Brasil después del escándalo de Odebrecht y Petrobras

Las fichas de uno de los mayores escándalos de corrupción en la historia de Latinoamérica están empezando a encajar en el rompecabezas.

Los nuevos tentáculos que le han nacido al escándalo de corrupción de Odebrecht -que desde hace tiempo tiene contra las cuerdas a los dos últimos presidentes brasileños, el muy popular Luiz Inácio Lula da Silva y su sucesora, Dilma Rousseff- salpican cada vez a más países y parecen reunir algunos de los elementos necesarios para comenzar a minar la poderosa influencia de Brasil sobre América Latina.

Según un trabajo realizado por IDL-Reporteros y la Revista Caretas de Perú, en alianza con el diario La Prensa de Panamá, los millones de dólares con los que durante años la constructora brasileña sobornó a tres de los principales directivos de Petrobras para obtener jugosos contratos, fueron lavados a través de sofisticadas operaciones que hicieron escala en Panamá.

Hoy, esos tres ejecutivos están detenidos, además del que fuera presidente de la constructora hasta junio pasado, Marcelo Odebrecht. Tras su captura, el patriarca de la familia, Emílio Odebrecht, aseguró a la prensa de su país que la de su hijo no será la única celda que se necesite por cuenta del escándalo, pues habrá que preparar una para Lula y otra para Dilma.

Y como si faltara más combustible para este escándalo trasnacional, la ONG Transparencia Internacional anunció hace unos días que examinará con lupa todas las operaciones que las compañías constructoras brasileñas relacionadas con el escándalo de Petrobras tienen en siete países de América Latina: Argentina, Chile, República Dominicana, Guatemala, Panamá, Perú y Venezuela, y pidió de manera oficial que los gobiernos de esos países colaboren con la justicia de Brasil en las investigaciones.

El avispero desatado por una de las mayores constructoras de América Latina -a cargo de decenas de megaobras de infraestructura en todo el continente, algunas ya bajo la lupa de investigaciones de la justicia- no sólo enlodó a Petrobras, sino también a importantes empresarios y políticos brasileños (incluidos los presidentes de ambas cámaras del Congreso, exministros y hasta el actual senador y expresidente Fernando Collor de Mello), varios de ellos del gobernante Partido de los Trabajadores (PT).

Rousseff -quien presidió el Consejo de Administración de la petrolera estatal entre 2003 y 2010, es decir cuando ocurrieron la mayoría de los sobornos- siempre ha dicho que sólo se enteró cuando los hechos comenzaron a salir a la luz pública. Y aunque hasta ahora ha salido ilesa, dado que la Procuraduría cita el impedimento constitucional de investigar a un presidente “por actos ajenos al ejercicio de sus funciones”, el escándalo le ha pasado una gran cuenta de cobro.

Al desplome de su imagen positiva (es la presidenta más impopular de Brasil desde el fin de la dictadura, hace 30 años, con sólo un 8% de apoyo a su gestión) y la multiplicación de marchas en su contra (en menos de un mes se registraron dos grandes jornadas de protesta en cientos de ciudades), se suma la reciente captura del tesorero del PT (Joao Vaccari), la persona más próxima a Rousseff en ser imputada y detenida por el gigantesco esquema de corrupción y desvío de dinero. De hecho, la justicia ya comenzó a investigar las finanzas de la primera campaña que la llevó a la Presidencia, en 2011.
Pero hay otras cifras que tampoco son halagadoras: Petrobras acaba de anunciar pérdidas por unos 7.200 millones de dólares (de los cuales al menos 2.000 millones están relacionados con la red de corrupción de Odebrecht), las exportaciones a la región se han reducido entre un 14% y un 21% desde el 2014 y varios analistas prevén un aumento de la inflación y una recesión del PIB este año, en el país que en 2011 fue declarado la sexta mayor economía del mundo.

Dilma apenas comienza su segundo mandato y no es claro que pueda resistir los embates de la oposición, el creciente descontento social, la rebelión en el Congreso y las dificultades para una economía que podría tener, en 2016, su peor resultado en más de dos décadas.

Y Lula, hombre fuerte para regresar al Palacio del Planalto en el 2018, está cada vez más enredado, pues un nuevo giro en esta trama ha llevado por segunda vez a la cárcel a José Dirceu, exministro del carismático expresidente y uno de los fundadores del PT, acusado de ser uno de los líderes de la red de corrupción que durante años desangró a la estatal petrolera.

¿Estará Brasil perdiendo peso en la región? Si Dilma continúa obligada en concentrarse en los problemas internos que azotan a su gobierno y le siguen saliendo tentáculos al escándalo de corrupción de Odebrecht y Petrobras, el poder del líder político y económico de América Latina podría debilitarse seriamente.

El gigante regional iba camino de convertirse en uno global. ¿Será posible que por cuenta de la corrupción se esté revirtiendo esa tendencia?