III. Un oasis LGBTTTI
La 72 es un hogar, una casa, una pausa en el camino para los migrantes que buscan comida, techo y apoyo. Este es el único lugar en México que cuenta con un espacio para la comunidad LGBTTTI. Es un lugar para ser libres.
El sol resalta los colores del orgullo LGBTTTI. La bandera es la señal de que es un lugar seguro para no ocultarse. Es el dormitorio para la comunidad de la diversidad creado en La 72, un refugio para migrantes en Tenosique,Tabasco, estado ubicado al sur de México.
El nombre de La 72 es en memoria de los 72 migrantes masacrados por el grupo criminal Los Zetas en el 2010 en San Fernando, Tamaulipas. En México, este es el único lugar de atención a migrantes con un espacio dedicado a la población LGBTTTI.
Por unas horas, por unos días y hasta por meses los migrantes viven en La 72, la mayoría esperan ser reconocidos como refugiados en México, otros toman un descanso para seguir su viaje hacia Estados Unidos.
La violencia y la pobreza de Centroamérica son las dos causas principales para que la comunidad de la diversidad migre, según han detectado en La 72. Si las agresiones y la economía expulsan, la homofobia y discriminación, agravan la situación de la población trans, por eso huyen de un espacio hostil donde su vida corre riesgo como en El Salvador, Honduras y Guatemala.
“Las sociedades de las que provienen son homofóbicas”, advierte Fray Tomás González Castillo. Con esta frase engloba la mayoría de las historias de abusos, agresiones y hasta asesinatos contra la comunidad LGBTTTI.
Fue así que en el 2016, La 72 abrió dos dormitorios con capacidad para 12 personas, pero como explica Fray Tomás, sobre todo “un proyecto de atención para la comunidad LGBTTTI”.
Cuando llegan al albergue Médicos Sin Fronteras les ofrece apoyo para su salud física porque “muchas de ellas venían violadas o se dedicaban al sexoservicio”, describe Fray Tomás.
El director de La 72, Ramón Márquez, explicó que cuando una persona migrante de la comunidad LGBTTTI ingresa al refugio buscan “trabajar en su recuperación de su identidad como seres humanos como es la aceptación por su género (...) e ir sanando de ese dolor, de esa violencia, esa discriminación, persecución que han sufrido en sus países de origen”.
También ofrecen apoyo legal porque,como explicó Fray Tomás, “desgraciadamente cualquier persona migrante es víctima, lo primero es que hay que darle es la estabilidad migratoria para que de ahí se generen los derechos a la salud o al trabajo”. Para ello, La 72 tiene una área de defensoría y apoyo de la organización Asylum Access.
En La 72 también apoyan a la comunidad LGBTTTI a que concluyan sus estudios o aprendan un oficio, como el taller para aplicar uñas acrílicas que impartió Santiago, un voluntario de la casa. Él fue quien llevó la bandera del arcoiris a este refugio.
Este joven es parte de la comunidad gay y al ver que su mamá apoyaba a la casa de migrantes decidió sumarse enseñándole a la población trans una actividad que le permita obtener recursos.
En el hogar para migrantes en una de las paredes está pintado un enorme mapa de México con las rutas para comer o descansar, pero también los lugares en los que hay riesgo de secuestro, extorsiones, asaltos y robos.
“Empezamos a analizar los testimonios que nos daban y veíamos que todas las personas LGBTTTI, sobre todo las mujeres trans, eran mucho más vulnerables que incluso una mujer”, recordó Fray Tomás.
Violaciones y acoso son las agresiones más comunes a las que se enfrentan las mujeres migrantes, estos abusos se “multiplican, son más para una mujer transexual” según el fraile y añadió que “una mujer transexual y migrante, puede vender su cuerpo, es un arma muy poderosa que ellas tienen y lo saben. Nosotros lo respetamos. Son mediaciones que ellas han aprendido para llegar a su meta”.
Las mujeres transexuales también son doblemente vulnerables de ser víctimas de violaciones de derechos humanos por parte funcionarios del Instituto Nacional de Migración y policías. Estas agresiones también aumentan contra los hombres transexuales migrantes, es decir, personas de sexo biológico femenino cuya identidad es masculina (Ver glosario)
“Gracias por el apoyo que nos brinda, por la libertad que nos da de expresarnos, por darnos ese lugar que tenemos donde nos respetan” son la palabras de Eléctrica, una mujer transexual, quien recibió apoyo en La 72. Como ella otras más se sienten seguras en ese refugio.
