I. Huir de tu país

Sin educación, empleo, en indigencia, obligadas al trabajo sexual y bajo discriminación permanente.

Para dejar de esconderse y ser quienes quieran ser, las mujeres transgénero de El Salvador, Guatemala y Honduras toman la decisión de huir. Su tierra les negó una vida con dignidad y por eso no les queda otra que renunciar a su país y a su cultura para poder mantener su identidad, el género con el que se sienten identificadas.

En los países del Triángulo Norte, las lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales (LGBTI) sufren a diario discriminación y amenazas. Pero, las personas de la diversidad sexual reconocen que las mujeres trans – como les gusta nombrarse a ellas mismas- son las más afectadas por la violencia.

Aunque los hombres trans, de sexo biológico femenino pero con identidad masculina, también sufren la persecución, se han reportado en menor cuantía. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), las mujeres trans son más visibles en el ámbito social y eso las convierte en el blanco de ataques por desafiar las normas de género.

--Consulte glosario de conceptos básicos de personas LGBTI elaborado por la CIDH--

La violencia creciente contra esta población ha alertado a la CIDH. Según un comunicado reciente de la Comisión, solo en los primeros meses de 2017 se han registrado 41 crímenes contra personas LGBTI en siete países del continente americano, 17 de ellos en El Salvador.

El Alto Comisionado para la Defensa de los Derechos Humanos (ACNUR) concluyó en 2015, que a partir de varios estudios realizados en diversos países, las tasas de pobreza, la falta de un hogar y la inseguridad alimentaria son más elevadas entre las personas LGBTI, que en el resto de la población. Pero específicamente entre la población de personas trans, pues al no tener un reconocimiento legal de su género y adecuar sus documentos de identidad oficiales, “enfrentan múltiples problemas para hacer valer sus derechos, entre otras cosas en el ámbito laboral y de la vivienda, así como a la hora de solicitar un crédito bancario o prestaciones estatales, o cuando viajan al extranjero”, señala ACNUR.

Por esta violencia las trans huyen y piden refugio en México, donde la burocracia de los procesos y las irregularidades detectadas en esta investigación, termina por negarles el estatus de protección.

Algo similar, pero mucho más complejo, sucede en Estados Unidos donde ha aumentado la cantidad de solicitantes de asilo de los países del Triángulo Norte. Los procesos para obtener la protección se ralentizan y las mujeres trans tienen que esperar por años en un limbo legal y con el temor de ser finalmente deportadas.

Transmigrantes | Activistas LGBTTI desfilan en las calles de San Salvador durante la Marcha del orgullo LGBTTI. Foto: María Cidón Kiernan

La falta de justicia que silencia

Los tres países del Triángulo Norte registran cada año miles de homicidios, pero sobre todo El Salvador y Honduras, que suelen ocupar las primeras posiciones en el mundo dentro de la lista de países que no están en guerra.

Para distinguir y reconocer a las víctimas de la diversidad sexual entre las miles y miles de víctimas que produce esta región, no existen censos ni registros oficiales en función de la orientación sexual y la identidad de género. Esto se convierte en un obstáculo para identificar los ataques por odio o discriminación; una agravante penal que, sin embargo, ya es reconocida en El Salvador y Honduras.

Los crímenes por odio o basados en el perjuicio contra la diversidad sexual suelen darse en países, “cuyas sociedades y Estados no aceptan y castigan las sexualidades, identidades y cuerpos que no se ajustan a los estándares sociales de corporalidad femenina o masculina”, apuntó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Por eso, desde 2015, la CIDH recomendó a todos los países de la región “realizar esfuerzos y asignar recursos suficientes para recolectar y analizar datos estadísticos de manera sistemática respecto de la prevalencia y naturaleza de la violencia y la discriminación por prejuicio contra las personas LGBTI, o aquellas percibidas como tales”, esto como parte de las conclusiones del Informe de Violencia contra personas LGBTI en las Américas.

Este informe fue elaborado junto al Registro de Violencia, donde se contabilizaron 342 asesinatos de personas trans en todo el continente americano. A partir de estos datos se concluyó que el 80 por ciento de las personas trans asesinadas entre enero de 2013 y marzo de 2014 tenía 35 años de edad o menos. Pero el promedio de las víctimas asesinadas a inicios de este año es aún menor, 28 años, según un comunicado de la CIDH publicado en marzo pasado.

Transmigrantes | Activistas LGBTTI desfilan en las calles de San Salvador durante la Marcha del orgullo LGBTTI. Foto: María Cidón Kiernan

Ante la no visibilización del problema, diagnosticado ya como un fenómeno global, la organización Transgender Europe (TGEU) inició a finales de la década pasada el Observatorio de Personas Trans Asesinadas. Tomando datos de 190 países, este observatorio conocido como TMM por sus siglas en inglés, reporta datos de todos los asesinatos de personas trans que han sido publicados en Internet desde 2008.

