Daniel Ortega, ¿tocó fondo o se fortaleció?

Con 63 muertos, 15 desaparecidos y casi 500 heridos, en las protestas sociales de los últimos días, el Presidente de Nicaragua enfrenta la peor crisis en los 12 años de su régimen.

Foto usada con licencia Creative Commons

La represión violenta a una marcha pacífica que reclamaba contra la reforma al sistema pensional nicaragüense, quitó el velo del supuesto Estado armonioso que el presidente Daniel Ortega y la vicepresidente, su esposa, Rosario Murillo habían construido sobre su gestión. Hoy en Nicaragua se respira inconformidad.

Los días de represiones violentas agrietaron profundamente cuatro pilares fundamentales con los que el “orteguismo” ha logrado mantenerse en el poder por 12 años: su alianza con el sector privado, la inconformidad de la generación más joven, la restricción a la libertad de expresión y los llamados de atención de la comunidad internacional, sumados a la falta de recursos venezolanos que llegaron religiosamente por más de una década y que mermaron con la crisis de ese país.

El más importante, que todos conocen en el interior del país y del que poco se habla en el exterior, es la transacción que Ortega ha mantenido con la clase empresarial. A diferencia de regímenes políticos similares al actual de Nicaragua, Ortega no peleó con los empresarios; más bien los consintió. Mucha de esta clase empresarial de la que hacen parte poderosos grupos económicos locales y centroamericanos, han hecho caso omiso a los abusos del poder con tal que su negocios prosperen.

Con la reforma pensional que detonó las protestas se metió con lo más sagrado de esa relación: el bolsillo de los empresarios. Fue un balde de agua fría para un sector que sabía que en cualquier momento comenzarían las normas unilaterales en materia económica.

Esta cercanía con los empresarios hizo que el país tuviera uno de los mayores índices de crecimiento de Centroamérica, atrajera inversores y tuviera una tasa de homicidios ínfimas, comparadas con países vecinos como Honduras y El Salvador con las cifras más violentas del mundo.

La economía de Nicaragua creció cinco puntos el año pasado y, por ejemplo, el diario local La Prensa, reseñó que se esperaba para este año la entrada de 1.5 millones de turistas, lo que representa para el Estado una entrada de mil millones de dólares, 16 por ciento más que el ingreso por turismo en 2017.

De otro lado está la explosión del inconformismo ciudadano, de donde surgieron los estudiantes como una fuerza organizada, que no está dispuesta a negociar sus reclamos sin que se cumplan las condiciones que ellos han exigido. Sin embargo, la unión de los estudiantes en las protestas puede debilitarse en la nueva etapa de diálogo que abrió Ortega. Desde ya se vislumbran bandos que si no logran superar sus diferencias, atentará contra la causa común que los llevó a las calles.

El tercer punto de quiebre es la intolerancia a la libertad de expresión, manifiesta en una censura a medios que se ha entretejido con ocho de los nueve canales de televisión por señal abierta que están a favor de los lineamientos del régimen y en las agresiones y las medidas contra la prensa.

Durante las manifestaciones las imágenes evidenciaron cómo las turbas se ensañaron con palos y piedras contra los periodistas. Mientras en las calles sucedía esto, medios fueron censurados, otros fueron atacados digitalmente e incluso uno fue asesinado de un de un disparo mientras su equipo transmitía por Facebook Live.

Reclamos internacionales

A pesar de que el gobierno de Nicaragua dio a cifra de al menos 10 muertos en protestas, el equipo de datos de SOS Nicaragua y Defensoras de Derechos Humanos calculan al menos 63 protestantes asesinados y 428 heridos, además de los dos jóvenes que se daban como desaparecidos y fueron encontrados muertos en el Instituto de Medicina Legal. Esto ha dado pie a que la comunidad internacional se pronuncie.

La ONU exigió a las autoridades investigar las muertes y violencia en las manifestaciones, con la esperanza de que se respete la transparencia de este procedimiento y se dé castigo a quienes sean culpables.

El gobierno de Estados Unidos ordenó a los familiares de sus funcionarios salir de la embajada en Managua a causa de las protestas. El presidente Donald Trump, por su parte, advirtió sobre la violencia en la calle y llamó a reconsiderar los viajes a este país por seguridad.

Las protestas contra las reformas de la seguridad social han hecho que otros organismos e instituciones como Amnistía Internacional, la Sociedad Interamericana de Prensa, la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea se pronuncien también a favor de un diálogo inclusivo, la libertad de los medios de comunicación. Sucede lo mismo con los gobiernos de Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú.

Incluso, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos también condenó las muertes. Esta es una organización que desde 2017 viene manifestando preocupación por las constantes ausencias de Nicaragua en las sesiones donde se abordan los derechos humanos.

Los pronunciamientos internacionales se suman a la Conferencia Episcopal de Nicaragua, que aceptó la invitación del gobierno para ser mediador y testigo de un diálogo, y la propuesta de la sociedad civil de adelantar las elecciones presidenciales con nuevas autoridades que tendrían lugar, por ley, en 2021. A pesar de los distintos pronunciamientos internacionales es muy difícil que las organizaciones internacionales logren implementar medidas diplomáticas que ayuden a la superación de crisis como esta. Esta historia ya la conoce Venezuela, país donde organizaciones como la OEA y su implementación de la Carta Democrática pospuesta tantas veces han puesto en entredicho su rol para la resolución de conflictos internacionales.

Por ahora los estudiantes, cabeza de los manifestantes organizados en el país, aceptarán el posible diálogo con el gobierno en la medida en que se cumplan unas condiciones mínimas que les ofrezca garantías en seguridad, indemnizaciones y el paradero de los 60 estudiantes desaparecidos en las protestas. Esta es la posibilidad más inmediata de que regrese la estabilidad a Nicaragua.

 

Así las cosas, el gobierno de la familia de los esposos Daniel Ortega y Rosario Murillo pareciera seguir atornillado al poder aun cuando, a la luz de los expertos, su resquebrajamiento por cuenta de las medidas y posteriores protestas parecieran desdibujar la imagen de líder sandinista eterno de Ortega. A Nicaragua se le derriban los árboles de vida, aunque en la vida real todavía falta ver si la metáfora se cumple.