Haití, la tierra donde todo falla

Además de desolación y muerte, el paso del huracán Matthew por el país antillano dejó interrogantes sobre la gestión de las organizaciones no gubernamentales que trabajan en el país desde enero de 2010.

Una vez más la naturaleza arrasa con Haití. El pasado 4 de octubre el paso del Huracán Matthew por el país insular dejó daños irreparables. La cifra de muertos supera las 473 a la fecha, según Protección Civil (aunque otras fuentes hablan de 800), y alrededor de 1,4 millones de damnificados.

Matthew, el huracán más potente que ha pasado por el Caribe en la última década, llegó con vientos de hasta 230 kilómetros por hora que destruyeron todo lo que encontró a su paso. En zonas como el departamento de Sud, arruinó casi 30.000 viviendas, y en peores casos, como el poblado de Jeremie, acabó con el pueblo entero.

Este es el tercer desastre natural que afecta a Haití en seis años. Después del terremoto de 2010, y la afectación de la sequía que llevó el Fenómeno del Niño durante los últimos tres años, el huracán no dio tregua a la población haitiana, que según el informe publicado el pasado 13 de octubre por Naciones Unidas, es el país con mayor número de decesos originados por catástrofes naturales en los últimos 20 años: 229.699 muertos.

Como en 2010, el llamado a la ayuda humanitaria no se hizo esperar. Hace unos días se estimó que se necesitaban alrededor de 120 millones de dólares para atender las emergencias y el llamado ha sido atendido por varios países, como Estados Unidos, España, Colombia y Cuba. Desde el Papa Francisco que autorizó el envío de 100.000 dólares para las ayudas…hasta personalidades públicas como el atleta jamaiquino Usain Bolt, que donó 10 millones de dólares.

 

Sin embargo, se abren interrogantes importantes sobre la gestión de las organizaciones no gubernamentales trabajando en Haití desde enero de 2010. Durante la atención al terremoto de ese año, miles de millones de dólares fueron donados para la reconstrucción del país, que perdió más de 220.000 personas. Pero a pesar de la gestión y donativos, todavía hoy, seis años después, había 60.000 personas viviendo en refugios cuando llegó el huracán.

Haití es uno de los países con más altos índices de percepción de corrupción en el mundo. Según el informe de Transparencia Internacional de 2015, es el número 158 de 167, lo cual ha impedido la gestión adecuada de los fondos dirigidos a la reconstrucción. Las entidades internacionales no confían en el gobierno local y han hecho uso de los fondos a su ritmo y con sus agendas en privado, lo cual ha imposibilitado hacer fiscalización publica de esos dineros. Sumado a esto, el país tiene graves problemas de deforestación y erosión que no permiten el desarrollo agrícola del país y el auto sostenimiento.

Aunque el país no es el único que ha sido tocado por el huracán, sí es el que más lo ha sufrido. La sola comparación con su vecino, República Dominicana, es muy diciente. En el país dominicano hubo un saldo de cuatro muertos y centenares de casas destrozadas que, sin ser poco, es considerablemente menor al de Haití.

El país, que en días de post-huracán pasa por una grave epidemia de cólera, por la que han muerto alrededor de 20 personas, está paralizado. Líderes internacionales como el secretario general de la OEA, Luis Almagro, el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, y Robert Glasser, representante especial para la reducción de riesgo de desastres de la ONU, han señalado que “el desarrollo sostenible es un asunto de vida o muerte”. La alta tasa de mortalidad por catástrofes naturales en Haití está ligada directamente al nivel de pobreza. Según el informe “Pobreza y muerte: mortalidad en desastres entre 1996 y 2015”, muestra que 90% de los 1.35 millones de personas que han muerto por esta causa durante esos años eran personas de países con ingresos bajos y medios.

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