Este proyecto surge al reconocer que no había existido monitoreo sistemático de violencia de odio ni informes sobre asesinatos hacia personas trans a nivel internacional. Hasta entonces, el único archivo que documentaba estos crímenes a escala global era el sitio web del Día Internacional de la Memoria Trans (TDoR), basado en los Estados Unidos, según indica el observatorio en el informe de 2016. Sin embargo, este archivo presentaba falencias respecto a los registros de crímenes retomados por organizaciones en Brasil durante 2008, por lo que “esta disparidad de datos fiables sobre la violencia de odio a escala global ilustró la necesidad del proyecto TMM”.

Desde enero de 2008 a diciembre de 2016, el observatorio reportó los crímenes de 159 personas trans en esta región, siendo la mayoría de Honduras (89), seguido de Guatemala (40) y El Salvador (30).

En términos relativos a la tasa de población, Honduras es el país con más crímenes de personas trans del mundo desde 2008, 10.7 por cada millón de habitantes. El tercer lugar es para El Salvador con una tasa de 4.6 crímenes por millón de habitantes.

Datos obtenidos a partir del Observatorio de Personas Trans Asesinadas, un proyecto de investigación de la organización Transgender Europe (TGEU) realizado en 190 países.

Las estadísticas son retomadas de diversas organizaciones aliadas y a través de voluntarios del proyecto. Sin embargo, TGEU reconoce que muchos casos ni siquiera son registrados como personas trans o se publican solo en medios impresos, lo que dificulta el seguimiento en línea. Por eso dejan claro en el informe anual que estos datos “únicamente permiten vislumbrar una realidad que es, sin duda, mucho peor de lo que sugieren los números”.

El único crimen de una mujer trans registrado en Guatemala el año pasado fue el de la activista Evelyn Zulma, de la organización OTRANS Reinas de la Noche, registrado el 18 de noviembre de 2016 en la capital guatemalteca. Evelyn fue asesinada en su casa y presentaba señales de tortura. La víctima era beneficiaria de medidas cautelares otorgadas por la CIDH desde el 3 de febrero de 2006.

En El Salvador, las muertes de mujeres trans también han llamado la atención de la opinión pública después que tres de ellas fueran asesinadas en un plazo de 72 horas. Yasuri Orellana y Daniela Rodríguez fueron asesinadas y sus cuerpos encontrados el pasado 19 de febrero, al salir de una fiesta organizada por el alcaldía de San Luis Talpa, en el departamento de La Paz. Elisa Castillo fue privada de libertad cuando acudía a la vela de sus amigas, su cadáver apareció un día después, el martes 20, amarrado de pies y manos.

Transmigrantes | El cadáver de Elizabeth Castillo, quien fue secuestrada, torturada y asesinada fue encontrado en un camino de Cuyultitán, luego de asistir al funeral de Yasuri Orellana y Daniela Rodríguez, mujeres trans asesinadas dos días antes. Foto: Archivo FACTUM

El rumor de una orden de las pandillas para matar a todas las trans corrió rápido entre la comunidad. El temor provocó la huida de varias de ellas, algunas hacia México donde ya han solicitado refugio. A la fecha no se cuenta con capturas ni información oficial sobre el avance en las investigaciones de estos crímenes.

Según un reporte dado a conocer por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) luego del triple crimen, 136 personas LGBTI, en su mayoría trans, han huido del país hacia México y Estados Unidos durante los últimos años.

A la denuncia por estos crímenes se unió la conocida activista trans, Karla Avelar, directora de la organización Comunicando y Capacitando a Mujeres Trans (COMCAVIS Trans). Esta salvadoreña es una superviviente de la ruta crítica que siguen las mujeres trans a causa de la discriminación.

Karla tuvo que abandonar la casa donde vivía con su abuela a los 9 años de edad, tras ser agredida sexualmente por uno de sus primos. A esa edad dejó también la escuela, conoció la vida en la calle y la explotación infantil. Entre otras agresiones, fue secuestrada y víctima de una violación colectiva por parte de pandilleros. Prácticamente la dieron por muerta.

Transmigrantes | San Salvador.- Karla Avelar (izquierda) conversa con su amiga Ambar Alfaro sobre nuevos proyectos de activismo LGBTI. Ambas son trans e integrantes de Comcavis Trans y Aspidh Arcoíris Trans, respectivamente. Foto: María Cidón

Su primera amiga trans, Diana, quien fue asesinada, le enseñó el trabajo sexual. En las calles y cuando empezaba a ponerse difícil la situación con las maras, Karla se negó a pagar la extorsión. Le pegaron 10 balazos y aún no se explica cómo sobrevivió. Cuando estaba hospitalizada le diagnosticaron el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Años después, por una reyerta callejera fue acusada y condenada por homicidio. En la cárcel era abusada todos los días, tenía que compartir celda con hombres, la mayoría pandilleros. Entonces ya tenía sida, pero no decía nada a sus agresores por el temor a que la mataran.

“Empecé en el activismo porque no quería que otras trans que fueran presas pasaran por lo mismo que pasé yo. Ahora se cuenta con un área separada para las trans en el penal de Sensuntepeque (municipio al noreste de El Salvador), les dejen ir con el pelo largo y mantener su expresión de género dentro de los penales. También pueden seguir con sus tratamientos de VIH-Sida…”, reconoce Karla.

