Gabriel Boric: el nuevo “popstar” de la izquierda latinoamericana

La posesión de Gabriel Boric en Chile plantea un interrogante para América Latina: ¿Llegó una nueva izquierda a la región?

Ilustración Erick Retana

Por Cristian Ascencio Ojeda

Cuando debutó como diputado en 2014, Gabriel Boric se negó a usar corbata y en 2017 se hizo un osado corte de pelo al estilo mohicano. En octubre de 2019, en las manifestaciones del estallido social, encaró en medio de la calle a militares por usar armas de guerra, y llamó a refundar Carabineros, el cuerpo de policía, por sus violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, eso no impidió que, durante el mismo estallido, manifestantes lo insultaran y le lanzaran cerveza. ¿Qué explica esa reacción de la gente? Boric acababa de firmar el “Acuerdo por la paz” que permitió convocar el referéndum de la nueva constitución y que le dio oxígeno a la institucionalidad en medio de la crisis política. Por eso, algunos adherentes de izquierda lo consideraron un traidor. Lo tildaron de “amarillo”, un término despectivo usado en Chile contra quienes no son “reales rojos”.

Eso no le impidió presentarse a las primarias presidenciales casi de sorpresa y contra el número uno en las encuestas en ese momento, el militante comunista y alcalde de Recoleta, Daniel Jadue. Encuesta a encuesta le fue acortando el camino hasta que lo sobrepasó. Para muchos, lo logró con una estrategia: mostrarse más moderado que su rival. En parte gracias a eso, este 11 de marzo Boric asumirá el cargo más importante del Estado chileno.

Militante de un partido pequeño (Convergencia Social) que tiene cuatro diputados de los 155 y ningún senador, Gabriel Boric es licenciado en Derecho y fanático de la Universidad Católica, el equipo de fútbol tradicionalmente asociado a los “cuicos” (la clase alta). Muy activo en redes sociales, no solo habla de política, sino también de cosas más triviales, como cuando apoyó a la cantante Taylor Swift. El más joven de los presidentes en la historia de Chile (asumirá con 36 años y un mes) está dando señales de que, a pesar del protocolo que requiere el cargo, mantendrá algunas características de cercanía con la calle. Por ejemplo, en una calurosa tarde de verano, en enero, se le vio comprando un sándwich en un popular restaurante del centro de Santiago. Un tuitero subió la foto y el mismo presidente electo le escribió un comentario: “Es que la mayo casera de La Terraza (el nombre del restorán) es insuperable”.

También es posible monitorear en Twitter la evolución política de Boric. Por ejemplo, hace una década se mostraba admirador del proceso bolivariano en Venezuela, pero con los años fue acentuando sus críticas al autoritarismo en ese país, hasta que rompió del todo con lo que representaba Chávez y su continuador, Nicolás Maduro.

Y de ser un crítico duro de la expresidenta Michelle Bachelet, después de la primera vuelta presidencial moderó su discurso tanto hacia ella como a la Concertación que gobernó a Chile desde la caída de la dictadura. Algunos interpretaron esa movida como una estrategia para ganar el voto del centro político, pero lo cierto es que le dio buenos resultados. Finalmente terminó por incorporar en su gabinete a figuras de partidos de la antigua Concertación y a una amiga cercana de Bachelet. También ha ido moderando su discurso público. De “refundar” Carabineros pasó a hablar de construir más comisarías en sectores marginados.


Con la problemática de los presos del estallido social pasó algo similar. En octubre de 2020 su partido político presentó un proyecto de Ley de indulto general a los detenidos por causas ligadas a las protestas. Eso, curiosamente, no impidió que uno de esos detenidos lo golpeara en la cárcel de Santiago, cuando los visitaba. Después del hecho dijo: “Seguiremos trabajando con la frente en alto por verdad, justicia, reparación, por el indulto a los presos políticos y por que haya condiciones dignas y humanas en todas las cárceles de Chile”. Pero en noviembre de 2021, poco antes de la segunda vuelta, Boric sostuvo en un programa de televisión que “no se puede indultar a una persona que quemó una iglesia o una pyme, o que saqueó un supermercado”.

Sobre su transformación política, Mario Waissbluth, profesor del Centro de Sistemas Públicos de la Universidad de Chile, sostiene que “el proyecto de Gabriel Boric en la primera vuelta de la elección presidencial era rojo, con el puño en alto. Pero mutó radicalmente para enfrentar la segunda vuelta, cuando el proyecto pasó a ser rosado pálido, con el signo de ambas manos unidas frente al pecho, repetido numerosas veces en pantalla, y de corte más bien socialdemócrata”.

