Guerra, mentiras y videos

Como nunca antes, el conflicto en Ucrania se libra en el campo de la información y los influencers juegan en ella un papel creciente. ¿Qué tanto contribuirá eso a multiplicar las narrativas y a oscurecer la verdad? ¿Qué tanto influye esto en Latam?

guerra

Por Carlos Gutiérrez

La noticia del inicio de la invasión rusa en Ucrania, en CNN en español, no la dio un periodista, sino un influencer. “Creo que acabo de escuchar una explosión. Se escuchó fuerte… es que estoy con los audífonos, pero se escuchó una explosión”, dijo Alex Tienda, desde Kramatorsk, al oír los primeros ataques. Él es un travel vlogger mexicano que al estallar el conflicto armado daba una entrevista a la cadena norteamericana.

Minutos después, a las 5:07 de la mañana, Tienda mostraba en sus redes sociales imágenes de los bombardeos desde la habitación de su hotel. Había viajado desde México hasta ese lugar con el fin de documentar el conflicto y proporcionar información “desde la fuente” para que sus seguidores pudieran entender qué estaba pasando, según dijo a una televisora mexicana.

El video de Tienda refleja un fenómeno particular del enfrentamiento bélico en Europa: la presencia de youtubers e influencers que muestran el día a día de la guerra por medio de publicaciones en redes sociales. Se trata de productores aficionados de contenidos audiovisuales que documentan acontecimientos en tiempo real. Un caso que ha llamado la atención es el de @alexhook2303, joven soldado ucraniano con miles de seguidores que baila y hace videos divertidos para Tik Tok desde una trinchera.

Estos breves mensajes videos y fotografías, como los de Tienda y @alexhook2303, transmiten momentos, emociones y experiencias que van mucho más allá de las narrativas dominantes. “Derriban un relato construido con una maquinaria de propaganda gubernamental que ha engañado hasta al intelectual más pintado”, dice la analista de medios argentina Adriana Amado. “Estamos asistiendo al fin de los relatos, rápidamente desplazados por las experiencias”, augura.

En realidad, esta guerra informativa transcurre en dos niveles: uno, en los grandes medios y, otro, en las redes sociales. En este último, de lado de los influencers, la finalidad es ganar miles de seguidores; en el otro, la batalla es por conquistar la opinión pública, muchas veces con información mentirosa. Mythos Labs, por ejemplo, detectó versiones prorrusas falsas difundidas desde antes de estallar el conflicto.

En los días previos a la invasión ya circulaba en redes sociales un discurso que justificaba la ofensiva. También se leían algunos mensajes acusaban a la OTAN de ser una “grave amenaza” para la seguridad rusa o afirmaban que Estados Unidos y Reino Unido querían la guerra con Rusia y que la CIA había entrenado a ucranianos para matar soldados de esa nacionalidad.

Es una representación ‘orweliana’ en la que los medios rusos le dicen a su audiencia que ese país solamente está involucrado en una operación limitada, obligado por las provocaciones del gobierno ucraniano. Así lo analiza Vitaly Shevchenko, editor jefe del servicio ruso de BBC Monitoring, en una publicación de BBC Mundo. Ese discurso mediático afirma que los rusos buscan liberar a Ucrania de neonazis y drogadictos y niega que haya bombardeos a edificios civiles en ciudades como Kiev o Járkiv.

“Las guerras son territorio abonado para la desinformación, que es utilizada para elevar la moral de las tropas propias y minar el entusiasmo del enemigo”, explica el periodista español David García Marín, autor del libro La posverdad. Una cartografía de los medios, las redes y la política. Para él, la actual guerra y los procesos desinformativos anteriores se diferencian en el volumen y la rapidez con que hoy circula la falsedad.

De acuerdo con Mythos Labs, el volumen de tuits con contenido prorruso aumentó más de mil por ciento durante las dos últimas semanas de febrero. Para esta compañía, ello puede indicar la necesidad de justificar ante la sociedad rusa el alto costo de la invasión. Muchos de esos mensajes pretenden ganar la batalla en la conciencia de los ciudadanos y hacerlos empáticos con las acciones del gobierno.

“Los medios nacionales de los países en conflicto ofrecen una visión distorsionada de la realidad”, explica García Marín. Como siempre se ha dicho, “en los procesos bélicos la primera víctima siempre es la verdad”, ahonda. Pone sobre la mesa, por ejemplo, el riesgo de prohibir en los países de la Unión Europea el acceso a medios de propaganda rusa, como Sputnik o Russia Today (RT), por cuanto justifican a Moscú hacer lo mismo con los medios occidentales

En BBC Monitoring han detectado algunas estrategias de los medios “pro-Kremlin”. Una es difundir contenido no verificado en el que hacen afirmaciones que tratan de mostrar a Ucrania de manera negativa. Otra, que ha sido “característica habitual de los rusos”, es mostrar a Ucrania como país nazi.

Asimismo, García Marín denuncia una estrategia de censura en el bloqueo ruso a Twitter y Facebook, así como en “la nueva ley contra la desinformación, impuesta por Putin, que incluye penas de hasta 15 años de prisión y la salida de grandes medios del país ruso como la BBC y Bloomberg”. En respuesta, el colectivo #Anonymous hackeó canales de televisión en vivo, como Rusia 24, Canal Uno y Moscú 24, así como los servicios de streaming Wink e Ivi, para transmitir a la opinión pública rusa imágenes del   y pedir a los rusos que se opongan a la ofensiva contra Ucrania.

Jessica Jiménez Escalante es académica de la Universidad Libre Seccional Cúcuta, Colombia. Ha publicado sobre fake news, libertad de expresión y derecho a la información. Para ella, el factor de las noticias falsas se suma para proteger los intereses de los actores del conflicto o de terceros que tengan algún interés en particular.