COMCAVIS Trans fue una de las peticionarias de la audiencia que se desarrolló el 21 de marzo de este año ante la sede de la CIDH, donde se presentaron las deficiencias en el cumplimiento de los derechos humanos de la población LGBTI de El Salvador, y en especial por la impunidad en la mayoría de crímenes. En dicha audiencia se mencionó que solo unos pocos casos de personas de la diversidad sexual han sido procesados judicialmente, que la mayoría de las investigaciones quedan estancadas y que, además, hasta la fecha no se cuenta con ningún precedente en los casos de homicidio.

Transmigrantes | Representantes del Estado de El Salvador durante audiencia de la CIDH por violaciones a los derechos de las personas LGBTI Foto: María Cidón Kiernan

Aunque la Fiscalía General de la República de El Salvador, no acudió a la audiencia, los representantes de la misión permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Washington, leyeron el informe de avances del Ministerio Público a los comisionados de la CIDH. Según se conoció en ese momento, la Fiscalía estaría investigando 109 delitos cometidos contra personas LGBTI entre diciembre de 2014 y el 3 de marzo de 2017; además de haber judicializado 12 casos. La mayoría son, en este orden, por amenazas, lesiones y homicidio agravado.

Las peticionarias no cabían en su asombro y pidieron que de ahora en adelante la información se hiciera pública. Aseguraron haber solicitado esos datos durante años como parte de su trabajo en defensa de los derechos humanos, pero insistieron que siempre se les había negado por considerarse inexistente.

Finalmente, el pasado 6 de abril, el fiscal general de El Salvador, Douglas Meléndez, juramentó a los funcionarios que integrarán la mesa técnica de Investigación de casos de la población LGBTI.

Pero la investigación de los crímenes contra mujeres trans es una deuda que el Estado salvadoreño acumula desde hace años. Como precedente, Pati Hernández, trans salvadoreña, y exdirectora de la Asociación Solidaria para Impulsar el Desarrollo Humano de Personas Trans (Aspidh Arcoíris) participó en numerosas actividades para denunciar las omisiones del Estado al no investigar los crímenes contra la diversidad sexual en El Salvador, sobre todo en 2014, cuando reportaron un aumento de denuncias.

“La Fiscalía no tiene los registros reales, y hay pruebas- argumenta Pati-. Hasta julio de 2014 no coincidían los registros con las pruebas de 15 madres que lloraban a sus hijas trans y gais hasta esa fecha”.
Transmigrantes

Iván

“Mi vida se ha parado dos años, huyendo por salvar mi vida”

Vengo de Honduras del municipio de San Pedro Sula. Uno de los municipios más conocido por la delincuencia y la extorsión. Para nosotros los gay la discriminación ahí es muy difícil.

A mi lo que me originó salir fue la muerte de mi hermano, la muerte de mi papá, igual la discriminación hacia mí por ser gay. A pesar de que siempre he vivido oculto. Allá no puedo decir: “soy gay”. Siempre me he mantenido en secreto. Si yo decía que era gay perdía oportunidades de trabajo, perdía oportunidades para conseguir otro tipos de ayudas.

Allá ser gay es una discriminación total. Aparte existen maras como las MS y la 18. Yo desde pequeño tuve una violación por un pandillero que fue capitán de las maras. Me fue difícil convivir en una zona donde había mareros, con el tiempo entraron otras bandas más fuertes de narcotráfico que se encargan de extorsionar. Las bandas llegaron y pelearon ese territorio donde yo vivía.

Entraron matando casi a todos los mareros. Mi papá tenía un negocio y era extorsionado por una renta de 1,200 semanales. Al no pagar por más de dos meses, mi papá fue asesinado. Le dispararon bajando de un taxi.

Lo mismo pasó con mi hermano. La mentada banda de los Olanchanos que recluta jóvenes para que trabajen con ellos, mató a mi hermano.

Busqué otros departamentos para vivir y cuando fui siempre sabían dónde estaba. Habíamos puesto una denuncia por la muerte de mi hermano. No sé cómo se enteraban, pero siempre nos buscaban. Por eso, tuvimos que huir a otro departamento, volvimos a San Pedro.

Primero matan a mi hermano, luego a mi papá, queríamos huir de la casa si queríamos volver a mantener el negocio teníamos que seguir pagando a pesar de que estábamos de luto por la muerte de mi papá. Ellos no tienen piedad, nos dijeron que sí queríamos seguir con el negocio teníamos que seguir pagando.

Fue así como salimos al departamento de Corintios y huímos. Hace poco, le dije a mi mamá que yo era gay. Decido salir un 13 de octubre de mi país. Llegué a La 72 para pedir refugio de nuevo, porque la primera vez que migré fui detenido en Acayucan, Veracruz. Ahí pedí mi primer refugio. Me lo negaron.

Aquí en Tabasco los que no tenemos credencial o los que somos de la comunidad LGBT, nos discriminan mucho. Mi vida se ha parado dos años, huyendo por salvar mi vida.

*Nombre real cambiado a petición del protagonista.

