Crisis en Argentina: de nuevo por el mal camino

El país austral demuestra cómo el mal manejo político puede magnificar los retos de la crisis económica global en la región. El peso argentino se devalúa sin cesar a la par de su gobierno. Y enciende alarmas en otros países donde el valor del dólar no para de crecer.

Ilustración: Erick Retana

Por CONNECTAS

Julián Álvarez es la nueva joya del fútbol argentino. River Plate, su club de origen, acaba de venderlo al Manchester City en 24 millones de dólares, pero por las disposiciones oficiales, el Banco Central se los cambió por pesos. Por eso tuvo que hacer toda clase de malabares para conseguir las divisas para traer a su reemplazo, el colombiano Miguel Borja. La operación finalmente salió adelante pero le mostró a ese país, que gravita alrededor del fútbol, que ni siquiera sus instituciones deportivas más tradicionales se salvan de las dificultades económicas por las que atraviesa cualquier argentino.  

River vivió su curiosa odisea en la misma semana en la que asumió una nueva ministra de Economía, Silvina Batakis. Fanática de Boca Juniors, ella bromeó cuando un periodista la consultó si le iba a dar los dólares a su archirrival: “No, ¡todo para Boca!”. Pero, en un país sumergido de nuevo en una de sus crónicas crisis económicas y de escasez de reservas monetarias, nadie se rió con la humorada de una ministra que debió tomar a las apuradas el cargo más caliente de la administración de Alberto Fernández.  

La gestión del presidente está tan devaluada como la moneda de su país. Y para muchos, la inacción de Fernández ante las alarmas que se encienden en su gobierno, junto con la pelea que mantiene con su vicepresidenta, Cristina Kirchner, son la causa política de una situación económica acuciante. Así lo cree el periodista Martín Rodríguez Yebra: “Hay una situación económica muy complicada de base, pero la magnitud de la crisis tiene que ver con la política —analiza el columnista del diario La Nación—. Creo que lo que estamos viviendo estos días es producto de un dispositivo disfuncional de gobierno, en el que el presidente toma decisiones en una dirección, pero tiene en todas las áreas de gestión económica funcionarios que actúan en sentido contrario. Esos ‘rebeldes’ cuentan con el respaldo de la vicepresidenta, fuente principal de poder de la coalición gobernante”. 

El peso argentino es, después de la lira turca, la moneda que más se devaluó en el mundo en el último año. Pero no es un fenómeno nuevo: los argentinos están acostumbrados hace décadas a ahorrar en dólares, por eso la divisa estadounidense es un bien tan preciado como escaso en el país. Así, se producen realidades que fuera de la Argentina parecen insólitas. Como que existan seis tipos de dólares: el precio oficial —que casi nadie paga— y otros cinco paralelos, según dónde y cómo se haga la operación. Por eso, entre las noticias más leídas en la prensa a diario siempre está a cuánto cotiza el “dólar blue”, como se conoce al precio en el mercado negro que funciona como verdadero termómetro de la fiebre por el dólar de los argentinos. Y que hoy se paga el doble de lo que cuesta el oficial.

La incertidumbre se ha agudizado en las últimas semanas tras las señales inquietantes que el Gobierno transmite al mercado. Como dice Rodríguez Yebra, “llegó a un punto en que sin orden en la política sólo cabe esperar una aceleración de la crisis económica”. Y como “los argentinos están entrenados para escuchar los tambores en la selva” —según escribió con ironía el consultor Guillermo Oliveto—, han salido a comprar lo que encuentren para cubrirse de la subida de precios que carcome sus bolsillos. 

Como el fútbol, la inflación es otra ‘pasión’ argentina. Si bien desde la pandemia el fenómeno preocupa a todo el mundo, en este país es un problema arraigado que ni Fernández ni sus antecesores supieron resolver. Y ahora, en un mundo convulsionado por la guerra en Ucrania que anticipa una posible recesión mundial, Argentina es el peor ejemplo de lo que puede ocurrir en Latinoamérica si los gobiernos no cierran acuerdos y políticas de Estado por encima de las peleas palaciegas como las que se viven en la Casa Rosada.

¿Se puede repetir en otros países la crisis argentina? El analista político Cristian Buttié ve un escenario convulsionado en la región, pero con matices: “Cada país tiene una matriz distinta que obviamente lleva a una crisis distinta. Chile está viviendo una crisis de división de clases, donde se busca recuperar la clase media. En Perú veo una crisis política que no va de la mano de una crisis económica. Y en Colombia, al igual que en Ecuador, hay crisis que en parte van de la mano de los movimientos indígenas, algo que en Argentina no se presenta”.

Lo que sí es común en estos países es la devaluación de monedas. O lo que es lo mismo, una subida del precio del dólar. En las últimas semanas las monedas de Chile y Colombia sufrieron pérdidas récord, tanto que -junto con la de Argentina- son las que han sufrido las peores devaluaciones en lo que va de este año en América Latina. Todo en medio del temor mundial a que estalle una recesión global en el segundo semestre, anticipada por la inédita paridad que el euro (otra moneda devaluada) acaba de alcanzar con el dólar.   

Tras el optimismo pospandemia de 2021, este año la economía mundial se desinfla. Lo advierte un informe reciente publicado por el diario El País de Madrid: “La inflación se ha desbocado hasta niveles no vistos en cuatro décadas debido sobre todo al brusco repunte de los costes energéticos”, explica el reportaje, que agrega que los gobiernos han respondido subiendo las tasas de interés. “En un mundo adicto a la liquidez desde la Gran Recesión de 2008, una política monetaria mucho más restrictiva de lo previsto hace tan solo unos meses es un mazazo para las perspectivas de crecimiento”, agrega el informe. Las proyecciones que el FMI dio en abril lo confirman: después de haber crecido en promedio 6,5% en 2021, América Latina y el Caribe lo harán solo 2,3% en este y el próximo año. Y algo similar ocurrirá en el resto del mundo.

Este clima de “inestabilidad e incertidumbre”, como lo describe el economista José Gabriel Espinoza, ya tiene efectos en América Latina. “Es muy probable que en lo que resta de 2022 veamos más devaluaciones en economías como Argentina, Chile y probablemente Brasil”, pronostica. El exfuncionario del Banco Central de Bolivia excluye a algunas monedas de la región que han logrado mantenerse estables, como la de su país, y también las de Paraguay y Uruguay, que incluso se han apreciado pues están atrayendo capitales. 

Para Espinoza, en este contexto el destino de cada país latinoamericano depende “de la capacidad de las economías de manejar la relación entre devaluación e inflación, que en muchos casos no se va a explicar tanto por las variables cuantitativas —equilibrios monetarios, tipos de cambio, disponibilidad de reservas— sino por factores cualitativos: la confianza del público”.

Y el mejor ejemplo —o el peor— es otra vez Argentina: desconfiados de su moneda y de su gobierno, muchos ciudadanos en la frontera con Bolivia están cruzando a cambiar sus pesos argentinos por pesos bolivianos. Sin acceso a los ansiados dólares, confían ahora en una moneda impensada hasta no hace mucho para ahorrar. Una que les garantiza la estabilidad que el dubitativo Alberto Fernández les está negando.