a Voz de América.

Mientras tanto en el país austral, donde han muerto más de 9000 personas por la covid-19, la Universidad Católica de Chile hizo un convenio con la empresa Sinovac para que voluntarios de su país participen en un ensayo clínico de la CoronaVac. El Ministerio de Salud de dicha nación analiza además de esta opción las de CanSino (también de China) y la que desarrolló la Universidad de Oxford y AstraZeneca. Se calcula que comprarán inicialmente entre 10 a 15 millones de vacunas, que priorizarán a poblaciones de riesgo.

Como lo explica Alexis Kalergis, académico de la Universidad Católica de Chile y director del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (IMII) las naciones que no pueden manufacturar la vacuna son más vulnerables y dependientes de otros. “Es por esta razón que para países como Chile, participar en colaboración con los países que están desarrollando vacunas y tienen posibilidades de fabricación, nos acerca a ellas y a la posibilidad de asegurar un acceso temprano, afirmó en entrevista para La Tercera.

Detrás de las donaciones y la solidaridad con América Latina y el Caribe, para el gigante asiático el interés más importante es el económico, como lo señala Myers, de Diálogo Latinoamericano. “Quieren buscar materias primas que la región tiene en grandes cantidades, pero también en mercados y la capacidad de hacer un tipo de negocio o inversiones en sectores estratégicos”, explicó.

Más allá de una cuestión de cooperación es evidente que, ante la imposibilidad de tener dosis suficientes para todo el mundo, una vez se consiga la vacuna de la covid-19, se hará una larga fila de países que buscarán tenerla primero. En ese escenario, entrarán en disputa el pragmatismo de cada nación y alianzas políticas entre naciones. Por ahora los acuerdos que vienen firmando cada país dan paso a estrategias como la de China que en el largo plazo podrá sacar réditos del apoyo ofrecido a regiones como América Latina, golpeadas profundamente por la pandemia.