Transmigrantes

Eléctrica

“Nosotros también tenemos derecho a vivir”

Soy Rafael Antonio, soy de Honduras, y me gusta que me digan Eléctrica. Yo agarré este camino para México por tanta discriminación que hay en nuestro país porque nos asaltan, nos asesinan, nos violan, nos golpean.

Uno agarra este camino para que no le hagan daño a su familia porque lo primero que le dicen es: `si no te vas, vamos a matar a tu familia porque vos arruinás a tu familia´. Cuando nosotros también tenemos derecho a vivir.

En Guatemala venía con unos niños, ahí me quitaron 300 quetzales por los dos niños, ellos están en Estados Unidos, pero yo me quedé colgado. Su familia les puso coyote y a mi no.

Me gustaría quedarme en México y estudiar. Ya traigo la profesión de belleza. En Tenosique donde me quedé en La 72 arreglaba el pelo a las migrantes, lo pintaba, cortaba, planchaba, arreglaba uñas. Y todo eso lo sé hacer.

Entrando a México el 1 de septiembre me apuñalaron, me asaltaron aquí en Tenosique, Tabasco. Solicité la visa humanitaria, me la negaron porque me dijeron que no eran suficientes pruebas. Yo pienso que solo con el eso de que me acuchillaron yo tengo bastantes derechos, aún siendo inmigrante.

De hecho esa vez fui a poner denuncia. En Tenosique también hay discriminación. Yo le dije al comandante: ¿que qué quería?, ¿que me cortaran una mano, que me cortaran el pie para que supieran que era verdad?.

El 26 de septiembre de 2016 salí de Honduras. Tramité la visa humanitaria y me la negaron. Me sentí decepcionado. Vengo de mi país, huyendo de la violencia y me vengo a encontrar lo mismo aquí, creo que no es justo porque creo que tengo derechos. Tuve que esperar dos meses para que me dijeran que no a la visa.

En mi país no me pongo “shores” (pantalones cortos), aquí en México lo puedo hacer. Allá me maquillaba poquito y aquí lo vine hacer más. Aquí en México si una persona golpea a un gay u homosexual se va a denunciar porque es una falta de respeto. Dicen que en la Ciudad de México las personas como nosotros tenemos derechos. En cambio, en nuestro país no. Yo creo que el presidente de mi país sería feliz que emigraran todos los gays de Honduras.

Yo en Honduras no me decidía en mi sexo por el hecho de que las personas lo primero que te dicen:`no te da pena por tu familia, le vas a dar pena a tu familia´.Yo lo que hice fue salirme de las manos de mis papás y vivir mi vida. Tengo una amiga que ahora está en Estados Unidos, ella me dijo: `hacé tu vida, viví tu vida y nadie te la puede cambiar sólo que seas lo que sos y quererte como sos´.

En mi familia, mi mamá me acepta como soy, mi papá ya me aceptó aunque al principio no me quería como soy.

En Choluteca lo que existe más es la violación a los gays, golpes y maltratos.Nos agreden primero los mareros porque quieren que uno esté con ellos a la fuerza y creo que no es justo. Yo dije: voy a salir del closet, voy a aceptarme por lo que soy, yo valgo mucho.

En Honduras nos dicen culeros, maricón, hijo de la gran puta. A uno le duelen esas palabras. Te insultan y tienes que hacerte más fuerte.Las palabras duelen, pero sobre todo que no nos maten porque nosotros también tenemos derecho a vivir.

Transmigrantes

Bryan

“Me vine de mi país porque no me quería vender, no lo haré en el camino”

Salí de mi país por las maras. Nunca pensé salir de mi país porque tenía mi buen trabajo, estudiaba, era gerente de mercadeo en una tienda de ropa. Obligatoriamente tuve que salir.

Yo soy gay. No me considero una persona ni fea ni bonita. Para ellos supuestamente si era bonito y querían que yo me prostituyera en una esquina y aparte de vender mi cuerpo, vendiera la droga. Yo me rehusé.

Me raptaron 3 veces, me bajaron de un rapidito (combi), me bajaron de mi carro y otra vez fueron a mi trabajo. La tercera vez ya me iban a matar porque no les daba una respuesta, entonces le dije al chavo que es dizque jefe de la mara que me diera oportunidad de pensarlo dos días. “Te voy a dar dos días, nada más porque te conozco desde morrito” me dijo. Eso fue el 7 de mayo. Ya el 8 de mayo, a las 12 del mediodia, yo salí para acá.

Un dizque coyote me dijo: “yo te paso”. En la aduana no me pidieron un solo documento. En el trayecto de la aduana de Guatemala, como no quise pagar las 500 lempiras al coyote, se puso en su moto, sacó una pistola y me quitó todo lo que tenía: el dinero, mi maletita, teléfono y ropa. Me quedé solo con un suéter. Me senté a llorar en una piedra porque no sabía qué hacer. Vendí mi sueter y seguí con 100 lempiras.

Otro coyote me dijo: “no sé qué vas a hacer porque si no llevas dinero no te van a dejar pasar”. Empecé a caminar. A unos metros de pasar la aduana, unas mujeres me llevaron hasta Esquipula, en donde tenía que tomar el autobús a la capital. Vino una señora y me dijo que fuera a la Basílica para pedirle a Dios.

