Go home!

Los anuncios del presidente Donald Trump de deportar a más de 200.000 salvadoreños y a otros 800.000 “dreamers”, muchos de ellos latinos, preocupan a miles de familias que llegaron indocumentadas a este país y a los Estados que no están preparados para que sus connacionales regresen a casa.

Más de 200.000 salvadoreños serían deportados de Estados Unidos si se acaba el TPS. Foto tomada La Prensa de Honduras.

Esta semana en algunos aeropuertos de Estados Unidos se han visto escenas desgarradoras: familias enteras llorando porque uno de sus miembros tuvo que ser deportado, pese a vivir y trabajar más de 20 años en este país, y no tener antecedentes judiciales. Aunque las deportaciones no es algo nuevo, son al menos dos las diferencias actuales. Por un lado muchos han sido capturados en redadas como sacadas de una película de acción con el claro mensaje de intimidar, y por otro lado esto coincide con los anuncios del presidente Donald Trump, de acabar con los programas humanitarios bajo los cuales cientos de miles de latinos se sentían confiados en la otrora tierra del sueño americano.

En especial los afectados son los salvadoreños sobrevivientes del terremoto de 2001 que humanitariamente fueron acogidos en el Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), y los beneficiarios del Daca (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) que llegaron sin papeles siendo menores de edad. La medida ha causado tanto impacto que hasta el Papa Francisco, durante una visita a Chile, se refirió al tema.

La controvertida medida obligaría a que más de 200.000 personas de El Salvador que cada año y medio renovaban su estancia salieran de Norteamérica, y a que otros 800.000 jóvenes conocidos como “dreamers” partieran a partir de marzo, si el Congreso estadounidense no encuentra una salida a este problema que se ha vuelto un tema de marca mayor en la política interna del país del norte. Mientras tanto en el resto de la región, los gobernantes se cogen la cabeza a dos manos tratando de encontrar alguna fórmula para el inesperado problema de recibir masivamente a sus connacionales.

En El Salvador, por ejemplo, hay pocas oportunidades laborales. Tanto así que el gobierno salvadoreño ha acudido al estado de Qatar para permitir que los migrantes que serían forzados a dejar Estados Unidos, trabajen temporalmente en ese país.

Los salvadoreños, sin embargo, no son los únicos preocupados, lo mismo se ha anunciado que ocurrirá con los hondureños y con los haitianos  que llegaron al país estadounidense luego del terremoto de 2010. Ellos temen que les ocurra lo mismo que a ellos. Ya los nicaragüenses perdieron el año pasado un permiso especial para vivir en Estados Unidos. No hay duda. Trump está empeñado en acabar con la migración, incluso con el programa Daca, que fue creado apenas en 2012 durante la era de Obama.

Entre los que regresan hay de todo. Personas que llevan más de 20 años en Estados Unidos, que han formado familias, pagan impuestos, trabajan, no tienen antecedentes judiciales y que de hecho se sienten más de ese lado de la frontera. Pero también hay personas que allá han generado problemas, y que son los que de alguna manera han exacerbado los ánimos, como es el caso de los pandilleros, siendo por ejemplo emblemáticos los de las temidas pandillas de Los Ángeles.

Igual en cualquier caso, la región no está preparada para recibirlos masivamente. Las condiciones no están dadas, no hay suficientes empleos para los connacionales que vuelvan a casa. ¡Go home!, sin duda, no es la solución a la migración en Estados Unidos.