¿Un nuevo Mujica?

Las críticas de Boric contra gobiernos autoritarios aunque sean de izquierda, y la promesa de cambios “con gradualidad”, además de su cercanía con la calle (durante su mandato vivirá en el barrio Yungay, en un sector de clase media), hacen recordar a muchos analistas a la figura mesurada de José Mujica, expresidente de Uruguay.

Jeanne Simon, cientista política norteamericana y profesora de la Universidad de Concepción, sostiene que Boric pertenece a “una izquierda de clase media y globalizada. En contraste con las del siglo XX, es una izquierda sensible a temas de género, diversidad sexual y a la plurinacionalidad, una tendencia democrática y no populista”.

Según Simon, Boric es crítico de la concentración del poder económico y el neoliberalismo, pero reconoce la importancia de una economía regulada. “Se acerca a figuras como Alexandria Ocasio-Cortez en Estados Unidos y José Mujica en Uruguay. Cree en un Estado más presente que apoya a la ciudadanía”.

El economista Noam Titelman, uno de los fundadores del Frente Amplio (coalición a la que pertenece el partido de Gabriel Boric), también recalca ese punto. “El presidente electo ha aludido con frecuencia al legado de Pepe Mujica. Incluso el expresidente uruguayo jugó un rol importante en la campaña de Boric y éste lo citó en su discurso de victoria, haciendo referencia a que los cambios hay que hacerlos paso a paso para no desbarrancarse”. Según Titelman, Boric ha mostrado que es posible defender una apuesta programática fuertemente progresista, mientras mantiene un compromiso con la democracia. “Despercudida de lastres históricos, Boric ha podido presentar una izquierda del siglo XXI con un rol central para la agenda feminista y ecologista.

Lo cierto es que Gabriel Boric está viviendo su luna de miel con la ciudadanía, con un amplio apoyo ciudadano. Pero aún así existe el riesgo de que las altas expectativas vayan derivando en frustración si no las va cumpliendo, sobre todo en un momento sumamente complejo debido entre otros factores a la alta carga fiscal por la pandemia. “Junto con las altas expectativas, está entrando al gobierno una camada de dirigentes jóvenes con relativamente poca experiencia en el Estado. Ambas cosas ciertamente implican un riesgo de frustración. Sobre todo, en un contexto de cuentas fiscales con poca holgura y una proyección de crecimiento muy baja para los próximos años”, explica Titelman.

Ese tal vez será uno de los mayores desafíos, armonizar las expectativas, por un lado, de quienes quieren cambios radicales y una refundación del país inspirados en el espíritu del estallido social de octubre de 2019; y los que coinciden en que se debe construir un país más equitativo, pero no creen que esto pase por un aparato estatal omnipotente o que no ven como algo negativo la apertura económica de Chile con el mundo.

¿Y en el contexto latinoamericano?

Pero, ¿cuál será el rol de Boric en una América Latina cada vez más polarizada, incluso ahora que el mundo enfrenta un terremoto político con la invasión rusa de Ucrania? Titelman cree difícil extender este proyecto particular al resto de la región, “porque la realidad es que somos una región tremendamente diversa y las copias y calcos rara vez funcionan. Sin embargo, creo que hay margen para la idea de una izquierda que, por un lado, quiere transformaciones profundas y, por otro lado, no está dispuesta a ceder un centímetro en el respeto a la democracia y sus instituciones de controles y contrapesos que previenen las derivas autoritarias de Venezuela y Nicaragua”.

En todo caso, como dice Angel Arellano, coordinador de proyectos en la Fundación Konrad Adenauer, oficina de Uruguay, Gabriel Boric ya se transformó en un referente de la centro-izquierda en Latinoamérica. “Y es referente de una izquierda democrática, entendiendo que además hay izquierdas autoritarias y populistas en la región”. Arellano explica que esta nueva ola de izquierda se caracteriza por mayor moderación y pragmatismo. “Respetan mucho más los marcos del juego democrático”.

Sobre si a Gabriel Boric le gustaría proyectarse como un referente del progresismo en la región, Titelman dice que “en parte su liderazgo se caracteriza justamente por rehuir de las visiones demasiado jerárquicas y el mesianismo que suele abundar en la izquierda. A nivel personal, creo que sinceramente no lo quiere. Ahora, si termina siendo o no un referente, no depende de su voluntad”.