Ahí hay un mirador donde se mira Esquipula muy hermoso. Me paré en ese mirador y lo que se me vino a la mente fue tirarme de ahí, pero me puse a pensar que todos los problemas en la vida tienen solución, menos la muerte.

Le hice parada a un señor que me llevó a Chiquimula. Estaba muerto de cansancio y el señor empezó a enamorarme: “estás muy bonito, de dónde eres”. Le conté que era de Honduras. “¿Me regalas un beso?”,dijo. “No, ¿qué le pasa?”. Dejó de molestar unos diez minutos. Le pedí que se detuviera para bajarme. Me advirtió: “si te duermes, voy a hacer lo que quiera contigo y voy a empezar dándote el beso que te vengo pidiendo”.

No aguantaba el cansancio y me quedé dormido. No dudó ni dos minutos en darme el beso. Ofreció su casa y me negué. Incluso me ofreció pagarme. Si me vine de mi país porque no me quería vender, no me voy a vender en el camino.

En Honduras las cosas se manejan bien raro. Las mismas maras se enteran de todo. Incluso en Tapachula hubo una persona que me conocía. Un amigo me advirtió: “ten mucho cuidado que en Honduras ya saben dónde estás y puedes correr peligro”.

Tengo muchas ganas de estudiar. Amo estudiar. A futuro yo seré arquitecto y tendré mi propia empresa y no tengo duda que lo voy a lograr porque cuando me propongo algo lo consigo.

Para mí, Estados Unidos nunca ha sido una prioridad. Si hubiese venido con esa intención, ya me hubiese ido. Si me voy a EEUU, todos mis derechos de refugio valen madre, ya no tengo ningún derecho como refugiado. Mi plan es ir a Canadá, por lo mismo quiero estudiar aquí en la Ciudad de México.

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Alexa Rodríguez

“No pienso regresar a vivir a El Salvador, aquí es mi casa”

La primera vez que vine acá nada que ver con huir de la violencia, en enero del 98, había un poco de violencia en El Salvador, pero no era tan fuerte. Estando acá, en Estados Unidos, me infecté por VIH. Me asuste y pensé: ay, me voy a morir. Entonces me fui para El Salvador en diciembre de 1999, era casi a los dos años de estar acá.

Llegué a mi casa, no le avisé nadie, me recuerdo que estaba ahí mi hermano y me dijo: `¿Qué hacés aquí? Allá te hubieras quedado porque acá a comer mierda viniste´. Pero tuve mi vida regular, por cinco años oculté a mi familia que era positiva. Hasta que empecé a educarme en lo que era el VIH, cómo funcionaba y me convertí en consejera en VIH. Educaba en prevención, formé un grupo de personas para luchar por medicamentos.

Cada vez estaba más femenina, con hormonas, con toda esa visibilidad que tenía luchando me metí en problemas. Yo no estaba haciendo nada malo, pero al exponer a la gente sobre cosas que no estaban haciendo bien, pues les molestaba.

También con los pandilleros, al grado que uno de ellos, muy conocido en Usulután (municipio oriental del país), quiso asaltarme por un cadena de plata que yo tenía. Y como no tenía miedo nos agarramos. Yo me defendí y cuando él ya iba por su camino, yo lo seguía, queriendo recuperar mis cosas. Entonces la policía nos siguió también, pero al pandillero lo dejaron ir, y a mí me pidieron documentos. Uno de los policías me empezó a insultar y a tirar patadas desde la acera. Me decía: mirá como sos, por culero te pasan estas cosas. Y yo le decía: no me pegue, ya me sé sus placas. Al fin me dejaron ir,, pero me dijeron: bueno, ya sabemos donde vivís, te conocemos. Fui a la policía y la persona encargada de recoger los reportes me dijo: qué pena, no creemos que haya pasado eso porque a la hora que dices no había nadie patrullando por ahí.

Eso ocurrió en octubre de 2008, y quedé con mucho miedo. Así que hablé con mi familia y en enero decidí venirme. Llegué a México en avión y estuve tres días en el DF, sola. Contacté a un coyote para que me recogiera. Estuve una semana esperando para que nos pasaran, por el mismo miedo yo me corté el pelo, traía una expresión más masculina.

Cuando ya llegamos a Houston, nos recogieron en una minivan y nos dejaron en una casa donde nos tenían prácticamente secuestrados. Yo me quedé con todo hombres y nos ordenaron que nos desnudáramos. Yo me quedé con un bóxer largo que me había comprado en México; y pensé: yo no me lo voy a quitar. También me quedé con una camiseta puesta. Yo ya tenía senos porque tomaba hormonas. Estaba incómoda porque todo el mundo me vio, pero luego los hombres me dijeron: ¿podemos preguntarle algo? Porque usted no parece que es gay… Eso no me lo tomé como ataque, sino como curiosidad o morbo. Y dije, bueno, voy a darles una educación ahorita. Les dije que era mujer transgénero. Me creyeron y empezaron a preguntarme: ¿Y desde cuándo sabe que es niña? ¿Y cómo se siente? En verdad que me sentí un poco más cómoda porque eran hombres cisgénero, no modernos, pero abiertos a aprender.