Que la bandera del arcoiris se muestre en uno de los balcones de La 72, que la comunidad LGBTTTI, en especial las mujeres transexuales, puedan caminar libremente sin ser insultadas o agredidas es parte de un proceso de “reeducar” como dice Ramón Márquez, director de La 72, porque reconocen que los migrantes que llegan al espacio suelen tener prácticas homofóbicas o machistas en sus países de origen.
“Cuando las personas de la diversidad sexual llegan a la casa, te refieren una desconfianza o un temor de subirse al módulo (dormitorio) porque está en una segunda planta muy visibilizado con la bandera del arcoiris, con pancartas, con mensajes de reivindicación de orgullo. Al principio manifiestan un temor a subir por el rechazo a ser identificados, a ser marcados pero las propias personas que están en el dormitorio especial para la comunidad de la diversidad sexual, poco a poco van haciendo de anfitriones de la casa”, reconoció el director de La 72.
Si en el Triángulo Norte el insulto contra el diferente es cotidiano, en ese espacio buscan que las personas migrantes aprendan a respetar la diversidad. En el albergue no se aceptan gritos, insultos o agresiones. En caso de que esto ocurra la persona migrante deberá retirarse. “En un contexto donde la violencia, el dolor y el trauma está tan presentes hay que generar espacios de normalidad y cordialidad”, reiteró el director de La 72.
“Aquí no permitimos la violencia de ningún tipo y la discriminación es violencia”, enfatiza Fray Tomás. En la casa hay una constante, la defensa de los derechos humanos. Con murales, reuniones y conversaciones, grupos de mujeres, adolescentes, varones, así como integrantes de la comunidad LGBTTTI insisten en la diversidad.
La 72 se nombra en femenino, es la casa y desde esta feminidad es un reconocimiento por los excluidos. Algunas personas al llegar al refugio en un principio no se identifican como mujeres transexuales, después de meses se asuman sin temor como recordó Ramón:
“Había una persona que llegó, que se consideraba como gay y estuvo un periodo muy prolongado en la casa. Esta persona poco a poco a través del espacio de la propia fiesta fue re descubriéndose. Empezó a maquillarse, a ponerse tacones, a vestirse como una mujer. Cuando salió de la casa salió como una chica trans. ¿Cuál es la clave de esto? muy poco, generar un espacio de respeto donde tú puedes mostrarte como eres”.
Alejandra, Eléctrica y Gerson viven en un cuarto rentado al oriente de la Ciudad de México, en una colonia con pocos servicios y propensión a asaltos. Aunque de orígenes distintos, su historia tuvo un hilo común desde que llegaron a La 72, su casa, un hogar que les permitió conocerse y continuar su camino hacia Estados Unidos.
Personas migrantes atendidas en La 72 en 2016
12,336
varones
1,469
mujeres
1,625
niños no acompañados
861
niñas no acompañadas
Integrantes de la comunidad atendidas
33
personas integrantes de la comunidad LGBTTTI en 2016
33
33 personas integrantes de la comunidad LGBTTTI en 2015
7
personas integrantes de la comunidad LGBTTTI en 2014
Tijuana es el límite noroeste de México. Viendo hacia el norte, es el fin de México. Viendo hacia el sur, es el inicio de América Latina. Tijuana es una mezcla de identidades, entremezcladas en lo mexicano, lo estadounidense, lo chino más recientemente, lo haitiano. Uno de los principales atractivos económicos es el comercio sexual, a veces de manera voluntaria y otras veces mediante la trata de personas.
Marcada por años de migración y deportaciones de migrantes de Estados Unidos, se han abierto, hasta 2017, poco más de 30 albergues para recibir a personas deportadas de Estados Unidos. La mayoría de ellos creados por organizaciones religiosas católicas o cristianas. En contraste con La 72 en Tenosique, Tabasco, en Tijuana el origen religioso representa un problema: en su mayoría, los religiosos rechazan la diversidad sexual.