“Las noticias falsas son parte de una estrategia de desinformación que tiene su origen en la Guerra Fría”, señala Magaly Prado, investigadora del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo y autora del libro Fake news. El poder de los algoritmos y la inteligencia artificial en el ataque de la desinformación, próximo a circular. También trae a la memoria que desinformación es una palabra prestada del ruso dezinformatsiya, acuñada en la era de Stalin.

El fenómeno desinformador pretende construir una narrativa basada en mensajes de contenido político, apunta EFE Verifica. Por ejemplo, últimamente han circulado mensajes que renuevan las viejas sospechas sobre los intereses ucranianos del hijo del presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Según esa versión, Estados Unidos buscaría defender a Ucrania solo por un asunto de negocios.

Por el contrario, Natalia Aruguete, investigadora y periodista argentina, dice que se ha presentado un discurso dominante “con una fuerte hegemonía cultural y discursiva por parte de Estados Unidos”. En este, puntualiza, “hay un fuerte ocultamiento de aspectos mucho más nodales, estructurales e históricos de un conflicto que en otro momento estaba más declarado, durante la Guerra fría, y que en este momento es más implícito”.

En un artículo publicado en The New York Times, los periodistas Stuart A Thompson y Davey Alba informan que algunas cuentas oficiales ucranianas también han difundido información sesgada, con características distintas a la del gobierno ruso. De acuerdo con su análisis, “la propaganda en línea de Ucrania se centra en gran medida en sus héroes y mártires, personajes que ayudan a dramatizar las historias de la fortaleza ucraniana y la agresión rusa”.

América Latina tampoco ha estado ajena a la lucha por ganar el discurso en medios de comunicación y redes sociales. Por ejemplo, William Grigsby, operador del régimen sandinista y uno de los principales propagandistas del gobierno nicaragüense, afirmó que el ejército ruso no había bombardeado a civiles en Ucrania. “El director de uno de los medios del régimen falsea la información sobre la invasión de Rusia a Ucrania, como parte de la estrategia de colocar al presidente Vladimir Putin como el que desea evitar una guerra nuclear cuando fue él quien ordenó la alerta en sus bases militar (sic)”, alertó la revista periodística Expediente Público.

También circuló ampliamente un mensaje de Whatsapp que en el cual supuestamente el periódico La Prensa hacía un llamado para que los nicaragüenses lucharan contra Costa Rica “siguiendo el ejemplo de la invasión de Ucrania por parte de Rusia”. El medio desmintió la versión.

Open Democracy encuentra que el Kremlin ha desplegado una operación de propaganda en América Latina. Para esta plataforma de origen británico, RT “tiene como agenda la desinformación, el desprestigio de una influencia occidental, la desestabilización”. Además, ya no es tan fácil distinguir el tipo de coberturas de los medios de comunicación del tipo de contenidos que proponen y promueven las redes sociales. “Entre otras cosas, porque los medios de comunicación juegan discursivamente en escenarios digitales”, añade Aruguete.

El manejo informativo tiene una incidencia enorme en la libertad de expresión, expone Jiménez Escalante. “Las noticias falsas afectan de forma directa la democracia porque se da un exceso de la libertad de expresión”, dice. Según ella, en el caso colombiano, los medios tradicionales han dado un papel de enorme relevancia al conflicto ucraniano y, como ese país se encuentra en periodo preelectoral, lo están relacionando con las implicaciones que pueda tener para Colombia.

En un artículo publicado en The Washington Post, el escritor y crítico cultural Jorge Carrión definió a esta como la “Primera Guerra Mundial Digital”, debido a que la cubren tanto periodistas como youtubers y personas anónimas en Tik Tok. Algunos de ellos, señala, han dejado su rol tradicional para centrar su atención en el relato digital de la guerra. Rescata el caso de influencers ucranianas que dejaron de hablar de viajes o marcas para mostrar al mundo “el calibre de la tragedia”.

@martavasyuta “Go home while alive” #ukraine #supportukraine ♬ original sound – Marta Vasyuta

Para Adriana Amado, hoy son otras las personas que cuentan lo que pasa en el campo de batalla. “Los cronistas de guerra son los ciudadanos y los combatientes. Eso significa que el periodismo ahora tiene otro rol: validar, chequear, compaginar, poner en ilación todas estas microhistorias que, solas, quizá, no dirían nada”. Para ella, estamos asistiendo a la práctica de un periodismo que se alimenta de fuentes ciudadanas.

Periodistas como Alberto Sicilia —que en Twitter se hace llamar “Principia Marsupia”—, juegan un doble papel. Por un lado, cubren las notas del día para medios tradicionales y, por otro, cuentan microrrelatos en redes sociales. Por ejemplo, escribió en Twitter: “Me encuentro con Oleg (27 años) en una barricada de Kiev. ‘Los rusos han elegido la letra Z como símbolo de la invasión. Nos toca a nosotros presionar las teclas Control + Z’. (Nota: en esta ciudad hay muchos desarrolladores de software que ahora llevan un Kalashnikov)”.

La invasión de las tropas de Vladimir Putin al territorio ucraniano generó una ola expansiva de información compartida en las redes sociales y en los medios de comunicación. Se trata de una guerra virtual en la que no cuentan la historia los ganadores, sino los que logran viralizar sus videos, fotografías y palabras, falsas o no, como lo hacen los influencers. En este escenario, la verdad, lamentablemente, parece quedar más oscurecida que nunca entre el estira y afloje de los nuevos estrategas digitales: los algoritmos informáticos.

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