Bitcoin, una moneda al aire

Empezó a regir el bitcoin como divisa de curso legal en El Salvador. ¿Qué implica esto realmente para la gente? ¿Qué intenciones hay detrás? ¿Es el comienzo del futuro, o más bien un fracaso anunciado?

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Pocas veces El Salvador había atraído tantas miradas como el martes 7 de septiembre, pues ese día comenzó allí una nueva era en el mundo: la del bitcoin como moneda de curso legal en un país. Luego de una aprobación exprés del Parlamento, controlado por el presidente Nayib Bukele, el primer experimento mundial de las criptomonedas comenzó entre fallas técnicas y muchas dudas.

Los salvadoreños se enteraron de una forma insólita: “Next week I will send to Congress a bill that will make bitcoin a legal tender in El Salvador”. Con este mensaje en inglés y en un video pregrabado, el 5 de junio de 2021 Bukele anunciaba en una conferencia mundial en Miami que esta moneda tendría curso legal en su país. Como era de esperarse los fanáticos de esta tecnología, eufóricos, colmaron el escenario con sus aplausos. Pero al mismo tiempo sus compatriotas recibían desconcertados la noticia a cientos de kilómetros. 

La medida llegó en un clima político efervescente, dividido entre quienes respaldan casi a ciegas al mandatario en todos los temas y quienes lo rechazan porque empiezan a ver  cada vez más señales de autoritarismo. Una sensación agudizada tras el fallo de la Sala de lo Constitucional del Supremo, controlado por Bukele, que habilitó la reelección presidencial y le dio pie a un segundo mandato en 2024. Un manual ya practicado por varios gobiernos en la región.

En el país de Bukele no hay mucho lugar para las opiniones disidentes. Hace algunos días el especialista informático Mario Gómez, conocido por cuestionar abiertamente al bitcoin como moneda de curso legal, fue arrestado de manera irregular  por unas horas y sus celulares decomisados sin mayor explicación. Desde ese día Gómez no se ha vuelto a expresar públicamente.

Esa polémica ley, que el gobierno no socializó con la población, ya rige en el país centroamericano. La redactó el propio Bukele con ayuda de Jack Mallers, el director de la plataforma de pagos Strike. La normativa tiene 16 artículos, de los cuales el séptimo genera el mayor desconcierto: “Todo agente económico deberá aceptar bitcoin como forma de pago cuando así le sea ofrecido por quien adquiere un producto o servicio”. Al respecto, el presidente enredó aún más las cosas al tratar de explicarlo: “No hay obligación en recibir los bitcoins, solo se hace que se tiene que aceptar”. ¿Cómo es eso?

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Para la economista salvadoreña Tatiana Marroquín, el problema es que desde el inicio el gobierno manejó todo sin transparencia. “El rechazo no creo que sea tanto a la criptomoneda o al criptoactivo sino a la forma en que se está implementando (…) No hay claridad legal ni comunicacional por parte del Ejecutivo respecto a cuál es el objetivo de política económica que persigue esta acción”, indica.

Y se acumulan las preguntas sin respuestas, desde las de los expertos hasta las de la gente en sus actividades cotidianas: ¿Cómo afectará la reserva de dólares del país? ¿Se perderá dinero al momento de convertir de dólares a bitcoins? ¿De dónde sale la plata para esto? ¿Por cuánto tiempo no se cobrará comisión? ¿Es seguro? ¿Y si me estafan a quién reclamo? 

 

Bitcoin es una moneda virtual basada en la tecnología blockchain, que sirve como medio de pago de productos y servicios y para inversión, pues su precio varía constantemente. Fue creada en 2008, supuestamente por un japonés llamado  Satoshi Nakamoto, aunque nadie sabe con claridad quién es o si existe realmente, si es una persona o un grupo.

Según los evangelizadores de esta tecnología, circulan más de 10.000 criptomonedas en el mundo y el bitcoin es la más popular. Lo que las vuelve atractivas es justamente que no dependen de un ente de control, autoridad o bancos que se responsabilicen de las emisiones o registros de los movimientos, y funcionan con una clave criptográfica asociada a una billetera virtual. “El control lo tiene el código, él es el que manda y determina las reglas, es básicamente un programa descentralizado que tiene un alto nivel de seguridad. Es prácticamente imposible de hackear porque se tendría que hackear un millón de computadoras en cinco minutos”, explica Eddy Sánchez, experto en blockchain y CTO de Banipay, una empresa especializada en pagos digitales.

Los salvadoreños manejarán sus transacciones a través del ‘Chivo’ (que significa lindo o cool), la billetera digital oficial que el gobierno diseñó para convertir dólares a bitcoins, que además no viene sola, pues incluye un incentivo de 30 dólares en consumo para quienes descarguen la app desde iOS o Android. Sin embargo, varios usuarios expresan su desconfianza sobre la información que deben entregar al hacer el registro, administrado en forma centralizada por el Gobierno.

El bitcoin no es del todo nuevo en El Salvador. De hecho el gobierno de Bukele comenzó en 2019 un programa experimental en el pueblo costero de Zonte. En esta localidad de tres mil habitantes, las transacciones cotidianas no requieren de entidades bancarias y los salarios son en esta criptomoneda. Solo hay un cajero que entrega dólares y cobra el cinco por ciento de la transacción, como reporta el diario español ABC.

Los letreros de “aceptamos bitcoin” muestran cómo las transacciones con moneda virtual se han popularizado. Muchos la defienden, por ejemplo, porque al no ser tangible, solo sacan lo necesario y lo que queda en reserva incluso puede aumentar su valor. Pero también hay quienes necesitan palpar sus ingresos diariamente y no perder ni un centavo porque eso puede hacer la diferencia en su economía de bolsillo. Este grupo, aunque minoritario, también está presente en el pueblo costero que Bukele considera su inspiración. En la realidad, tres años después, no se perciben grandes cambios en el Zonte.