Sólo existen en Tijuana dos lugares donde la población migrante LGBTTTI puede recurrir. Uno es el Jardín de las Mariposas, que más bien es un centro de recuperación de adicciones diseñado para población LGBTTTI bajo el esquema de Neuróticos Anónimos; el otro es el albergue Casa del Deportado Sagrado Corazón.
Las trans son rechazadas en albergues. Muchos albergues reciben subvenciones y apoyos, pero los están destinando para los haitianos y rechazan a centroamericanos e incluso a los mexicanos por conveniencia.
Yolanda Rocha dirige el Jardín de las Mariposas. En sus reuniones, los integrantes conversan sobre sus malestares y su recuperación. Entre la diversidad LGBTTTI de Centroamérica ha corrido la voz sobre este lugar, pues es común que sean rechazados en los demás albergues.
Sin embargo, los alimentos, renta, luz y gas corren a cuenta de Yolanda y su hijo (quien fue adicto en recuperación) y de ingresos que aportan algunos de los jóvenes en recuperación, porque no son elegibles para donativos como sí ocurre con las AR (Asociaciones Religiosas) que tienen preferencia y reciben bonos para arroz y frijol.
Yolanda explica que la discriminación en albergues y centros de recuperación es grave. Hay 90 centros religiosos de recuperación, y ningún albergue diseñado específicamente para las necesidades de personas trans. “Van a parar a las Asociaciones Religiosas (AR) pero éstas tienen una dinámica ‘tú puedes entrar pero ella no’. Las personas trans sufren más. Vienen a ciegas, sin dinero, hambrientos, sucios. No hay comida suficiente, hasta duermen en la calle. Antes de los centroamericanos, la atención de los albergues se enfoca en haitianos, adictos y en situación de calle. Es un escenario de peligro constante por feminicidios, secuestro de mujeres”.
Pone como ejemplo un hecho en Tecate, Baja California, al Este de Tijuana, del que se enteró por la prensa. Allí hubo un joven trans salió de un centro de rehabilitación, y al día siguiente amaneció asesinado y quemado en un hoyo.
Perla Hernández dirige la Casa del Deportado Sagrado Corazón. Desde 2012, acoge a personas por igual, homeless (personas sin hogar) y deportados que deambulan en la línea fronteriza. En la casa caben hasta 40 personas apretadas. Perla es trans y sábados y domingos trabaja checando la presión arterial. En 2016, recibió a cinco trans y en 2015 a dos hombres gay. No recuerda más atrás. Este año llegó una persona trans deportada.
La Casa del Deportado no recibe apoyo de ninguna organización de gobierno. En realidad es muy austero, construido con retazos de madera, y piezas que compra en el mercado de segundo uso o de donaciones. Su transporte es una bicicleta y un carro de supermercado. Las paredes que dividen los cuartos son de madera aglomerada y las camas son literas. El lugar, aunque austero e improvisado, está limpio.
El albergue solo ofrece cenas en la tarde, los desayunos los tienen que buscar en otros lugares. Sin embargo, los migrantes se quejan por los cobros en distintos albergues ya sea para ingresar o recibir alimentos.
La policía continúa con las redadas para quitar a los deportados y homeless (personas sin hogar) que habían asentado en El Bordo (un canal de río cercano a la frontera). Sin embargo, sólo los dispersó sin ayudarlos realmente. “Me gustaba no su vida, sino que estaban unidos”, comparte Perla su admiración por los habitantes del Bordo que tenían cubiertas algunas necesidades como comida, ropa, cobijas y hasta la droga que consumían.
La policía también sacaba provecho de los deportados. Les esperaba al salir de las tiendas Western Union cuando recibían algún giro para robarles y amenazarles con meterlos presos por droga. Había toda una complicidad en policías y hasta un juez que validaba las acusaciones contra los deportados, relata Perla.
En los albergues de El Ejército de Salvación, pertenecientes a la Iglesia Cristiana Universal, excluyen a la población LGBTTTI. Los migrantes gays no son bienvenidos.
No son los únicos. En otros albergues, a las mujeres trans las discriminan de diferentes maneras. Por ejemplo, las obligan a cortarse el cabello, las segregan en cuartos, las obligan a usar un solo baño, les exigen que no acosen a otras personas, cuenta Jorge Luis Villa, integrante de Diversidad Migrante. Villa es activista gay en Baja California, y trabaja en una oficina de asuntos migratorios para el estado de Zacatecas en Tijuana.
