Carambola a tres bandas

El acuerdo comercial de Mercosur con la Unión Europea oxigena a los presidentes de Argentina y Brasil en un momento en que la situación económica de sus países les pasa factura a su popularidad

Los presidentes de Brasil, Jair Bolsonaro (i) y de Argentina, Mauricio Macri (d), durante la visita del primero a Buenos Aires el pasado 6 de junio. Crédito: Casa Rosada

A finales de junio, un tweet del presidente argentino Mauricio Macri reveló un mensaje personal recibido del Canciller del país gaucho que en poco tiempo se hizo viral. En un audio de 36 segundos se escuchaba sollozando de alegría al experimentado ministro Jorge Faurie diciendo “Presidente: Lo felicito… (pausa)… en su presidencia se logró. 20 años de negociación. ¡Tenemos acuerdo Unión Europea—Mercosur!”.

Macri, como si fuera un curtido jugador de billar, sabía que la emoción de su ministro de Relaciones Exteriores traería la atención no solo de sus conciudadanos, sino de las contrapartes con las que estaba reunido en Japón durante la Cumbre del G-20. Así hizo su jugada a varias bandas y de esta forma capitalizó de la mejor manera la idea de proyectar una Argentina abierta al mundo.

Con un país aquejado por el 32 por ciento de pobreza, el nueve por ciento de desempleo y la caída de la renta nacional con -2.5 por ciento del Producto Interno Bruto en 2018, la noticia no pudo llegar en mejor momento. Pero quizás el mayor impacto para Macri sería poder revertir su popularidad a la baja, a cuatro meses de los comicios en los que busca la reelección. ¡Carambola!

El acuerdo provocó más reacciones en la región, como la del presidente de Brasil Jair Bolsonaro, quien declaró que a partir del acuerdo comercial, se puede generar lo que él denominó una “operación dominó”, que mantenga el interés en su país, luego de una profunda crisis política, escándalos de corrupción y en un mandato que aún busca mayores simpatías en el plano internacional.

La dupla de las dos potencias suramericanas le da al Mercosur la oportunidad de entrar a un mercado en Europa que invierte en alimentos un promedio de dos mil dólares per cápita al año, e importa alimentos por el orden de 650 mil millones de dólares al año, según un artículo publicado en Clarín por Fernando Vilella, director del Programa de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. Uruguay y Paraguay, que hacen parte de esta iniciativa regional, también salen beneficiados con la misma y los europeos se abren a un mercado de 260 millones de potenciales consumidores.

Macri, como candidato, resaltó que el acuerdo ayudará, según él, para “seguir profundizando estos cambios que iniciamos hace tres años y medio (asumió su mandato en diciembre de 2015), una hoja de ruta que nos va llevar a generar más empleos”. Tiene claro que si logra sacudirse del malestar económico que los ciudadanos de su país resienten de su mandato, tendrá más oportunidades frente a su rival Cristina Fernández de Kirchner, quien gobernó el país entre 2007 y 2015 y busca el poder nuevamente postulándose como vicepresidente montada sobre el recuerdo presente de sus políticas populistas y a pesar de tener casos pendientes ante la justicia por corrupción.

La gran pregunta es si el anuncio de un acuerdo, que aún está en proceso de ratificación por los países europeos, es suficiente para inclinar la balanza en la batalla electoral en la que en este momento Fernández encabeza las simpatías con una diferencia que oscila entre cinco y nueve puntos sobre Macri, según los sondeos.

Por el momento, en el otro continente, Francia ya ha mostrado dudas sobre la ratificación del mismo y anunció por su parte que evaluarán con detalle el acuerdo. El temor francés es que su sector agrícola se vea afectado por la entrada de productos suramericanos como la carne bovina y la caña de azúcar. Argentina, en tanto,  vive sus elecciones con este tema como uno de los que genera opinión. El compañero de fórmula de Cristina Fernández, Alberto Fernández, dijo que no le quedaba claro cuáles serían los beneficios concretos para su país.

A diferencia del interés de continuismo del gobernante argentino, el líder brasilero busca que el acuerdo le dé un respiro ante las fuertes críticas que enfrenta en su país por proponer impopulares medidas para reformar las pensiones. El acuerdo comercial con Europa es un tanque de oxígeno para Bolsonaro que, a pesar de llevar seis meses en el poder, cada día enfrenta crecientes descontentos por su estilo político y la compleja realidad interna del país.

Según un estudio del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, hubo un aumento de la informalidad y la desigualdad entre 2014 y 2017. Los datos más recientes dan cuenta que la pobreza castigaba a 54.8 millones de habitantes, una cuarta parte de la población. Además, el 7.4 por ciento de la población vive en pobreza extrema.

Una situación que el gobernante Bolsonaro tiene que sortear junto a la creciente desaprobación que, según encuestas locales, ya ronda el 32 por ciento y una imagen indolente creada por sus particulares declaraciones como aquellas en la Cámara de Diputados en 2013 cuando dijo que “el pobre solo tiene una utilidad en nuestro país: votar. La cédula de elector en la mano es diploma de burro en el bolsillo. Sirve para votar por el gobierno que está ahí. Sólo sirve para eso y nada más”.

Algunos medios internacionales como la BBC colocan a Brasil al borde de otra recesión porque la economía sigue al mismo nivel de 2014 y explican que las razones que dificultaron el cumplimiento de las expectativas, a la llegada de Bolsonaro al poder, se deben a la comisión de errores del gobierno, disputas internas dentro del poder ejecutivo y al intento de intervención estatal en el sector de los combustibles el que califican como torpe.

Para sus intereses particulares, el acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea puede jugar más a beneficio de Bolsonaro que de Macri.  Este último, en remembranza de Volver, el célebre tango de Carlos Gardel, tendrá que decir que en este caso veinte años sí fueron muchos. Pero igual en ambos casos habrá que dar más tiempo para evaluar si realmente se traduce en una mejoría de vida de los ciudadanos de los países involucrados.