El problema fue al llegar la noche, el muchacho que nos daba comida me fue a despertar y me llevó al baño. Me dijo que si necesitaba algo especial me lo iba a dar. Y le dije: Ah, gracias a dios porque necesito una rasuradora, no me gustan los pelos en la cara. ´Ah, sí, yo te lo consigo, lo único que me tienes que hacer sexo oral´. Pero tuve que hacerlo porque para mí era peor tener pelos en la cara que sexo oral con un desconocido y obligada.

Después yo tenía que venirme a Maryland con mi familia. Trabajaba con mi hermana en banquetes. Ella tuvo un problema con su esposo y se tuvo que ir. Quedé una semana en la casa yo sola. Llegó la dueña y me dijo que si no tenía dinero que me fuera. Me fui donde una prima que vivía con una amiga, dormíamos en la sala, en el piso. Como no tenía documentos ni trabajo, hacíamos trabajo sexual. Eso era en Maryland, lo hice por año y medio, pero yo trataba siempre de ir a la escuela, me capacitaba.

Desde 2009 empecé a trabajar en concursos de belleza, porque yo ya organizaba esos eventos en Usulután. En eso no necesitaba certificación, solo hablaba con la gente de una discoteca. Así me fue conociendo la gente y en el camino me fui certificando. En 2012 trabajé en un programa para jóvenes, y en 2013 se abrió la oportunidad en la Clínica del Pueblo, en el programa con mujeres trans. Y ahora ya tengo tres años como directora de Translatina Coalition para DC. En Translatina apoyamos a las mujeres para que se empoderen en temas de salud, servicios legales, a moverse en la sociedad.

Todos los programas del gobierno federal están recortando fondos para hacer un montón de pendejadas, pero estamos listas para hacer guerra. Con la administración Obama como que nos relajamos un poquito y dijimos: wow, es la gloria. Pero ahora paramos las orejas, estamos listas para fight back (pelear de nuevo)

No pienso regresar a vivir a El Salvador, aquí es mi casa. Este año ya puedo aplicar a la ciudadanía.Tengo un año con asilo, cinco con la residencia y otro que pasé en proceso, tengo como ocho años acá.

Transmigrantes

Mema Perdomo

“Yo quiero irme para Canadá, yo aquí no me siento segura”

Hace 10 años yo me vine de El Salvador, me vine porque una de mis mejores amigas fue quemada viva en Usulután, le echaron gasolina los mareros. Mi amiga se llamaba Juan. Yo conocía a los mareros, entonces ellos me amenazaron. Y por eso, yo con el miedo y el pánico, me vine.

Cuando me agarra la Migración, pasé seis días detenida, en una “hielera” (centro detención de migrantes), súper helado, ahí no había nada para abrigarte, tenías que agacharte y aguantar hasta donde podías, donde el baño está así (sin paredes) y te ve todo el mundo hacer tus necesidades y no solo dos personas, habíamos como 20 o 30 personas encima.

Donde yo veía que sacaban a todo el mundo y yo siempre era la última, donde me metían en un cuarto y se burlaban de mí, donde me decían que si yo era woman o man, donde me decían: ¿andás tatuajes? No. ¿Estás segura? Sí.

Donde me desnudaron toda y se burlaban. Donde me tuvieron por unos 20 minutos desnuda, yo lloraba y me decían: ¿Y por qué llorás? Fue una experiencia horrible.

Con el tiempo llegué a Houston (Estados Unidos), a donde mi hermana, yo me despertaba llorando, con pánico, miraba una policía y pensaba que era Migración. Era tanto el miedo que yo tuve, que no me presenté a la Corte.

Viví un año en Houston, no me gustó la vida allí. Me vine para Virgina, tenía otros amigos. Yo quise arreglar con un abogado la solicitud de asilo, y con otro, y con otro. Cada vez que iba donde un abogado era lo mismo, a recordar lo que viví y a ponerme mal, porque me decían: no, no se puede hacer nada.

De ahí volví con otro abogado, este último, hizo una solicitud para ver el caso e hizo dos apelaciones y las perdí. Desde entonces yo me he sentido super mal, estoy nerviosa, he caído en depresión y ahora con ataques de pánico.

Tanto es el miedo que yo quiero irme para Canadá, yo aquí no me siento segura. Pero es también por la situación de mi país, porque en El Salvador a una trans si ellos (pandilleros) quieren, la matan. A tres mujeres trans la mataron en San Luis Talpa (municipio de San Salvador) porque las querían tener de mulas (para meter en los centros penales). Si allá una no hace lo que le piden, la matan o matan a su familia. Y ese es el miedo de volver a mi país.

Transmigrantes

Daniela

“No sabía si iba a regresar caminando o en una caja de muerto”

Soy transgénero con identidad desde los 13 años. Tuve que hacerme chico gay para poder trabajar. Tuve que cambiar mi expresión de género. Cuando se enteraron en ese trabajo que era trans empecé a recibir bullying, más de los talentos, las personas que salen en pantalla.