Villa ha observado algunos desazones entre activistas. Por ejemplo, que algunos mientras apoyan la migración, al mismo tiempo participan en marchas a favor de la “familia natural".
Por su parte, la integrante de Madres Deportadas en Acción, a quien todo mundo conoce como María Galleta, quien vive en California y viaja cada semana a Tijuana para apoyar a activistas, ha conocido casos de personas trans en Estados Unidos que están firmando salidas voluntarias o bien, son llevadas a Texas para su deportación. Muchas otras son expulsadas a pesar de no haber firmado ningún papel.
“Tijuana es como San Diego en los ochenta. En esa época, toda la escena LGBTTTI estaba dividida. ¿cómo iba el gobierno a tomarlos en cuenta si están peleados? En ese entonces el gobierno no quería dar fondos para el tratamiento de VIH, hasta que las organizaciones se enfocaron en querer lo mismo. Al unirse las organizaciones e ir a marchar a Washington, lograron el tratamiento”.
Rubí Juárez dirige el Centro de Atención Integral a Personas Trans. Ella tiene una opinión distinta respecto las oportunidades laborales y las solicitudes de asilo.
“México debería darles una vida digna”, dice. El refugio “es una moda, la opción más fácil para irte. La meta de llegar a Estados Unidos, es un rollo psicológico”, e insiste que no es buen momento para pedir asilo. “Desde Centroamérica están circulando la idea que tendrán asilo en cinco minutos por el hecho de ser trans”.
Con apoyo del gobierno y la sociedad civil, Rubí realizó un censo de mujeres en el área de prostitución y bares de Tijuana, que está ubicado en la Zona Norte. Entre los resultados encontraron, según detalló Rubí, que había en este lugar 99 mujeres trans, cien por ciento de ellas ejercían el trabajo sexual por “voluntad propia” porque las ganancias pueden ser mayores, lo que significa que no es su única opción laboral.
Como referencia el sueldo en Baja California es bajo respecto el coste de vida. Oscila entre 900 y 1200 pesos semanales (entre 47 y 64 dólares).
La falta de acceso a servicios de salud, educación o trabajo dice, “es porque no se conciben como dignas de derechos”.
Rubí participó en el evento conocido como International Visitor Leadership Program en noviembre de 2016, un encuentro entre el Departamento de Estado e integrantes de la comunidad LGBTTTI.
En opinión de Rubí, Barack Obama sí tenía en su agenda el tema de diversidad, con prioridad en la comunidad trans. Por ejemplo, la cobertura de salud (Obamacare) cubría hormonas y cirugías. Ahora, bajo la presidencia de Donald Trump, la comunidad está enfocada en no perder los derechos ya ganados, en vez de pelear por más.
En la Zona Norte de Tijuana, donde se concentra el mayor número de mujeres trans, Jorge Eduardo Duarte, promotor de salud y miembro de AIDS Healthcare Foundation México, reparten condones y aplican pruebas de VIH gratuitas en población vulnerable, entre ellas, trabajadoras sexuales.
No todas las mujeres trans en Tijuana se dedican al trabajo sexual, otras han llegado para intentar cruzar la barda fronteriza.
Hay una historia reciente, conocida y contada por diversas voces: un grupo de cuatro mujeres trans intentó, en enero de este año, cruzar la barrera migratoria. Pero fueron golpeadas y arrestadas por la Border Patrol (Patrulla Fronteriza de Estados Unidos). Finalmente fueron deportadas.
Las mujeres trans de Tijuana no son ajenas a la violencia que sufren el resto de mujeres. Con el lema “Ni una asesinada más”, el 19 de octubre del 2016 en Argentina y en diferentes partes del mundo hubo marchas contra el feminicidio. Acá también protestaron las chicas trans como lo recuerda Duarte:
“Había razones para marchar y pedir justicia tanto por los feminicidios como por los crímenes contra personas trans, cuyos casos quedan impunes. Sumado a esa violencia también está la discriminación social. Los medios de comunicación siguen difundiendo historias tipo “hombre vestido de mujer”.