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Para los expertos, uno de los mayores riesgos de las criptomonedas es su volatilidad. Un día pueden generar ganancias y al otro pérdidas, justamente porque no tiene el respaldo de un ente controlador, nadie es responsable y nadie es dueño del bitcoin. Cuando Elon Musk, director ejecutivo de Tesla, anunció haber comprado 1.500 millones de dólares en bitcoin y que pensaba aceptarlo como forma de pago, se disparó el precio de la criptomoneda. Pero luego se desplomó hasta 15% cuando dijo que no aceptaría bitcoins por la compra de sus autos.

Sin embargo, Marroquín considera que más que la volatilidad el problema es “que las personas se vean obligadas a enfrentarse a este riesgo que no es únicamente en términos de transferencias individuales, sino que el Estado salvadoreño está gastando dinero público para la implementación”, asegura.

El cómo y cuánto le costará exactamente esto a El Salvador es otro punto de debate que el gobierno mantiene entre las sombras, aunque ya hay indicios de irregularidades.

La periodista Mariana Belloso, editora de la revista Derecho y Negocios, comparte esta preocupación: “Podemos pasarnos hablando horas sobre las bondades del bitcoin como activo de inversión, pero el tema es que se lo quiere imponer como medio de pago y son dos cosas completamente diferentes. Los que festejan son las personas allegadas al gobierno y quienes manejan inversiones o están en el negocio porque ha habido contratación de montón de empresas que van a desarrollar todo el ecosistema del bitcoin en El Salvador”, explica.

Bukele minimiza los argumentos en contra y más bien asegura que el bitcoin “generará empleo y contribuirá a la inclusión financiera de los miles que están fuera de la economía formal”. 

Según una reciente encuesta de LPG Datos, la unidad de investigación social del diario La Prensa Gráfica, el 53,5% de los salvadoreños opinan que el bitcoin es inseguro y rechazan la medida aunque no expresan mayor preocupación porque están convencidos de que su uso será voluntario. Si bien esta es una de las medidas que más objeciones ha significado para Bukele, su imagen no parece afectada, asegura Alfredo Hernández, gerente editorial de la revista salvadoreña  El Economista. “A pesar de que la implementación del bitcoin no es algo que le guste todos,  él mantiene sus niveles de popularidad porque al parecer no lo vinculan directamente sino que lo ven como un proyecto de gobierno. Ahora su nivel de aceptación está por el  84%”.

El Banco Centroamericano de Integración Económica anunció que dará asistencia técnica y financiera y un fideicomiso de 150 millones de dólares al gobierno de Bukele para garantizar la convertibilidad exacta de bitcoins a dólares. Pero el Banco Mundial rechazó ayudar argumentando su preocupación por la transparencia y el impacto medioambiental del minado, el procedimiento por el que se generan nuevas criptomonedas, mediante la resolución de problemas matemáticos complejos que requieren una gran cantidad de energía para las computadoras.

Otro de los factores que preocupa es la brecha que significará la implementación de esta moneda virtual, pues el 55,4 por ciento dijo que no tiene acceso a las tecnologías que permiten ejecutar transacciones en bitcoin, frente a un 37,3 por ciento que sí y el 7,4 por ciento que no opinó al respecto, de acuerdo a la encuesta LPG Datos. “La penetración de internet en hogares ronda el 50 por ciento y si bien existen un promedio entre dos o tres celulares por habitante, no todos cuentan con acceso a internet y de ellos menos de la mitad son smartphone”, dice Alfredo Hernández. 

Y mientras El Salvador vive ese panorama, el precio del bitcoin sigue su curso ascendente en los principales mercados de Latinoamérica. Según Chainalysis, Argentina, Venezuela y Colombia son los tres países de la región cuyas poblaciones adoptaron más criptomonedas durante 2021. 

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El presidente Nicolás Maduro ya anunció su proyecto de convertir la economía venezolana en la primera ciento por ciento digital mediante el petro, su criptomoneda respaldada por petróleo, gas, oro y diamantes, lanzada en 2017. Por otro lado, en Argentina, el presidente Alberto Fernández empieza a coquetear con la posibilidad de las criptomonedas, aunque con algo más de cautela.

Para el economista José Gabriel Espinoza, exdirector del Banco Central de Bolivia, uno de los aspectos más interesantes es la tecnología detrás de las criptomonedas, algo a  lo que las entidades monetarias deberían poner más atención, pero no considera que vayan a predominar en el futuro. “Aunque muchas personas ven con buenos ojos un sistema desregulado, la evolución de los mercados ha hecho que, ante crisis financieras o eventos de volatilidad, la gente requiera de alguien que dé cierto grado de confianza en la moneda, independientemente de la tendencia ideológica o política”, asegura.

El Salvador podría estar un paso adelante como tanto pregona su presidente millenial, ahora héroe geek de las criptomonedas, pero es imposible predecir ese futuro. Sobre todo porque la ausencia de una autoridad central podría proyectar las sombras del lavado de dinero, estafas, corrupción y otros ilícitos, que convertirían a este país centroamericano en un paraíso fiscal virtual. 

Hay muchas teorías, pero ninguno de los expertos consultados tiene certeza sobre las verdaderas intenciones de Nayib Bukele para iniciar la era del bitcoin en El Salvador. Pero en ese país muchos consideran que intereses privados se mueven con fuerza y que la transparencia no es una palabra que entre en este juego.  

Por ahora, el bitcoin es esa moneda al aire lanzada por un hombre que ha acaparado el control con sus propias certezas, por encima de las dudas de una población que se juega su futuro en esa apuesta.