Tuve que salir de El Salvador porque fui violada y golpeada por unos agentes, soldados. Me llegaron a buscar al trabajo y como pude salí y llegué a mi casa. Pasé aislada de mi casa como 10 días antes de tomar la decisión de venirme. Ya me encontraba sin trabajo, mis deudas se estaban acumulando, ya no veía un futuro en El Salvador. Me daba miedo dar un paso fuera de mi casa. No sabía si iba a regresar caminando o en una caja de muerto.

El tiempo que trabajé como trabajadora sexual aprendí a defenderme.Ya no tenía amigas, ya nadie creía en mí. Tuve problemas con compañeras trans.Creía en las organizaciones pero éstas no contaban cómo pasaban los hechos. Se pusieron en contra mía, no ponían atención, intenté pedir información y no me la daban.

Llegamos a Tapachula (con dos personas) para hacer el trámite de refugio con COMAR.

No fallé en las firmas, durante dos meses. Es un proceso bastante largo para pasar legalmente por México. Si lo cruzamos sin conocer es muy peligroso. Tuve mi documento de protección complementaria y de residente permanente en México. Mi proceso tardó siete meses, no sé porqué.

Me dediqué nuevamente al comercio sexual en Tapachula, luego en la Ciudad de México. Tenía la esperanza de que encontrara un trabajo ya formal que no fuera el comercio sexual y como no pude sacar mi credencial antes de que los de Migración tomaran vacaciones, hasta el 10 de enero la saqué.

En la Ciudad de México fui agredida y por eso decidí seguir adelante. En Tijuana me siento más acogida. Mantenerte ocupada hace que se me olviden las cosas. Se me olvida tanto bullying, tanta discriminación. A la larga tanta violencia que sufres que te vuelves violenta y no te queda otra que ser violenta cuando te toca serlo.

He sido muy “bullyeada” por compañeras de Estados Unidos en redes sociales que me han acusado de terrorista, de asesina, de violadora incluso. Tal vez porque si logré superarme en mi país durante algún tiempo. Tal vez porque sí opté por cambiar mi identidad para conseguir un trabajo y tener una vida estable. Existe mucho la envidia, la ira, la avaricia en nuestra población. Lo mismo en las organizaciones de derecho para las mujeres transgénero, porque en ningún lugar vas a estar viviendo gratis. Siempre te van a pedir algo. Aunque digan que es en apoyo a la comunidad, siempre van sacando su tajada. Pertenecí a una organización llamada Aspid Arcoiris el Salvador en sus inicios pero decidí dejarlo porque no era lo mío y se me negaba la palabra.

Mi idea es seguir hasta EEUU. Siento que se van a calmar las cosas. Unos amigos intentaron y los regresaron. Intentaré entregarme a la Border Patrol para solicitar asilo político.

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Alejandra

“Hombres machitos, mujeres mujeres”

Yo por mí, estuviera en mi país, tengo mi madre ahí. Quería seguir otra carrera pero no se pudo.

En El Salvador no se puede tener una sexualidad libre como acá en la Ciudad de México porque donde quiera que lo vean, si lo ven a uno trasvestido o maquillado, siempre lo discriminan, se burlan de uno, le tiran piedras o palabras obscenas.

Hay un programa de salud llamado “Entre Amigos” que consiste en darnos charlas para prevenir el VIH, enfermedades de relaciones sexuales, nos dan productos para tener en nuestro hogar y chequeos médicos.

No hay derechos para nosotros. Son pocas las oportunidades laborales. No les gusta tener personas LGBTI, sino “gentes normales”: hombres machitos, mujeres mujeres.Siempre lo sacan corriendo a uno. Lo único que podemos hacer nosotros es trabajar en las estéticas porque otros trabajos no nos lo dan.

Toda mi vida me ha gustado trabajar. Yo era cocinero en un restaurant de alta calidad. Me gustaba cocinar el lingûini, el pollo a la mexicana, los churrascos.

Los pandilleros a uno tampoco lo quieren, andan asesinando a todos los gays. Esa gente de las pandillas es muy machista. Solo ellos quieren ser libres en el país, pero nosotros no. Nosotros tenemos que estar ocultos a todos.

Tuve un problema con las pandillas. En mi cuerpo tengo hasta cicatrices que me hicieron. Estuve a punto de que me mataran y por eso salí huyendo.

Llegaron a mi trabajo, nos golpearon, nos dieron con una pistola, me golpearon en la cabeza. Me asaltaron tres veces, me robaron mi sueldo.

En mi colonia, dominaba la Mara Salvatrucha (MS). De un bando contrario, no podía entrar porque lo tienen muy controlado a uno. En el trabajo se imponía el Barrio 18. Una vez me dijo mi patrón: “creo que se van a tener que salir de acá porque ustedes son de un barrio contrario al que son los de acá”. Hubo una ocasión que hasta se subieron al autobús y solo se dirigieron a mi compañero y a mí porque sabían que ahí trabajábamos. Nos dijeron que teníamos que salirnos de trabajar si no queríamos pagar con nuestras vidas.

Llegué a Migración y me dijeron que lastimosamente mi solicitud de refugio no me la podían dar. Me puse a llorar enfrente de ellos y les dije: “¿por qué, si hasta traigo pruebas?”. Traía pruebas, se las mostré y aún así no me dieron refugio. Por eso, decidí emigrar hacia México.

Ya se me quitaron las ilusiones de ir a EEUU.Quiero quedarme aquí a trabajar y ayudarle a mi mamá. Me gustaría tener una familia, casarme, tener un buen trabajo y ganar bien. Quisiera regresar, ver a mi madre, decirle lo mucho que la amo, pero no se puede...

Su solicitud de refugio fue aceptada el 23 de febrero en la Ciudad de México.

Transmigrantes

Nataly*

“Cuando se te mete el chip de activista ya no hay quien te calle”

Yo vine a los Estados Unidos el 10 de abril de 2015. He estado trabajando varios años en la defensa de los derechos humanos para las mujeres, sobre todo en la despenalización del aborto, y también para la inclusión dentro del movimiento feminista de la población trans en El Salvador. Cuando se te mete el chip de activista y ya ves de cerca cómo es la verdadera injusticia ya no hay quien te calle.

Yo soy una persona intersexual transexual, significa que nazco con una condición biológica con características de ambos géneros, pero mis padres decidieron asentarme como masculino. En mis documentos de El Salvador tengo un nombre masculino y un sexo asignado como masculino, lo cual me hace una persona trans, aunque mi biología y anatomía se desarrolló más en el lado femenino. Mi identidad de género también corresponde al femenino.

Las mujeres trans en nuestro país son expulsadas de sus hogares desde temprana edad, sin escuela ni educación formal porque son marginadas. Desde los 12 o 13 años ya están en la calle, sin familia. Es la misma comunidad trans la que llega a brindarles apoyo, pero entran en el mundo del trabajo sexual. Ahí también entran las pandillas, que empiezan a cobrarles renta.

Gracias a dios y mi situación de privilegio, yo me gradué de un colegio privado, estudié y terminé mis estudios universitarios, hablo cuatro idiomas, no es el reflejo de cualquier otra persona trans, menos de El Salvador.

El primero de abril de 2015, fue un jueves santo, yo fui agredida por un grupo de hombres, a mi me dejaron por muerta y fue así como yo sobreviví. Yo pase prácticamente en shock por dos días. No quería poner denuncia porque sabía que eso ponía en riesgo a mi mamá, a mi familia y a mi persona.

Por mi papel de activista sabíamos que los mismos policías eran los que le daban información a los pandilleros con nombres y números telefónicos de las personas que los habían denunciado. Entonces yo guardé silencio, pero le dije a mi mamá: yo me voy de este país porque yo otro ataque ya no lo voy a sobrevivir, porque ellos creen que estoy muerta.

Así que yo llegué a Estados Unidos con $200 que me dio mi mamá para empezar una vida de cero. Aparecí en Washington D.C. porque aquí ya era conocida por algunas organizaciones que me brindaron apoyo, pero tampoco estaban preparadas para afrontar todas las situaciones de una persona que viene huyendo de la violencia. Al principio estaba homeless (indigente), pero a los 15 días tuve el apoyo de mis amigas acá, que me dieron un lugar donde vivir.

Empecé trabajando más de un año indocumentada. Yo conozco los procesos que la gran mayoría de las personas que están acá, sobre todo desde las deportaciones por la nueva administración Trump. Porque tú puedes conseguir documentación falsa, y es la que te permite trabajar como indocumentada, pero es un delito, por eso prefiero que mi nombre no se publique.

Si solicitas asilo no se recomienda que pidas ayuda del Estado porque eso afecta a tu proceso. Te conviertes en carga para el Estado, y eso es lo que menos quiere el país. Por una parte estás en tu proceso de asilo pero tienes que esperar seis meses, un año o más, mientras resuelven tu proceso ¿Qué haces entonces? Pues tienes que trabajar como indocumentada. Porque a los refugiados el Estado ya sí les responde, pero como asylum seeker, como en busca de asilo, tú no tienes ninguna compensación.

El derecho a la migración es muy violentado en las fronteras porque no están queriendo aceptar la responsabilidad que tienen. Los Estados Unidos tiene posturas bastante hipócritas. Todo el desorden que los Estados Unidos ha realizado en nuestros países… es una vergüenza que digan que estamos sobreactuando o inventado. ¿Quiénes financiaron nuestras guerras y ejércitos? Hay una batalla invisible, no estamos en guerra como hace 35 años en El Salvador, pero lo cierto es que hay una guerra mucho más violenta que la guerra civil.

Los Estados Unidos tiene cifras que puede llenar en refugios, me parece una violación a los derechos humanos negarle a una población el derecho a sobrevivir porque ellos consideran que hay un abuso de denuncias. Ellos viven en zonas seguras, qué saben ellos. Se basan en parámetros como si estuvieran en las ciudades de los Estados Unidos, pero hay estados aquí donde ser LGBTQ es un infierno. Pero aún en D.C. y Nueva York donde hay más tolerancia, no estás libre, yo he vivido violencia y agresión, aquí en los Estados Unidos.

*El nombre utilizado para este testimonio ha sido cambiado a petición de su protagonista.

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